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LA BONDAD DE LOS DESCONOCIDOS

El desconocido. Un arma infalible para provocar el placer de la exploradora del misterio. Hombres que aparecen y desaparecen del escenario sin dejar rastro, en eso radica su atractivo. Estas fantasías pueden resultar muy prácticas para aquellas mujeres que tienden a caer en el sentimiento de culpa tras un encuentro sexual, aunque sea imaginario. Normalmente, estos señores desaparecen una vez consumado el acto. En realidad, se trata de puros instrumentos para el placer, sin vínculos de ningún tipo.

Dentro de este género encontramos variadas fórmulas para su uso: conocer a un hombre e invitarle al apartamento, sacar a pasear al perro y acabar a cuatro patas entre el follaje, acudir a una zona de encuentros… Antes de sumergirnos en el mundo de las fantasías, conozcamos algunas formas de esta atrevida práctica. El dogging, por ejemplo, es una de las más generalizadas:

  • Dogging: término inglés con el que se denomina a la práctica de sexo en lugares públicos con desconocidos y de forma totalmente anónima. Hay muchas teorías para definir el origen de esta palabra. Según algunos, se llama así porque quienes lo practican suelen hacerlo en la calle, como acostumbran los chuchos. Otros apuntan a que su origen reside en Gran Bretaña y define a quienes, con la excusa de sacar al perro, se pasean por lugares públicos en busca de sexo con desconocidos. Los sitios donde se pueden dar estos encuentros suelen ser parkings, áreas de descanso, polígonos poco frecuentados, jardines, parques…
  • Cancaneo: lo mismo, pero en cañí. En lugar de buscar sexo anónimo entre la espesa niebla londinense junto a la orilla del Támesis, se busca detrás de una gasolinera en la carretera de Algete. No es tan romántico, pero el resultado suele ser el mismo.
  • Cruising: dogging entre homosexuales. Como en el caso del dogging, los lugares de encuentro suelen ser parques, áreas de servicio, playas nudistas… Y baños públicos. En Internet, incluso hay webs que recomiendan los mejores retretes para dar rienda suelta a la pasión. No, de momento no aparecen en la guía Michelin.

Pero el sexo con desconocidos no solo surge en lugares destinados para ello. Hay otras praxis muy extendidas y que aún no tienen un nombre que las defina. Clasificaremos algunas de ellas dándoles un «aire inglés», algo que, como hemos comprobado, se utiliza mucho para designar prácticas sexuales. Ya vimos que es mucho más chic afirmar «Me encantan los locales de swinging» que «me encantan los clubes de intercambio». Del mismo modo, la frase «Cari, esta tarde no puedo quedar, que tengo dogging» resultaría para algunas más distinguida que «Cari, esta tarde no puedo quedar, que me voy a un parque a follar con cualquier tío».

Dicho esto, conozcamos otras formas distintas y muy cool de entablar contacto y practicar sexo con desconocidos que hasta ahora no habían sido clasificadas:

  • Interneting: una práctica tan antigua como el Spectrum: entrar en un chat, quedar con un desconocido y practicar sexo salvaje con él. También se puede llamar horroring, cuando el señor con el que te has citado resulta un callo malayo.
  • Paquetining: sexo surgido tras un intercambio de miradas insinuantes. A pesar de la acepción, no tiene por qué ser únicamente la mirada directa a una bragueta. También valen los abdominales.
  • Discotecking: llegar a la discoteca, que un tío te pregunte la hora y acabar retozando en el baño.
  • Menudopeding: encuentro con un desconocido que se da después de la decimoséptima copa de ron Brugal con Coca-Cola.
  • Quecoñohicing: efecto que suele aparecer al día siguiente del menudopeding. Trata del malestar que se produce al despertar y percatarse de que esa noche se ha practicado sexo con Maguila Gorila.
  • Cincodelamañaning: dícese del sexo que se practica a partir de las cinco de la mañana, cuando ya no quedan esperanzas de acceder a un hombre más o menos agraciado porque todos han pillado. Para este menester vale cualquier desconocido que no tenga antecedentes penales.

Bromas aparte, estas formas de practicar sexo con desconocidos existen, y se dan más de lo que muchas imaginan. En la fantasía exploradora, cualquier práctica que haga abandonar la rutina en la que se instalan muchas mujeres es válida para accionar la respuesta sexual. Nos adentramos en el maravilloso mundo de lo desconocido.

Emma. Veintinueve años. Perito industrial

Ahora no tengo pareja. Desde que rompí con mi novio de toda la vida, no he vuelto a salir en serio con nadie, supongo que acabé bastante harta. Pero me encantaría conocer a un hombre y tener una relación estable; no creo que todos sean igual de coñazos que mi ex. O quizá la culpa sea mía y esté obsesionada con encontrar a un príncipe azul que no existe…

A veces pienso que esta búsqueda del hombre perfecto me impide dejarme llevar por mis impulsos, de conocer cosas nuevas, de disfrutar… Me explico. Apenas hace tres meses yo estaba comprando en el supermercado. A unos metros se hallaba un hombre con un carro, era maduro pero realmente atractivo y muy bien vestido. De entrada, no suelo fijarme en los hombres solo por su aspecto, pero en esa ocasión me fijé en él. Nuestras miradas se cruzaron. Yo, sonrojada, abandoné la sección de congelados donde nos encontrábamos y continué con mis compras. Pronto me di cuenta de que el hombre me seguía. Panadería, bebidas, lácteos… Me observaba desde la lejanía. Era guapo, elegante, bien vestido… Y me vigilaba. Volví a darle esquinazo y me dirigí hacia las cajas para pagar. Muy lejos de parecerme algo excitante, me violentaba bastante que un hombre me mirara de aquel modo. Cuando me di cuenta, había desaparecido… Pero al bajar al parking, tras llenar el maletero, fui a dejar el carro a su lugar, y él estaba allí, mirándome impasible. Era obvio que estaba esperándome. Dejé el carro nerviosa y regresé al coche apresuradamente.

¿Qué quería aquel hombre de mí? Los dos solos en aquel parking… Me fui convencida de que era un loco psicópata. ¿Qué tipo normal se insinuaría así a una mujer, en medio de la sección de congelados de un supermercado? Solo un pervertido…

Desde entonces me siento idiota y ahora las preguntas que me asaltan son, «¿Y si aquel hombre te hubiera hecho ver las estrellas de placer en el asiento de atrás del coche? ¿Por qué no te fuiste con él?…». Y pienso en ello. Y cada jueves regreso al supermercado para ver si me lo cruzo. Nada. Entonces me imagino cómo hubiera resultado ese encuentro, llevo sin tener relaciones sexuales cuatro años y siento que él podía haber sido el primer paso de un renacimiento sexual para mí. Tenía que haberle cogido de la mano, invitado a mi coche y allí mismo habérmelo tirado. Creo que habría sido fantástico. Luego él volvería a su vida sin dejar huellas y yo a mi búsqueda del hombre perfecto…

Desde entonces, me fijo más en los hombres que aparecen a mi alrededor. Sigo sin ser una mujer que se mueve por instintos, pero ahora abro los ojos, observo y fantaseo con lo que podría suceder… Con lo que pudo suceder y no sucedió en aquel parking de supermercado.

Un cruce de miradas ante la cámara de congelados y se podía haber dado una trepidante aventura sexual. Pero, como dice Emma, por lo general las mujeres tienden a pensar que un tío que te sigue entre los estantes del atún en escabeche es posible que tenga tendencias sádicas. Nada más lejos de la realidad. El señor de esta historia estaba exponiéndose, es decir, «tirando los tejos». Paradójicamente, si esta situación se hubiera dado en un pub a las dos de la mañana nos parecería de lo más normal e incluso es posible que hubiera existido un encuentro sexual entre ambos. La cosa más natural del mundo. Pero, en esta ocasión, juega un papel importante el lugar donde sucede el «cortejo»: un supermercado. No es un local nocturno con su barra, su pista de baile, su entrada al baño… En ese caso no sería nada raro que un hombre se interesara por una mujer y le siguiera a la pista para bailar el chachachá. Pero mientras escoges la oferta de merluzas congeladas… es distinto.

Desgraciadamente, para muchas féminas, el hombre que seduce fuera de los lugares de ligoteo convencionales es un maníaco que va a hacer con nosotras picadillo para sopa. Craso error. En realidad, volvemos a la eterna lucha contra la educación recibida. En países que no han pasado por nuestro diseño de rígida moral, el hecho de hablar con un señor en un semáforo y acabar en la cama con él no es nada insólito. Pero, en un país en el que aún hay mujeres que sienten reparo a entrar solas en un bar, la cosa es muy distinta. Para Emma hubiera constituido un paso demasiado complejo, no olvidemos que, desde que se rompió su relación estable, no ha mantenido relaciones sexuales. Sin embargo, han ocurrido avances significativos: se plantea la fantasía, se pregunta los porqués y ha decidido abrir su radio de visión.

Esperemos que Emma disfrute de su sexualidad, de su elección de placer, ya sea en la vida real o en su propia fantasía…

En las experiencias con desconocidos no hay vínculos, tan solo una relación sexual aséptica, libre de sentimientos. Muchas veces, apenas existen los preámbulos, es sexo puro y duro. Aviso importante: que las mujeres que acudan a un parking a buscar sexo no esperen que luego el chico les diga «te quiero». Ocurre en muy raras ocasiones y, si lo hace, aconsejamos huir a gran velocidad: lo siguiente es despedazarte con una sierra mecánica.

