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CIBERFANTASÍAS

Por lo general, Internet se puede considerar más un vehículo para la propia práctica sexual (buscar contenidos eróticos, pareja…) que una fantasía propiamente dicha. Pero existen muchas mujeres que lo utilizan para estimular su fantasía. Ciertamente, el cibersexo es una práctica, pero no podemos negar que hay un poderoso factor llamado imaginación. La curiosidad y el desconocimiento sobre la verdadera identidad del interlocutor suelen poner en marcha el mecanismo del deseo. Sí, este tipo de fantasías tienen la peculiaridad de que el otro no solo aparece en nuestra mente; suele estar presente aunque de forma virtual; es un juego en el que a través de mensajes se finge tener sexo para estimular la imaginación, no olvidemos los componentes que suelen acompañar a estos encuentros: realmente no sabemos quién es el que está al otro lado de la pantalla. La mujer que elige esta fantasía cibernética suele dibujar un juego de roles, un acto sexual, crea el perfil del otro con los datos que aporta. Quizá ese ingeniero astrofísico de cuerpo escultural que aparece en la foto del perfil es en realidad el famoso psicópata de las pestañas postizas.

Para evitar un disgusto innecesario, se recomienda no facilitar ni la dirección del domicilio, ni el número secreto de la Mastercard. Por lo general, los psicópatas suelen ser bastante conflictivos y acaban asesinando y cosas por el estilo. Cuidado.

Bromas aparte, no podemos obviar que la persona que está al otro lado puede que no sea quien dice ser; incluso manteniendo una relación de años, se ha demostrado que el tiempo no es a la fuerza un instrumento para conocer realmente al interlocutor de esta fantasía, una fantasía que en algunos casos se desea llevar a cabo y que se convierte en una relación real. Por ello resulta poco conveniente ofrecer datos que a posteriori nos pudieran perjudicar. A la hora de hacerlo, debemos ser precavidos, no olvidemos que la red es un poderoso transmisor para compartir información, historias y, sobre todo, imágenes. En el caso de la existencia de un intercambio de fotografías o vídeos íntimos que estimulen la relación y la fantasía creada, habrá que sopesar antes los pros y los contras: si no es algo deseado, resulta bastante incómoda la difusión de vídeos personales en actitudes de alto contenido sexual.

En estas fantasías se establece una especie de vínculo que la prolonga, creando una especie de «relación». Pero no estamos tratando la búsqueda de relaciones por Internet, sino las representaciones sexuales que se provocan en este tipo de medio, el punto que podemos hallar en el cibersexo. Ya hemos dicho que este en sí mismo no es otra cosa que un vehículo para el placer, no una fantasía.

El primer paso es tener claro nuestro objetivo: no es lo mismo ir tras un momento de desahogo con un desconocido que buscar novio formal por Internet. En este caso debemos elegir bien el lugar al que acudir. Si lo que se desea es sexo puro y duro, recomiendo los chats del tipo «Busco novia para casarnos en Los Jerónimos». A pesar de ese nombre, tranquila, solo quieren follar. Sería muy raro que dieras con uno cuyo objetivo realmente fuese pasar por la vicaría.

Una vez despejado nuestro propósito, llega el momento de la elección del individuo, el que será el detonante para el placer. Existen muchas formas de activar ese detonante. En mi libro Quiero ser como Letizia, en busca del hombre perfecto, realizo un exhaustivo análisis sobre el tipo de perfiles que podemos hallar en la red y sus fórmulas para atraer a la hembra. Pero en esta ocasión los resumiré en dos tipos: casados y no casados.

