3. Nuestras convicciones

Somos personas éticas; putones éticos. Nos es muy importante tratar bien a la gente y hacer todo lo posible para no herir a nadie. Nuestro código ético deriva de nuestro propio sentido de lo que está bien y mal, y de la empatia y amor que tenemos para quienes están a nuestro alrededor. No está bien herir a otra persona porque, a la vez, también nos hacemos daño y no nos hace sentir bien.

La promiscuidad ética puede ser un camino que cuestione muchas ideas prestablecidas: no tenemos un código de etiqueta poliamorosa que nos diga cómo hacer las cosas educada y respetuosamente, así que tenemos que inventárnoslo por el camino. No obstante, estamos seguras de que ya habrás entendido a estas alturas que, para nosotras, ser un putón no significa simplemente hacer lo que te apetezca cuando te apetezca con quien te apetezca.

La mayoría de nuestros criterios éticos son bastante pragmáticos. ¿Alguna persona está siendo dañada? ¿Hay alguna manera de evitar ese daño? ¿Se corre algún riesgo? ¿Son conscientes de esos riesgos todas las personas involucradas y están haciendo lo que está en su mano para minimizarlos?

Por el lado positivo: ¿Es divertido? ¿Qué está aprendiendo todo el mundo de esto? ¿Está ayudándo a alguien a desarrollarse? ¿Está ayudando a que el mundo sea un lugar mejor?

Antes de nada, los putones con ética valoran el consenso. Cuando usamos esta palabra —y lo haremos a menudo en todo el libro— nos referimos a una colaboración activa para el beneficio, bienestar y placer de las personas involucradas. Si se está coaccionando, abusando, chantajeando, manipulando, mintiendo o ignorando a alguien, lo que está sucediendo no es consensuado. Y el sexo que no es consensuado no es ético. Punto.

Los putones con ética son honestos, consigo mismos y con los demás. Nos reservamos un tiempo para entender nuestras propias emociones y motivaciones y para desenmarañarlas cuando es necesario ver las cosas con más claridad. Luego compartimos esa información abiertamente con quienes la necesitan. Hacemos todo lo posible para que nuestros miedos y timidez no sean un obstáculo para nuestra honestidad; confiamos en que nuestras parejas seguirán respetándonos y amándonos, con todos nuestros defectos.

Los putones con ética admiten las repercusiones de sus elecciones sexuales. Vemos que a menudo nuestras emociones, nuestra educación y los estándares de nuestra cultura entran en conflicto con nuestros deseos sexuales. Y nos comprometemos conscientemente para ayudarnos personalmente y a nuestras parejas mientras resolvemos esos conflictos de manera honesta y digna.

No dejamos que nuestras elecciones sexuales tengan un impacto innecesario en quienes no han consentido en participar. Respetamos los sentimientos ajenos, y cuando no tenemos la seguridad de cómo se está sintiendo alguien, lo preguntamos.

Los putones con ética reconocen la diferencia entre las cosas que pueden y deben controlar, y las cosas que no pueden. Aunque a veces sintamos celos o nos sintamos territoriales, nos hacemos responsables de esos sentimientos, haciendo lo posible para no culpar o controlar, sino pidiendo el apoyo que necesitamos para sentir seguridad y que nos cuiden.

No tengas miedo, el resto de esto libro es sobre cómo puedes aprender a ser una persona así de madura y atractiva. Tus autoras están aquí para ayudarte. Escribimos este libro para ayudarte a convertirte en un putón con ética. Estas son algunas de las ideas y convicciones que nos han ayudado a llegar aquí y que podrían ayudarte a ti también.

Replanteándose el sexo

¿Estás teniendo sexo en este mismo momento? Sí, lo estás teniendo, y nosotras también.

Quizás estés mirando a tu alrededor con perplejidad: todavía tienes la ropa puesta, y quizás estés en un restaurante o en un autobús lleno. ¿Cómo puede ser que estés teniendo sexo?

Nosotras pensamos que la pregunta sobre cuándo estás teniendo sexo en cierto modo no tiene sentido. La energía sexual impregna todo durante todo el tiempo; lo respiramos con nuestros pulmones y lo emanamos por nuestros poros. Mientras que es bastante fácil determinar si estás realizando o no una determinada actividad sexual en un momento concreto —probablemente, ni tú ni nosotras estamos teniendo relaciones sexuales en este momento— la idea del sexo como algo separado, como una actividad singular, definible, como conducir un coche, no se sostiene demasiado bien.

