11

LO PROHIBIDO

Una de las fantasías de exploración más frecuentes es la que tiene que ver con lo prohibido. ¿Por qué ese extraño poder en las fantasías femeninas? Si nos fijamos, este estimulador del deseo ha aparecido bastante a lo largo del libro, no es nada nuevo: lo prohibido posee una gran fuerza de atracción. La manzana prohibida de Adán y Eva es un buen ejemplo de ello. La tentación.

Pero ¿qué se considera «prohibido»? Eso depende de las barreras de cada mujer. Para algunas, acostarse con el marido de su mejor amiga no tiene nada de inmoral, no lo consideran algo prohibido, y, aunque socialmente no esté bien visto, en su fuero interno no resulta algo vetado. Pero otras que en su vida consideran este hecho como un acto obsceno es posible que hayan encontrado un punto que podría facilitar su excitación sexual. En muchos casos, los protagonistas de esta fantasía suelen ser personas del entorno cercano: el marido de su jefa, el compañero de universidad de su hijo, el mejor amigo de su pareja… Si bien es cierto que una vez experimentado el placer luego puede desencadenarse un sentimiento de culpabilidad, las mujeres que utilizan estas representaciones tienden a hacerlas desaparecer en cuanto se sienten más culpables de lo previsto. El problema llega cuando se desea hacer desaparecer dicha recreación y no se consigue…

Las que gustan de este tipo de fantasías suelen cambiar el objeto prohibido de su deseo; si el individuo fuera siempre el mismo durante un periodo prolongado de tiempo, habría que valorar otros factores. Me temo que pensar durante quince años de matrimonio en tu cuñado el encofrador para llegar al orgasmo es una compleja cuestión digna de analizar.

En cualquier caso, y como en la mayoría de las fantasías que exploran nuevas formas, quienes las utilizan son mujeres cuya vida sexual ha podido entrar en el pantanoso terreno del aburrimiento, por este motivo buscan detonantes para activar su erotismo. Como siempre, el riesgo puede llegar cuando esa fantasía se acerca peligrosamente a la realidad…

Soraya. Cuarante y cuatro años. Delineante

Mi relación de pareja era de lo más normal, pero desde hace aproximadamente un año ha mejorado muchísimo. Estos son los hechos:

Tengo que confesar que siempre me han excitado las cosas un poco complicadas. De adolescente, me enamoré del segundo marido de mi madre y fue con él con el que comencé a masturbarme. Me encantaba pensar que por la noche entraba en mi habitación, metía sus manos entre las sábanas y me hacía todo tipo de guarradas. Luego vendrían padres de mis amigas más íntimas, un primo mucho mayor que yo que vino a pasar un verano a mi casa… Supongo que por los años y las experiencias sexuales posteriores, dejé de pensar en este tipo de fantasías. Hasta que mi novio me presentó a Luis, uno de sus mejores amigos, que trabajaba como arquitecto en el extranjero y que regresaba a España después de diez años. Yo le conocía por fotos y, la verdad, nunca me había fijado en él, pero cuando lo tuve delante me pareció el hombre más guapo que había visto nunca. Era curioso porque, en realidad, esa belleza alucinante parecía verla solo yo, para el resto del mundo era un tío de lo más normal.

Luis está casado con una inglesa bastante mayor que él, algo que también me produce cierto morbo. Siempre me han gustado los hombres que se lían con señoras mayores, me imagino que necesitan protección, que buscan a la madre que nunca tuvieron y rollos por el estilo. Todos esos alicientes y el atractivo sexual que yo veía en él consiguieron que aquellas fantasías prohibidas que había desterrado de mi mente volvieran con más fuerza que nunca. Y si mi novio me decía «Qué bien que haya regresado Luis, es como mi hermano y quiero que para ti también lo sea» y cosas así, yo me exaltaba más.