Anuska. Cuarenta y dos años. Administrativa

Trabajo en un polígono industrial a las afueras de la ciudad. Como soy la encargada de ventas suelo salir siempre bastante tarde de la oficina, cuando he terminado de cerrar pedidos. De vuelta a mi casa tengo que pasar por delante de una especie de descampado en la parte trasera del polígono, allí acostumbran a ponerse los coches para practicar sexo. Yo siempre pensé que se trataba de parejitas jóvenes que no tienen dónde hacer sus cosas, pero un compañero me sacó de mi error: aquella era una zona donde hombres y mujeres desconocidos iban en busca de sexo. Me costaba creer que una señora normal abandonara su hogar para ir en busca de sexo a un descampado, pero, según mi compañero, aquella enorme campa estaba llena de estas mujeres. Yo había oído que detrás de la plaza de toros se encontraban los gais para hacer sexo, pero nunca imaginé que se daría entre heterosexuales.

Aquello me llenó de curiosidad. Cada día, de regreso a casa, miraba hacia la carretera escondida entre los matojos y podía ver como los coches iban llegando y marchándose en la oscuridad.

Un día me quedé trabajando hasta la madrugada. Al abandonar la oficina y pasar por el lugar, sentí el impulso de acercarme. Reduje la velocidad del coche y lentamente llegué hasta la zona donde estaban todos los vehículos. Aparqué. No sabía por qué estaba allí, pero necesitaba conocer más. Esperé unos minutos y enseguida pude ver como un coche oscuro encendía la luz interior; dentro había un hombre que miraba hacia mi coche. Esperó unos minutos con la luz encendida, yo podía verle el rostro, me pareció como si estuviera mostrando un escaparate, como si me estuviera preguntando «¿Te gusto?»… No hice nada y volvió a apagar la luz.

Llegó otro coche y se colocó junto a él. También encendió la luz interior, era una mujer. Después él volvió a dejarse ver y la mujer salió de su vehículo para meterse en el coche del hombre. Esa debía de ser la señal: enciendo la luz interior y me dejo ver, si el otro responde y hay acuerdo visual, el trato está hecho. Aquella fue mi traducción de aquel baile de luces que presencié: «¿Te gusto?». Trato cerrado…

A pesar de la visita, mi curiosidad no quedó saciada, sino todo lo contrario. Me interesaban cada vez más aquellos encuentros furtivos con personas desconocidas, sin identidad. Pero no podía pasearme con mi coche por allí a medianoche… Podría verme alguien… Yo era una mujer felizmente casada… «¿Y si un conocido de mi marido…? ¿Y si mi propio marido?…». ¿Por qué no? Yo nunca hubiera tenido sentimientos por otra persona que no fuera mi esposo. Llevamos juntos desde los catorce años, él es mi familia, mi todo. Nunca podría romper eso… Pero ¿una relación de aquellas? Solo sexo, no existe ningún vínculo, no deja rastro, es solo placer, algo fisiológico, sin sentimiento alguno.

Llevo meses valorando esta idea y fantaseo mucho con llegar allí y entregarme a un desconocido escondido en su coche… Imagino cómo enciendo la luz y un hombre que jamás he visto antes entra en mi coche, me acaricia los pechos, el sexo… Y cómo yo me coloco sobre él y comienzo a cabalgar hasta llegar al orgasmo… En mis fantasías siento su miembro dentro de mí, cómo me mueve sobre él agarrando fuertemente mis nalgas, cómo me hace gozar, para después desaparecer entre los coches de nuevo…

No, no he vuelto a entrar en el descampado, pero cada día, cuando se acerca la hora de apagar las luces de la oficina, pienso en que algún día lo haré. Me meteré en el descampado, encenderé la luz y tendré un encuentro sexual. Ningún vínculo, ninguna palabra, solo sexo… Para después desaparecer de nuevo en la oscuridad.

Parece que Anuska necesitaba reactivar su vida sexual y ha encontrado una buena fórmula. Aunque de momento es una fantasía, quizá algún día la lleve a cabo. A ella lo que le atrae profundamente de esta práctica es la falta de vínculo alguno con el otro, de ese modo siente que no «traiciona» a su marido. Y es que después de veintiocho años con el mismo, lo extraño sería que no sintiera cierta curiosidad por saber cómo es el sexo con otros hombres. Probablemente sea una mujer muy sexual, pero en su matrimonio ya no existe el detonante de la pasión. Las parejas que llevan muchos años suelen hablar de la «transformación» de los ciclos en la relación, generalmente esa pasión inicial evoluciona en amor, cariño, complicidad… Se crea una especie de «empresa» de los sentimientos que para muchas mujeres lo es todo y, aunque falle en temas tan circunstanciales como el sexo, no están dispuestas a tirarlo todo por la borda. Es obvio que en el caso de Anuska este particular falla considerablemente, pero no quiere implicar sus sentimientos en una aventura, para ella se trata de algo puramente sexual y como tal lo contempla.