16

CUARTOS OSCUROS

Entrar en un lugar donde reina la más absoluta oscuridad, donde no se puede ver ni ser visto, donde predomina el tacto por encima de lo visual. Un gran clásico. En el interior de los cuartos oscuros, puede haber un número indeterminado de personas entregadas al placer… La oscuridad es la licencia para un juego sexual que, según sus devotos, amplifica las sensaciones. La otra versión es «ojos que no ven, corazón que no siente». Pensemos que muchas mujeres desean participar en juegos de grupo, pero por diferentes lastres no se atreven. Este método es una buena fórmula para superar sus miedos. Aunque estas estancias abundan entre los gais, no proliferan demasiado en el mundo heterosexual, algo que parece que está comenzando a cambiar. Mientras tanto, las féminas que se sienten atraídas por esta práctica sexual podrán ir haciendo boca con el infinito mundo de la fantasía…

Lourdes. Cincuenta años. Comadrona

Estoy casada y soy madre de tres hijas. La mayor me ha convertido en abuela hace seis meses. Cuando tuve a mi segunda hija, mi constitución cambió notablemente. Comencé a engordar y, a pesar de intentarlo, tras aquel parto me sobrevino una fuerte depresión que me hacía comer más de la cuenta. Mi cambio físico se hacía evidente día a día. A mi marido jamás le importó, él es un hombre maravilloso que me quiere y, si bien se preocupaba por mi salud, el que yo pesara más o menos no frenaba mi atractivo. Pero para mí sí. Poco a poco, las relaciones sexuales se fueron haciendo cada vez menos frecuentes: yo no me concentraba, me avergonzaba desnudarme, que me tocara el cuerpo, los pechos. Para mí, el sexo se convirtió en un expediente que tenía que cumplir porque quería a mi marido. Pero se había convertido en un infierno, yo no quería.

Sin embargo, sí sentía deseo, era la presencia del otro lo que reprimía mis ganas de sexo. En mi soledad, me masturbaba y tenía el mismo placer que antes; era mi marido lo que me producía aquel rechazo. La vergüenza. Entonces comencé a pensar en un lugar en el que nadie pudiera verme, en el que mi cuerpo permaneciera oculto. Un sitio donde nadie me viera pero yo tampoco pudiera ver a nadie. La oscuridad más absoluta. Al principio me imaginaba que allí estaba mi marido, pero él no sabía quién era yo; esa sensación no me gustaba, paradójicamente me molestaba que participara, y pronto lo saqué de mis fantasías. Así que empecé a fantasear con otros hombres, desconocidos, ninguno olía como mi marido, ni tenía el tacto de mi marido… Yo puedo sentir sus cuerpos, su pelo, cómo me tocan y me penetran, pero no los veo. Y ellos a mí tampoco. Aparecen de todos los lados, es como una explosión de placer y, a medida que la excitación va in crescendo, ellos se van sumando. Tres, cuatro, hasta cinco hombres dándome placer. Y entonces llego al orgasmo y es intenso y liberador. Como lo era antes.

Lo que me preocupa no es la fantasía, sino el no poder tener una vida sexual normal con mi marido, al que adoro. Espero poder superar pronto este bache y que todo vuelva a ser como antes.

Si para Lourdes es un problema esta situación, deberá tomar cartas en el asunto y buscar ayuda. Pero, si no lo fuera y su fantasía formara parte de su sexualidad matrimonial de forma natural, podríamos decir que es un complemento más. Ella misma puntualiza que el problema no son los cuartos oscuros que aparecen en su mente, sino su incapacidad para aceptar su nuevo físico: su único modo de sentirse especial, deseada, de desinhibirse es en la oscuridad. Ahora viene el arduo camino de la aceptación. También puede optar por el arduo camino del dietista, aunque me temo que ese camino solo correspondería a poner un parche en la rueda de la bicicleta…

Sonsoles. Treinta y ocho años. Ingeniera de caminos en paro

Mi marido y yo vivimos en una preciosa zona residencial. Tenemos dos críos de tres y cuatro años y vamos a misa los domingos. Yo siempre había trabajado en un despacho, pero, con la crisis, la ingeniería quedó tan tocada que tuvimos que echar el cierre. Entonces mi marido decidió que era un buen momento para ser padres. Yo podría hacerme cargo de los niños hasta que pasara la tempestad y luego retomar mi trabajo cuando ya fueran mayores. Así lo hicimos. Pronto me quedé embarazada del primero, y en cuanto supo gatear fuimos a por el segundo. Tener niños no es sencillo y, en nuestro matrimonio perfecto, a veces tengo la sensación de que hay piezas «dañadas»…

