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LA ERÓTICA DEL PODER

El erotismo del poder es sin duda uno de los mecanismos que más incitan al sexo. Ya lo apuntábamos con anterioridad: en la mayoría de los casos, si el protagonista de 50 sombras de Grey fuese tornero fresador, probablemente la historia jamás habría llegado a buen puerto.

Digamos que Grey es un macho alfa, un individuo de nivel social muy alto y economía desahogada. Pero la atracción por el macho alfa no es nueva; en la prehistoria (y aún hoy en algunas especies), él era el encargado de fecundar a unas sumisas hembras cuyo instinto buscaba la protección y mejora de la especie: el poderoso, el más fuerte, el que sobresale entre el resto es el que cautiva a la hembra. Ahí es nada. Dejando asuntos antropológicos aparte, muchas de las mujeres de las que tratamos en este libro caen rendidas ante ese hombre que sorprende con las más sofisticadas situaciones y demostraciones de sus excelencias.

¿Qué mujer no se siente atraída por un señor increíblemente atractivo y rico que le ata todo el cuerpo con una soga y le mete una pelota de goma en la boca? Pues yo no. Gracias a la providencia, no todos los señores poderosos o de alto poder adquisitivo sienten deseos de asarte en un horno crematorio como si fueras un cordero. Los hay que con invitarte a una copa y «echar un polvete» ya tienen más que suficiente para satisfacer su sexualidad. Pero esos parece que tienen menos charme… Hoy día se ha producido un fenómeno sorprendente: muchas mujeres se han creado un prototipo de hombre poderoso que domina a la hembra, y ese concepto es el que las motiva. Dejemos a ese señor para más tarde, ahora trataremos de las fantasías intimistas inspiradas en individuos que NO te ponen una bolsa del Mercadona en la cabeza hasta dejarte sin respiración. Menos mal.

Teresa. Veintinueve años. Peluquera

Trabajo en una peluquería de cierto renombre y a muchos clientes les cortamos el pelo en su propio despacho. Con mi maletín he llegado a visitar las sedes más famosas del país y he conocido a hombres muy ricos e importantes. Hace unos meses, el dueño de una de las empresas a las que prestamos servicio falleció, y su hijo, al que yo no conocía, se hizo cargo de los negocios.

Enseguida me percaté de que era un hombre muy atractivo. Tenía el pelo negro y demasiado largo para mi gusto, su complexión era atlética sin exagerar y en su boca lucía unos dientes increíblemente blancos. También tenía una pequeña cicatriz partiéndole el labio que pensé que podía haber corregido, siendo tan rico. Pero no fue su físico lo que llamó mi atención. Fue su forma de moverse, de hablar, de «manejar» la situación lo que me cautivó. Todo él rezumaba seguridad y poder: ante sus trabajadores, ante sus estrechos colaboradores, con las mujeres con las que trataba. Él dominaba el juego, y eso se notaba y le hacía muy atrayente.

Yo, al abandonar su despacho, borraba cualquier atisbo de atracción por aquel hombre. Era como si me inyectaran el «suero del olvido»: él desaparecía de mi mente y yo volvía a mi vida de tijeras y peines.

Durante un tiempo seguí arreglándole el pelo con asiduidad y siempre conseguía mi admiración… Sus manos, sus zapatos, sus gestos, la suavidad con la que se acercaba… Al final, fue entrando en mis fantasías de una forma involuntaria.

Al principio, solo se trataban de pensamientos que me acompañaban mientras mi novio veía un partido de fútbol… Me imaginaba siendo una de esas mujeres a las que telefoneaba mientras yo le recortaba las patillas. «Primero me recoge con su flamante Porsche y me lleva a cenar a un restaurante de lujo. Y en medio de la cena se lleva la mano al bolsillo y saca un precioso anillo de brillantes y…»

Gol. Un aspaviento de mi novio durante el partido me rescataba de aquella absurda fantasía…

Más tarde, los pensamientos se convirtieron en algo más… íntimo. «Una semana maravillosa en Castellón. No, Castellón no, mejor Maldivas. Una semana maravillosa en Maldivas. Yo estoy tomando el sol y de pronto él se sienta a mi lado y peligrosamente se acerca a mis labios para besarme y…»

Gol.

Hasta entonces, las fantasías no habían sido más que cuentos de princesas embelesadas con un hombre poderoso. Pero una noche, haciendo el amor con mi novio, de pronto, apareció él. Sentí que el que me estaba agarrando las nalgas mientras cabalgaba no era mi pareja; era ese hombre seguro e imponente que me acariciaba con una firmeza que hacía que saltaran chispas. Y lo intenté, pero no pude quitármelo de la cabeza, regresaba una y otra vez a mi mente: era él el que me follaba con actitud posesiva mientras mi pobre novio se dejaba la piel en que yo me corriera. Podía notar cómo tenía el mando, cómo me cogía la cintura, cómo me movía sobre él, cómo hasta el pene de mi novio era distinto dentro de mí, y de pronto era como si me hubiese trasladado a otro lugar. Aquella no era nuestra habitación con la foto de nuestros pastores alemanes enmarcada en la pared; era un gran hotel a orillas de la playa. Podía sentir el olor del mar, el perfume de las flores tropicales, las sábanas de lino… Sí, estaba follando en un lugar maravilloso donde aquel hombre me daba un gran placer.

Me echó hacia atrás y comenzó a masajear mi clítoris, con los ojos cerrados, podía ver su rostro de placer ante mis embestidas, su boca entreabierta y esa cicatriz que tan antiestética me parecía me resultó lo más sexy del mundo. Me lancé sobre ella para besarla, busqué sus labios con mis ojos cerrados y en un húmedo y largo beso sentí cómo se acercaba una ola inmensa. Me incorporé y entonces llegó. El mejor orgasmo que había tenido en muchos años.

Mi novio, ajeno a mis pensamientos, se sintió muy satisfecho y yo no puedo negar que logré muchos puntos por aquella fantasía. Jamás se lo diré. Las primeras veces me sentía inmensamente culpable, como si estuviera siendo infiel a mi pareja, pero ahora forma parte de mis secretos y ha mejorado mi vida sexual. Sí, el todopoderoso hombre de la cicatriz me acompaña cada noche de sexo y somos los tres la mar de felices…

En apariencia, Teresa no está dispuesta a compartir esta intimidad con su novio. Reconozcamos que existen pocos hombres que monten una fiesta cuando les dices que necesitas pensar en Bruce Willis para poder llegar al orgasmo.

En el caso de nuestra protagonista, la fantasía ha ido in crescendo, ha «conocido» al personaje siguiendo unos pasos y más tarde se ha entregado a él, claro ejemplo de lo que subrayábamos anteriormente: primero ha necesitado «el deseo» y luego se ha producido la respuesta sexual. Y, por lo que asegura, una respuesta sexual muy positiva.

Los factores han sido determinantes: el aire sobresaliente de él, su apabullante personalidad unida a su atractivo físico le han convertido en un claro objeto de deseo. No solo el dinero le ha transformado en sujeto interesante —de hecho, nuestra amiga dice asistir a muchos más empresarios—: es el aroma de poder que él desprende, su fuerza «ante la manada», su liderazgo lo que le ha seducido. Sentirse «protegida» por ese ser poderoso. En su fantasía, él la ha elegido para ofrecerle placer y este hecho proporciona a Teresa la satisfacción de sentirse especial.

Si esta fantasía se ha convertido en condición sine qua non para su sexualidad, quizá debería analizar su relación. Es probable que exista cierto distanciamiento, que su vida en pareja se haya estancado… Ya sea porque se ha acabado el deseo y él no la estimula o por una cuestión de aburrimiento vital en la relación, parecen amigos que comparten cama. Este particular podría llegar a ser un inconveniente si pensar en el otro es la única forma de llegar al orgasmo. El problema no es que se fantasee con otros, el problema radica en no hacerlo nunca con su pareja. También surgiría otra problemática si se deseara que la fantasía se hiciera realidad… Entonces sí sería un obstáculo para la pareja. Desgraciadamente, dentro del perfil que se estimula con este tipo de fantasías, no es nada extraño que surja la equívoca sensación de enamoramiento y que las damnificadas por ese sentimiento sufran lo indecible. Y mucho más sus amigas, no hay nada más tedioso que soportar a una mujer enganchada a este tipo de relaciones, casi siempre imposibles. A no ser que el individuo en cuestión muestre evidentes signos de interés, es mejor dejarlo como está: en una gratificante fantasía.

Dicho esto, solo cabe esperar que ese señor poderoso y atractivo haya conseguido su imperio de forma honrada y no acabe en manos de la justicia por corrupción, estafa y malversación de fondos públicos, imputaciones tan en boga actualmente.

Pero hay otros «poderes» como ya hemos hablado. El físico puede ser capaz de hacer que una mujer se pirre por un hombre. En la fantasía que nos ocupa a continuación, el individuo tiene un poder muy «jovial»…

Bego. Cincuenta años. Profesora

Nunca imaginé que esto podría sucederme a mí. Llevo como docente veintidós años y nunca, lo juro, nunca pensé que podría atraerme un mocoso de diecinueve. Pero me ha sucedido, y eso no es lo peor. Tony es el más conflictivo, el que más problemas da al resto de profesores y compañeros, el repetidor, el chulo de la clase… Y eso es lo que me atrae de él.

La primera vez que le regañé por fumar en el aula durante un examen, se me encaró… Muy lejos de intimidarme con su arrogancia, surgió en mí un nerviosismo, una exaltación que tenía más que ver con la excitación sexual que con el temor a un alumno bravucón.

