GENEALOGÍA DEL DILDO

Esta reflexión sobre el fist nos lleva de nuevo a los análisis de Beatriz Preciado[59]. Para entender cómo se ha constituido la relación entre el espacio del cuerpo y la noción del sujeto en la cultura occidental, Beatriz Preciado propone una genealogía del dildo analizando tanto su evolución formal como su presencia en distintas prácticas (médicas y sexuales) y periodos históricos. En este sentido, la autora de Manifiesto contra-sexual considera que hay tres tipos de tecnologías (con sus correspondientes instrumentos) que han dado forma y función al dildo contemporáneo y que, a su vez, son claves para entender la definición del género y del cuerpo como «incorporación protésica»:

1. Tecnologías de represión de la sexualidad. El primer antecedente del dildo estaría, según Preciado, en los métodos y artilugios de represión de la masturbación inspirados en las teorías de un médico suizo del siglo XVII llamado Tissot. Tissot, que hizo un análisis de la sexualidad desde una óptica capitalista, concebía el cuerpo como un circuito cerrado de energía que no debía desaprovecharse en tareas ajenas al trabajo productivo y reproductivo. A partir de esta noción del cuerpo como capital, Tissot identificaba un órgano sexual que podía irrumpir en el circuito cerrado de la energía corporal y provocar un gasto superfluo: la mano. Para evitar esos cortocircuitos, diseñó una serie de objetos (guantes, hebillas, manoplas…) que limitaban el movimiento de las manos.

Las teorías de Tissot reflejan y potencian el cambio en la manera de pensar y vivir la sexualidad que se produjo en Europa durante el siglo XVII.

«Hasta entonces, la sexualidad era un acto social, con sus tiempos y rituales específicos, pero desde la consolidación de la concepción del sexo como capital comenzó a influir en todos los aspectos y momentos de la vida de los individuos, a ser parte consustancial del sujeto de la modernidad[60]».

Los objetos concebidos por Tissot trataban de regular (dirigir y reprimir) la utilización de los órganos sexuales, pero también demarcaban (y, por tanto, destacaban) el espacio del cuerpo donde se genera placer. Por ello, no es extraño que estas técnicas de represión hayan terminado transformándose en tecnologías que producen identidad sexual y generan placer. De este modo, prácticas contemporáneas de transformación y manipulación del cuerpo como el piercing se asemejan a algunas de las técnicas que se utilizaron en los siglos XVII y XVIII para impedir la masturbación. Lo mismo ocurre, como hemos señalado, con el fist-fucking, que interviene sobre la represión del ano (espacio solo autorizado al médico) y recupera el propio guante de látex que utilizaba el médico: ambos, ano y guante, son transformados en objetos de placer. Y, al mismo tiempo, se pasa de concebir el cuerpo como un espacio cerrado, a mostrarlo como un espacio totalmente abierto: la exhibición del ano y del recto que realizan la práctica y el cine fist supone invertir totalmente esa visión del cuerpo clausurado. Por último, la mano, que ya entonces era concebida por Tissot como fuente de placer, es potenciada radicalmente por el fist hasta el punto de abandonar el interés por los órganos genitales. Como vemos, el fist anuda precisamente los dos lugares tradicionales de represión: abre el ano, y por tanto el cuerpo, y recupera la mano, que interviene para introducirse y manipular ese circuito abierto que es ahora el cuerpo.

2. Tecnologías de producción de las crisis histéricas. Desde el punto de vista de la psicología del siglo XIX, el orgasmo femenino se consideraba una crisis histérica que debía ser analizada, vigilada y controlada por especialistas médicos (masculinos). Así, primero se crearon unos «vibradores» hospitalarios que permitían producir (bajo supervisión médica) estas crisis y después se desarrollaron otros aparatos con la misma función, pero que ya estaban concebidos para su uso en el ámbito doméstico (a los que Beatriz Preciado denomina máquinas butler). A su vez, para luchar contra la impotencia en los hombres, la medicina de la época utilizaba artilugios similares que se «administraban» a través del ano. Vemos aquí el monopolio que tiene el médico del espacio anal, monopolio que será destruido por el fist.

3. Tecnologías de las manos protésicas. Desde la I Guerra Mundial, las técnicas de construcción de prótesis que cumplieran y perfeccionaran la función de las manos (y de otras partes del cuerpo, como las piernas) han desempeñado un papel fundamental en la constitución de la identidad masculina. Según Beatriz Preciado, hay una relación directa entre masculinidad y guerra que está muy vinculada a esta noción de construcción protésica. En este sentido, se explica el hecho de que los soldados, meras herramientas de una arrolladora máquina de guerra, estén «suplementados» por una serie de accesorios (prótesis), como muestran de forma muy ilustrativa las imágenes del ejército estadounidense y británico en su reciente ataque a Irak.

«Hay que tener en cuenta que tras la I Guerra Mundial numerosos soldados regresaron a sus casas con algún miembro amputado, en muchos casos, la(s) mano(s) (que es, desde el punto de vista de la antropología, el órgano masculino por excelencia, ya que permite transformar la naturaleza a través de los instrumentos). Desde el convencimiento de que existía una correspondencia entre los hombres que habían perdido una mano (inútiles para la economía productiva) y los que se habían quedado sin órganos genitales (inútiles para la economía re-productiva), un médico militar francés llamado Jules Amar diseñó un conjunto de manos protésicas que permitían reincorporar a esos soldados al sistema laboral. Es decir, Jules Amar asocia la pérdida de la mano a la pérdida de la masculinidad, estableciendo una correspondencia entre mano y pene[61]».

Esta reflexión sobre Jules Amar es muy clarificadora para entender la nueva resignificación de la sexualidad y de la mano que realiza el fist. Sería equivocado interpretar el fist como una práctica donde la mano sustituye al pene, como si este fuera el original, el legítimo depositario de la sexualidad, y la mano un mero sustituto. Precisamente, el fist lo que hace es cortocircuitar toda la economía productiva y reproductiva: abandono del uso de los genitales, y potenciación de la mano en un «lugar inútil» (la mano, un órgano no reproductivo, en el culo, otro órgano no reproductivo), la mano en el lugar abyecto por excelencia, el culo. Una mano y un brazo que trabajan en el lugar equivocado para abrir un cuerpo precisamente en el lugar de la pérdida (el culo solo produce mierda, que no es útil para el capital). Con el fist, el brazo, productivo en términos de «mano» de obra, es colocado en el lugar más improductivo.