Visitante

—¿Aprendió usted francés siendo niña? —dice Marie-Laure, porque, a pesar de que la mujer puede hablar, no está del todo segura.

—Sí. Este es mi hijo Max.

Guten Tag —murmura Max. Su mano es tibia y pequeña.

—Él no ha aprendido francés de niño —dice Marie-Laure, y las dos mujeres se ríen un instante y luego quedan en silencio. La mujer dice:

—Le he traído una cosa.

Incluso a través del envoltorio de papel de periódico Marie-Laure sabe que se trata de la casa de la maqueta, la siente como si esta mujer le hubiese puesto en las manos una semilla derretida de la memoria.

Apenas puede tenerse en pie.

—Francis —le dice a su ayudante—, ¿podrías enseñarle algo del museo a Max un momento? Tal vez le gusten los escarabajos.

—Por supuesto, madame.

La mujer le dice algo a su hijo en alemán.

—¿Quiere que cierre la puerta? —pregunta Francis.

—Por favor.

El pestillo se cierra. Maire-Laure escucha las burbujas del acuario y el suspiro de la mujer y los tapones de goma en las bases de las patas de la banqueta cuando se acomoda. Con la punta del dedo recorre las muescas de los bordes de la casa, la pendiente del techo. Cuántas veces la tuvo en la mano.

—La hizo mi padre —dice.

—¿Sabe por qué la tenía mi hermano?

Todo se pone a girar en el espacio. Da una vuelta alrededor de la habitación y luego regresa a la memoria de Marie-Laure. El muchacho. La maqueta. ¿Ha sido abierta alguna vez? Deja la casa de pronto, como si estuviera muy caliente.

La mujer, Jutta, debe de estar mirándola atentamente. Dice, como si quisiera pedir disculpas:

—¿Se la quitó a usted?

Cuando pasa el tiempo, piensa Marie-Laure, los sucesos que parecían confusos o bien se vuelven aún más confusos o poco a poco se ponen en su sitio. Aquel muchacho le salvó la vida en tres ocasiones. La primera, por no haber delatado a Etienne cuando tuvo que hacerlo. La segunda, cuando acabó con el sargento mayor. La tercera, cuando la ayudó a salir de la ciudad.

—No —contesta ella.

—No era fácil ser bueno entonces —dice Jutta llegando al límite de su francés.

—Pasé un día con él, menos de un día.

—¿Cuántos años tenía usted? —pregunta Jutta.

—Tenía dieciséis durante el asedio. ¿Y usted?

—Yo tenía quince al final.

—Todos nos hicimos mayores antes de crecer. ¿Y él…?

—Él murió —dice Jutta.

Por supuesto. Las historias tras la guerra, todos los héroes de la resistencia eran elegantes y duros, capaces de construir ametralladoras con clips. Y los alemanes o bien sacaban sus divinas y rubias cabezas a través de las escotillas de los tanques para observar las ruinas de las ciudades al pasar o no eran más que psicópatas y violadores de hermosas judías. ¿En cuál de las dos categorías podía encajar el muchacho? Es una presencia vaga. Es como haber estado en una habitación junto a una pluma. Pero su alma brillaba con una amabilidad esencial, ¿verdad?

Solíamos coger bayas en el Ruhr, mi hermana y yo.

—Sus manos eran más pequeñas que las mías —dice Marie-Laure.

La mujer se aclara la garganta.

—Siempre fue demasiado pequeño para su edad, pero siempre me cuidó. Le resultaba difícil no hacer lo que pensaba que la gente esperaba de él. ¿Lo he dicho bien?

—Perfectamente.

El acuario burbujea. Las caracolas se alimentan. Marie-Laure no es capaz de adivinar la agonía que ha soportado esta mujer. ¿Y la casa de la maqueta? ¿Acaso Werner regresó a la gruta para cogerla, dejó la piedra en su interior? Dice:

—Me dijo que usted y él solían escuchar las retransmisiones de mi tío abuelo. Que se oían en toda Alemania.

—¿Su tío abuelo…?

Ahora Marie-Laure se pregunta qué recuerdos se agitan en el interior de esa mujer que está frente a ella. Está a punto de decir algo más cuando se oyen unos pasos en el pasillo al otro lado de la puerta del laboratorio. Max balbucea algo ininteligible en francés. Francis se ríe y dice:

—No, no, trasero con el sentido de detrás, no de trasero.

—Lo siento —dice Jutta. Marie-Laure se ríe.

—Es la inconsciencia de nuestros niños la que nos salva.

Se abre la puerta y Francis dice:

—¿Todo bien, madame?

—Sí, Francis. Puede marcharse.

