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MUJERES LIBERADAS

Durante esta fase de «preparación» nos hemos referido a algunos de los pasos que se podrían necesitar para llegar al deseo y provocar la reacción sexual de algunas féminas que acaban de tomar las riendas de su sexualidad. Pero, por supuesto, existen otras mujeres ya liberadas que no necesitan de los pasos previos de otras para llegar al erotismo. Les basta con contemplar a un hombre atractivo para excitarse y tener relaciones sexuales altamente satisfactorias. Eso no quiere decir que estas mujeres separen de forma radical el sexo de los sentimientos, ni que se vayan a la cama con el primer hombre interesante que les aparece, pero sí se ahorran gran parte del camino para la estimulación sexual y, aunque tampoco en todos los casos, de igual modo en la comunicación con el entorno tratan el sexo con total naturalidad y sin ningún tipo de complejo.

Durante la preparación de este libro, me han escrito muchas lectoras en total desacuerdo con la teoría de que la nueva ola erótico-literaria haya supuesto una revolución sexual. Como es obvio, no ha sido así en todas las mujeres y existen muchas que, antes de que apareciera Grey y sus sucedáneos, trataban el sexo sin complejos e incluso ya se habían leído alguna que otra novela de alto contenido erótico y excepcional escritura. Afortunadamente.

Ocupémonos entonces de esas mujeres. De las que no necesitan de etapas para llegar a disfrutar con un hombre del clímax sexual, ni de inyecciones literarias de moda para abrir la puerta del deseo.

Ellas tienen la mejor fórmula para economizar en falsas promesas de relaciones estables y sufrimientos vanos. Lo suyo es una cuestión de lógica atracción, que nada tiene que ver con los sentimientos, sino con el gozo sexual y el modo de aprovechar los instrumentos sexuales de los que ambos disfrutamos para llegar al placer.

Patricia. Treinta y tres años. Filóloga

Me sorprenden las mujeres de mi entorno cuando, a la hora de tener relaciones sexuales, hablan de «esperar a que se consolide» o se plantean gilipolleces como «no vaya a pensar que soy una guarra».

A no ser que estén borrachas en una discoteca, la mayoría son incapaces de irse con un tío a la cama la primera noche. Y, las que lo hacen, al día siguiente están mirando el móvil para ver si el señor en cuestión los llama para llevarlas a cenar. Yo no soy así.

Yo voy a un bar, miro a mi alrededor y, si hay un tío que me gusta, me acerco, le arrimo el trasero y las tetas, y en menos de un minuto ya me está preguntando cualquier estupidez. No suelo contestar y directamente les invito al apartamento. Mantener una conversación con un tipo que acabo de conocer en una barra me parece una pérdida de tiempo.

Los que saben cómo soy se sorprenden y siempre intentan dar una explicación a mi forma de actuar, incluyendo los que en secreto piensan que soy una adicta al sexo que tiene que ingresar en una granja de Texas. Realmente, no. Todo es mucho más sencillo: me gusta el sexo y no tengo ganas de complicarme la vida con una pareja porque sola me encuentro fenomenal. No he de soportar el aliento mañanero de nadie, ni que me controle los horarios, ni que mee fuera de la taza, ni… Eso por no hablar de niños moqueantes y otras consecuencias lógicas que conlleva la pareja estable… Me valgo y me sobro… Según mi hermana, es que aún no me he enamorado. Pues vale.

Quizá suene muy fría la forma en la que he resumido mi vida sexual, pero puedo asegurar que no lo es. Aunque suele tener sus pros y sus contras… Cuando te acercas al tío que te gusta y responde a tu insinuación, en muchos casos, el sujeto suele creer que eres una golfa adicta a los estupefacientes o algo similar. Es lógico en esta sociedad machista: no se ha mantenido conversación alguna ni ha dado tiempo a tontear a través de insulsas preguntas y respuestas que suelen ser parte del cortejo. Ese rollo me lo salto. Con tan pocos datos, no es raro que algunos hombres del pleistoceno sospechen que estás desequilibrada. Y, si tienen esa imagen de ti, tienden a penetrarte, correrse y pirarse huyendo. Pero de eso nada.

