9. Límites

Mucha gente cree que ser un putón es ser una persona indiscriminada, que no importa con quién haces el amor y, por lo tanto, tú tampoco te preocupas por ti mismo. Creen que vivimos en entornos excesivamente abiertos, sin discriminar, sin vallas, sin límites. Nada más alejado de la realidad. Para ser un putón con ética necesitas tener unos buenos límites que sean claros, fuertes, flexibles y, sobre todo, conscientes.

Un putón que entrevistamos, a quien le iba muy bien, estaba escandalizado por las acusaciones de no discriminar, y señalaba que los putones con ética tienen una gran cantidad de oportunidades para desarrollar una exquisitamente sofisticada capacidad de discriminar: «La verdad es que tenemos más límites que la mayoría de la gente porque tenemos más puntos de contacto». Más experiencia relacionándonos de diferentes maneras con personas diferentes.

¿Qué son los límites?

En toda relación es básico, y particularmente importante en las relaciones abiertas, que nadie puede ser propiedad de otra persona. Quienes tenemos gustos no convencionales puede que exploremos formas de intercambio de poder[4] que llamamos «posesión» pero, aparte de nuestro tipo de relación, es esencial e indiscutible que cada persona se posee a sí misma el 100%. Todos y cada uno tenemos la responsabilidad de vivir nuestras propias vidas, decidiendo cuáles son nuestras propias necesidades y buscando la manera de conseguir que estén cubiertas. No podemos vivir a través de nuestra pareja, ni asumir que porque tenemos pareja todas nuestras necesidades deban estar automáticamente cubiertas. A mucha gente le han enseñado que si la pareja no cubre cada necesidad que tenemos, no debe ser amor auténtico; nuestra pareja es un poco inepta en algún sentido o que tenemos la culpa. Somos muy dependientes o no nos lo merecemos o hemos cometido algún otro pecado.

Si creciste creyendo que tu relación debía sostener a tu otra o (¡miedo!) mejor mitad, o que tu destino es sumergir tu identidad en una relación, probablemente deberás concentrarte en aprender algo sobre tus propios límites. Los límites son invariablemente en plural porque ninguno se mantiene durante mucho tiempo y porque todos son individuales. Son la manera en que entendemos dónde termino yo y dónde comienzas tú, dónde nos encontramos y cómo somos individuos diferentes. Debes averiguar dónde están tus límites, qué constituye una distancia o cercanía confortable entre tú y otras personas en varias situaciones y, en particular, las maneras en que tú y tus amantes sois diferentes, individuales y alguien único.

EJERCICIO Tu varita mágica.

Imagina que pudieras tocarte con tu varita mágica y hacerte tan valiente, fuerte e independiente como te imaginas que podrías ser. ¿Cómo te gustaría entonces que fuesen tus límites? Enumera tus límites, o intenta describirlos con detalle. Recuerda que tienes derecho a que todas las personas en tu vida te traten con respeto. Imagínate diciendo a las personas que quieres cuáles son tus límites y recuerda que hacerlo es un acto de respeto y amor hacia ti.

Asumiendo tus propias elecciones

En la comunicación íntima es algo indiscutible que, tal y como hemos apuntado, cada persona es responsable de sus propias emociones. Entender esto es el primer paso para reivindicar algo muy valioso: tus propias emociones. Y cuando comprendes tus emociones, tienes algo increíblemente valioso que aportar en tus relaciones.

Cuando te veas reaccionando a la conducta de alguien, es fácil darle vueltas a qué ha hecho esa persona y lo terrible que es y qué debe hacer exactamente para solucionarlo. En su lugar, intenta mirar a tus propios sentimientos como un mensaje auténtico sobre cómo te sientes interiormente, y decide si quieres ocuparte de lo que sea que está sucediendo. ¿Quieres saber más? ¿Quieres discutir sobre algún límite? ¿Quieres un poco de tiempo para calmarte y centrarte? ¿Quieres que se te escuche sobre algún tema? Cuando asumes la responsabilidad, tienes esas opciones, y más.

De lo que no eres responsable es de las emociones de tu pareja. Puedes elegir brindar tu apoyo —tenemos mucha fe en el poder curativo de escuchar— pero no es tu deber arreglar nada. Una vez que entiendas que las emociones de tu pareja no son tu responsabilidad ni tu culpa, puedes escuchar y realmente escuchar, sin caer víctima de una imperiosa necesidad de averiguar de quién es la culpa o hacer que esa emoción cambie o se vaya.

Algunas personas responden habitualmente al dolor y confusión de su pareja con un intenso deseo de arreglar algo. Los mensajes de «arreglo» pueden provocar sensación de restar valor a la persona que intenta expresar una emoción. «¿Por qué no intentas hacer esto…? Prueba a hacer aquello… ¡Olvídate del tema… relájate!». Estas respuestas transmiten el mensaje de que la persona que está expresando esa emoción ha pasado por alto alguna solución simple y obvia y que es idiota por el hecho de sentirse mal. Mensajes como estos le restan valor y autoridad.

Ser responsable de tus emociones no significa que tienes que luchar contra esos sentimientos difíciles a pecho descubierto y sin ayuda. Puedes pedir la ayuda que necesitas —consuelo, apoyo, un hombro en el que llorar, una oreja que escuche, un cerebro con el que compartir ideas— de amistades, amantes y/o una buena terapia. Y tú, en correspondencia, harás todo lo posible para estar disponible cuando tus amistades y amantes necesiten este tipo de ayuda de ti, ¿verdad?

Aprender a manejar de manera consciente nuestro sistema emocional puede requerir cambiar algunos viejos hábitos y puede dar una sensación de inestabilidad; algo parecido a aprender a montar en bicicleta. Raro, vergonzoso… probablemente te caerás un par de veces, pero si te levantas y sigues adelante, finalmente pillarás el truco. Y una vez encuentres tu equilibrio, jamás lo olvidarás.

Límites en las relaciones

Las relaciones también tienen límites. Los acuerdos que las personas solteras, parejas y familias partidarias de las uniones libres hacen respecto a los sentimientos de las otras personas constituyen los límites de su relación. En una comunidad con una sexualidad abierta es importante ocuparse de cada relación dentro de sus propios límites. Por ejemplo, determinar tus límites con tu pareja antes de la fiesta en la que habrá sexo, no usar a tu amante para dejar de lado a tu esposa, y tomar las decisiones de forma que participen de todas las personas afectadas por ellas y sin hacerlo a espaldas de nadie.

Las comunidades basadas en el sexo y la intimidad funcionan mejor cuando todo el mundo respeta las relaciones de todo el mundo, que incluye no sólo a amantes sino también prole y familias sanguíneas, vecindario, ex parejas y demás. Estas comunidades pueden evolucionar hacia sistemas familiares altamente conectados en los que todo el mundo es consciente y comprensivo con los límites.

Debes tener intención de aprender de tus errores. A veces los límites pueden ser algo peliagudo, así que esperamos que seas tolerante contigo mismo para poder explorar. Espera a aprender por el sistema de prueba y error, y cuenta con que cometerás muchos errores. Perdónate cualquier cosa que no funcione de la manera que esperabas que lo hiciera. ¡Recuerda, no puedes aprender de los errores si tienes que hacerlo siempre bien!

VERTIDO

Un punto frecuente donde la gente se confunde es diferenciando entre compartir sentimientos de manera honesta y el vertido. El vertido significa usar a otras personas como tu vertedero de basura, arrojándoles encima tus asuntos problemáticos y dejándolos ahí. Normalmente el vertido entraña la expectativa de que la persona que lo soporta hará algo con el problema, incluso si sólo consiste en asumir la carga de la preocupación, de manera que quien hace el vertido pueda desentenderse. Normalmente puedes evitar el vertido dejando completamente claro que tu necesidad de compartir tu estado de ánimo no supone ninguna obligación para quien te escucha: «No me gusta que tengas una cita con Paula esta noche», seguido de un silencio profundo y elocuente, supone una carga muy distinta de «Me siento insegura con tu cita con Paula hoy por la noche, pero quiero que vayas y que la tengas. ¿Te parece bien escuchar algunos de mis miedos? ¿Podemos hablar de formas en las que me podría sentir un poco más segura?».

PROYECCIÓN

Otra trampa con la que hay que tener cuidado es la proyección. ¡No, no del tipo que te encuentras en el cine el sábado por la noche! La proyección es cuando usas a otra persona como una pantalla en la que proyectar tu película. Tú ves tu fantasía y te olvidas de la persona. Te imaginas que conoces los pensamientos de esa persona cuando, en realidad, estás pensando en tus miedos. Quizás tú imaginas que responderán de la misma manera que tus padres lo hicieron: «Sé que me rechazarás si no gano mucho dinero», «nunca me respetarás si te muestro mi tristeza». Cada cual ha aprendido de sus propios/as padres/ madres sus expectativas sobre cómo reaccionará la gente ante nuestro comportamiento. O puede que estés proyectando tus expectativas, proyecciones que tus amantes —que no tienen telepatía— nunca pueden llegar a alcanzar: «¡Se supone que debes cuidar de mí!», «¿qué quieres decir con que no estás caliente? ¡Yo estoy caliente!».

Cuando te comprometes a ser responsable de tus cosas, puedes dejar de proyectar y empezar a ver a las personas que quieres de manera clara, en toda su grandeza. Cuando te encuentres teniendo pensamientos que culpabilizan a tu pareja, puedes preguntarte: «¿Qué parte de esto es responsabilidad mía?». Lo que veas dentro puede ser algo como: «¡Vaya, sueno igual que mi padre cuando estaba enfadado!» o «Me siento de la misma manera que me sentía cuando tenía ocho años y me escondía en el armario cuando me enfadaba». Entonces podrías ir a tu amante y compartir que lo que fuese que estaba pasando despertó viejas cosas tuyas y podéis aportar ideas de qué queréis hacer con eso. Cuando trabajas en equipo para asumir vuestros propios asuntos, cada uno los suyos, entonces tu pareja puede apoyarte para que explores tus emociones y, lo que es más importante, que aprenda a dejar de proyectar en ti también. A partir de entonces ya no necesitas nunca más sentirte como una marioneta en el show de otra persona.

LÍMITES DE LOS ROLES

Puede que te veas representando diferentes roles, sintiéndote de verdad como diferentes personas con diferentes parejas. Con una pareja podrías sentirte joven, vulnerable y protegido; con otra, tú eres la mater amantíssima. Con una pareja puedes sentirte una persona cuidadosa, responsable y segura; con la otra puedes ser una elegante y temeraria. Estos límites pueden resultar raros o confusos cuando no tenemos mucha experiencia teniendo varias relaciones. Janet tuvo una maravillosa sensación de aceptación por parte de todas sus parejas en una fiesta:

Me gustan los juegos en los que yo hago de niña pequeña, pero mi última pareja no estaba a gusto con la idea. Después de buscar un poco, encontré en mi círculo de conocidos a un hombre que disfrutaba siendo un «papá» tanto como yo teniendo uno. Mi pareja estaba encantada de que yo hubiese encontrado una manera segura de jugar ese rol y sentimos que yo había hecho una buena elección al elegir a alguien a quien pudiese confiar una parte tan vulnerable de mí. «Papá» y yo nos reuníamos una o dos veces al mes para pintar con los dedos, ver películas de Disney, comer sandwiches de crema de cacahuete y otros placeres ligeramente más adultos.

Un día asistí a una fiesta en que ambos, mi pareja a largo plazo y mi «papá», asistían. Desde el otro lado de la habitación vi a los dos hablando y me dirigí hacia allí para saludar. Según me acerqué, mi pareja me llamó con la mano para que me uniese y me dijo: «Cariño, ven aquí y pasa un rato con tu papá y tu novio». La sensación de aceptación y la calidez de saber que ambos hombres aceptaban y respetaban el rol del otro en mi vida fue increíble.

Una de las cosas que la gente obtiene de las relaciones múltiples es la oportunidad de ser todos sus «yoes». Cuando dos personas se conocen, se relacionan donde se interseccionan, donde tienen roles complementarios en guiones parecidos. Por eso, siendo diferentes cosas para diferentes amantes, podríamos encontrarnos teniendo diferentes límites y tipos de relación en diferentes circunstancias.

Tu propia diversidad interna se puede manifestar de muchas maneras. Por ejemplo, puede que seas una persona tranquila y centrada cuando el amante A se enfada, pero el enfado del amante B te resulte angustioso —«te toca la fibra sensible»— quizás porque te recuerda a alguna de tus parejas anteriores, una madre muy estricta o un padre demasiado severo. Aquí tienes la oportunidad de controlar tus teclas. Cuando las teclas son las tuyas, se vuelve mucho más fácil pensar cuáles necesitan ser tus límites con el amante B y entender que pueden ser completamente distintos a tus límites con el amante A.

Olvídate de la justicia. La promiscuidad ética no significa que todas las cosas se reparten por igual. Diferentes relaciones tienen diferentes límites y diferentes potenciales. Así que si tu amante ha encontrado a alguien con quien puede compartir una actividad, y a ti te gustaría compartir eso también, la cuestión no es «¿Por qué no haces eso conmigo?» sino «Eso suena interesante. ¿Cómo crees que podríamos hacer para que eso nos funcionase en nuestra relación?». Así lo contaba una mujer a la que entrevistamos:

Mi vida sexual abierta me da libertad personal, independencia y responsabilidad de una manera que no me lo podría dar tener una pareja exclusiva. Porque soy la responsable, cada día, de que se cubran mis necesidades o no; de que se creen y mantengan las relaciones en mi vida. No puedo dar nada por hecho. Cada persona que conozco tiene el potencial de lo que sea que sucede sólo entre esa persona y yo, independientemente de cómo son mis relaciones con cualquier otra persona. Y así este estilo de vida me da una sensación muy concreta de individualidad que recreo cada día. Me siento más como una persona adulta, responsable, cuando sé que mi vida entera —con quién tengo sexo, con quién me relaciono, cómo me relaciono— la elijo yo. Le prometí a mi pareja que compartiría mi vida con él, y eso para mí implica que tengo una vida que compartir, una vida completa. Y tengo claro que él está aquí porque quiere estar «aquí». Donde quiera que sea Estamos con la otra persona, cada día, porque realmente queremos estarlo. Nuestras elecciones son reales.