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ÉRASE UNA VEZ…

¿Es posible que un personaje histórico provoque fantasías sexuales? ¿Y uno rescatado de una novela? Efectivamente sí. Pueden resultar unas fantasías inusitadas, pero seguro que alguna de las lectoras ha fantaseado de tanto en tanto con uno de los personajes de las novelas que ocupan su mesilla de noche.

En la memoria colectiva femenina existen prototipos de hombres que resultan atractivos para algunas fantasías: el caballero medieval que rapta a la dama, el duque victoriano, ese forajido del Oeste que huye de la ley… Todos ellos personajes de ficción cuyo atractivo tiene una especial característica: podemos dibujar al sujeto como nos venga en gana. Se suele tener una idea preconcebida de ciertos personajes históricos, pero en el caso de las novelas, si el autor lo permite y no ofrece demasiadas descripciones, la lectora se imagina al protagonista a su antojo, algo que lo convierte en una especie de «móntalo tú misma» muy interesante como foco del deseo.

Pero ¿cómo es posible excitarse con un personaje histórico? En realidad, estas fantasías suelen basarse más en el momento histórico que en el personaje en cuestión. Por ejemplo, se utilizaría más la localización de la antigua Roma, la puesta en escena, la situación en el tiempo, que un personaje concreto. No creo que existan muchas mujeres que se vuelvan locas imaginándose una noche apasionada con el emperador Antonino Pío… Aunque sí con los «iconos» de una época: varoniles gladiadores, vikingos cargados de testosterona… Esta fantasía rozaría peligrosamente el fetichismo, pero la integraremos en las intimistas por tratarse de sujetos objetos de deseo.

Otra cosa muy distinta al tema histórico es la ficción escrita. Aquí sí juega un papel importante para la mujer el planteamiento emocional y de situación del personaje, porque eso será lo que active su deseo. Luego llegará el dibujo imaginario del hombre, que, con o sin datos sobre su físico, podrá provocar la respuesta sexual.

Estas fantasías suelen ser de las más creativas y enriquecedoras, puesto que no solo piensan en el acto en sí; por lo general, necesitan de una historia previa, un prólogo argumental, para iniciar el camino hacia el clímax. Quizá haya mujeres que con la sola imagen de un jefe indio de la tribu de los navajos lleguen al orgasmo, pero son las menos.

Yolanda. Treinta y cinco años. Dependienta

Soy soltera y no tengo novio, la verdad es que no soy una mujer con demasiada vida social, no suelo salir demasiado excepto para ir al cine los fines de semana. Me encanta el cine. Y leer novelas históricas y títulos que me transporten a otro mundo… Devoro los libros hasta el punto de llegar a leerme tres en una semana… En realidad, mi relación con la literatura es muy «íntima», digamos que me enamoro de los personajes y se convierten en parte de mis pensamientos. Cuando cierro el libro, me imagino como protagonista de una de esas novelas… He sido Elizabeth Bennet de Orgullo y prejuicio, Tita de Como agua para chocolate, Fortunata de Fortunata y Jacinta, Cleopatra de Antonio y Cleopatra, Catherine Earnshaw de Cumbres borrascosas… Sí, mi vida amorosa de ficción ha sido muy rica, aunque he de reconocer que me encantan las relaciones complicadas…

Mis fantasías no duran unos minutos y desaparecen. Digamos que me gusta trazar una historia en mi mente. Me meto en la cama, cierro los ojos y comienzo a crear una historia, como si fuera una película. Y, por supuesto, esa historia tiene continuidad en el tiempo, al menos hasta que me dura el enamoramiento del personaje. Por ejemplo, en la actualidad, tengo entre manos una fantasía inspirada en unos cuantos libros de romanos que he ido leyendo en los últimos tiempos. Comencé por El médico del emperador y ya llevo ocho libros leídos. De cada obra me inspira algo diferente: de una tomo el hombre que más me atrae, de otra el momento histórico… Y, así, voy uniendo piezas hasta crear mi propia fantasía.

El argumento de mi actual fantasía trata de Linia (yo), una esclava romana que es una gran peluquera a la que todas las nobles aprecian por su maestría con las tenacillas y postizos. Mi ama (Aula) me presta a las amigas, ya que soy uno de sus más preciados tesoros. Pero Décimo, el hijo militar de una de esas nobles (el guapo), se enamora locamente de mí y yo le correspondo. Lo terrible es que Décimo está prometido desde niño con la hija de Aula, mi ama, y, al enterarse de la pasión que nos une, decide acabar con mi vida y tengo que escapar.

Claro, con tanta pasión y tanto tormento, las escenas de sexo suelen ser muy placenteras. Me imagino besándome con Décimo en la clandestinidad de nuestra relación, escondidos para no ser vistos, con el peligro que eso supone. Después de días, quizá semanas, sin habernos encontrado, la explosión de nuestro deseo es increíble: pienso en cómo me acaricia el cuerpo mientras me besa, y cómo me pone contra la pared y allí me hace el amor apasionadamente. Se desata la tensión sexual y yo me excito tanto que incluso tengo un orgasmo real.

