14. Cómo aceptar los conflictos

Nada crea más intimidad que la vulnerabilidad compartida. Escribe esa frase en el espejo de tu baño. Nunca vamos a dejar de lado todas las cosas maravillosas que obtenemos al compartir el amor —risas, felicidad y sexo— pero nada hace más profunda la intimidad que las experiencias que compartimos cuando nos sentimos al desnudo, con miedo y vulnerables, y nuestra pareja está ahí a nuestro lado, dispuesta a compartir todas las cosas que dan miedo. Estas son las ocasiones que nos acercan más.

¿Qué te aporta?

Alguna gente encuentra sorprendente averiguar que un putón puede experimentar inseguridades abrumadoras, pero la verdad es que los putones simplemente se ponen igual de nerviosos que cualquier otra persona, y en la cuna no nos enseñaron estrategias para disipar nuestras preocupaciones.

Podría resultar que tu propia libertad fuese mucho más fácil de aceptar que la de tu pareja. El hecho de que podamos tener citas con otras personas con calma y tranquilidad no se deduce que tendremos la misma tranquilidad cuando nuestra pareja se vaya para tener una excitante noche con otra persona. Salir y quedarse en casa son dos cosas distintas, como comer y cocinar, cada una gratificante de una manera y cada una con requisitos distintos para alcanzar sus objetivos.

Cuando aparecen los problemas, es bueno preguntarse: «¿Qué estoy esperando obtener de esta situación?». ¿Por qué estás esforzándote tanto para convertirte en un putón? La respuesta depende de tu situación personal, pero para muchas personas la compensación es nuestra propia libertad, y tenemos que aprender a dar libertad a nuestras parejas si vamos a conseguirla para nosotras mismas.

Dar y recibir libertad significa que también necesitamos saber gestionar los conflictos inevitables que aparecerán cuando están en juego emociones muy fuertes. Hay muchas buenas maneras de hacerlo. Empieza por preguntarte qué sabes tú sobre conflictos. Ya tienes opiniones fundadas sobre esto; lo aprendiste, literalmente, en el regazo de tu padre o madre, si no fue llorando en una esquina.

EJERCICIO Conflicto: lluvia de ideas.

Prueba a escribir durante diez minutos sin pausas. Simplemente escribe todo lo que te venga a la mente sobre estos temas: ¿cómo se manejaban los conflictos en la familia que te crió? ¿Qué hacían esas personas, y qué pensaban sobre lo que hacían? ¿Alguien tomaba alcohol para manejar la tensión? ¿Quién solía comenzar los conflictos en tu familia?, ¿quién lo evitaba hasta el extremo? ¿Quién debía encargarse de apaciguar a las personas enfadadas?, ¿de quién era el trabajo de esconder los conflictos bajo la alfombra? ¿Quién se encargaba de hablar abiertamente del conflicto? ¿Cuál era tu papel? ¿Cómo definirías tu estilo de gestionar los conflictos?

Estudiar los patrones que te guiaban en tu infancia explica mucho sobre cómo reaccionas al enfado y los conflictos hoy en día. Acéptate: cuando eras una criatura, no tenías elección; tenías que adaptarte, de alguna manera, a los patrones de tu familia. ¿Cómo te protegiste?

¿No fue nunca un problema? Las personas que crecen en familias sanas a menudo son personas tranquilas y sin miedos. (No creemos haber encontrado nunca a una tan sana pero, en principio, suena fantástico). Lo malo de crecer en una familia inusualmente saludable es que puede ser difícil entender por qué el resto de la gente tiene tanto miedo.

La mayoría de las personas, de todos modos, aprende a esconder cosas por su propia seguridad, o a defenderse para protegerse, o a volverse insignificante y patéticas para que la gente se compadezca. Si tienes cualquiera de estas respuestas al conflicto —ponerse a la defensiva, ira, retirada, lloriqueo, lo que sea— está claro que la desarrollaste por una buena razón.

Una vez entiendes cómo adquiriste esas respuestas automáticas, se abren más posibilidades. Habla con tus parejas ¿Cuáles son sus patrones? ¿Qué sucede cuando A realmente quiere escuchar cómo se siente B, pero B está intentando protegerse escondiéndose? Quizás cada cual tiene diferentes aptitudes para gestionar el conflicto; quizás podéis aprender mutuamente algunas nuevas.

