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SEXO SIN COMPLEJOS

Ya hemos hablado de que el temor de muchas mujeres a la hora de plantear su deseo radica en complejos que les impiden liberarse, dejarse llevar para encontrar su punto. Estos bloqueos pueden ser físicos, educacionales, religiosos…

Aunque resulte inaudito, aún hay mujeres que mantienen sexo en la oscuridad por miedo a mostrar michelines o un cuerpo huesudo; las que temen en penumbra que su pareja descubra su piel de naranja… Estas mujeres han sometido su deseo, su sexualidad, su libertad a unos complejos que probablemente vengan desde la niñez. Desde muy jóvenes, nos inculcan cuál es el prototipo de mujer perfecta, por lo general muy lejos de la mayoría de las mortales. Los juguetes, la televisión, incluso muchos dibujos infantiles son patrones sexualizados en exceso que marcan una imagen de lo bello, algo que luego repercutirá en muchas mujeres. Ya en la adolescencia, y por supuesto en la edad adulta, se sigue proponiendo ese mismo modelo, continuando la potenciación de muchos complejos. Desde luego, si realmente dichos complejos resultan un problema serio de conducta más allá del simple pudor, es recomendable ponerlo en manos de un especialista. Todo es poco para poder ser libres.

Pero volviendo al prototipo, hemos de intentar borrar de nuestra mente dicho referente; si nos repercute en nuestra vida, eliminarlo. En cada sociedad y en cada época los cánones de belleza varían. En Nigeria envían a las futuras novias a centros para engordar; en los años cincuenta triunfaban las curvas; todo lo contrario que en los años veinte, donde una mujer con grandes pechos resultaba vulgar; en los sesenta, la moda consiguió hacer de Twiggy un icono de 42 kilos… Y así hasta retroceder al paleolítico donde nos encontrarnos con la Venus de Willendorf y su exuberante corpulencia, nada que ver con el arquetipo actual. A lo largo del tiempo, de las sociedades y de las modas se ha sucedido un abanico de paradigmas que vienen y van dependiendo de las corrientes.

Un ejemplo muy gráfico: si viajáramos al pasado y se informara a una mujer del siglo XVI de la existencia de unos tubos que se clavan en la piel y succionan la grasa por litros, probablemente sufriría un desmayo al imaginarse la escena. Del mismo modo que resultaría difícil de explicar a cualquier dama del pleistoceno que, a través de los pezones, te pueden meter unas cosas de silicona para tener las tetas como Dolly Parton. Seguro que le interesa más aprender a despiezar un mastodonte con una piedra tallada que tener unos pechos de escándalo.

Las costumbres cambian al mismo ritmo que lo hacen los complejos. Si tener celulitis fuera tendencia, muchas mujeres perderían el miedo a practicar sexo con la luz encendida y habría clínicas especializadas en inyectar grasa en las cartucheras. Y es que estas cargas frenan nuestra felicidad. Imaginemos que andamos por la vida con tres bolsas del Mercadona en cada mano repletas de patatas. Sería muy incómodo, sobre todo a la hora de hacer un 69. Por ello debemos ir deshaciéndonos, poco a poco, de cada una de esas bolsas. Primero una, después la otra, más tarde otra y así hasta que en nuestras manos no exista ningún peso que nos impida avanzar, ningún lastre que nos obstaculice el cumplir los deseos.

Para ayudarnos en esta empresa, propongo unos ejercicios prácticos que quizá puedan sernos de utilidad en el camino hacia el éxito.