  • Los casados: los hombres casados (o con pareja estable) son los más recomendables para entablar un único encuentro virtual, una única fantasía. Pero ¿cómo reconocer a un casado en la red? Y, si lo ponen en su perfil, ¿debemos confiar en que sea cierto? Evidentemente no. Queridas: sobre este particular, aconsejo que os guiéis por la intuición. Por ejemplo, un dato que delataría su estado civil es que al minuto uno afirman que son solteros solterísimos. Sí, los casados son algo así como un fast-food-fantasy. Este género suele ser el ideal porque, excepto los expertos en infidelidades, acostumbran a tener compromisos emocionales que les impiden enredarse demasiado. Si bien al principio intentan entablar una conversación, basta con que pronuncies esta frase para ir al grano sin vacilaciones: «Me importa un pito tu colección de botijos. Yo solo quiero masturbarme». Esa será la contraseña para que comience el festival de proposiciones guarras, generalmente por la pregunta: «¿Cómo vas vestida?».
       No profundizaré más en este diálogo, pero suele dar mejor resultado responder a esa pregunta con un «Solo llevo unas bragas rojas» que «Llevo un pijama de algodón del Primark con la cara de Bob Esponja». En tus manos está encender la espita del deseo, la imaginación es primordial.
  • Los no casados: en este caso, para comprobar si realmente es un soltero, solo has de pedirle la dirección y anunciarle que en diez minutos te presentas en su casa vestida de la coneja más cachonda de la Mansión Play Boy. Si se niega, es muy probable que tenga pareja estable desde los catorce años. Estos no casados son un grupo ideal para las mujeres que necesitan más preparación de cara a la respuesta sexual. Como ya explicáramos anteriormente, son muchas las que no reaccionan sexualmente si no existe una historia previa. No pasa nada: la gran mayoría de estos hombres, por echar un ciberpolvo, son capaces de asegurar que son una caja de mantecados La Estepeña.
       Por lo general, no se ruborizan y tienen tiempo para preparar la puesta en escena: ellos no tienen nada que esconder ni niños que bañar, están dispuestos a jugar a la carta más alta y a sorprender con las más sofisticadas tramas. Para conseguir su plan estudiarán a la presa y, una vez localizado el perfil de la fémina, actuarán como consideren oportuno. Por ejemplo es muy distinto seducir a una mujer que tiene como nick «Encajedebolillos_abuelita76» que la que se hace llamar «Coñitocaliente». Suelen preferir a la segunda candidata ya que la primera da demasiados datos sobre sí misma… La mujer ha de elegir el nick con el que quiere ser seducida para atraer al hombre correcto, esa es su tarjeta de presentación…

Evidentemente, no existe de momento ningún estudio ni referencia científica que apoye estas reflexiones sobre los mencionados perfiles de señor, pero seguro que la amplia experiencia de algunas mujeres en Internet podría respaldar esta teoría sobre los «tipos de tipos».

Una vez tenemos claro el objetivo, la búsqueda del individuo y nuestra presentación, el resto es pan comido. Estamos preparadas para encontrar el ciberpunto…

Angelita. Cuarenta y seis años. Ama de casa

Me encanta calentarme chateando con hombres. Y, además, odio que me envíen su foto, no tengo ninguna gana de saber cómo son, ya me he encontrado con demasiados callos que me han quitado las ganas. Hace ya diez años que instalé Internet en mi casa, y desde entonces he tenido la oportunidad de conocer a todo tipo de frikis. Al principio, como la relación con mi marido era un coñazo, en cuanto encontraba a un señor que me daba conversación, me enamoraba de él locamente y me ponía a hacer planes para escaparnos juntos al extranjero. Normalmente esos hombres que me prometían amor eterno ya tenían su amor comprometido con una señora y dos hijos monísimos con todas las vacunas puestas. Y, claro, me llevé un montón de decepciones. ¡Pero es que me encoñaba de verdad! Era como si en mi mente me montara una telenovela… Me pasaba el día esperando su mail, un sms, una llamada, luego otro mail… Realmente era un sinvivir. Después de que uno me dejara tirada en la carretera de Burgos esperándole en un motel, decidí que aquella búsqueda ridícula se acababa, que mi marido era muy buena persona y que no se merecía lo que a escondidas le estaba haciendo. Decidí que lo único que buscaría en la red sería sexo, pero sin contacto físico. Se acabaron las promesas y los te quiero. Solo cibersexo, los utilizaría como una fantasía para pasarlo bien, pero nada más.

Empecé a entrar en chats de sexo en los que no hacía falta ahondar en conversaciones: «Hola, qué tal, me gustaría follar contigo». Eso era suficiente, nada de sentimientos ni de promesas. Y me ha funcionado.

Es muy sencillo: yo me imagino que el tío con el que estoy hablando tiene un físico que me pone mucho, y luego le dejo hacer. Normalmente yo también me adjudico una pinta agradable para él, si le gustan las rubias, casualmente yo soy rubia; y si le gustan las morenas, tengo el pelo negro como el carbón. Y poco a poco nos vamos poniendo a tono… Él escribe todo lo que me hace, por dónde me toca, cómo se toca él, cómo se le está poniendo de dura… Y yo le respondo escribiendo gemidos y frases guarras sobre lo mojada que estoy y lo que quiero que me haga. Funciona fenomenal pedirles que te den por el culo, algo que yo jamás haría pero que, por la mayoría de las reacciones de los tíos, para ellos debe de ser la bomba lironda. Normalmente, ellos son los que me hacen cosas y yo me dejo hacer. Después de un ratito dándole a la tecla, nos cibercorremos y nos despedimos sin mucha chorrada. Yo pienso que ellos sí se corren de verdad, sobre todo porque hay un momento de pausa donde dejan de escribir, pero yo no, durante la conversación no me masturbo, me resulta incómodo. Lo hago justo después, tranquilamente. Incluso a veces aprovecho la calentura para las relaciones con mi marido. Ahora estoy bastante feliz y no le pongo los cuernos…

No hace falta ser Freud para deducir que Angelita no siente ninguna atracción sexual por su marido y que necesita de estímulos externos para excitarse. Sí, amigas, los caminos de Internet son inescrutables… ¡Ay de aquella mujer que sucumbe a sus tentaciones! Puede acabar en un motel de la carretera de Burgos esperando a un príncipe azul que, en realidad, solo quería unos cuantos civerpolvetes. Es muy importante el conocimiento de una misma, de la circunstancia, de los límites que tiene, pero, sobre todo, de lo que queremos encontrar. La protagonista de este relato al principio no buscaba fantasías, es obvio que deseaba hallar una relación seria que la sacara de un matrimonio tedioso. Pero, como ocurre en muchos casos, después de ver cómo está el mercado, Angelita decide que su marido es la mejor opción en el continente europeo y que «más vale lo bueno conocido que lo malo por conocer».

Sin entrar en un debate sobre esta decisión, lo que sí queda de manifiesto es que toma la determinación de no volver a caer en las garras de los cibergalanes que tanto daño le han causado. Se queda con su marido y la parte positiva de su experiencia virtual: tomará la estimulación que le ofrecen para su propio provecho, algo que le está resultando muy satisfactorio, incluso para su matrimonio.

Aunque, como ha ocurrido en otros casos citados en este libro, no sería nada descabellado que, en uno de esos encuentros, hallara una relación más allá del cibersexo. Entonces, habría que decir hasta nunca al marido de Angelita.

Vayamos con otro tipo de ciberfantasías. Nuestra amiga terminó de encontrar el punto en el cibersexo ocasional, pero, como ya adelantábamos, las hay que necesitan del deseo para que se pueda producir la respuesta sexual. Y para ello es indispensable una minuciosa labor de guion y puesta en escena. Son claves las características del hombre y su forma de seducir, no vale un «Me llamo Abilio, soy churrero en paro y quiero que me la chupes». Hace falta preparación, un cierto hechizo… Sobra decir que este tipo de fantasías son muy peligrosas, si la mujer que participa de este juego realmente llega a creerse el argumento, es posible que acabe esperando en un motel de la carretera de Burgos a alguien que no llegará jamás.