Peleando limpio

Pensar sobre cómo se fortalecen los lazos íntimos compartiendo sentimientos de vulnerabilidad nos lleva a quizás el máximo acto de intimidad: pelear. Muchas personas creen que las peleas entre los miembros de la pareja se deben evitar de todas las maneras, pero la mayoría de terapeutas de relaciones no estaría de acuerdo.

Las peleas entre amantes parecen ser una experiencia universal; no mucha gente las disfruta, pero parece que son necesarias, un elemento constructivo al crear una relación sólida, como los incendios que hacen posible el crecimiento en viejos bosques. Sólo peleándose los miembros de la pareja pueden negociar cuando hay desacuerdos, expresar sus sentimientos más profundos y negociar los cambios y la evolución en su relación.

Tiene que haber una manera de comunicar el enfado en las relaciones a largo plazo, y tiene que haber una manera de negociar los desacuerdos. ¿Cuántas veces has tenido una agria discusión con tu pareja y, cuando se acaba, te sientes más cerca de lo que estabas antes?

Así que el problema, como lo vemos nosotras, no es evitar las peleas, sino aprender a pelearse de manera que no sean destructivas física, moral o emocionalmente. Una buena pelea es muy distinta de insultarse. En una pelea limpia, hay respeto por la seguridad y la reciprocidad de manera que las dos personas tienen la oportunidad de expresar sus sentimientos a todo volumen y acabar sintiéndose más fuertes y cercanas que antes: sellado a fuego, por así decirlo.

El concepto de pelea limpia fue expuesto por primera vez por doctor George R. Bach en su maravilloso libro The Intimate Enemy: How to Fight Fair in Love and Marriage. [El enemigo íntimo: Cómo pelear limpio en el amor y el matrimonio]. Publicado en 1968, el libro está terriblemente anticuado, pero la parte sobre comunicación y las descripciones detalladas de maneras constructivas de compartir el enfado con tu pareja no tienen precio; este libro es un clásico. Elijas el libro que elijas, leer un libro con tu pareja hará que estéis en el mismo punto, con la misma información y os hará hablar sobre cómo os comunicáis, qué os importa realmente, cómo os sentís.

Así que, si los sentimientos quieren ser oídos y el enfado es un sentimiento que puede ser duro de oír, ¿cómo podemos dar rienda suelta al enfado sin crear más problemas de los que resolvemos?

EJERCICIO Pelea de tonterías.

Esto será a la vez ridículo y muy satisfactorio. Poned la alarma para dentro de dos minutos. Poneos de pie frente a frente, a poca distancia. Expresad vuestro enfado simultáneamente con la postura y los gestos. Patalea, agita los brazos y háblale a tu pareja con sonidos sin sentido: quejidos, gruñidos, suspiros, rugidos. (Si no tienes muy claro a qué nos referimos aquí, imagina al Pato Donald teniendo una rabieta). Es complicado describirlo con palabras, pero cuando apuestas por el drama, liberados de la necesidad de construir frases, o averiguar quién tiene razón y quién no, o incluso liberados de que tenga el mínimo sentido, comunicarás muy bien tus sentimientos. Y luego ríete con ganas. Esta es una manera estupenda de descargar la rabia y relajar la tensión antes de una conversación más seria.

Desencadenantes

¿Por qué sucede que a veces se nos desencadenan emociones muy intensas, particularmente cuando tenemos un conflicto interno? Todo el mundo lo hace; no eres sólo tú. Dossie re cuerda sus ataques de pánico cuando tenía diecinueve años que parecía que venían de ninguna parte, hasta que un día se dio cuenta de que algo se había movido rápidamente cerca de su cara. Su padre era propenso a las explosiones repentinas de mal genio acompañadas de una fuerte bofetada en la cara, y Dossie se dio cuenta de que cuando cualquier cosa se movía de repente cerca de su cara —incluso su amante— una parte de ella creía que estaba a punto de ser golpeada. Una vez que comprendió esto, se volvió capaz de mirar a su alrededor y vio que ya nada le estaba amenazando, y esos ataques de pánico desaparecieron.

Nuevas investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro nos han dado mucha información sumamente útil sobre cómo funcionan los desencadenantes a nivel psicológico. Tenemos un órgano llamado «amígdala cerebral» en el centro de nuestros cerebros, justo debajo del hipotálamo, que tiene la función de recordar las situaciones asociadas a emociones intensas, tanto placenteras como terroríficas, y hacer que actuemos. La manifestación más común de este fenómeno en su forma más extrema son los flashbacks experimentados por víctimas de abusos sexuales y excombatientes.

La amígdala tiene una conexión directa con la glándula pituitaria y es capaz de accionar nuestras respuestas de emergencia antes de que nuestro intelecto pueda alcanzarla. La adrenalina mana por nuestra circulación sanguínea, la noradrenalina inunda nuestras sinapsis, nuestras células liberan todos los azúcares en nuestras venas para darnos energía para luchar o correr y, de repente, todo da sensación de ser terriblemente urgente. Que se desencadene es particularmente habitual, e intenso, en las discusiones de pareja, en las que todos nuestros viejos resortes que aprendimos cuando éramos unas criaturas, realmente indefensas, pueden ser estimulados.

La primera cosa a reconocer es que nada puede ser resuelto en este estado adrenalínico. La respuesta de huida-lucha-paralización que nos da la adrenalina nos aporta una energía tremenda para sobrevivir a una crisis, pero no mucha para que funcione el sentido común.

Pero no está todo perdido. Durante esta respuesta psicológica al estrés suceden dos cosas que podemos aprender a usar. La primera es que si podemos entretenernos durante quince o veinte minutos sin restimular el acto reflejo del estrés, nuestra fisiología volverá a la normalidad y volveremos a la sensatez. El proceso de tomarse un tiempo para calmarse está descrito más abajo.

Todavía mejor es que, cada vez que conseguimos pasar esos quince minutos cuidándonos de la manera más amable posible, curamos físicamente nuestras amígdalas —al hacer que se generen más fibras que generan neurotransmisores calmantes— y, por lo tanto, incrementando nuestra capacidad para tranquilizarnos en una situación de crisis. Así que practica, practica, practica tratándote con cariño.

Esta es una manera de tomarse un tiempo cuando tu pareja y tú estalláis: buscad una manera de parar y separaros; luego buscad una manera de autocuidaros durante quince minutos sin disparar de nuevo vuestro sistema de emergencia, hasta que vuestra adrenalina vuelva a sus niveles normales y os sintáis relativamente en calma.

Hay algunos acuerdos que deberás negociar antes con tus parejas. Primero, todo el mundo debe entender que tomarse un momento para calmarse no tiene nada que ver con quién tiene la culpa. Si lo que estabais haciendo o sobre lo que estabais hablando es lo que disparó la respuesta de emergencia, necesitáis dejar de hacerlo para frenar la adrenalina. Parar puede ser complicado: Seguro que una de las dos personas se sentirá abandonada, cortada en seco, interrumpida o que no se le escucha. Recuerda, esto dura quince minutos, no es para siempre.

Puesto que probablemente necesitaréis por lo menos estar en habitaciones separadas durante unos minutos, una discusión previa sobre en qué habitación puede querer estar cada cual puede ser una buena idea. ¿Dónde están vuestros ordenadores, vuestros libros, vuestros sillones para leer? Si a alguien le gusta escuchar música o ver la televisión, ¿se necesitan auriculares para la tranquilidad de la otra persona? Si alguien necesita salir a la calle, es útil acordar una llamada dentro de veinte minutos para comprobar que todo el mundo está bien.

A alguna gente le gusta acordar una palabra de seguridad para pedir ese tiempo muerto; quizás «tiempo muerto», o quizás «rojo», o quizás algo ridículo que ayude a desactivar el enfado. Si os da la risa cuando dices «gatito» en una discusión en la que se ha perdido el control, quizás es bueno que suceda.

Si tenéis niños, y están en casa, ¿de quién es la responsabilidad de encargarse de ellos? Pueden ponerse nerviosos o querer que los reconforten cuando las personas adultas se pelean, lo que no está mal en absoluto. Pero pueden dar la sensación de ser demasiado dependientes o falderos cuando preferirías estar más libres para concentraros en vuestras propias necesidades.