  • El banco: sentémonos en un banco en cualquier lugar concurrido y observemos a nuestro alrededor. ¿Cuántas mujeres de las que pasan son como Scarlett Johannson? ¿Y como Irina Shayk o Gisele Bündchen? Es posible que milagrosamente aparezca una mujer de características similares, pero existen las mismas probabilidades de que pase el príncipe de Asturias comiendo un Frigopié. A no ser que trabajes en la delegación de Miss Universo, no es muy frecuente. La realidad es que estamos rodeadas de mujeres normales, de esas a las que ahora se ha dado en llamar «mujeres reales». Delgadas, altas, corpulentas, planas, bajas, guapas, feas… El mundo real se compone de unos perfiles que, en la actualidad, gracias a las campañas de muchas revistas y firmas de moda, empiezan a ser considerados como algo bello, valioso. Además, tengamos presente que la belleza es muy relativa y en el ámbito de lo sexual, mucho más. ¿Acaso no hemos tratado de mujeres que se excitan viendo a un hombre cubierto de pelo? Sin embargo hay muchas para las que ese particular no resulta atractivo. Lo dicho: la belleza y el atractivo son relativos.
  • El espejo: muchas mujeres se niegan a observarse, a mirar su cuerpo desnudo, y es recomendable acabar con ese error. Primero, despejemos la mente de ideas negativas escogiendo nuestra mejor sonrisa. Después, desnudas ante el espejo observemos nuestro cuerpo, él es nuestro mayor tesoro. Sin él, nada de lo demás sería posible: pensamientos, emociones… ¿No es paradójico despreciar la mayor fortuna que tenemos? Es nuestro hogar, el traje que nos acompañará durante la vida. Entonces, observémonos exhaustivamente, siempre con positividad y sin abandonar esa sonrisa que actúa como antorcha, que ilumina esa imagen que tenemos frente a nosotras. Si nuestras piernas nos resultan demasiado arqueadas, pensemos: «Pero tengo unos bonitos muslos»… Si creemos que nuestro trasero es demasiado grande, nos diremos: «Sí, pero es muy sexy»… De ese modo, contemplemos nuestros brazos, pechos, rostro…, todo nuestro cuerpo.
       A veces, se crean mitos alrededor de los temores y eso nos impide enfrentarnos a ellos. «Es mejor no mirar, es mejor no saber, es mejor instalarnos en la ignorancia…» No. Debemos reconciliarnos, comunicarnos con nuestro cuerpo y contemplarlo como algo bello que puede ser un preciso instrumento para el placer.
  • El interrogante: «¿Hago lo suficiente para deshacerme de esos lastres?». Quizá no. Es frecuente que la monotonía, el hastío o la frustración nos hagan entrar en una espiral de abandono físico y mental. Muy lejos de resultar algo superfluo, el cuidar los detalles, el hacer de cada día algo único, el arreglarse acentuando aquello que nos gusta de nuestro cuerpo, nos aporta seguridad para enfrentarnos a los miedos. Y, si estos miedos son demasiado preocupantes, basta de encubrirlos, pongámonos manos a la obra para intentar solucionarlos con la ayuda necesaria. Adelante.
  • La agenda: en una agenda, cada día nos plantearemos un nuevo reto para conseguir avanzar en el intento de abolir los complejos. Al tempo que cada mujer considere, habrá que ir cumpliendo metas: «Hoy lo haré sin sujetador», «Hoy me dejaré acariciar», «Hoy me desnudaré con la luz encendida»… Y así, día tras día, intentaremos eliminar aquello que nos impide disfrutar.
  • El otro: no cabe duda de que la participación del otro es importante. Si a una serie de temores se les suma una pareja inapropiada, el resultado es matemático: cero placer. Por suerte, existen hombres comprensivos y con disposición para aislar esos complejos. Su apoyo es clave para superar problemas, pero no olvidemos que la solución está en nosotras. En cualquier caso, seamos serias: un hombre que te deja de llamar porque tienes estrías es el campeón olímpico de los gilipollas. Mejor que siga coleccionando Serum Antiojeras.
  • El divorcio express: esta técnica es infalible para deshacernos de esa pareja que no respeta nuestro cuerpo, nuestro yo más íntimo y que nos hace sentir inferiores potenciando nuestros complejos. Ciao.

Otro factor muy poderoso que coarta la libertad de la mujer es el sentir que va a ser considerada una «viciosa». Pero no solo en las relaciones, incluso en una reunión de amigos o en una comida de mujeres. Tratar el sexo con naturalidad, comportarse sexualmente de modo desinhibido, han sido motivos para temer una etiqueta. Sobra decir que la sociedad tiene una doble moral a la hora de tratar la sexualidad femenina y masculina; desgraciadamente, aún no se ven igual los comportamientos sexuales en una mujer que en un hombre. También tendremos que hacer desaparecer ese complejo y, con educación y respeto, tratar el sexo como algo natural, un don maravilloso que nos pertenece y que es el mejor instrumento para lograr el placer. El sexo no es algo sucio, no lo olvidemos.

Y además de los mencionados bloqueos existen muchos otros: educación represiva, prejuicios, tabúes, miedo a perder el control… Intentemos trabajar sobre ellos, conocerlos a fondo, buscar soluciones y lograr que desaparezcan, de eso depende mejorar nuestra vida sexual.