Alguien en la casa

Una presencia, una respiración. Marie-Laure concentra sus sentidos en la entrada que está tres plantas más abajo. Oye el chirrido de la verja exterior al cerrarse; después es la puerta delantera de la casa la que se cierra.

En su mente, su padre razona: Han cerrado la verja antes que la puerta, no después, lo que significa que, quienquiera que sea, está adentro, porque primero ha cerrado la verja y luego la puerta.

Se le erizan los pelos de la nuca.

Etienne sabe que habría accionado la campanilla, Marie. Etienne te estaría llamando.

Se oyen unas botas en el vestíbulo y fragmentos de platos que crujen bajo las pisadas.

No es Etienne.

La angustia es tan aguda que es casi insoportable. Intenta calmar sus pensamientos, concentrarse en la imagen de una vela que arde en el centro de su propia caja torácica, un caracol que se desliza por su espiral, pero su corazón palpita en el pecho y por la espina dorsal le suben intermitentes pulsaciones de miedo y entonces siente la duda de si una persona que ve puede desde el vestíbulo ver por el hueco de la escalera hasta la tercera planta. Recuerda que su tío abuelo le dijo que debían tener cuidado con los saqueadores y el aire se llena de fantasmas borrosos y susurros. Marie-Laure se imagina corriendo más allá del baño hacia el cuarto de costura cubierto de telas de arañas en la misma tercera planta y tirándose por la ventana.

Las botas están en la sala. Le dan una patada a un trozo de plato en el suelo. ¿Es un bombero, un vecino, algún soldado alemán que busca comida?

Si fuera un rescatador estaría llamando a los supervivientes, ma chérie. Tienes que moverte. Tienes que esconderte.

Las pisadas atraviesan el cuarto de madame Manec. Lo hacen lentamente, tal vez está oscuro. ¿Ya es de noche?

Suceden cuatro, cinco, seis o un millón de latidos. Ella tiene el bastón, el abrigo de Etienne, las dos latas, el cuchillo y el ladrillo. La casa de la maqueta está en el bolsillo de su vestido, con la piedra dentro. Hay agua en la bañera que está al fondo del pasillo.

Muévete. Ahora.

Se bambolea una cacerola o un cazo que seguramente cuelga de un gancho en la cocina. El intruso sale de la cocina. Regresa al vestíbulo.

Levántate, ma chérie. Levántate ahora.

Ella se pone de pie. Con la mano derecha encuentra la barandilla. El intruso está en la base de las escaleras. Ella está a punto de gritar pero enseguida se da cuenta (en cuanto oye que él pone un pie en el primer escalón) que sus zancadas están desacompasadas. Uno (pausa) dos, uno (pausa) dos. Son unos pasos que ha oído antes. La cojera de aquel sargento mayor alemán de voz mortecina.

Ahora.

Marie-Laure da cada paso con la mayor delicadeza posible, agradecida de estar descalza. El corazón le palpita en el pecho con tanta furia que casi tiene la sensación de que el hombre puede oírlo.

Sube hasta la cuarta planta. Cada paso es un susurro. Sube a la quinta. Se detiene en el descansillo de la sexta junto a un candelabro e intenta escuchar. Oye que el alemán sube otros dos o tres escalones y hace una pausa asmática antes de continuar. Uno de los escalones de madera cruje bajo su peso, a ella le parece que suena como un pequeño animal al ser aplastado.

El intruso se detiene en lo que a ella le parece el descansillo de la tercera planta, el lugar en el que había estado sentada. Seguramente su calor aún persiste en el suelo de madera junto a la mesilla del teléfono. También su aliento.

¿Hacia dónde puede huir?

Escóndete.

A la izquierda está la vieja habitación de su abuelo. A la derecha, su pequeña habitación con la ventana abierta. Al frente está el cuarto de baño. Todavía hay olor a humo por todas partes.

Los pasos del intruso cruzan el descansillo. Uno (pausa) dos, uno (pausa) dos. Ruidosos, vuelven a empezar el ascenso.

Si me toca, piensa ella, le arrancaré los ojos.

Abre la puerta del dormitorio de su abuelo y se detiene. Más abajo el intruso también se detiene. ¿La ha oído? ¿Sube las escaleras más lentamente? En el mundo exterior esperan una multitud de refugios, jardines llenos de una brisa verde y luminosa, reinos de setos, profundos charcos de sombra en los bosques en los que las mariposas flotan pensando únicamente en el néctar. Están todos fuera de su alcance.