Llega a un acuerdo para respetar el tiempo muerto guardando silencio. Intentar pensar en más de una cosa a la vez es probable que haga que se libere de nuevo adrenalina y se prolongue el problema.

Querrás hablar sobre estas cosas con tu pareja para pasar a planear una práctica inicial del tiempo muerto. Así que buscad un momento oportuno para practicar. Podéis decidir pedir tiempo muerto para hablar de un tema que es sólo un poquito inquietante, sólo para practicar.

Cuando sientas que tus emociones incómodas más familiares vuelven a reavivarse y reconozcas que se te está desencadenando de nuevo —quizás hasta el nivel de irritación o frustración, quizás ira o dolor— pide tiempo muerto. Las emociones intensas a menudo aparecen muy rápido y pueden ser muy difíciles de predecir, así que tan pronto como recuerdes la opción que tienes cuando los sentimientos te empiecen a inundar, pide un tiempo muerto.

Forzaos a salir de la conversación e iros a los espacios que hayáis acordado antes. Haz lo que habías pensado que te calmaría y no haga que el enfado se retroalimente. Respira profundamente un par de veces y recuerda expulsar completamente el aire: reducir el dióxido de carbono de tus pulmones te ayudará a que baje la adrenalina. A nosotras nos gustan las actividades que ocupan nuestra mente. Ninguna de tus autoras ha tenido mucha suerte con la meditación cuando se sienten así; si eres capaz, hazlo, pero no te menosprecies por no ser capaz de dejar tu mente en blanco en este momento. Nosotras solemos recurrir a una novela o una revista, meternos en internet, jugar solitarios, escuchar música o quizás ver una película antigua. Intenta mantenerte lejos de las cosas que liberan más adrenalina. Cuidado con los videojuegos violentos o la música con letras agresivas. A alguna gente le funciona muy bien liberar su rabia bailando hip-hop, mientras que otras personas lo encuentran demasiado estimulante. De la experiencia aprenderás qué es lo que te funciona a ti.

Puede que quieras escribir sobre tus sentimientos, o dibujarlos. La calidad artística es irrelevante; esto es para ti. Una de tus autoras tiene entradas en su diario que comienzan con proyecciones francamente demenciales sumadas a acusaciones terribles y, gradualmente, evolucionan a una investigación extraordinariamente positiva sobre lo que ella y su pareja estaban discutiendo, terminando a veces con nuevos elementos que le ayudan a comprender qué es lo que le disgustó tanto.

Después de quince minutos, comprueba cómo te encuentras: ¿Te sientes mejor? Tus tiempos muertos pueden llevar más tiempo las primeras veces, hasta que aprendes qué te funciona y ganas seguridad en tu proceso.

Cuando te veas en disposición de volver a reuniros, haz algo fácil y gratificante. Vete a dar un paseo al parque, o vete a buscar vuestra comida para llevar que más te gusta, o cocinad algo en pareja, o poned un vídeo. Y fijad una cita para retomar la discusión que desencadenó el tiempo muerto.

El proceso del tiempo muerto rara vez es elegante, ni remotamente parecido a algo agradable. Necesitamos darnos tiempos muertos cuando nos abruman las emociones y definitivamente no estamos en nuestro mejor momento. Preparaos para perdonaros mutuamente por ser seres humanos. Prepárate para perdonarte también a ti. Los resultados valen la pena cuando os volvéis a reunir buscando la armonía y el entendimiento.

Soluciones win-win

El punto de partida de una buena pelea es haber entendido que, para que la pelea tenga éxito, las dos personas han de ganar. Si una persona gana la pelea y la otra pierde, el problema que causó la pelea no se ha resuelto. Es ingenuo pensar que, simplemente porque has «perdido», has abandonado el interés que tenías en el asunto que estaba en juego. Cuando sientes que te han dominado, superado o que te han hecho callar a gritos, sentirás resentimiento, y el problema continuará siendo un problema. La única manera de ganar es llegar a una solución en la que todas las partes involucradas sientan que también han ganado. Así que, en una pelea limpia, los sentimientos de cada persona son escuchados y tenidos en cuenta, y las soluciones se deciden por acuerdo, no con la retórica de la «ley del más fuerte».

Podemos hacer que una pelea sea justa acordando reglas y límites, y respetando el derecho de todo el mundo a expresar sus sentimientos y opiniones, incluyendo los nuestros. Normalmente, ayuda el programar un momento para pelearse y llegar a un acuerdo para hacerlo así. Acosar a voces a nuestra pareja en el baño o cuando está saliendo de casa no fomenta peleas constructivas. Necesitamos programar las discusiones a una hora en la que podemos prestarles toda nuestra atención.

Programar las peleas tiene la ventaja añadida de que puedes prepararte, organizar tus ideas y saber que habrá un momento en que este tema en concreto será tratado. Si te sientes mal por los tickets de la compra del martes y sabes que tienes una cita para discutir sobre eso el jueves, es bastante sencillo dejar tus temas de lado hasta entonces. La mayoría de la gente no deja apartados sus asuntos de buena gana cuando parece que no van a ser tratados nunca.

«¿Pero qué me estás contando?, ¿programar una pelea? ¿No son simplemente explosiones, como volcanes? Y cuando tenemos una pelea, no es probable que obedezcamos ninguna regla ni respetemos ningún límite, ¿verdad? ¿No estamos hablando de arrebatos emocionales intensos?». Bueno, sí, estamos hablando de eso, pero nosotras no creemos que puedas arreglar ningún asunto cuando estás en un estado emocional muy intenso. Cuando tus sentimientos entran en erupción es importante reconocerlos y prestar atención. A pesar de lo torpes que puedan ser tus explicaciones, esta es tu verdad; obviamente, te interesa mucho, por lo que es una verdad importante.

Hablar con el «yo»

La buena comunicación comienza cuando todo el mundo habla de sus sentimientos, mucho antes de entrar a discutir los pros y contras de cualquier solución. La buena comunicación se basa en identificar nuestros sentimientos, expresarlos y tener el reconocimiento de que nuestra pareja escucha y comprende lo que le contamos, esté o no de acuerdo. Las emociones no son opiniones, son hechos: verdades sobre qué están experimentando las personas.

Intenta hablar usando frases que comienzan con «yo me siento». Hay una enorme diferencia entre decir «me estás haciendo sentir fatal» y «me siento fatal». Un mensaje con «yo» es una declaración pura de un sentimiento, y no hay una acusación en ella. Cuando tu amante no siente que estás atacándole y no necesita ponerse a la defensiva, está libre para escuchar lo que estás realmente diciendo. Y al revés, si tu frase comienza con «tú» y especialmente con «tú siempre», tu pareja puede percibirlo como un ataque y responder a la defensiva.

Las palabras «yo me siento» necesitan ser seguidas por una emoción —triste, furiosa, contenta, enfadada— o una sensación física como mareada, tensa, temblorosa. Los mensajes que comienzan con «yo siento que» a menudo suelen expresar más una creencia que un sentimiento, como en «yo siento que no debemos tener tanto sexo» o un «mensaje al tú» encubierto como «siento que estás loca». A menudo nos tienta describir nuestras emociones con palabras que terminan en «-ado» o «-ada», como «me siento juzgada/atacado/traicionada». Esto es un «mensaje al tú» encubierto: «Me estás juzgando/atacando/traicionando».

A la mayoría nos molesta cuando otra persona nos dice cómo nos sentimos, siendo irrelevante que tengan o no razón. Es una violación de nuestros límites cuando otra persona supone cuál es nuestra verdad interior. Dossie se formó con un terapeuta supervisor que solía apuntar con el dedo a sus pacientes y les decía: «¡Sé cual es tu problema!». Tú probablemente ya sabes cómo te sientes cuando alguien te hace eso a ti. En su lugar, prueba a hacer una pregunta respetuosa: «¿Cómo te sientes ahora? Me pregunto si estás triste…».

No podemos pedir a nuestras parejas que no se muevan mientras les lanzamos acusaciones, usándolas como la diana de nuestras frustraciones. Eso sería pedirles que consientan en que las maltratemos, y tendrían todo el derecho a resistirse. Pero podemos pedirles que escuchen cómo nos sentimos, porque aparcar los planes durante unos minutos y escuchar nues tros sentimientos es una tarea factible para quien escucha. Para aprender a usar los «mensajes con el yo», prueba a hablar de un asunto tuyo actual sin usar nunca la palabra «tú» y sin hablar sobre qué está haciendo el resto de la gente, sino sólo sobre tus propios sentimientos. Esta técnica requiere algo de práctica pero es menos difícil de lo que parece al principio.

Cuando sea tu turno para escuchar cómo se siente tu amante, ponte en el papel de escuchar. Recuerda, los sentimientos quieren ser escuchados y que se valoren, así que no analices o intentes explicar cosas. Sólo escucha, y puede que te sorpren da escuchar algo que no sabías. Puedes aprender cómo se ve el mundo desde los ojos de otra persona, puedes valorar los sentimientos de esa persona, validar la situación de esa persona y mostrar comprensión. Entonces las soluciones pueden fluir más libre y naturalmente. No hay soluciones equivocadas, ni acertadas; sólo los acuerdos que encajan bien con cómo nos sentimos.

EJERCICIO Diada de sentimientos.

El objetivo de este ejercicio es hablar sobre tus propios sentimientos de manera que tu pareja pueda escucharte, y tú escuchar atentamente los sentimientos de tu pareja. Cada persona tiene tres minutos para hablar mientras la otra persona escucha.

Elegid un momento en que tú y tu(s) pareja(s) podáis pasar media hora o cuarenta minutos sin interrupciones. Elegid quién hablará y quién escuchará. Poned un cronómetro con tres minutos, o cinco si os sentís audaces, pero no más.

Recuerda, a los sentimientos les gusta que los escuchen. Así que mientras estás escuchando, todo lo que vas a decir son cosas que indican que estás escuchando, como «ok», «sí», «te escucho» y «entiendo».

Lee sobre «mensajes con el yo», anteriormente en este capítulo. Recuerda que podemos pedir a nuestros amores que nos escuchen hablar de nuestros sentimientos y de cómo estamos. No es justo pedirle a nadie que no se mueva y sea una diana para lanzar nuestras acusaciones y echarle la culpa, por lo que, para este ejercicio, las frases que comienzan con «tú» no están permitidas. Debéis mantener el contacto visual durante este ejercicio.

Intentad usar este guion para hablar de celos, y puedes usarlo más tarde para discutir cualquier situación emocional. Este es el guión que puedes seguir:

Oyente: «Sobre los celos, ¿qué te gustaría contarme?».

Quien habla: «Cuando miro dentro de mí, veo…» [habla mientras sea cómodo].

Oyente [durante ese tiempo]: «Sí», «te escucho», «ok», «ajá» [y similares].

Oyente [cuando la otra persona para]: «¿Hay algo más que te gustaría contarme sobre eso?».

Quien habla [puede contestar o decir]: «No, he terminado por ahora».

Oyente: «Gracias».

Las personas oyentes a menudo se encuentran a sí mismas llenas de ideas, sugerencias y similares, que deben guardarse para sí mismas. Deja tus ideas a un lado durante estos pocos minutos, y concéntrate en focalizar tu atención tan sólo en escuchar. Como puede que tengas muchas respuestas a lo que acabas de oír, te sugerimos que esperes un poco o hagas alguna otra cosa antes de cambiar los roles.

Estas son conversaciones íntimas. Muestra que valoras a tu pareja por tener el valor suficiente para hablar de estas luchas internas. Los abrazos funcionan muy bien.

Hay ayuda disponible

No tienes por qué hacer todo esto a solas. Hay muchos libros maravillosos, clases, talleres y otras fuentes disponibles. Es una buena idea reservar un poco de tiempo y energía para aprender sobre comunicación y hacerlo con las personas con la que estás intentando comunicarte.

