EL CASO DE LUIS ARAGONÉS

Luis Aragonés se hizo famoso a nivel mundial en octubre de 2004 cuando fue grabado indiscretamente en un entrenamiento proponiendo al jugador José Antonio Reyes —como astuta y sutil táctica de juego— que llamara negro de mierda al jugador de raza negra Thierry Henry durante el partido. A pesar del escándalo que produjeron estas declaraciones en diversos países, el señor Aragonés mantuvo su puesto como seleccionador y hoy en día sigue disfrutando del respeto social. Así es nuestra España y olé. Pero es menos conocido su comentario en Alemania en 2006, cuando el comité de bienvenida se quedó a cuadros tras ofrecerle unas flores y ver que su invitado las rechazaba declarando que «Me van a dar a mí un ramo de flores, que no me cabe por el culo ni el bigote de una gamba». Esta frase condensa toda la ideología que subyace en el desprecio al sexo anal y sus mitos: Aragonés pasa de un inocente ramo de flores a una extraña declaración pública de impenetrabilidad y gambas por medio de una enorme elipsis que hay que desentrañar.

Los pobres alemanes pensaron que se trataba de algún problema estomacal o alimentario de Aragonés: «¿qué ha dicho, que es vegetariano, que pensaba comerse las flores y luego no podrá cagarlas?». «¿Qué ha dicho de unas gambas con bigote?». «¿Que le gustaría meterse las flores por el culo, pero que no puede porque lo tiene muy cerrado y no le caben ni cosas más finas?». «¿Que tiene alergia a las flores y le dan sarpullidos en el trasero?». «¿Qué ha dicho de la flora intestinal?». Solo con un rico bagaje cultural homófobo como el de España podemos llegar a interpretar correctamente la cadena de asociaciones que pasaron por la mente de nuestro ex seleccionador:

neurona 1: ¡anda, qué majos, me regalan flores!;

neurona 2: ¡alarma, alarma, las flores son para las mujeres o los maricones!;

neurona 3: los maricones se dan por el culo;

neurona 4: los hombres de verdad no se dan por el culo;

neurona 5: yo soy muy hombre, yo no soy maricón, qué se han creído estos alemanes;

neurona 6: si soy un hombre, entonces mi culo es impenetrable (¿o es al revés, cómo era esto?);

neurona 7: no puedo aceptar estas flores, no, no, mi culo, son maricas, me van a follar, seré una nenaza… ¡tengo que aclarar esto!

neurona 8: necesito explicarles que mi culo es impenetrable, ah, ya sé, les diré que no cabe nada en absoluto, ni algo tan delgado como el bigote de una gamba;

neurona 9: uf, qué alivio, ya les he dejado claro por qué no puedo aceptar las flores, y que no soy maricón.

La aventura floral-anal de Aragonés es un ejemplo muy ilustrativo de los presupuestos que subyacen en la práctica del sexo anal:

  1. es algo propio de homosexuales masculinos, y exclusivo de ellos (contradicción: «bueno, yo soy un tío hetero y me he follado culos de tíos, pero soy activo, eso no me hace maricón»);
  2. es algo antinatural, repugnante, el ano no se usa para eso, solo para cagar (contradicción: esos machos de pronto se olvidan de que penetran a sus mujeres, o a otros hombres si se tercia);
  3. ser penetrado te asimila a una mujer, te hace inferior, pierdes tu hombría, es una vejación, una deshonra (contradicción: si yo penetro a mi mujer cada dos por tres, ¿por qué no podría ella penetrarme a mí?… ¿O por qué le pido que me penetre?);
  4. el culo de un hombre debe ser impenetrable salvo en situaciones extremas de ausencia de mujeres: cárceles, barcos, seminarios de curas, naufragio de tíos en una isla desierta… (contradicción: ¿pero no era asqueroso y doloroso y lo peor?, ¿si todos son activos en esas situaciones donde solo hay hombres heteros… a quién penetran?);
  5. el culo de una mujer es penetrable, las mujeres son penetrables por naturaleza; es más, a los hombres heteros les encanta penetrar analmente a las mujeres (contradicción: ¿pero no habíamos dicho que el ano era solo para cagar y que el sexo anal era una guarrada?);
  6. no es planteable que a un hombre hetero le guste ser penetrado o meterse objetos por el culo, o que le pida a su mujer que le dé placer por el ano (contradicción: ¿entonces, por qué yo, un hombre casado y hetero, contrato a mujeres transexuales con un gran pollón para que me follen?);
  7. la prueba definitiva de la hombría, la virilidad, lo masculino y lo heterosexual es que tu culo no sea penetrado jamás; lo contrario supone un deslizamiento de género (hombre a mujer) y de identidad en tu orientación sexual (hetero a homo) (contradicción: pero si el ano no tiene género ni un dildo tampoco, ¿por qué está todo este asunto tan investido de sexo y género?).