Querida Marie-Laure:
Han llegado tus paquetes, los dos, con fechas de hace meses. La palabra «alegría» no es suficiente. Me han permitido quedarme con el cepillo de dientes y el peine, aunque no con el papel en el que estaban envueltos. Tampoco me han permitido conservar el jabón. ¡Cómo deseaba que me hubiesen permitido quedarme con el jabón! Nos habían dicho que nuestro próximo destino sería una fábrica de chocolates pero en realidad era de cartón. Fabricamos cartón todo el día. ¿Para qué querrán tanto?
Durante toda mi vida, Marie-Laure, he sido yo quien llevaba las llaves. Ahora las oigo a mi alrededor por las mañanas cuando vienen a buscarnos y cada vez que me meto la mano en el bolsillo lo encuentro vacío.
Cuando sueño, sueño que estoy en el museo.
¿Te acuerdas de tus cumpleaños? ¿Que siempre había dos regalos sobre la mesa cuando te despertabas? Siento que las cosas hayan salido así. Si alguna vez quieres entenderlo, mira dentro de la casa de Etienne, dentro de la casa. Sé que harás lo correcto. Aunque me gustaría que el regalo fuera mejor.
Mi ángel está a punto de partir. Si puedo le daré esta carta para ti. No estoy preocupado porque sé que eres muy inteligente y que sabes cuidarte sola. Yo también estoy a salvo de modo que no debes preocuparte. Da las gracias a Etienne por leerte esta carta y agradece en tu corazón al alma valiente que transporta esta carta desde donde yo estoy hasta donde tú estás.
Tu papá