Hay muchos talleres de fin de semana excelentes que se centran en la comunicación para parejas; muchas Iglesias ofrecen retiros de fin de semana para matrimonios, y algunos centros médicos ofrecen clases de comunicación para parejas y de gestión de la ira. Vale la pena ir a los talleres y las clases incluso si no tratan específicamente la promiscuidad. No hemos conocido nunca a una pareja que fuera a un taller de comunicación o intimidad y no aprendiese nuevas habilidades y entendiera mejor las cosas. Algunos talleres son específicos para problemas que surgen con la monogamia. No dudes en asistir a esos talleres, y recuerda que quien da el taller tiene experiencia en crear ambientes seguros para explorar temas muy emotivos. Muchas parejas repiten esos talleres cuando surge un nuevo asunto en sus vidas. Te animamos a ir a una clase o taller, o unirte a un grupo de apoyo que se adapte a tus necesidades. Sólo saber que otras personas tienen que luchar con los mismos problemas que tú ya puede ayudar.

Apoyo, ideas e información pueden encontrarse también en grupos de internet. Consulta el capítulo 17, «Conectando», para ideas sobre cómo encontrarlos.

Una opción más cara, pero excelente, es tener algunas sesiones de terapia de pareja. En general, las recomendamos como una alternativa de segundo nivel, después de que ya hayas ido a algunas clases y talleres, a no ser que por privacidad te sea difícil acudir a esas clases y talleres.

Examina antes esos recursos para ver si aceptarán vuestra relación abierta. Puedes encontrarte terapeutas con una visión anticuada, y quienes dirigen algunos talleres y retiros a lo mejor creen que tu lujuria hacia muchas personas puede ser síntoma de un desorden mental; puede que no te sientas con la suficiente seguridad y apoyo en un entorno hostil. Si necesitas ayuda para encontrar terapeuta o un grupo comprensivo, prueba a preguntar a tus amistades. Además, hoy en día la mayoría de terapeutas dispone de una web donde enumera sus habilidades y experiencia y algo sobre su filosofía. Puedes escribirles un email para preguntarles cuál es su experiencia trabajando con relaciones poliamorosas.

Nosotras te recomendamos encarecidamente que investigues estos tipos de ayudas cuanto antes. A prácticamente todo el mundo le puede venir bien repasar sus habilidades de comu nicación, y si esperas hasta que tu relación entre en crisis, te resultará un trabajo mucho más arduo que si hubieses estado practicando tus habilidades durante ese tiempo.

El tiempo es tu amigo

En algunas culturas nativas americanas es una costumbre esperar varios minutos después de que una persona haya hablado antes de responder. Es de mala educación y una falta de respeto no haber pensado sobre lo que la persona ha dicho, y hablar inmediatamente indicaría que simplemente has estado esperando a que se callase quien estaba hablando para entonces intentar cambiar su opinión. Nosotras recomendamos tomarse algo de tiempo antes de responder a cualquier comunicación seria, especialmente cuando es importante para quien la expresa. Quizás, si prestas atención, escuches algo nuevo.

A menudo la gente se acerca al desacuerdo como si fuese urgente resolverlo inmediatamente. Luchan por una solución minutos después de haber descubierto que no están de acuerdo en algo, algo en lo que, de hecho, no han estado de acuerdo nunca.

Pero probablemente habéis estado viviendo con ese desacuerdo durante mucho tiempo y no va a cambiar mucho las cosas continuar así un poco más. Por lo tanto, considera seguir esta estrategia: reconoced el desacuerdo, daos la oportunidad de poder explicar vuestros sentimientos usando los principios que habéis aprendido en este capítulo, y luego tomaos un par de días para procesar lo que habéis aprendido. Cuando vuelvas para discutir el desacuerdo, probablemente tendrás el ánimo mucho más calmado. Puede que comprendas mejor qué es importante para ti y valores qué es importante para tu pareja y por qué. Así puedes encontrarte en un estado mucho mejor para negociar una solución que podría hacer feliz a todo el mundo.

Dossie ve este fenómeno con mucha frecuencia en su práctica terapéutica, cuando envía a sus clientes a casa tras una sesión en un estado de desacuerdo que parece intolerable. Les dice que guarden esos nuevos conocimientos durante un par de días y que entonces vean cómo se sienten. A menudo vuelven a la semana siguiente comentando que se volvió sencillo encontrar una solución. Por lo que a veces será más fructífero esperar un par de días antes de seguir adelante y considerar alguna solución que queráis probar, como el ejercicio: «Ocho pasos para la resolución win-win de conflictos», un poco más adelante.