—Nosotros nos marchamos también —dice Jutta poniendo de nuevo la banqueta junto a la mesa del laboratorio—, prefiero que se quede usted con la casa de la maqueta, estará mejor con usted que conmigo.

Marie-Laure mantiene las manos sobre la mesa del laboratorio. Se imagina a la mujer y al niño mientras se retiran hacia la puerta, la pequeña mano envuelta en una mano mayor, y se aclara la garganta.

—Espere —dice—. Cuando mi tío abuelo vendió la casa, después de la guerra, viajó de nuevo a Saint-Malo y rescató el único disco que quedaba de mi abuelo. Era sobre la luna.

—Lo recuerdo. Y la luz, ¿verdad? ¿En el otro lado?

El suelo que cruje, los tanques agitándose. Las caracolas deslizándose a lo largo de los cristales. La pequeña casa sobre la mesa, entre sus manos.

—Déjele su dirección a Francis. El disco es muy viejo pero se lo enviaré por correo. A Max le gustará.

La luz que no puedes ver
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
citas.xhtml
partecero.xhtml
1.xhtml
2.xhtml
3.xhtml
4.xhtml
5.xhtml
6.xhtml
7.xhtml
8.xhtml
parteuno.xhtml
9.xhtml
10.xhtml
11.xhtml
12.xhtml
13.xhtml
14.xhtml
15.xhtml
16.xhtml
17.xhtml
18.xhtml
19.xhtml
20.xhtml
21.xhtml
22.xhtml
23.xhtml
24.xhtml
25.xhtml
26.xhtml
27.xhtml
28.xhtml
29.xhtml
30.xhtml
31.xhtml
32.xhtml
partedos.xhtml
33.xhtml
34.xhtml
35.xhtml
36.xhtml
37.xhtml
partetres.xhtml
38.xhtml
39.xhtml
40.xhtml
41.xhtml
42.xhtml
43.xhtml
44.xhtml
45.xhtml
46.xhtml
47.xhtml
48.xhtml
49.xhtml
50.xhtml
51.xhtml
52.xhtml
53.xhtml
54.xhtml
55.xhtml
56.xhtml
57.xhtml
58.xhtml
59.xhtml
60.xhtml
61.xhtml
62.xhtml
63.xhtml
64.xhtml
partecuatro.xhtml
65.xhtml
66.xhtml
67.xhtml
68.xhtml
69.xhtml
70.xhtml
partecinco.xhtml
71.xhtml
72.xhtml
73.xhtml
74.xhtml
75.xhtml
76.xhtml
77.xhtml
78.xhtml
79.xhtml
80.xhtml
81.xhtml
82.xhtml
83.xhtml
84.xhtml
85.xhtml
86.xhtml
87.xhtml
88.xhtml
89.xhtml
90.xhtml
91.xhtml
92.xhtml
93.xhtml
94.xhtml
95.xhtml
96.xhtml
97.xhtml
98.xhtml
99.xhtml
100.xhtml
101.xhtml
102.xhtml
103.xhtml
parteseis.xhtml
104.xhtml
105.xhtml
106.xhtml
107.xhtml
108.xhtml
partesiete.xhtml
109.xhtml
110.xhtml
111.xhtml
112.xhtml
113.xhtml
114.xhtml
115.xhtml
116.xhtml
117.xhtml
118.xhtml
119.xhtml
120.xhtml
121.xhtml
122.xhtml
123.xhtml
124.xhtml
125.xhtml
126.xhtml
127.xhtml
128.xhtml
parteocho.xhtml
129.xhtml
130.xhtml
131.xhtml
132.xhtml
133.xhtml
134.xhtml
135.xhtml
136.xhtml
partenueve.xhtml
137.xhtml
138.xhtml
139.xhtml
140.xhtml
141.xhtml
142.xhtml
143.xhtml
144.xhtml
145.xhtml
146.xhtml
147.xhtml
148.xhtml
149.xhtml
150.xhtml
151.xhtml
152.xhtml
153.xhtml
154.xhtml
155.xhtml
156.xhtml
partediez.xhtml
157.xhtml
158.xhtml
159.xhtml
160.xhtml
161.xhtml
162.xhtml
163.xhtml
164.xhtml
165.xhtml
166.xhtml
167.xhtml
168.xhtml
169.xhtml
170.xhtml
171.xhtml
172.xhtml
173.xhtml
174.xhtml
parteonce.xhtml
175.xhtml
176.xhtml
partedoce.xhtml
177.xhtml
178.xhtml
179.xhtml
180.xhtml
181.xhtml
182.xhtml
183.xhtml
184.xhtml
185.xhtml
186.xhtml
partetrece.xhtml
187.xhtml
agradecimientos.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml