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FANTASÍAS ROMÁNTICAS

Las fantasías abarcan muchos y muy variados estilos. Hay mujeres que se excitan pensando en que su pareja les obliga a comerse una bombilla de 120 voltios y otras que encuentran atractivo en un chino de noventa y cuatro años. Y es que el campo de las recreaciones sexuales es muy diverso; tanto que quizá haya mujeres que se sientan acomplejadas, no por lo inusitado de sus propias fantasías, sino porque lo que a ellas les excita es, simplemente, unas bonitas palabras, un detalle inesperado… Cierto, que te regalen un osito de peluche con tu nombre puede que no desate las pasiones más frenéticas, pero todos los estímulos tienen su punto y, si estas mujeres lo hallan a través del romanticismo o el hortering style, bien hallado está. Por supuesto, este estímulo suele tener que ver con la necesidad de imaginar aquello que no se tiene en la relación, probablemente existe una carencia en la expresión del afecto que al final se manifiesta en forma de fantasía. Sí, en algunos casos, como veremos, cualquier muestra de humanidad en el otro es algo del todo sorprendente y, por lo tanto, estimulante.

Amaia. Treinta y un años. Auxiliar de pediatría

Tengo pareja estable desde hace muchos años y, la verdad, nuestra relación es bastante buena: compartimos aficiones, nos divertimos mucho juntos, nuestra vida sexual es correcta… Todo va bien, excepto por algún pequeño matiz que, aunque me cueste reconocerlo, existe. Es un tacaño. Sí, me resulta muy duro reconocerlo, pero es un tacaño, un miserable, un agarrao. Por ejemplo, es incapaz de hacer un regalo. Según él, porque odia regalar los días señalados, como cumpleaños, Navidad o San Valentín, y lo que le gusta es sorprender cuando no te lo esperas, pero lo cierto es que al final jamás te sorprende. Seis años llevo esperando la sorpresa. Y lo de salir fuera a cenar… «es tirar el dinero teniendo el congelador hasta los topes…». Después de tanto tiempo, el detalle más romántico que ha tenido conmigo es apretar el botón del lavavajillas. Sí, mi chico es un tacaño.

Pero lo peor, lo más grave, lo que realmente me entristece: es roñoso en los sentimientos. Es incapaz de decirme nada que tenga que ver con el amor, el cariño, la pasión… Muchas veces lo hemos hablado, pero, para él, «eso es de maricones» y con el romanticismo «sube la glucosa». Y yo soy una mujer tremendamente romántica…

Mi compañera de trabajo es una chica a la que le sucede todo lo contrario. Siempre me habla de los restaurantes donde su novio le ha llevado a cenar, los detalles que tiene con ella, los regalos, las notas de amor que le deja en la nevera cuando se va a trabajar… A veces, incluso le envía flores a la guarde con preciosas tarjetas… Y yo no puedo evitar envidiarla. Es todo tan bonito…

Nunca pensé que esta actitud de mi novio podría afectar a mis relaciones sexuales con él, pero así sucedió con el tiempo. Supongo que al principio son pequeños detalles que intentas obviar, pero cuando una relación ya lleva años… Todo sirve para hacer que se mantenga la llama y, claro, a mí me faltaba algo que consideraba muy importante: el romanticismo.

Así que comencé a fantasear mientras follábamos. Porque eso de «hacer el amor» era de horteras. Durante los prolegómenos me imaginaba que estábamos rodeados de velas que él había puesto por la habitación… En mi fantasía, acabábamos de regresar de una cena increíble en un restaurante muy íntimo… Y, cuando entrábamos en acción y él me penetraba, imaginaba que pronunciaba las frases más románticas del mundo. Teniendo en cuenta el carácter parco de mi novio, la cosa fue poco a poco; comenzar mis fantasías con un «Te amo, daría mi vida por ti» hubiera sido como intentar excitarme con algo tan irreal como Winnie the Pooh.

Primero empecé imaginando que me susurraba un tímido «Me gustas mucho, qué buena estás»… Luego pasó a un «Me estoy empezando a enamorar». Más tarde añadí un «Te quiero». Hasta llegar a frases más importantes, del tipo «Eres el amor de mi vida, cariño, te amo, no me abandones…».

Pensar eso hacía que me recorriera un latigazo por todo el cuerpo y me resultaba muy fácil lograr el orgasmo, algo que hasta entonces solía costarme bastante y que terminaba en una masturbación manual al ritmo de sus ronquidos.

Cuando mi compañera me contaba su maravilloso y romántico fin de semana, yo me quedaba con lo que más me interesaba para mi particular fantasía y, llegado el momento, lo utilizaba en mi provecho. Así que las fantasías fueron evolucionando y aquel modesto «Me gustas mucho» del principio quedó en el olvido. Tanto que, una noche, me sorprendí a mí misma pensando en que mi novio pronunciaba esta frase: «¡Dime que te vas a casar conmigo! ¡Dime que te casarás conmigo, mi amor!».

Algo absolutamente sorprendente, ya que yo jamás me había planteado casarme. Pero aquel pensamiento me excitó muchísimo, era como si él fuera del todo mío y eso me motivaba mucho más.

Ahora, gracias a esa «ayudita», incluso creo que mi novio es diferente a como aparenta y que en el fondo, piensa esas frases tan románticas que imagino… Si él supiera de mis pensamientos, se hacía análisis de diabetes. Seguro.

He aquí una mujer a la que le excita el romanticismo. Evidentemente, es algo de lo que carece en su vida diaria y que para ella es importante, por eso le estimula pensar en que el ser que ama le corresponde con palabras. No dudamos del amor de él hacia nuestra protagonista, pero las formas de demostrarlo de ambos son bien distintas. En este caso, Amaia ha encontrado a través de la imaginación una fórmula para llevar mejor esa falta de ternura que le caracteriza…

En cualquier caso, la fantasía que ocupa los pensamientos de Amaia no solo son palabras bonitas que ella espera oír. En realidad, va mucho más allá: para ella es la traducción de que ese hombre de parcos sentimientos es suyo, de su total propiedad, algo sumamente excitante para muchas mujeres. Sin entrar en profundidades, es muy posible que en el subconsciente de nuestra protagonista haya una sombra de duda ante los sentimientos de su pareja. Imaginar que esos sentimientos se publican, se verbalizan, disipa el interrogante, toca el punto de Amaia y acciona su excitación.

Ya hemos conocido las fantasías de nuestra amiga, ahora, por lógica sucesión de pensamientos, solo le queda excitarse con la frase: «¡Tengamos dos niñas preciosas! ¡Tengamos dos niñas preciosas!»… Algo que, dado su historial, podría suceder en breve.