Llega hasta el gigantesco armario al fondo de la habitación de Henri, abre las dos puertas con espejos, aparta las viejas camisas que cuelgan en el interior y desliza la falsa puerta que Etienne ha montado en la parte de atrás. Se escurre en el diminuto espacio por el que la escalera de mano sube hacia el desván. Luego alarga los brazos en el interior del armario y cierra las puertas con espejos.

Protégeme, piedra, si es verdad que eres protectora.

Silencio, dice la voz de su padre. No hagas ningún ruido. Encuentra con la mano la manija que colocó Etienne en el falso panel trasero del armario. Lo desliza centímetro a centímetro hasta que oye el clic que indica que ha quedado cerrado. Luego coge aire y aguanta la respiración todo lo que puede.

La luz que no puedes ver
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
citas.xhtml
partecero.xhtml
1.xhtml
2.xhtml
3.xhtml
4.xhtml
5.xhtml
6.xhtml
7.xhtml
8.xhtml
parteuno.xhtml
9.xhtml
10.xhtml
11.xhtml
12.xhtml
13.xhtml
14.xhtml
15.xhtml
16.xhtml
17.xhtml
18.xhtml
19.xhtml
20.xhtml
21.xhtml
22.xhtml
23.xhtml
24.xhtml
25.xhtml
26.xhtml
27.xhtml
28.xhtml
29.xhtml
30.xhtml
31.xhtml
32.xhtml
partedos.xhtml
33.xhtml
34.xhtml
35.xhtml
36.xhtml
37.xhtml
partetres.xhtml
38.xhtml
39.xhtml
40.xhtml
41.xhtml
42.xhtml
43.xhtml
44.xhtml
45.xhtml
46.xhtml
47.xhtml
48.xhtml
49.xhtml
50.xhtml
51.xhtml
52.xhtml
53.xhtml
54.xhtml
55.xhtml
56.xhtml
57.xhtml
58.xhtml
59.xhtml
60.xhtml
61.xhtml
62.xhtml
63.xhtml
64.xhtml
partecuatro.xhtml
65.xhtml
66.xhtml
67.xhtml
68.xhtml
69.xhtml
70.xhtml
partecinco.xhtml
71.xhtml
72.xhtml
73.xhtml
74.xhtml
75.xhtml
76.xhtml
77.xhtml
78.xhtml
79.xhtml
80.xhtml
81.xhtml
82.xhtml
83.xhtml
84.xhtml
85.xhtml
86.xhtml
87.xhtml
88.xhtml
89.xhtml
90.xhtml
91.xhtml
92.xhtml
93.xhtml
94.xhtml
95.xhtml
96.xhtml
97.xhtml
98.xhtml
99.xhtml
100.xhtml
101.xhtml
102.xhtml
103.xhtml
parteseis.xhtml
104.xhtml
105.xhtml
106.xhtml
107.xhtml
108.xhtml
partesiete.xhtml
109.xhtml
110.xhtml
111.xhtml
112.xhtml
113.xhtml
114.xhtml
115.xhtml
116.xhtml
117.xhtml
118.xhtml
119.xhtml
120.xhtml
121.xhtml
122.xhtml
123.xhtml
124.xhtml
125.xhtml
126.xhtml
127.xhtml
128.xhtml
parteocho.xhtml
129.xhtml
130.xhtml
131.xhtml
132.xhtml
133.xhtml
134.xhtml
135.xhtml
136.xhtml
partenueve.xhtml
137.xhtml
138.xhtml
139.xhtml
140.xhtml
141.xhtml
142.xhtml
143.xhtml
144.xhtml
145.xhtml
146.xhtml
147.xhtml
148.xhtml
149.xhtml
150.xhtml
151.xhtml
152.xhtml
153.xhtml
154.xhtml
155.xhtml
156.xhtml
partediez.xhtml
157.xhtml
158.xhtml
159.xhtml
160.xhtml
161.xhtml
162.xhtml
163.xhtml
164.xhtml
165.xhtml
166.xhtml
167.xhtml
168.xhtml
169.xhtml
170.xhtml
171.xhtml
172.xhtml
173.xhtml
174.xhtml
parteonce.xhtml
175.xhtml
176.xhtml
partedoce.xhtml
177.xhtml
178.xhtml
179.xhtml
180.xhtml
181.xhtml
182.xhtml
183.xhtml
184.xhtml
185.xhtml
186.xhtml
partetrece.xhtml
187.xhtml
agradecimientos.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml