16. Cómo abrir una relación ya existente

Muchas personas llegan a un punto en el que quieren abrir su relación a más parejas sexuales. Pero cuando tu relación estaba arraigada en acuerdos monógamos convencionales, no puedes esperar que gritando «ábrete, Sésamo» todo encaje por arte de magia. Como todo lo relativo a la promiscuidad ética —y quizás más que otras maneras de relacionarse— el abrir una relación existente requiere cuidado, reflexión, práctica y trabajo.

La relación que quieres abrir puede ser o no con una pareja a largo plazo; podéis estar conviviendo o no. Puedes haber estado practicando la monogamia en serie, con el típico solapamiento ocasional. O puede que estés saliendo y manteniendo tus relaciones compartimentadas y quieras moverte hacia algo más parecido a una familia o una tribu. Puede que estés buscando aventuras fuera de una tríada o matrimonio de grupo. El trabajo de abrirlo costará, no importa cuál sea la naturaleza de la relación.

Por simplificar, hablaremos de abrir una relación existente en una pareja de dos personas, pero los principios y habilidades que tratamos aquí se pueden aplicar a amantes en cualquier configuración.

Convertir dos en tres

Si tú y tu amante estáis comenzando a trabajar en esto con un acuerdo de que ambas partes queréis crear esta apertura en vuestras vidas, entonces enhorabuena y recibid la bienvenida al camino. Probablemente tendréis desacuerdos inesperados sobre cómo será esta nueva vida, así que aún no te saltes este capítulo.

En nuestra experiencia, de todos modos, es mucho más común que una persona quiera abrir la puerta a contactos externos y la otra nunca se lo haya ni planteado y se sienta consternada con la idea. Esta situación es definitivamente más complicada, especialmente cuando el tercer miembro de este triángulo, la pareja externa —potencial o real, abierta o secreta— está esperando entre bastidores y probablemente le importa mucho el resultado de este proceso. Muchas personas no piensan realmente sobre la monogamia hasta que conectan con alguien que sienten que es importante para ellas pero, a la vez, no quieren dejar a su pareja a largo plazo, o divorciarse, o repartirse las responsabilidades de la prole. Tú podrías ser cualquiera de estas personas en el triángulo: la que tiene sed de aventura, el nuevo amor que no es uno de los miembros de la pareja y la a veces sorprendida pareja de la potencialmente aventurera.

En física, el triángulo está considerado una de las estructuras más sólidas y equilibradas, pero en las relaciones la mera frase «triángulo amoroso» huele a drama de culebrón. Esta situación concreta no es más sencilla por el hecho de que haya estado sucediendo desde que existen las relaciones. Puede ayudar el recordar que es completamente normal tener deseos diferentes en cualquier relación; no hace falta que ambas personas se emocionen con el mismo sabor de helado. Tener en cuenta los deseos de todo el mundo puede funcionar para todas las personas implicadas. Nosotras conocemos a muchas personas que lo han hecho, alcanzando acuerdos que funcionan para las tres personas. Veamos el dilema desde los tres puntos de vista.

LA PERSONA AVENTURERA

La ventaja de estar en esta posición estriba en que sabes, más o menos, qué quieres. Quizás compraste este libro para tu pareja, esperando algo más de libertad con el tiempo y, probablemente, esperando que haya alguna manera de que tu pareja y tú podáis llegar a un acuerdo sin pasar por una gran agonía. De todos modos, tu pareja y tú sois, como todo el mundo, productos de nuestra cultura, y es un trabajo duro salirse del paradigma en el que estaba basada toda tu vida anterior. Es un trabajo agradable, un trabajo gratificante, un trabajo que cambia la vida, pero aun así es un trabajo duro.

La culpa es una emoción espantosa, una de las más incómodas que podemos sentir. Muchas personas se sienten culpables cuando algo de lo que hacen causa dolor a las personas que les importan. Cuando pones tu deseo de una relación abierta sobre la mesa y tu pareja lo pasa mal por ello, probablemente te sentirás muy culpable. No hay maneras sencillas de aplacar tu sentimiento de culpa solucionando cómo se siente tu pareja.

No puedes agitar una varita mágica y cambiar la mente de tu pareja. Ese es un duro trabajo que cada persona tiene que hacer por sí misma. Dolerá. Puede que haya lágrimas, enfados y amargura, y te sentirás culpable. Si ya tienes dos parejas, entonces las dos pueden sentirse mal y tú te sentirás el doble de culpable.

Don Juan y doña Juana son retratados como personas que exploran de manera desconsiderada y cruel, sin importarles cualquier dolor que puedan causar a su paso. Nosotras no creemos que quieras tu libertad a cambio de convertirte en imbécil e insensible. Si has invitado a tu pareja a esta exploración, eso significa que no quieres engañar, que quieres vivir tu vida honesta y honradamente. Te respetamos por eso. Mucha gente no lo hará.

LA TERCERA PERSONA

Nosotras no sabemos ni qué nombre ponerte, lo que hace complicado hablarte y puede hacerse difícil pensar sobre tu situación. Tu papel —una persona potencialmente cariñosa, generosa, que está involucrada sexualmente con uno de los miembros de una pareja a largo plazo— está tan alejado del marco conceptual de la mayoría de la gente que no existe una palabra para llamarte que no tenga cierta carga. ¿Rompehogares? ¿Amante? ¿La otra? (No existe incluso un nombre para «el otro», aunque haya muchos, muchos hombres así). Más civilizados, pero igual de problemáticos, son los conceptos de «secundario» o «terciario». Este lenguaje define una situación, pero nosotras creemos que la jerarquía que implica puede ser humillante. ¿Sólo cuentas cuando eres número uno? ¿O todo el mundo tiene derechos en esta constelación?

Seas su cariño, una aventura, amante o lo que sea, tu situación en el triángulo tiene ventajas y desventajas. En el lado positivo, nadie espera de ti que le laves los calcetines, y la mayoría del tiempo que pases con tu amante podrás pasarlo divirtiéndote. No se espera de ti que mantengas a tu amante, o que abandones tu carrera profesional o que te quedes en casa con los niños. El lado negativo: ¿a quién llamas cuando necesitas que te lleven en coche a urgencias? ¿A quién llamas cuando estás triste? ¿Y cuando necesitas apoyo? ¿Tienes algún derecho en absoluto sobre el tiempo de tu amante o hay alguien que te ve como competencia, con quien tú quizás nunca podrías hablar o negociar? Mientras que tu situación acarrea pocas responsabilidades, a menudo también conlleva pocos derechos.

LA PERSONA QUE NO HA ELEGIDO ESTAR EN ESTA SITUACIÓN

De verdad esperamos que no hayas recibido este libro como una sorpresa del día de San Valentín, pero sabemos que podría ser. No es divertido en absoluto que te pidan expandir vuestra relación de una forma que nunca has pedido, ni tampoco lo es gestionar los deseos de tu pareja de tener amantes después de haber prometido renunciar a otras relaciones. Puede que te estés sintiendo como si se hubiese abierto un abismo bajo tus pies, sin un terreno sólido donde situarte.

Por supuesto sientes angustia, y enfado también: tú no elegiste este camino. Aquí estás, en una vorágine de sentimientos aterradores que nunca aceptaste tener que soportar. Puede llevarte un tiempo comprender que esto te está sucediendo de verdad. Al final, de todos modos, esta situación debe resolverse: una vez el asunto de abrir la relación está sobre la mesa, no puede volver a guardarse de nuevo en el cajón. De una manera u otra, debes encontrar maneras de lidiar con lo que te han dado y empezar a considerar qué puede suceder a partir de ahora.

Es injusto, por supuesto, que se te pida hacer un duro trabajo emocional que tú nunca elegiste hacer. ¿Hay alguna razón por la que debas trabajar tan duramente? ¿Hay algún beneficio para ti en todo esto?

Bueno, probablemente. Quizás este trabajo te hará más fuerte. Quizás harás un viaje inesperado a tus propias aptitudes. Quizás tú tienes la habilidad de querer a más de una persona. Quizás hará más profunda la relación con tu pareja. Quizás mejorará vuestra vida sexual. Quizás encontraréis un camino que permita que vuestra relación continúe, que os permita desarrollaros y cambiar vuestra relación. Quizás puedas ver un tenue brillo de una posible libertad allá en el horizonte.

No te podemos prometer que te vaya a suceder ninguna de estas cosas. Pero hay una cosa que podemos prometerte. Si controlas esta complicada situación, y aprendes de ella todo lo que puedas sobre ti y tu relación, al final podrás elegir. Puedes elegir separarte, o tu pareja y tú podéis decidir volver a la monogamia, o puedes probar una relación algo más abierta… pero hagas lo que hagas, será porque estás viendo todas las posibilidades y eligiendo. No reaccionando a ciegas, no haciendo lo que te mandan, no eligiendo lo fácil porque es fácil, sino siendo tu propia elección, informada y sentida. Nosotras realmente creemos que la monogamia consensuada es una buena elección.

Más adelante en este capítulo te daremos algunas ideas para mantener esta difícil negociación tan productiva como sea posible. Pero primero queremos hablar de una situación que sabemos que confrontan algunas personas que nos leen.

Los engaños

A veces la relación ya está abierta, sólo que uno de los miembros de la pareja no lo sabe todavía. Puede ser muy duro enfrentarse a esta situación, pero sucede, y a menudo. Descubrir que has sido y te están engañando en la actualidad puede ser absolutamente horrible. Los sentimientos de traición, de confianza perdida y, a menudo, de vergüenza suelen ser sus consecuencias. A muchas personas en esta situación les asaltan las dudas: «¿No soy deseable?», «¿qué hice mal?». Todo estos sentimientos son legítimos, y nosotras no creemos que hayas hecho nada mal aparte de haber aceptado las historias con las que has crecido sobre lo que se supone que significa «y fueron felices para siempre».

Puede ayudarte recordar que una pareja que te engaña pero que quiere abrir su relación principal está dando un paso hacia la honestidad, mostrando respeto por su pareja y la relación. No pasaría por todo este lío si quisiera librarse de ti.

Nuestros estereotipos pintan al miembro de la pareja que engaña como la mala persona, como el cabrón o zorra egoísta que quiere tener su parte del pastel y la otra parte también, a tu costa. Pero sabemos también de muchísima gente que ha llegado a esta situación y está intentando, a menudo desesperadamente, encontrar una manera de hacer que las cosas funcionen para todo el mundo. Si fuera una persona desaprensiva y cruel simplemente lo mantendría todo en secreto.

Puede ser duro recordar los buenos deseos de tu pareja cuando estás luchando por digerir estas malas noticias. Descubrir que tu pareja ya tiene amor con una tercera persona puede ser algo muy cercano a lo catastrófico, simplemente porque te sientes horrorosamente mal. Y aunque pueda resultar reconfortante focalizar tu dolor en una furia justificada —y estás justificada para hacerlo— algo más debe suceder si se quiere que tú y tu relación sobreviváis y crezcáis.