Mi marido, antes de la llegada de los pequeños, llegaba a casa a media tarde para que fuéramos al cine, o para salir a tomar una cerveza, o para tumbarnos en el sofá a escuchar música. Ahora, tiene tanto trabajo que llega justo cuando los niños están dormidos. Al principio no lo acusé, pero pronto me di cuenta de que lo hacía premeditadamente. Hasta los fines de semana tiene trabajo a veces, algo que antes no sucedía jamás. Incluso nuestras relaciones sexuales se deterioraron: primero los embarazos, luego el posparto, luego que los niños lloran, después que no me apetece… Nos fuimos separando. No, no pienso que él tenga una amante ni nada por el estilo, no es de esos. Probablemente, cuando llega tarde es porque se ha quedado navegando por Internet en el despacho, haciendo tiempo para no tener que bañarles o esperar a que se duerman después de su duro día laboral. Tener niños no es fácil. Tampoco para mí.

Hasta que los pequeños entraron en la guardería, yo tenía el día muy ocupado con sus lloros, sus catarros y sus juegos. Pero, al inscribirlos, me he dado cuenta de que la casa se me cae encima. Llevaba trabajando desde los veintitrés años, mi vida había sido una vorágine de actividad, viajes y proyectos por el mundo y ahora me encuentro poniendo lavadoras. Lo más excitante de mi vida es ir a Pilates. Pero no solo eso, mi deseo está muerto. No tengo ganas de mantener relaciones sexuales y, cuando las tengo, he de pensar en fantasías muy subidas de tono. Ni mi marido ni yo somos personas liberales, más bien todo lo contrario, por eso me sorprende que mi mente necesite de estos estímulos. Pero me ayudan a excitarme y, cuando no pienso en ellos, me desconcentro pensando en la receta de la sopa de repollo y termino fingiendo el orgasmo para que él acabe cuanto antes. Por eso los utilizo. Una de las fantasías que más me excita es pensar en que entro en un cuarto oscuro.

Tenía un compañero gay en el despacho y solía relatarme sus aventuras en estos antros, siempre con la intención de escandalizarme. La dinámica era sencilla: pasabas a la zona oscura, entrabas en contacto con el primero que te tocaba y allí mismo se practicaba el sexo. Podía ser sexo oral, masturbaciones… Llegabas al orgasmo y, como habías entrado, abandonabas el lugar. Sí, realmente me escandalizaba al contarme esas historias, por eso nunca imaginé que con el tiempo las utilizaría para estimular mi vida en pareja. Pero lo hago.

Inspirándome en las aventuras de mi compañero de trabajo, mientras hago el amor con mi marido, comienzo a imaginarme la historia. Entro en un antro, no se ve absolutamente nada. Hay un olor muy fuerte, yo creo que es una mezcla entre sudor y semen, y eso ya comienza a excitarme. Llevo un vestido ligero y unas bragas, nada más. Alguien me coge la mano y la lleva hasta su sexo, está erecto. Me empuja hacia él y me aprieta contra su pene, lo noto en el pubis. Me coloca contra una pared que está húmeda, entonces me levanta la pierna y me penetra. Debe de tener el pelo largo, y barba, noto cómo roza contra mi cara mientras me empuja con fuerza. Hay más gente, oigo jadeos a mi alrededor y eso hace que me excite más. Llego al orgasmo.

Al terminar, la fantasía desaparece. No suelo salir del antro, simplemente se esfuma… Vuelvo a la realidad, mi marido está encima de mí y pasados unos treinta segundos él también acaba. La fantasía queda guardada hasta otra ocasión.

Llevo dos años fantaseando con encuentros de este tipo. Al principio me los intentaba quitar de la cabeza pero, si no fuera por ellos, no creo que pudiera seguir manteniendo relaciones sexuales. Quizá debiera plantearme seriamente mi situación, mi nueva vida y si de verdad es lo que quiero, pero hasta que llegue ese momento…

El marido de Sonsoles no tiene ni idea de la agitada vida mental de su esposa. Pero no creemos que le importe demasiado dado el volumen de trabajo que tiene buscando chistes en Yahoo… El caso de esta mujer es el de miles de mujeres que deciden ser madres y de pronto su mundo se desmorona.

Normalmente suelen apuntarse a un curso de fotografía o se ponen a hacer tartas como locas, el caso de Sonsoles es distinto, pero no por ello menos enriquecedor. Sonsoles, por su educación, no pone rostro a aquel (o aquellos) a quien coloca como objetos de deseo, entre otras cosas por no sentirse culpable ante una infidelidad de pensamiento. De este modo, evita personalizar, poner nombre a ese deseo, hacerlo carne. En la oscuridad, ella busca que sus actos sean solo sexo, sexo con ella misma, aunque en su fantasía participen más personas. Sin duda existe una necesidad de cambiar su vida, de explorar nuevos mundos sexuales.