Ahora, cada vez que follo con mi chico pienso en Luis, en que es él quien me pone a cuatro patas y me folla hasta correrse en mi espalda… Y algo que me excita enormemente es pensar en que mi novio lo desconoce, que es su mejor amigo el que me está embistiendo y no él. Me pone muy cachonda preguntarme: «¿Qué pasaría si mi pareja se enterara de que mis mejores orgasmos son cuando pienso en su amigo, en su hermano?…». Esta idea me hace hasta temblar de placer, el peligro de perder la relación, de que me «pille», es un aliciente para excitarme, para disfrutar mucho más de mi vida sexual…

Normalmente, cuando acaba el polvo, intento no darle demasiadas vueltas, tampoco es que quiera abandonar a mi marido y escaparme con Luis, ni mucho menos. En realidad, es como una especie de vibrador. Lo utilizo y punto.

Como en el pasado, imagino que este hombre desaparecerá de mis fantasías y aparecerá otro nuevo, y lo que sí tengo claro es que no voy a desterrarlas como hice entonces. Han mejorado mucho mi vida sexual de pareja y, aunque mi novio no tenga todos los datos…, está muy muy satisfecho con este nuevo «renacer» de la relación…

Los antecedentes de Soraya la hacían proclive a recaer de nuevo en estas fantasías, imaginamos que originadas por la rutina de pareja y ese tipo de factores. Lógicamente, si tus pensamientos ya vienen de alegres fornicios con el marido de tu madre, no es extraño que termines regresando a placeres prohibidos para, digamos, «ornamentar» la relación sexual con tu pareja. No solo eso, a Soraya le excita pensar en que su pareja se pueda enterar de su pensamiento furtivo, ahí está lo prohibido, lo que sube su temperatura sexual. Y ella lo define muy bien: él es un vibrador que utiliza a su antojo. Es muy positivo que así sea y no se convierta en una obsesión, algo que dañaría a su relación real. Es simplemente un instrumento para llegar al placer.

Realmente existen pocas mujeres que tengan esto tan claro y más en casos de este tipo: como ya hemos hablado, no es extraño confundir los sentimientos y hacer de ese objeto de deseo el hombre del que estamos enamoradas, algo del todo erróneo. Para llegar a esta conclusión y dejar a un marido por una pasión fantástica hay que estar muy seguras, sobre todo si el sujeto es un arquitecto que ha regresado a España para buscar trabajo. Te pondrá mucho sexualmente, pero, desde luego, no es un lumbreras. Creo que sería más rentable abrir un Museo del Jamón en pleno centro de Kabul.

Pero, además de lo prohibido, también está lo imposible… Y un imposible es la ancestral atracción por los gais. El mundo está lleno de mujeres que se sienten tremendamente atraídas por ese estereotipo gay que les aguanta el rollo y ofrece sabios consejos cual oráculo. No olvidemos que hay algunos homosexuales a los que les encanta un drama épico: si te acaba de dejar un novio, son los más dispuestos a prestar el hombro. Y si encima, como en las películas, te acompañan de compras y te cuentan algún cotilleo, resultan la mar de amenos.

Normalmente todo empieza por una amistad sincera en la que la sensibilidad y la confianza son los pilares fundamentales. Eso, y que te guste Rafaella Carrá y el musical Sonrisas y lágrimas. Una vez sentadas esas bases (o de similares características), la relación se estrecha hasta el punto de confundir sentimientos. Es el hombre perfecto…, aunque lo más cercano al sexo que se puede conseguir de ellos sea una invitación para ver a Lady Gaga en directo.

Andrea. Veintiséis años. Estudiante

Me siento tremendamente atraída por un amigo íntimo. Lo malo es que es gay y no tengo nada que hacer con él. No es ni moderno, ni bisexual, ni tiene dudas sobre su identidad sexual ni chorradas similares: es homosexual, con todas las letras.

Siempre me habla de los chicos que le gustan, de lo mucho que sufre por amor y de lo desgraciada que es su existencia. No tiene mucha suerte con los hombres, siempre se enamora de tíos con camisetas ajustadas y cara de Kent de Mattel. Y, claro, él, que es un chico menudito con brackets desde los diez años…, pues se lleva muchas decepciones… Le intenté hacer entender que sería mejor que pusiera la vista en chicos más normalitos, pero le pierden los recauchutados de gimnasio…