¿Qué vemos cuando nos fijamos en el engaño con una mente abierta y con empatia hacia todas las personas involucradas? A nuestra cultura le gustar creer que el engaño no es frecuente, que es una anomalía. Kinsey descubrió lo contrario hace más de medio siglo: ligeramente más de la mitad de los matrimonios teóricamente monógamos de entonces no lo eran. Por lo que el engaño no es inusual y no sólo lo perpetran personas adictas al sexo y sin corazón.

La creencia tradicional en terapia dice que engañar es un síntoma de que algo va mal en el matrimonio y que trabajando en ese matrimonio desaparecerá el engaño. A veces esto es verdad. Pero el engaño no se debe necesariamente a un error en vuestra conexión, y es cruel decirle a la gente que algo está mal en una relación en perfecto estado sólo porque el deseo sexual tiene una vía para escabullirse fuera de los límites.

Puede que sientas la traición, el desconsuelo, la ira. Te han introducido en estos sentimientos sin previo aviso, y sin haberlo elegido. Puede ser particularmente duro enterarse de que tu pareja ha estado participando en actividades sexuales extrañas como conductas sexuales no convencionales[5] o el crossdressing. Si estás luchando con esto, por favor echa una ojeada a algunos de nuestros libros, especialmente When someone you love is kinky.

Trabajar para abrir la relación bajo estas circunstancias está lejos, lejos de lo óptimo. ¿Cómo se supone que el miembro de la pareja que ha sido engañado va a sentirse más seguro y amado cuando le han quitado el suelo bajo sus pies? Pero al final muchas parejas encuentran su camino a través de este espinoso camino. Si sientes tanto enfado que no eres capaz de pensar en nada más, aquí tienes una manera de hacer más fácil escuchar a tu ira.

Estamos hablando de una situación vital en la que muchas personas experimentan una ira encendida. Este ejercicio puede ser el primer paso para conocer y comprender esa ira, en lugar de simplemente evitarla como la peste y explotar más tarde cuando ya no puedas aguantar.

EJERCICIO ¿Para qué sirve la ira?

Para este ejercicio, empieza pensando en la ecología. Recuerda cuando en el colegio te enseñaron que en la naturaleza todo tiene su función, su aportación: los gusanos se comen el ratón muerto y lo convierten en un suelo enriquecido y entonces las rosas pueden florecer, ¿verdad?

Así que ¿por qué todos experimentamos enfado? ¿Cuál es su contribución a nuestras ecologías individuales y a nuestras relaciones? ¿Cómo te ayuda a ti la ira? ¿Cómo te protege? Escribe una lista. Los ejemplos pueden incluir: ayudarte a descubrir tus límites, hacerte actuar, dejar que liberes tensiones.

Puedes poner esta lista en la puerta de la nevera y añadir más cosas durante una semana o dos según las experimentas.

Así, la próxima vez que sientas enfado, puedes preguntarte: «¿Cómo intenta este enfado cuidar de mí?».

El entender intelectualmente el engaño no hace más fácil su gestión cuando descubres que es tu pareja quien lo está practicando… pero puede ayudar el pensar qué quieres hacer a partir de ahora. El reto de recuperar la confianza puede ser algo duro de contemplar, y hace falta que pienses cómo puedes llegar a un acuerdo con tu pareja. No puede obligarte a que confíes, ni tampoco ganarla como si fuese un salario: tienes que decidir si te vale la pena conceder esa confianza.

Es más, está el problema de la tercera persona esperando entre bastidores, pacientemente o no, mientras tú estás empezando desde cero a orientarte sobre la situación. Esta persona de la que te acabas de enterar también tiene sentimientos y tiene razones perfectamente válidas para no querer seguir siendo un oscuro secreto.

Si la situación sobre la que estás negociando es una en la que tú o tu pareja habéis estado engañando, probablemente tendréis que pasar algún tiempo procesando sentimientos de enfado, traición y culpa. Pero cuando tengáis esos sentimientos bajo cierto control, tendréis que mirar al futuro y empezar a trabajar —preferiblemente juntos— para encontrar algunas soluciones.

Puede que os acabéis separando, o quizás volváis a la monogamia. La librería de tu ciudad ofrece excelentes libros para apoyaros si pasáis por cualquiera de esas alternativas. Pero este libro se llama Ética promiscua, así que por ahora asumamos que por lo menos os estáis planteando la posibilidad de más apertura en vuestra relación.

Primeras aperturas

Para que todas las personas involucradas en esta situación evolucionen desde donde están ahora —quizás con enfado, con miedo, casi seguro con desconcierto— a una nueva situación, es necesario comprometerse a forzarse a ir un poco más allá de nuestra zona de confort. Sólo un poco, pero necesitas forzarte.

No funciona si tu pareja es quien te empuja, y tampoco funciona si eres tú quien empuja a tu pareja. Cada persona debe empujarse a sí misma para poder descubrir que es más fuerte de lo que pensaba. Es un poco como hacer pesas: tienes que subir y bajar esas pesas para fortalecer tus músculos emocionales.

Una buena manera de empezar podría ser sentándote con tu pareja en un lugar tranquilo para comparar vuestras visiones de un futuro más abierto. Quizás podríais escribir un poco sobre cómo sería vuestra relación si fuese perfecta, y en la que todo fuese muy sencillo. Cuando comparéis vuestras notas puede que descubráis que tenéis visiones muy diferentes: uno de los miembros de la pareja quiere ser la Reina de los Putones en las fiestas sexuales; el otro puede estar buscando una pareja que quiera hacer turismo de mochila y estar besándose en la ladera de un monte. Uno puede estar ansiando sexo rápido sin compromiso; el otro puede desear una relación continuada con una o dos personas que están conectadas y se unen a la familia.

Que no cunda el pánico. No tenéis que querer las mismas cosas, y podéis pensar en acuerdos que hagan posible que vuestros sueños se hagan realidad. Echa una ojeada al capítulo 15, «Cómo alcanzar acuerdos» para obtener algunas ideas sobre maneras posibles en las que podríais querer estructurar vuestra constelación poliamor.

Puede ser bastante abrumador mirar a ese sueño sin saber cómo se puede hacer para convertirlo en realidad pero, de nuevo, que no cunda el pánico. El siguiente paso es pensar cómo vais a ir de aquí hasta allí. Como en cualquier viaje, no necesitas teletransportarte a tu destino instantáneamente: llegarás a tu destino paso a paso. No aprendes a nadar saltando al océano, y no encontraréis cómodo nada de esto si os castigáis por no sentiros ya a gusto.

EJERCICIO Jerarquía de lo Duro, o Cómo ir de Aquí a Allá en los Sencillos Pasos que Haga Falta.

Esto es un ejercicio para elegir el primer paso que quieres dar.

Elige un objetivo muy concreto para concentrarte, uno que te produzca cierta ansiedad. Los temas poliamor pueden incluir: buscar en pareja anuncios de contactos, presentar tu amante a tu pareja, citas, dormir fuera, hablar de sexo seguro. Por ahora elige un tema que sea relativamente sencillo para practicar.

Piensa en los pasos que tendrías que tomar para ir desde aquí hasta allá: acuerdos, negociaciones, sincerarse, pedir lo que quieres, planificar el tiempo, encontrar canguro, etc. Escribe cada uno de estos pasos en una tarjeta. Si un paso te parece enorme, subdivídelo en varios pasos. Como si se tratara de enseñar a hacer galletas en prescolar, dejando cada paso absolutamente claro antes de pasar al siguiente.

Después pon las tarjetas en una mesa en orden de lo más sencillo a lo más complicado, o de lo más seguro a lo que da más miedo, según lo intenso de la sensación que te produzca pensar en ese paso. Puede que obtengas nueva información sobre ti cuando hagas esto.

Entonces toma la tarjeta que da menos miedo, la más sencilla, piensa cómo podrías dar ese paso y ¡avanza! Cuando lo hayas conseguido, y hayas aprendido lo que hayas aprendido al hacerlo, pon la tarjeta a un lado y pasa a trabajar en el siguiente paso, que ahora es el paso más sencillo.

Nunca des ningún paso que no sea el más sencillo.

Clases de acuerdos

Hablando de manera muy general, nosotras clasificamos los acuerdos a los que los putones llegan para gestionar las zonas de confort emocionales en dos categorías: acuerdos para evitar los sentimientos que dan miedo, y acuerdos para arriesgarse a sentir algo que puede ser incómodo o dar miedo, pero que no resulta aterrador. Haz una lista de todos los acuerdos que podrías aceptar y divídelos en los que evitan y los que arriesgan. Las estrategias para evitar pueden ser: «no me preguntes; no me cuentes», «no causes problemas», «no dejes que me entere», «no quiero conocer a tu amante», «sólo los jueves por la noche cuando salgo con mi amante, así nunca me quedaré a solas en casa». Estos pueden ser unos buenos acuerdos para parejas que están empezando este camino, en los que están arriesgando lo mínimo posible usando los límites más ajustados posibles. Así es como se crea la curva de aprendizaje.

De todos modos, si sólo eliges estrategias para evitar, puedes acabar quedándote inmóvil en el punto en el que estás ahora. Si no hablas de lo que estás haciendo ¿como podrás pensar sobre el tema? Si no puedes pensar sobre el tema ¿cómo vas a negociar? A las personas no se les da muy bien hacer las cosas aisladas del resto, y mucha gente se da cuenta de que las historias que se inventan en su cabeza cuando no tienen información dan más miedo que la realidad.

En el peor de los casos, podrías terminar no sabiendo algo que sabe todo el mundo a tu alrededor, y podrías acabar enterándote a través de una de tus amistades que creía que ya lo sabías. A muchas personas no les gusta que las pillen por sorpresa, por lo que basar tu sensación de seguridad en mantenerte a ciegas no va a funcionar para siempre. Y si tú y tu pareja debéis ocultaros mutuamente lo que hacéis, entonces tenéis, bueno, un gran secreto. Los secretos no os acercarán más; a menudo, crean más distancia. Supón que tienes una discusión con tu amante, y tu pareja te nota cierto disgusto. ¿Cómo manejas estas situaciones sin decir nada sobre tus conexiones externas?

Mucha gente encuentra más fácil no escuchar los detalles concretos sobre las relaciones sexuales de su pareja con otras personas, y no le vemos mucho problema a eso. Al final, igual podría ser algo que te excite, pero no hay necesidad de empezar con eso, ni siquiera de llegar nunca a hacerlo, a no ser que compartirlo sea importante para alguno de los miembros de la pareja.