Y, cuando el personaje en el que pienso ya no me motiva, inmediatamente busco otro que incluyo en la trama borrando de un plumazo el argumento inicial. Y, claro, cada perfil que añado es distinto al anterior, dependiendo de mis necesidades en ese momento. Si tengo una época un poco exaltada, busco un perfil más sexual; si me apetecen cariñitos, encuentro a alguien más romántico…

Llevo con estas fantasías desde los catorce o quince y algunas historias han llegado a durar años. Por supuesto durante ese tiempo han pasado muchos hombres distintos por la trama. Y, cuando me canso de la historia porque se me hace cansina, me inspiro en otra diferente.

Ahora estoy pensando en incluir a Jude Law en el papel de un general romano que me ayuda a escapar de Roma. A ver qué tal me resulta en las escenas de cama…

Sí, podemos decir que para Yolanda estas fantasías son como una película que ella dirige con gran maestría en beneficio de su placer. Maneja la situación, tiene el dominio sobre la historia, algo que quizá no se dé en otros ámbitos de su vida y que, trasladándolo a la sexualidad, le proporciona el placer que anhela. Mide los tiempos, las intensidades, controla la trama y traza el escenario perfecto para tener una formidable respuesta sexual. Resulta evidente la primordial existencia de elementos que causen el deseo, una sofisticada narración es el camino para encontrar el punto que busca Yolanda.

En cierto modo, la mayoría de las fantasías femeninas siguen alguna trama; en este caso concreto, lo llamativo es la continuidad, habla de incluso años de una misma puesta en escena que, lógicamente, ha de modificar.

La protagonista cuenta que no hace demasiada vida social y no tiene novio. Entonces se nos plantea una pregunta: ¿qué ocurriría si Yolanda comenzara una relación con un hombre real? ¿Continuarían sus fantasías o desaparecerían para dar paso a la realidad? En ocasiones, las fantasías pueden impedir dejar paso al mundo real, y entonces sí podríamos estar ante un problema. Aunque, viendo cómo está el mercado actual, yo también me quedo con un general romano con la cara de Jude Law.

En cualquier caso, si hay un personaje de novela que en los últimos tiempos está ocupando la mente de muchas mujeres, ese es el todopoderoso y torturado Christian Grey. El hombre rico, guapo y atormentado que necesita que alguien lo salve. El que tiene un pasado oscuro, un trauma por superar, un lado vulnerable… Por supuesto, en esta trama no podía faltar una mujer caritativa y dispuesta a cumplir sus deseos más perversos, solo por amor. Quizá muchas mujeres se exciten más con Frodo Bolsón, pero, de momento, gana la batalla Grey.

Chelo. Cincuenta y siete años. Enfermera

Yo nunca leo nada; si me toca guardia en el hospital, suelo llevar alguna revista y poco más. No soy de leer. Pero, claro, en el trabajo, en el metro, entre las madres del colegio de mis hijos, en la peluquería… Al final tuve que comprarme el libro, me mataba la curiosidad. La verdad es que al principio me pareció una historia tonta para jóvenes, como las que leía yo de jovencita, pero, claro… Poco a poco me fui metiendo en la historia y me enganché. Terminé sintiéndome totalmente identificada con la protagonista; era una chica normal, como yo, sin nada que pudiera ser atractivo para un hombre de esas características: millonario y tan poderoso… Y resulta que se queda prendado de ella. Pero lo que más me ha sorprendido es que me encantaban las escenas de sexo. No solo me encantaban, llegó un momento en que, cuando mantenía relaciones sexuales con mi marido, yo pensaba en las escenas descritas en el libro… La vida sexual con él no era mala, pero el libro digamos que me «encendió» el deseo de nuevo. En mi fantasía me imaginaba atada, sin poder moverme, y sentía cómo Grey entraba dentro de mí y me dominaba. Era una extraña sensación porque jamás me habían atraído aquel tipo de prácticas… Pero ese juego despertó mi curiosidad. Y cada día me rondaba más y más la idea de proponérselo a mi pareja, aunque no sabía cómo. Al final le convencí para que se leyera el libro, necesitaba que fuera cómplice de la historia que me había llevado hasta aquellos pensamientos… Cuando lo terminó, le propuse el juego y aceptó. Lo hicimos exactamente como lo había dibujado en mi cabeza. Me ató tumbada boca abajo en la cama, me tapó los ojos, y me penetró una y otra vez…

No hemos vuelto a repetir aquel juego, pero sí resultó algo muy excitante. Y, sobre todo, sirvió para volver a reencontrarnos…

Efectivamente, Grey es uno de los personajes que más pasiones ha levantado, y que además ha ayudado a algunas mujeres a jugar de nuevo. A Chelo le ha cautivado la relación apasionante y apasionada de Grey y la jovencita becaria, muy distinta a la que ella tiene, y eso ha puesto en funcionamiento su excitación. Y para lograr su objetivo actúa con astucia: al sentir reparo en proponerle juegos al marido, le invita a leer el libro, para que él «penetre» en su mismo universo, cosa que da resultado.

Ahora solo falta que al marido de Chelo le toquen 9000 millones de euros en la lotería para que todo sea perfecto…