Con tanto lagrimón y tanto desengaño, nos hemos unido mucho, tanto que he acabado enamorándome de él. Me despierta un sentimiento que nunca antes me había hecho sentir ningún hombre. Es una mezcla entre amigo, novio, hermano pequeño, hijo… El lazo que tenemos es mucho más importante y sólido que el que puede unirte a una pareja convencional. Las parejas se rompen y no queda nada, nosotros siempre tendríamos la amistad… A veces, pienso en cómo sería hacer el amor con él… y creo que resultaría muy tierno, dulce… Muy distinto a estar con un heterosexual… Me encantaría que probara cómo es acostarse con una mujer, yo le demostraría que puedo darle mucho placer y cariño, quizá más que un hombre…Y que nunca le haría daño…

Sé que es muy complicado, imposible…, pero algo dentro de mí me dice que podríamos ser una pareja feliz. Quizá algún día…

La amiga Andrea ya puede comprarse un buen sofá ergonómico para esperar sentada. Por lo que parece, este muchacho tiene muy claro que le gustan los hombres, sobre todo los que van a soláriums y se blanquean los dientes. No solo eso: tiene que ser un auténtico jaleo salir con alguien que es amigo, novio, hermano pequeño, hijo… Eso no es una relación, es la tribu de los Brady. Es posible que Andrea haya encontrado en este joven la sensibilidad que no ha podido ver en otros señores, pero seguro que hay hombres con gran ternura y delicadeza con los que, además, se puede tener relaciones sexuales. Podría suceder que Andrea sienta cierto temor a una relación sexual, y por eso centre su deseo en alguien que, por su elección sexual obvia, no se va a acercar a ella con fines sexuales. Este tipo de atracciones suelen ser la respuesta a una serie de complejos que impiden tratar el sexo con los hombres de forma natural. Otros factores, por supuesto, son la lejanía que tienen los gais de los comportamientos machistas: no temen la demostración de sentimientos y suelen ser afectivos, y eso también es un gran atractivo.

Así que, en el caso de NO querer entablar una relación sexual, este chico sería una opción perfecta, aunque esta historia estaría incluida en la enciclopedia Grandes santas de nuestro tiempo y no en este libro. Quizá Andrea fantasee en lo más profundo con rescatarle a él de la homosexualidad, algo del todo imposible. Prohibido. Pero no sería nada descabellado: del mismo modo que existen salvadoras para hombres con miedo al compromiso, también las hay convencidas de que se puede convertir a un homosexual en hetero.

En cualquier caso, y para aquellas que experimenten este tipo de atracción, tranquilas y paciencia; generalmente, en cuanto aparezca un tío un poco decente en vuestras vidas, es muy probable que olvidéis a este chico y lo mandéis a participar en el musical Hasta luego, Lucas.

Una de las fantasías masculinas que más he encontrado en mi búsqueda es el sexo con la suegra. Sí, lo repito: sexo con la suegra. Pero si este método de excitación sexual en los hombres puede resultar inusitado, más que nada por la fama que acarrean estas simpáticas familiares políticas, resulta más sorprendente cuando la protagonista es una mujer y el objeto de deseo es el padre de su marido.

Roberta. Treinta y siete años. Funcionaria

Mi proceso de divorcio con Lucas fue bastante complicado: que si repartirnos los bienes, que si los perros, que si te dejo por una profesora de spinning… Un verdadero tostón. Pero una de las cosas que más me jodió fue tener que separarme de la familia de mi ex, mis suegros eran encantadores… Yo sabía que después del divorcio no volvería a verlos y que quedaría como «la idiota que no supo querer a su hijo».

Así fue, no volví a coincidir hasta aquella tarde de verano. Paseaba por el centro de la ciudad cuando alguien tocó mi hombro dando sutiles golpecitos, me di la vuelta y allí estaba: mi exsuegro. Siempre había sido un hombre atractivo, alto, atlético, bronceado… Y no había perdido su perfecta sonrisa, me emocionó volver a encontrarle. Conversamos durante unos minutos y enseguida me invitó a tomar un café. Al final, poniéndonos al día y rememorando viejos tiempos se nos pasó la tarde. Hablamos de que disfrutábamos en las excursiones, en nuestras vacaciones de verano, en Navidad… Sí, habían sido grandes tiempos hasta que su hijo me abandonó por una señora con el cuerpo de Indurain…