Piénsate bien cualquier acuerdo que incluya «no lo pases demasiado bien». Los acuerdos sobre sexo seguro, por supuesto, son imprescindibles. Pero a la larga no te va a hacer sentir más seguridad si tu pareja acepta, por ejemplo, no besar a alguien o no hacer algo de una larga lista de actividades. Todo lo que sacarás de eso será no dejar de pensar si el acuerdo se respetará y habrá mucho revuelo si se sospecha que no se está respetando.

Tienes todo el derecho a esperar de tu pareja que reconozca abiertamente ante sus potenciales amantes el hecho de que ya tiene pareja. Te puedes llevar la sorpresa de que eso os dé más atractivo ante alguna gente que estar sin pareja: una tercera persona puede jugar con cualquier de los miembros de la pareja sin preocuparse de que mañana aparezcas en su casa con el camión de mudanzas. Si con honestidad dices el tipo de relaciones que estás buscando, atraerás a personas que ya están dispuestas y preparadas para gestionar las realidades de tu vida.

Las estrategias en que se arriesga pueden ser cosas como contarlo todo o juntaros para buscar anuncios de contacto en internet. Tus primeros pasos en esa curva de aprendizaje pueden ser pasos virtuales si esos son más sencillos de dar. ¿Ante qué tipo de fotos reacciona tu pareja? ¿Cómo te sientes respecto a eso? ¿Qué piensa tu pareja de las personas que encuentras atractivas? ¿Qué sucede si conoces un par de perfiles en Second Life o si flirteas en internet con una de tus identidades virtuales? O podríais ir a una discoteca y hablar sobre cómo sería flirtear con una de las personas atractivas que encontréis allí.

Puedes decidir arriesgar a provocar una de esas emociones que dan miedo casi como un experimento, para ver cómo te sientes, aprender sobre ti y aprender que puedes cuidarte y hacerlo mutuamente cuando estáis sintiendo celos en el presente.

Uno de los riesgos que te recomendamos tomar es hacer un hueco en vuestras ajetreadas vidas para hablar sobre cómo os sentís respecto a este tema. Hay muchos ejercicios en este libro sobre comunicación. Pruébalos. En la página siguiente encontrarás otra guía para hablar sobre sentimientos complicados.

Hemos dicho anteriormente que nada crea tanta intimidad como la vulnerabilidad compartida, así que te aconsejamos que saborees toda la cercanía a la que os abrís mutuamente cuando empezáis a arriesgar.

También puedes utilizar el ejercicio «Sí, No, Quizás» del capítulo 21, «Sexo y placer», sólo que esta vez escribe todas las posibilidades del poliamor: citas para un café, contestar un anuncio, intercambiar números de teléfono en una fiesta, flirtear, recorrer todo el camino hasta las citas auténticas, dormir fuera y el sexo. Las cosas que terminan en tu lista del sí son con las que debes comenzar, y luego puedes negociar qué haría falta para que probar algo de tu lista de QUIZÁS fuese lo suficientemente seguro. La lista del NO marca tus límites absolutos en este momento y quizás para siempre. Compara esto con tus tarjetas de «Jerarquía de lo Duro» de las que hablamos en el ejercicio anterior en este capítulo. Estos dos ejercicios los usarás una y otra vez, porque cada vez que superas algo que estás intentando, el nivel de miedo que produce cada cosa cambiará. Cada vez que aprendes algo nuevo, te vuelves más fuerte y confías más en ti.

EJERCICIO La Pelea de Veinte Minutos.

Acuerda una cita con tu pareja para discutir durante veinte minutos sobre algo en lo que no estáis de acuerdo. Busca un buen momento en que os podáis concentrar, y cuando no tengas que hacer algo estresante justo después: quizás podéis planear ver una película.

Prueba esto primero con un pequeño desacuerdo, algo que no os acalore excesivamente, sólo para practicar. ¿Cómo llevas parar veinte minutos después, cuando la discusión todavía no ha terminado? Nuestros desacuerdos más complicados no van a resolverse hablando, discutiendo o gritando unas horas, quizás ni en semanas o meses. Los asuntos complicados requieren tiempo para trabajar sobre ellos. Por lo que una habilidad importante es empezar la discusión, y luego encontrar una manera de parar y dejarla cerrada hasta la próxima vez.

Usa una buena comunicación y pon el cronómetro. Cuando se acaben los veinte minutos, respira hondo varias veces y suéltate, suéltate, suéltate, sea cual sea el punto de la conversación en la que os encontréis. Saber cómo parar es una herramienta extremadamente útil. Es mucho mejor empezar a discutir cuando habéis acordado no gritaros hasta que os agotéis y os vayáis con el enfado a la cama. Te darás cuenta de que, una vez que habéis parado de hablar, empezarás a pensar sobre qué dijiste, sobre qué dijo tu pareja y en un día o dos puede que tengas nuevas ideas sobre cómo te sientes y qué podría funcionar. Cuando os reunáis a la semana siguiente para el segundo round de vuestra Pelea de Veinte Minutos, puede que os sorprendáis con cuánto os habéis acercado para entender y aceptar mutuamente vuestras posturas.

Deliberadamente hemos sugerido algunas situaciones extremadamente fáciles para empezar como mirar en pareja anuncios de contactos, o hablar de las personas atractivas que estén bailando en la discoteca. Son situaciones muy seguras en las que hay un riesgo muy pequeño, en las que podéis prestar atención a los sentimientos que aparezcan y hablar sobre ellos. Recuerda que a los sentimientos les gusta fluir: no busques respuestas, simplemente mira cómo evolucionan. Por favor, no asumas que como te sientes hoy es como te sentirás siempre: el único objetivo de este esfuerzo es abrir tus opciones respecto a tus sentimientos.

