EPÍLOGO

Poco a poco, las mujeres estamos logrando llegar a mundos que hace años parecían inexpugnables. Y, aunque la batalla no esté ganada y quede mucho camino por recorrer, paso a paso nos estamos conociendo a nosotras mismas sin miedo a sonrojarnos. Sin embargo, lo hemos comprobado, aún existen mujeres que no hablan de sexo por miedo a parecer inmorales; mujeres que se esconden detrás de un disfraz y sufren toda su vida la frustración y la apatía; que desconocen el placer. Contra esa tragedia hay que tomar medidas.

En muchas de las historias que aparecen en este libro, hay quienes por miedo o prejuicios deciden no cumplir sus deseos. Es posible que existan casos en los que conviene que las fantasías sigan siendo solo eso: fantasías; pero en otros, de no cumplirse, quedarán como aquello que pudo ser y no fue, otra frustración más.

No tengamos miedo a que pueda resultar algo demasiado inusual, la fantasía no es patológica; la patología radica en las carencias y bloqueos que puedan existir en la vida real y en los problemas que esto acarrea. La fantasía puede ser fruto de muchos sufrimientos y lo patológico serán esos conflictos, pero no el contenido de la fantasía en sí. Ahí la fantasía es síntoma de algo más, pero esa misma fantasía, ese mismo contenido, lo puede desarrollar una mujer sana, feliz y equilibrada; en ella no será un problema.

Hemos hablado de una especie de «nueva liberación» en la que la literatura ha tenido mucho que ver… Pero cualquier instrumento es bueno para seguir avanzando. Afrontemos quiénes somos, lo que queremos y, sobre todo, lo que NO queremos. Atrevámonos a contar aquello que deseamos, para que el otro pueda conocernos mejor: eso es lo que realmente nos hará encontrar el punto que nos hará libres.