Tamara. Treinta y nueve años. Periodista

Trabajo unas dieciocho horas al día, algo que, muy al contrario de lo que pueda parecer, no me importa en absoluto, amo mi trabajo. Pero reconozco que esta pasión laboral me impide hacer demasiada vida social, el último chico con el que salí creo que se casó y ya tiene un hijo en la Complutense. Estas circunstancias y mi absoluta pereza para conocer hombres me empujaron a entrar en el mundo de los chats y el cibersexo. Es tan cómodo… Llegas a casa, te duchas, te sientas en el ordenador con un alias un poquito gracioso y ya estás charlando con veinte tíos diferentes. Yo, depende de cómo tenga el día, elijo uno u otro nombre: si quiero un rollito más sexual, me pongo «Deborah-Sex_21» y en menos de un segundo tengo a un montón de señores dispuestos a darme placer. Si, por el contrario, tengo un día remolón y necesito cariñitos, basta con llamarme «Laura_Ingalls» para conseguir mi objetivo. Aunque hay que decir que en las mentes calenturientas de algunos hombres, da igual el nick que elijas: «Dora-Exploradora» para ellos es una señora muy cerda dispuesta a bucear en su bragueta…

He de confesar que este tipo de relaciones rápidas no son las que más me inspiran; las que realmente me gustan son las que se van creando, como una historia real, con sus tramas y personajes… Siempre en el caso de que las dos partes estén de acuerdo, claro. Todo comienza cuando charlo durante un rato con un hombre y veo en él las características que generalmente me pueden atraer. El físico no es importante, no necesito su foto, basta con que se ciña a mis indicaciones. Primero, y tras esa conversación inicial en la que he intuido las aptitudes que busco, le comunico mi objetivo y mis «condiciones».

En realidad, suelen ser una serie de puntos necesarios para que me atraiga un hombre: ha de tener un físico determinado, un nivel intelectual, una posición, unos gustos sexuales concretos y una historia detrás inventada por mí. Pero no siempre estas condiciones tienen que ser las mismas, cada hombre que encuentro en la red es distinto y, por lo tanto, mi mente se imagina de una forma diferente sus circunstancias. El hecho de que yo haya «diseñado» a esos hombres, me impide caer en algo más que la pura relación virtual, y me resulta realmente cómodo. Hoy día un compromiso me complicaría bastante la existencia.

Mi actual ciberfantasía está siendo muy satisfactoria para las dos partes y no existen compromisos ni visos de que los haya en un futuro. Aunque en un principio mi elegido pensó que yo estaba como una cabra, accedió a la propuesta. Estas fueron mis condiciones para él:

FÍSICO: Alejandro. Cuarenta y siete años. Eres un hombre alto, fuerte, con grandes espaldas y un poco pasado de peso. No soporto a los hombres delgados. No me gustaría escuchar expresiones como «Me voy a poner a dieta» o «Llevo todo el día en el gimnasio». No aguanto a esos tipos que se cuidan como vedettes. Prefiero que me hables del pedazo cocido y las dos botellas de vino que te acabas de meter entre pecho y espalda.

PROFESIÓN: Tienes una agencia de viajes de lujo con ocho sucursales repartidas por la geografía española. También tienes otra en Rusia y ahora estás poniendo en marcha una en Shanghái.

NIVEL INTELECTUAL: Licenciado en Turismo. Lees los periódicos, te informas y a veces te bajas algún libro en el iPad para poder leer en los aviones.

AFICIONES: Viajar, el golf y los caballos.

ESTADO CIVIL: Casado. Tienes tres hijos, dos de ellos en la universidad.