Puede que te sorprenda lo que es difícil, o lo que es sencillo. Ponte una medalla por lo que es sencillo; eso indica una fortaleza que ya tienes. Y ponte otra medalla por haberte atrevido a pensar sobre algo que resulta duro; ese es el trabajo para el que te has puesto en marcha.

Mantener la pasión

Independientemente de las decisiones que tomes sobre otras personas en tu vida, es una buena idea empezar con una relación satisfactoria y excitante. Si te encanta la vida sexual que tienes con tu pareja, quizás no te haga falta este capítulo. Pero si vuestra sexualidad como pareja se ha vuelto poco frecuente, rutinaria, insatisfactoria o no existe, recuerda, por favor, que es completamente normal (aunque no inevitable) en las relaciones de larga duración. La mayoría de la gente, cuando estamos en una relación cómoda, encontramos tranquilidad y seguridad, pero como nuestros días están llenos de carreras profesionales, los niños, el deporte, la hipoteca y montar el despacho en el garaje, queda menos energía para el sexo, y la pasión puede perder su facilidad y urgencia.

Antes de que sigas leyendo, tómate un minuto: ¿está bien como está el sexo en mi pareja? Quizás te parezca bien tener menos sexo hoy en día del que tenías en tu luna de miel. Es un mito que tu relación sea un desastre si no tienes sexo tres veces a la semana o durante tres horas cada vez. Hay relaciones perfectamente maravillosas que duran décadas, y que son muy satisfactorias para todas las personas implicadas, en las que hay poco o ningún sexo, o un sexo cómodo y rutinario. No te sientas que debes cambiar algo con lo que estás a gusto tal y como está. Lo que no está estropeado no necesita arreglo.

Si, de todos modos, hay cambios que te gustaría hacer, lo primero que necesitas es encontrar algo de tiempo para hablar con tu pareja, quizás leer esta sección juntos y negociar cuál será vuestra curva de aprendizaje. Si esto hace aparecer rencores —y puede que suceda— vuelve al capítulo 14, «Cómo aceptar los conflictos», y valora cómo podéis escuchar mutuamente vuestros sentimientos sin que se convierta a nadie en «el malo de la película». Habéis llegado hasta aquí en pareja, y para llegar a un sitio mejor hará falta que lo sigáis haciendo en pareja. Así que empezad por lo que necesitáis para estar en el mismo bando. Empezaremos discutiendo unos cuantos problemas habituales y algunas soluciones que se pueden probar.

El punto de partida depende un poco de la naturaleza del problema. Algunas parejas pierden su sincronización sexual por alguna dificultad física con el sexo que ha erosionado su sentido de la intimidad. Para otras, tiene más que ver con la distancia causada por las presiones de la vida diaria, o con los pequeños rencores acumulados con el tiempo y que pueden hacer difícil encontrar la pasión y el romance que os inspiró en el pasado. Para muchas, es un poco de todo.

Empecemos hablando de sexo. Puede ser que uno o los dos miembros de la pareja no hayan dicho nada sobre algún aspecto de su vida sexual que no está funcionando, fruto de cierta intención de proteger los sentimientos del otro. El silencio no va a ayudar. La manera cariñosa de solucionar un problema sexual es trabajar en pareja para arreglarlo, y tu pareja no puede participar si no le dices qué es lo que no funciona. Si tu pareja tiende a parar esa caricia perfecta justo cuando estaba empezando a ponerse bien la cosa para ti o empieza a buscar activamente el orgasmo mucho antes de que tú estés a punto, debes pedir lo que quieres o vas a acabar frustrándote y, a la larga, acabarás sintiendo resentimiento. Y si nunca le has dicho a tu pareja lo que necesitas para que te haga feliz, estás privándote a ti y a tu pareja de una deliciosa vida sexual. Del mismo modo, cuando tu pareja tiene un motivo de preocupación, por favor, no te lo tomes como un golpe deliberado a tu autoestima sexual. La mayoría tenemos que aprender de nuestras parejas lo que les gusta. No hay trucos mágicos que valgan para todo el mundo.

Presta atención a los asuntos prácticos. ¿El sexo se ha vuelto incómodo o doloroso? El primer paso aquí es, de nuevo, la comunicación. Si tu espalda te duele en algunas posturas, habla con tu pareja y elige posturas que sean cómodas para ambos. Las vértebras doloridas no son muy eróticas, pero una almohada bajo tu cadera o la barriga puede cambiar lo que se tensa o estira. Si el roce se hace incómodo, consigue muestras de varios lubricantes (muchas boutiques eróticas venden pequeñas muestras), y pruébalas para encontrar tu favorito, y a disfrutar. El lubricante es un atractivo añadido al sexo vaginal para muchas mujeres, y de una necesidad absoluta para las mujeres de mediana edad o más, o para cualquier tipo de sexo anal. Si no lo has probado antes, te sorprenderá mucho lo bien que le sienta a las dos personas. Si la penetración todavía duele, hazte un chequeo médico para solucionar cualquier cosa que requiera atención médica. Y si tú y tu pareja queréis penetración pero el pene no colabora, valorad el probar uno de los medicamentos disponibles hoy día que ayudan a mantener la erección una vez te has puesto manos a la obra. Una vez que empiezas a hablar sobre los asuntos físicos que pueden afectar al sexo, te sorprenderá agradablemente saber cuántos de ellos son fáciles de solucionar.