Para evitar el inútil derramamiento de semen, cuando invito a un señor a mi apartamento, lo primero que hago es explicarle mi idiosincrasia:

—Me gustas mucho y quiero mantener relaciones sexuales contigo. Pero busco un polvo difícil de olvidar, porque yo lo voy a dar todo. Te voy a hacer gozar como nunca nadie lo había hecho antes. Si estás cansado o crees que hoy no es tu día, mejor que lo dejemos.

Me ha llegado a ocurrir que el tipo se ha corrido antes de que acabara el discurso, pero, por lo general, me da bastante buen resultado y los muchachos intentan quedar a la altura. Imagino que por una cuestión de ego.

Como decía, muy al contrario de lo que pueda parecer, nada tiene que ver mi racionalidad para llegar hasta la cama con la pasión que desarrollo en ella. Me interesan todos los juegos, sin excepción: me encanta que me penetren analmente, algo que suele sorprender a muchos hombres y que, para los que no lo han probado, supone un descubrimiento, adoro practicar todas las posturas existentes… Y las que no existen me las invento. Me pierden las felaciones y contemplar la cara de un hombre loco de placer… Y creo que soy magistral moviéndome sobre un tío. Sentarme sobre ellos es mi licencia para que tengan un orgasmo que no van a olvidar. Y entonces yo los sigo, muchas veces, con orgasmos que me duran minutos… Me lo paso realmente bien.

Después del polvo, si es majete, charlo un rato con ellos, pero me suele vencer el cansancio y prefiero que se vayan cuanto antes a sus hogares. Es raro que me interesen para algo más, pero, si es así, no tengo problema en salir con el sujeto, aunque hasta ahora ninguno me ha gustado lo suficiente para ser el único. ¿Llegará ese día? De momento, pienso seguir con el casting

Patricia disfruta de su sexualidad sin preámbulos. Los únicos preliminares que sigue son los que llevan a alcanzar el clímax durante el acto sexual. No le hace falta activar ningún mecanismo afectivo, su instinto señala lo que quiere y va a por ello, algo que, según sus palabras, le ahorra muchos problemas. Para la protagonista de esta historia, parece positivo vivir sin vínculos afectivos, pero ¿es la desafección un modelo de comportamiento? Probablemente, para quien lo elige como modo de vida lo sea, pero para un gran número de mujeres los sentimientos son de gran valor a la hora de activar el detonante sexual y vitales. ¿Y si su actitud ante el sexo estuviera condicionada por el temor a los sentimientos, a demostrar afectividad? Si fuera así, a la larga supondría un problema para su vida, algo a lo que debería poner solución.

En cualquier caso, ella afirma ser feliz sin lazos afectivos de pareja. Por supuesto, hemos pasado por alto que Patricia sufra síntomas de hipersexualidad y necesite de forma compulsiva el sexo: ella no parece tener relaciones sexuales que dejen un poso de insatisfacción, ni se sospecha en su relato una pasada represión sexual que ha desembocado en esta conducta, simple y llanamente disfruta de la sexualidad sin necesidad de ataduras.

No olvidemos que, por desgracia, para muchas personas la práctica desinhibida del sexo en una mujer es un inequívoco síntoma de ninfomanía, algo muy lejano de la realidad, pero que sigue operando en la mente de quienes no son capaces de ver más allá de su propio modelo de sexualidad, sea este cual sea.

Hay que subrayar en este relato los puntos en los que se habla del entorno: sus amigas no siguen sus mismas pautas sexuales, algunos de sus amigos creen que es una «adicta al sexo», su hermana lo achaca a que «todavía no se ha enamorado» y cuando «elige» un hombre siente que ha de explicarle su «idiosincrasia» como ella misma puntualiza.

Una vez más, volvemos al origen de este libro: esas dificultades que muchas mujeres reales sienten a la hora de liberarse de sus prejuicios vienen dadas por la opinión que los demás tienen de su forma de ver la sexualidad. Si una mujer como ella, con su tono liberal, percibe esos escrúpulos, qué no sentirá la que aún no ha salido del armario de su íntima represión…