GUSTOS SEXUALES: Te vuelven loco las mujeres rubias naturales, sobre todo por el color del pelo de su sexo. Estás muy bien dotado y eres un Dios en la cama. Te excita mucho hacer cunnilingus y dar placer. Has de tener en cuenta que me excitan las palabras como coño, polla, correrse y sobre todo los insultos en el momento del acto. Me vuelve loca escuchar adjetivos como zorra, guarra, puta y cositas por el estilo. Siempre empezaré yo.

LA HISTORIA: Nos conocimos en un avión y el flechazo surgió rápidamente. Estás en Shanghái y no hemos podido volver a vernos. Pero nuestra relación es una aventura maravillosa.

YO: Anna. Cuarenta años. Soy una profesora de universidad divorciada y sin hijos. Vivo sola y también me encanta viajar y los caballos.

PROHIBICIONES: Facilitar cualquier dato que pertenezca a tu realidad, como por ejemplo: «Ayer no me pude conectar porque tenía taller de costura». Si no has podido conectarte, fue porque tenías que recibir al ministro de Turismo chino en tu casa de Shanghái.

No es fácil que los hombres accedan al juego, y muchos de los que lo hacen duran tres días o hacen que se pierda toda la magia con algunos comentarios relacionados con su vida real. Yo tengo claro que este es el perfil de hombre que me seduce en ese momento y cualquier cambio en la escaleta hace que deje de atraerme.

Sí, Alejandro accedió tras una serie de vacilaciones, pero al final se entregó de lleno. A veces pienso que se dedica a algo creativo, por la imaginación que pone al argumento de la historia, pero la verdad es que me importa un pepino que sea Pérez Reverte o la primera dama de Polonia. Hace lo que yo quiero a la perfección y eso me basta.

Nunca empezamos por el sexo, siempre hay preguntas relacionadas con el trabajo, con temas de actualidad… Hasta que yo digo que estoy caliente y que tengo ganas de sexo. Entonces comienza el juego. Él me dice que soy una golfa y que me va a meter la polla hasta el fondo y yo me excito muchísimo imaginándome al hombre que tengo en mi mente haciendo tal acción. Eso sí, siempre antes, Alejandro sabe que tiene que pasarse por mi coño y decir lo cachondo que le ponen los chochos rubios… Tras un tiempo escribiendo, llegamos al orgasmo y nos quedamos en silencio, sin escribir palabra alguna, para posteriormente retomar la conversación, como si fuéramos una pareja normal después de tener sexo.

Casi no recuerdo cómo era mantener una relación física con un hombre, pero hasta que decida rememorarlo… Puedo asegurar que disfruto muchísimo con estos cibernovios de diseño.

Impresionante la precisión de Tamara-Anna… En su historia se conjugan muchos factores que podrían acercarse al BDSM, como los juegos de rol (juego de interpretación de roles: papeles o personalidades diferentes a las propias), el dominio, la sumisión, el fetiche… Tamara dice no recordar cómo era mantener una relación sexual, algo que podría derivar en un problema. Lo evidente es que ella domina, pone las normas y en ese diseño no hay lugar para la realidad. De profundizar en su caso, probablemente encontraríamos un problema de comunicación notable. Pero de lo que no cabe duda es de que ella sabe conjugar con gran precisión la disciplina y el orden con la imaginación más desbordante. «Esto es lo que quiero y, si estás de acuerdo, juguemos.» Como decíamos al principio, es su fórmula para encontrar el deseo y, consecuentemente, la reacción sexual.

Mirado desde una perspectiva objetiva, podemos decir que la opción de Tamara podría ser uno de los mejores métodos para tener una vida sexual perfecta… Tiene el hombre que le atrae, sus circunstancias, su sexualidad… Sí, es el hombre perfecto. Solo un minúsculo detalle: es más falso que un polo de Lakoste. Para muchas mujeres, resulta más satisfactorio poder tener una discrepancia, aunque solo trate sobre cómo bajar la tapa del váter después de miccionar.