El alcohol y otras sustancias no son realmente tus aliados. Aunque una pequeña cantidad de vino o lo que sea te pueda ayudar a desinhibirte, las personas nerviosas tienden a dejarse llevar, y el tener una gran borrachera te dejará incapaz de sentir nada en absoluto y hará que no sea divertido tener sexo contigo. Estamos buscando la consciencia sexual, no la anestesia.

Deseo

Tanto los hombres como las mujeres pueden desarrollar cierta resistencia al sexo, sea por miedo de no hacerlo bien o por la decepción de no poder satisfacer sus necesidades o sus sueños. Una vez que una parte del sexo se ha vuelto complicada, si no se habla sobre ella y se gestiona, el resentimiento puede irse acumulando. Responder a la resistencia insistiendo hasta el punto de ignorar las señales de tu pareja para que pares sin duda no es la respuesta. Enamorar a alguien locamente cuando no quería que lo hicieses sólo pasa en las películas. Evita tratar a tu pareja como una fuente de buenos ratos: sólo por haberte casado con ella no significa que tengas derecho a exigir sexo cuando te apetezca. Lo que puedes hacer es invitar a tu pareja a que colabore contigo en un recorrido por los meandros de los placeres terrenales y descubrir qué es lo que os gusta.

Es muy raro que ambos miembros tengan exactamente el mismo deseo de sexo. Eso sería como insistir en que tú y tu pareja debéis tener patrones idénticos respecto al orden. Para superar las temporadas en que uno de los dos está hambriento de sexo y el otro no consigue dormir lo suficiente, es una ventaja absoluta tener una actitud positiva hacia la masturbación. El sexo a solas no significa un fracaso, significa que disfrutas del sexo; puede hacer tu relación mucho más fácil, especialmente cuando no tienes que esconderlo. Una de tus autoras regularmente se mete en la cama a leer una buena novela hasta caer dormida mientras su pareja se masturba abrazándola y les entra el sueño a cada cual de su manera favorita, entre cariño y mimos.

Así que tu primera habilidad como putón para mantener la pasión es hablar con tu pareja sobre los aspectos prácticos de qué funciona para cada miembro de la pareja y planear juntos cómo superar algunos problemas. El conocimiento es el afrodisíaco más poderoso.

EJERCICIO La historia sobre el sexo maravilloso.

Escribe una historia sobre el mejor sexo que has tenido nunca con tu pareja. Entra en detalle, describe las sensaciones: los sonidos, los olores, el pulso, etc. Que cada uno escriba su historia —puede ser un episodio diferente, no hay problema— y luego las compartís. Hablad sobre qué las convirtió en algo tan bueno para ti y para tu pareja.

¿Qué quieres?

Algunas parejas desarrollan unos hábitos, un guion satisfactorio que sirve para ambos. Experimentar nuevas sensaciones en tu vida sexual no significa que abandones tu rutina, sino que añades nuevos trucos a tu excelente repertorio. Lo que es bueno seguirá siendo bueno, y volverás a eso una y otra vez como a un pozo de agua muy fresca.

Si esos hábitos se han convertido en rutina, si da la sensación de que es un trabajo, si es una fuente de decepciones continua, es el momento de hablar de ampliar tus opciones. Ahora puede ser un buen momento para la hacer el ejercicio «Si, No, Quizás» del capítulo 21, «Sexo y placer», asegurándote de incluir cosas que nunca has probado pero que te podrían apetecer. Leer la lista de tu pareja puede ser un pequeño shock al principio —«¡No sabía que odiabas eso!»— pero después de recuperarte de las sorpresas, te diriges al futuro con un montón de información realmente útil sobre qué funciona para ti y tu pareja.

Comparad vuestros patrones de deseo y, en concreto, el espectro que va desde los encuentros breves hasta las grandes producciones. ¿Te gusta que sea un sexo amable, cálido, mimoso durante la semana? ¿Hay viajes con un cohete deseando despegar? ¿Sueñas con viajes en éxtasis que ocupasen la mayor parte del sábado y quizás algo de la mañana del domingo? El buen sexo va desde lo que Dossie llama sexo «básico», la parte nutritiva de cada comida, hasta los postres elaborados que requieren unas horas fascinantes para prepararlos. Las grandes producciones obviamente no pueden suceder cada día, pero afortunadamente no tienes que elegir, puedes tener un poco de los dos.

Empieza por reservar algo de tiempo para el placer: Esto puede resultar más difícil de lo que parece, pero es muy importante. Esperar hasta que los niños se acuesten, responder los emails, revisar los mensajes y ver las noticias de la noche mientras os quejáis de lo mal que está el mundo es una receta segura para la decepción. Prográmalo cómo programarías cualquier otra cosa importante para ti, en un momento en el que es más probable que tengas energía de sobra y sigue con tu plan siempre que sea posible.

EJERCICIO La lista de citas.

Muchas parejas, en el ajetreo de las tareas cotidianas —niños que criar, paredes que pintar, jardines que cavar, comida que comprar— se dan cuenta de que ha pasado mucho tiempo desde que se juntaron por última vez para divertirse.

Haz una lista de las citas que podrías planear —ir a la playa, comer fuera, bailar, juegos, deportes, un espectáculo, aquel restaurante nuevo— y piensa qué haría falta para que fuesen posibles. Tú y tu pareja o parejas podríais juntaros para hacer esa lista, o hacerla por separado. Prueba al menos con cinco cosas de la lista.

