DE TEBAS A LA INDIA:
ESFINGES Y TANTRAS

La única tradición que conocemos donde se valora la posibilidad del coito anal como algo positivo es la tradición tántrica de la India. El Adhorata es un tipo de coito que equivale a las prácticas del yoga como Mulabandha (cerradura del esfínter anal) y Asvini Mudra (contracción y relajación del ano). Para comprender este tipo de relación, hay que recordar primero que, aunque para los occidentales el ano no es precisamente un lugar limpio, para los hindúes esto no representa un problema pues su higiene es sumamente rigurosa y siempre va relacionada con las prácticas sexuales, por lo que son especialmente cuidadosos en lavar con abundante agua más de una vez al día sus zonas erógenas, y cada vez antes y después del coito, así como después de cualquier actividad intestinal.

El ano es —según la tradición tántrica— una de las zonas más sensibles que tiene el cuerpo humano, por lo que es claramente una zona erógena y de concentración de energía psíquica. Esta zona se encuentra en contacto con el chakra basal o Muladhara, que es donde se encuentra enrollado el poder primario del sistema nervioso simbolizado por la Diosa serpiente o Kundalini.

De esta manera, el Tantra propone que mediante la apertura de los esfínteres anales de Shakti (esto es la parte femenina del dios), es decir, de la mujer, Shiva (la parte masculina del dios) resuelve el acertijo de la Esfinge. Incluso para esta tradición, vemos que lo anal es «lo femenino», que se abre para que el macho actúe.

La búsqueda específica de este tipo de relación sexual es el despertar directo del kundalini. El Tantra ha encontrado que, aparentemente, entre la pared del recto y la punta de la última vértebra se encuentra una glándula a la que han llamado Glándula Kundalini. El yoga ha ideado varias técnicas para estimular esta glándula entre las que mencionan a Mula Bandha.

La dilatación de los esfínteres anales es una de las formas más rápidas y directas para estimular y activar esta glándula, lo que tiene un efecto reflejo sobre las dos ramas del sistema nervioso que terminan en el recto y en el ano.

Según la creencia tántrica, el coito anal provoca la eyaculación en el recto, lo que alimenta la glándula Kundalini, por lo que Shiva (el hombre) sustenta su Shakti con este tipo de relación y a la vez facilita el despertar de su fuego interno. En un tratado de sexo tántrico encontramos esta explicación, interesante, pero muy heterocentrada:

«Es importante recordar que este tipo de relación, como cualquier otra, debe incluir una gran higiene, consentimiento mutuo y gran sutiliza, pues si se es violento o rudo se puede lastimar tanto a Shakti, la mujer, como el órgano sexual del hombre o lingam. Además, deberá haber una fuerte estimulación manual antes de proceder para que la mujer se encuentre lubricada, si es necesario se pueden utilizar lubricantes extra.

Si ambos quieren, este tipo de relación puede ser sumamente placentera, además puede guiar hacia el despertar del Kundalini y la separación de la conciencia, del ego para entrar en armonía con todo el universo».

La tradición tántrica asume con bastante naturalidad algo que, en realidad, sabe todo el mundo, que la zona anal es una zona erógena. Pero, aunque esta tradición suena bastante bien en la teoría, no parece que haya tenido mucha influencia en la vida real cotidiana de los habitantes de la India, donde hoy en día el sexo anal sigue siendo un tabú y donde la homosexualidad está muy mal considerada.

El ano está rodeado de unos músculos denominados esfínteres; su raíz etimológica proviene de la voz griega sphinx, por lo que comparte su origen con la esfinge, criatura de origen mitológico que guarda misterios y enigmas. Como nos explicaba el genial poeta gay José Lezama Lima:

«esfinge y esfínter tienen la misma raíz: contraer[10]».

Entonces vemos que se trata de apretar: la esfinge te pone en aprietos, la esfinge como estrangulador que patrulla el deseo, que cerraba el paso a la entrada de Tebas. Esfínter deriva de sphíngo: apretar, cerrar, apretar, estrangular, contraer, anudar. Galeno fue el primero en utilizar esta palabra en su uso anatómico, pero vemos que incluso en este primer momento se percibe más el ano como un espacio para cerrar que para abrir. Galeno podía haber descrito ese mismo músculo con una palabra de apertura, de relajar, de aflojar, de abrir, de liberar nudos, como un espacio de pasaje y de recepción. Olvidamos que la utilidad del ano está en que se abre, no en que se cierra.

El semiólogo Charles Peirce dedicó un estudio a la esfinge y a su significado (A Guess at the Riddle[11]) en textos de Emerson, Poe y Melville que tratan sobre esta figura mitológica. Los fondos etimológicos y mitológicos del término esfinge se encuentran en plena sintonía con las investigaciones peirceanas. En efecto, como ya hemos señalado, Esfinge deriva, en griego, de estrechar, ligar, anudar (de allí, el músculo anular «esfínter»), y encarna metafóricamente en el monstruo imaginario que anuda a la mujer y al león. El tono enigmático de la Esfinge se origina a su vez en la magnificencia extraña de las representaciones egipcias, que, en la cultura griega, dan lugar al ente sobrenatural que guarda la entrada a un lugar secreto cerca de la antigua Tebas. Las respuestas apropiadas a los acertijos de la Esfinge («Riddles of the Sphinx») abrirían las puertas de secretos bien guardados. Dentro de este marco, la cercanía de Peirce con la Esfinge es inmediata pues comprender y desenredar los nudos del saber constituye, sin duda, una de las mayores tareas del filósofo norteamericano. Todo su sistema tiende, en realidad, tanto a armar una taxonomía sofisticada de distinciones correlativas entre conceptos «anudados». Sin embargo, las sesudas reflexiones de Pierce no le llevaron a una descripción de las implicaciones anales de la esfinge, otro ejemplo de represión curiosa que deja de lado esa parte innoble de nuestro cuerpo, de la que nadie quiere saber nada.

El enigma de la Esfinge es la pregunta sobre cuál es el ser que camina a cuatro patas al inicio; con dos, al medio; y con tres, al final. Edipo descifra el enigma: ese ser es el ser humano, en la infancia, en la vida adulta y en la vejez. Resuelto el enigma, la Esfinge se despeña al fondo del abismo[12].