No puedo evitar espiarle durante los recreos, me irrito si no acude a las clases e incluso se lo recrimino, pero no porque pierda el curso…, sino porque quiero que esté allí presente. Quiero verle y, aunque apenas me atrevo a mirarle por miedo a que descubra algo en mis ojos, me gusta sentirle cerca. Él sabe que tiene algo especial que atrae a las mujeres, algo que le convierte en líder de su grupo y que se traduce en su forma de hablar, de andar, de moverse, de actuar… Dudo mucho que llegue a ser uno de los mejores científicos de la historia, pero, si sabe canalizar ese atractivo que desprende, podrá llegar lejos. Aunque dudo que sepa hacerlo, es carne de cañón… Eso también me excita sobremanera, sus formas son todo lo contrario a las de un chico bien educado, pero me encanta escuchar sus groserías. Le hacen irresistiblemente masculino.

Durante el recreo, los jóvenes suelen esconderse en el parking del colegio para fumar y meter mano a las chicas, un lugar que se divisa perfectamente desde la ventana de mi aula. Una mañana, durante el recreo, Tony estaba fumando, moviéndose con esos gestos que le hacen aún más viril y que le son innatos, que no son una pose. Junto a él una jovencita muy guapa se hacía caracoles en el pelo, coqueteando. Y él se dio cuenta de que yo estaba en la ventana. Sin dejar de mirarme tiró el cigarro, cogió por la cintura a aquella muchacha y comenzó a besarla de forma obscena, sin dejar de mirarme. Era como si me estuviera mandando un mensaje. Por un momento me quedé paralizada ante aquella mirada intensa, pero inmediatamente me recobré, di un paso hacia atrás y bajé la persiana de un manotazo. Mi cuerpo reaccionó de tal modo ante aquella provocación que me tuve que apoyar en una de las mesas para tomar aire. Un nudo extraño se me puso en el estómago y tardé varias horas en recuperarme. ¿Por qué me miró de aquel modo? ¿Fue solo para provocar a la inquisitiva profesora o había algo más? No podía quitarme la idea de que aquella forma de observarme era algo más, que aquel beso me lo dedicaba a mí…

Lo había estado evitando durante semanas, quizá meses…, pero esa tarde, tras llegar a casa, no pude contenerme. Me metí en el baño, eché el cerrojo y sentada en el retrete empecé a pensar que yo era aquella joven de pelo largo a quien besaba, a quien entregaba su lengua, su suave lengua. Imaginé que jugábamos largo rato con nuestros labios y que luego bajaba por mis pechos, por mi estómago hasta llegar al sexo. Allí, en el parking del colegio, cerca de todos los profesores, a pocos metros del escándalo. Y me encantó imaginar cómo me acariciaba la vagina sin dejar de mirarme a los ojos con la misma fuerza que esa misma mañana. Y de nuevo sentía su mirada, sus dedos, su lengua hasta llegar a un intenso orgasmo.

Esta no fue una fantasía aislada y, aunque masturbarme pensando en él me produce un placer muy intenso, al terminar me siento sucia. Como una vieja depravada. Sucia.

Ahora solo espero que acabe pronto el curso, que Tony abandone el colegio y que este pensamiento obsceno se vaya. Estoy segura de que echaré de menos su presencia, las ganas de acudir al colegio, incluso de arreglarme no sé con qué ridícula esperanza… Y, sí, echaré de menos los nudos en el estómago y sus miradas eternas… Pero quiero que se vaya…

Absoluta liberación. Eso es lo que siente Bego en los instantes en los que se deja llevar por su libido. Esta actitud responde a esa necesidad de romper la norma, de alejarse de la rémora que le ha supuesto una educación estricta tanto en lo social como en lo moral. Probablemente, Begoña tenga un alto grado de control en su vida, y con esta fantasía tan lejana a la personalidad que se ha construido logra huir, alejarse y ser libre. Aunque, lejos de disfrutar de su libertad, tomar lo positivo de su descubrimiento y disfrutar con la fantasía, a Begoña le puede más el sentimiento de culpa…

También son importantes el perfil dominante del muchacho y su fuerte personalidad, tan distinta a la de Begoña. Ella podría ver en estas actitudes tan poco correctas del joven Tony un imán irrefrenable, la atracción de lo prohibido, el «niña, eso no se toca»… Probablemente, ha visto en esta joven promesa del atraco a mano armada un vehículo de su placer, un escape a esa represión que arrastra. Si nos fijamos en profundidad, en su fantasía también hace referencia a los pocos metros que le separan del escándalo; este puede ser otro motivo de excitación, que subraya ese «algo prohibido» del que hablamos.

Pero además, por algunos apuntes que nos da la protagonista, quizá exista algo más que una pura atracción sexual. Tony no parece ser solo un instrumento para su placer… Se podría decir que este individuo ha despertado algo más que la respuesta sexual de ella confundiendo el deseo con otro sentimiento. En ese caso, no solo es una fantasía, hay una necesidad oculta de llegar más allá, algo que complicaría bastante la trama y se aleja de las cuestiones que tratamos.

Si este es el hombre que facilita el punto a nuestra Begoña, recemos para que su siguiente fantasía no se inspire en un asesino de masas. Con ese sí que el sentimiento de culpa sería harto desagradable…