Y entonces empieza a planificar. Cuando te das cuenta de lo complicado que es esto, empiezas también a darte cuenta de lo valioso que es el tiempo que pasas con tu pareja. Una tarde en la montaña es una inversión importante en tu relación.

ENCONTRANDO EN PAREJA LO QUE OS EXCITA

Excitación no es lo mismo que erección. La excitación se refiere a tener ganas, a prepararse para concentrarse en las sensaciones sensuales y, finalmente, sexuales. Mucha gente cree que la excitación es algo que nos sucede, como el tiempo meteorológico. Aquí te dejamos una frase de autoafirmación: «Sé que mi excitación está aquí en alguna parte y soy capaz de averiguar cómo encontrarla».

La excitación puede ser visual, verbal o sensual; puede responder más al tacto, sonido, olor o las sensaciones al estirar y flexionar los músculos. Hay mil y una maneras de excitarse. Haz una lista de lo qué te excita. No cómo te gusta llegar al orgasmo, sino cómo te gusta empezar. Excitarse es parecido a drogarse, o despertarse, o calentarse: pasas de un estado de consciencia a otro. Esto lleva tiempo, y sienta bien.

Profesionales de la sexología que estudian la excitación nos dicen que depende de dos cosas: seguridad y riesgo. Necesitas sentirte a salvo del peligro, y con la seguridad de que se satisfarán tus condiciones y que tus deseos y necesidades se respetarán. También necesitas sentirte un poco como estar arriba en la rampa de saltos de esquí, en el umbral de algo milagroso y poderoso. Las nuevas relaciones pueden ser muy excitantes porque existe todavía mucho riesgo, pero las relaciones que han madurado necesitan buscar maneras de arriesgar un poco, de salirse de lo cómodo y lo familiar para entrar en algo nuevo y un poco desafiante.

Infinitas posibilidades

Buscar qué te excita puede ser un poco como buscar maneras en qué puedes nutrir tu relación. Aquí tienes una lista de algunas opciones que puedes encontrar útiles.

  • Vestirse de una manera especial, asearse, despertarse.
  • Preparar el entorno: sábanas de lujo, velas, música.
  • Reservar tiempo de sobra: comienza tu cita tres horas antes; id a algún sitio.
  • Ir a un sex-shop.
  • Hablar de vuestras fantasías (venga, ruborizaos).
  • Jugar a un juego de mesa erótico.
  • Masajearse mutuamente con vuestros aceites favoritos, suavemente… quizás con una venda en los ojos de tu pareja o los tuyos… o a la vez.
  • Hacer tonterías.
  • Besarse en el coche como adolescentes.
  • Abrazarse mientras lloráis.
  • Preparar una cena y comerla con los dedos.
  • Comer unos bombones muy buenos y saborearlos de los labios de la pareja.
  • Juntarse para leer un libro erótico en voz alta.
  • Ver una película que ambos encontráis excitante.
  • Ir en pareja a un club de striptease.
  • Ir a un spa y ponerse a remojo.
  • Ir a cualquier sitio en la naturaleza y enrollarse.
  • Hacer vuestras citas especiales de la manera que se os ocurra.

Lo primero es conectar

Hay una razón por la que las citas normalmente incluyen una cena. La cena, sea fuera o en casa, es un lugar estupendo para conectar, hablar, ponerse al día y luego, quizás, planear una aventura. Salir a cenar te deja tiempo para vestirte de forma elegante y sexy, y es mucho más divertido que tener que fregar los platos.

Recuerda cuándo estás en una cita y cuándo no. A algunas personas no les gusta que las acaricien mientras están fregando los platos. (A otras sí, por supuesto, así que debéis hablar sobre esto también).

EJERCICIO La cita natural.

Poneos de acuerdo para salir y hacer en pareja algo que os guste. Durante esta cita, no habléis de problemas, sean de la relación, o el trabajo, o los niños, o la economía o de lo que sea. Una pareja que conocemos salió a cenar y bailar y fingieron que era su primera cita. Bailaron como adolescentes y volvieron a casa para tener un sexo muy amoroso que daba, de alguna manera, la sensación de renovado.

En la cama

Cuando llegas a la cama, no es obligatorio que tú y tu pareja tengáis el mismo nivel de excitación; podéis llegar con un poco de tiempo y una alegre colaboración. La persona que va más avanzada puede ayudar a la otra a ponerse al mismo nivel. Prueba lo que en terapia sexual se llama «placereado», que se suma a cualquier cosa que ya sepas que le gusta a tu pareja, sin empujarle a ir más allá. Haz un experimento en el que un miembro de la pareja se dedica a excitar al otro de la manera que elige la persona que lo recibe, sin obligaciones y sin culpar a nadie si no funciona.

Llegar a ese punto ya es parte de la diversión

Elijas lo que elijas, prueba algo nuevo, por favor. Tienes que hacer algo diferente si quieres obtener un resultado diferente.

Ninguno de estos sistemas funciona siempre. Simplemente hacer el esfuerzo es un avance, incluso cuando un intento en particular no funciona. Reservar tiempo para ir a la caza de tu excitación es la mejor manera de empezar y, si te pones en marcha para excitarte y no llegas al final, de todos modos puedes disfrutar el camino.

Consultad vuestras listas de sí y planead un encuentro breve una noche de un día laborable. Reservad un tiempo en el que podáis tener una cita de doce horas —sí, doce horas completas— sin que os interrumpan. Salid a cenar, id a la playa, caminad por la montaña, haced lo que os apetezca. Volved a casa, duchaos en pareja, encended las velas y ved lo que sucede después.