Al despedirse, me confesó que pensaba que su hijo era un gilipollas por haberme dejado marchar y que sabía que nunca encontraría a alguien como yo. Y me besó en la mejilla suavemente. Pero aquel beso lo sentí distinto a los que antes me había dado, tenía un sentido especial…

No volví a pensar en ello hasta que pasados unos días me levanté de la cama muy excitada y en plena ducha me vino el sueño que acababa de tener mientras dormía. Lo fui recordando como a trompicones: primero mi exsuegro aparecía en la habitación que compartía con Lucas antes de divorciarnos, después me abrazaba y yo comenzaba a llorar. Pero aquel llanto era gratificante, liberador, me hacía sentir muy bien. Y luego me lo hacía con él allí mismo, en mi cama matrimonial. Me follaba al padre de mi exmarido, con un par de huevos.

No era la primera vez que soñaba una absurdez similar, ya me había tirado en sueños al quiosquero (un señor que no conoce el concepto desodorante), a un compañero heavy-calvo del trabajo, e incluso me había besado con una compañera de natación. Pero el padre de mi ex, ¡el que había sido mi suegro durante diez años! ¡El abuelo de mis perros!… Si en las anteriores ocasiones me lo había tomado a risa e incluso había bromeado (que un heavy-calvo de 150 kilos con la cara de Ramoncín en la camiseta sea el protagonista de tus sueños mojados… tiene su aquel), esta vez no me quedé indiferente. Es más, ni siquiera lo conté en plan risas como en otras ocasiones, me parecía demasiado… ¿atrevido? Además…, me había gustado mucho.

Mi vida sexual tras el divorcio era un desastre. No tenía ganas de tener relaciones con tíos, ni siquiera de masturbarme. Pero, desde aquel sueño, volvieron a despertar en mí las ganas de sexo. Volvía a mi mente aquel encuentro sexual con mi suegro y me ponía cachonda perdida. Lo reproducía otra vez casi exactamente, como lo había soñado: llegaba a la habitación, me abrazaba, me besaba y de pronto estaba sobre mí, penetrándome. Era muy placentero y, durante mucho tiempo, fue la única fantasía que me empujó de nuevo a tener apetencia sexual. Hasta que desapareció del mismo modo en que llegó…

Siempre me he preguntado el porqué de aquella reacción en mí. Durante mi matrimonio, y a pesar de ser un hombre muy atractivo, mi suegro jamás me había inspirado el más mínimo pensamiento… Y, sin embargo, consiguió rescatarme de mi apatía. Para que digan que los suegros son malos…

No hay que olvidar que esta fantasía aparece en un momento crítico en la vida de Roberta: que tu marido te deje por su profesora de spinning no es un plato de buen gusto. Y, como suele suceder en algunas ocasiones, los malos momentos emocionales nos llevan a la apatía sexual, algo que a ella le afectaba sobremanera.

Habría decenas de teorías en cuanto a este tipo de representación, por ejemplo: podría darse la circunstancia de que añore a su marido y su orgullo herido le impida integrarlo en las fantasías sexuales. El objeto más cercano a Lucas es sin duda su padre, al que encuentra en la calle por casualidad. Hablaríamos entonces de que ella ha disfrazado a su marido con el físico de su suegro, ya que subconscientemente no se permite entregarse, ni en pensamiento, al hombre que la traicionó. También podría ser que Roberta busque «vengarse» de la traición a través de esta fantasía: «Me he acostado con tu padre»… Otra teoría podría ser que su suegro le haya excitado siempre, pero lo haya mantenido oculto en el subconsciente por respeto a su esposo. Tras el trauma de la ruptura, brota con fuerza el deseo oculto.

La aparición del sexo en los sueños posee significados tan distintos como neuronas en el cerebro, y en el caso de Roberta mucho más. No suele ser común tener sueños húmedos con señores que llevan camisetas de Ramoncín.

Pero, como decíamos anteriormente, tampoco los suegros representan un objeto de deseo habitual, a no ser que resulten clavaditos a Ben Affleck. Gracias a los dioses, la mayoría de los suegros se parecen más a Gerard Depardieu o Danny de Vito, algo que evita muchas tiranteces familiares, sobre todo con la suegra.