O, transcurrido el plazo, se habrá hecho tan fácil que no necesitaréis un guion especial para llegar a un acuerdo. Recuerda, cuando hay emociones involucradas, el tiempo es tu amigo.

Escribiéndolo todo

A veces nuestros sentimientos son tan complicados que parece imposible poder gestionarlos en una conversación cara a cara con nuestra pareja. En esas circunstancias, puede que quieras escribir una carta meditada, sea un correo postal o electrónico, para que tu pareja pueda saber todas tus preocupaciones de manera controlada que puede ser absorbida y procesada al propio ritmo de quien la recibe. Esta correspondencia no es un sustituto de la conversación real, pero puede ser un buen adelanto para ella, una manera de abrir la discusión que puede parecer más segura para empezar.

Resulta vital, de todos modos, que envíes esta carta sólo después de que hayas tenido tiempo de pensarla. Lo malo de la correspondencia es que no puede expresar todos los sutiles detalles de la comunicación: expresión facial, lenguaje corporal, tacto. Lo bueno es, o debería ser, que la carta puede ser redactada cuidadosamente, sin una sobrecarga emocional indebida. Si haces clic en «Enviar» o echas el sobre en el buzón antes de que hayas tenido la oportunidad de pensar sobre su contenido, te quedas con todo lo malo sin nada de lo bueno.

Prueba a escribir una carta que no vayas a enviar, expresando todos tus sentimientos y preocupaciones. Janet conserva cartas como esas en la carpeta «Borradores» de su programa de correo; Dossie lo escribe en su procesador de textos (que no tiene un botón de «Enviar») y lo pega en un email más tarde. Escribe todos tus sentimientos, y luego cierra el archivo y ponte a hacer otra cosa. Vuelve y añade algo más, o cambia cosas durante un par de días y vuelve a comprobar lo que has escrito, asegurándote de que estás asumiendo la responsabilidad de tus propios sentimientos y usando «mensajes con el yo». Nosotras, como regla general, borramos las frases que comienzan con «Tú, imbécil». Después, cuando puedas leer tu mensaje e imaginarte a tu pareja entendiendo lo que sea que te ha molestado, es el momento de enviarlo.

Esperamos no tener que recordarte que tu blog, o tu página de Facebook o tu lista de correo con un par de docenas de amistades muy íntimas no son el lugar para practicar con este mensaje privado. Lucha con él a solas. O si eso te parece imposible, quizás puedes pasárselo a una amistad en la que confías, alguien que tu amante también aceptaría, para asegurarte de que estás diciendo lo que querías decir.

Dossie escribió una carta así hace poco a una pareja suya. Escribió el primer borrador un viernes en un momento en que estaba terriblemente disgustada. Estuvo ocupada durante el fin de semana pero encontró tiempo de repasar la carta de vez en cuando. El lunes, los asuntos aún seguían ahí pero, después de haberlo procesado un poco, parecían más manejables, así que llamó por teléfono y hablaron… y resolvieron los problemas fácil y tranquilamente. La carta nunca llegó a ser enviada.

Siendo responsable de tus propios sentimientos

Cuando aceptas ser responsable de tus propios sentimientos, tu amante puede consolarte, ofrecerte tranquilidad y amor cuando las cosas se vuelven complicadas. Incluso cuando no estáis de acuerdo sobre cómo gestionar un asunto, aún se puede intercambiar amor y consuelo. Recomendamos a todo el mundo que sea abierto a la hora de pedir apoyo, amor, abrazos, consuelo y cosas similares. Muchas personas crecimos en familias donde nos enseñaban a no pedir lo que necesitábamos y nos menospreciaban quizás sólo por desear algo de atención.

¿Qué tiene de malo querer atención? ¿No hay de sobra? Recuerda las economías de escasez: no te menosprecies. No tienes que contentarte con que te den con cuentagotas consuelo, atención, apoyo, confianza y amor. Tienes derecho a que te reconforten y tranquilicen todo lo que quieras. Tus relaciones y tú podéis acordar compartir mucho, mucho, mucho y en el proceso descubrir que todo lo que tienes para compartir es mucho más de lo que nunca hubieras imaginado. Así que concéntrate en la abundancia, y crea en la relación una ecología rica en las cosas buenas de la vida: calidez, cariño, sexo y amor.