Si quieres, puedes comparar esta idea con la idea de comer. La mayoría de la gente definiría «comer» como la actividad de introducir comida en la boca. Pero los gourmets pueden pasar mucho tiempo saboreando el aroma y apariencia de una comida antes de realmente echarle un bocado, de manera que el olor y la vista se han hecho parte del acto de comer. Para aquellas personas que se abren a las posibilidades, cada aroma perdido que flota hasta nuestra nariz, la brisa marina con su olor penetrante a ostras y algas, el olor terroso del humo de la madera con su leve reminiscencia al whisky, se convierte en algo parecido a comer. Y nuestros ojos capturan colores y formas —el rojo de las manzanas, el amarillo de las cremosas natillas— mientras nuestros ajetreados cerebros, recordando la maravillosa comida de ayer, está planeando otra para mañana, y el mundo entero se convierte en nuestra comida.

De manera similar, nosotras pensamos que la energía erótica está en todas partes: en la inspiración profunda que llena nuestros pulmones cuando salimos en una cálida mañana de primavera, en el agua fría derramándose desde las rocas hasta un arroyo, en la creatividad que nos lleva a pintar cuadros, contar historias, componer música, escribir libros, en el tierno cariño que sentimos hacia nuestras amistades y familiares y prole. En nuestro medio siglo sumado de trabajo como escritoras y educadoras sexuales, hemos encontrado que cuanto más aprendemos sobre el sexo, menos sabemos cómo definirlo. Así que ahora sólo decimos la verdad tal y como la conocemos: el sexo forma parte de todo.

Ahora mismo estamos escribiendo sobre sexo y tú estás leyendo lo que tenemos que decir sobre él. ¡Estás teniendo sexo con nosotras! ¿Ha estado bien? Para nosotras sin duda que sí.

Desde un punto de vista más pragmático, hemos tenido largas, intensas conversaciones íntimas que hemos sentido como profundamente sexuales. Y hemos tenido relaciones sexuales que tampoco sentimos como algo terriblemente erótico. Nuestra mejor definición al respecto es que sexo es cualquier actividad que consideran sexo las personas que participan en ella. Para algunas personas, el spanking es sexo. Para otras, ponerse medias y ligueros es sexo. Si tú y quien sea os sentís sexuales cuando coméis helados, eso es sexo en vuestro caso. Mientras que esta manera de entenderlo puede parecer una tontería ahora, es un concepto que será muy útil más adelante cuando hablemos sobre cómo llegar a acuerdos sobre conductas sexuales.

Renuncias vs satisfacción

La tesis de licenciatura de Dossie se llama El sexo es agradable y el placer es bueno para ti. La idea es tan radical ahora, en el siglo XXI, como lo era en los años setenta, cuando Dossie la escribió.

Nuestra cultura valora mucho renunciar a cosas, que es algo que está bien cuando hay mucho trabajo por delante. Pero demasiado a menudo, esas personas que sin tener que disculparse satisfacen su deseo por placer en su tiempo absolutamente libre son vistas como inmaduras, asquerosas, incluso pecadoras. Puesto que todo el mundo tiene deseos, los valores puritanos llevan inevitablemente a odiarse, a odiar nuestros cuerpos y lo que nos excita, y a sentir miedo y culpa por nuestros instintos sexuales.

Nosotras nos vemos como rodeadas de muertos vivientes: de personas que han sido heridas profundamente por el miedo, la vergüenza y el odio de su dimensión sexual. Nosotras creemos que conectar de manera alegre, libre, sin culpa es la cura para esas heridas; creemos que la sexualidad es vital para el sentimiento de autoestima de las personas, para su sensación de que la vida vale la pena. Nunca hemos encontrado a nadie con una baja autoestima en el momento del orgasmo.

No necesitas una razón

Si te acercas a alguien elegido al azar y le planteas que el sexo está bien y el placer es algo bueno para ti, probablemente oirás un montón de resoplidos, razonamientos y de «ya, pero»: enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, violación, el deseo sexual convertido en mercancía, etc. Ninguno de estos «peros» cambia la idea central.

No hay nada en el mundo tan maravilloso de lo que no se pueda hacer un mal uso, si uno se empeña: se pueden violar las conexiones familiares, el deseo sexual puede ser manipulado. Incluso se puede abusar del chocolate. El mal uso no cambia lo maravilloso que es ninguna de esas cosas. El peligro está en la motivación de quien hace ese mal uso, no en la naturaleza del objeto.

Si no existieran las enfermedades de transmisión sexual, si nadie pudiera tener un embarazo a no ser que lo desease, si todo el sexo fuese consensuado y agradable ¿qué pensaría el mundo entonces? ¿Cómo te sentirías tú? Si miras en tu interior más profundo, puedes encontrar pequeños restos de una visión negativa del sexo, a menudo tras palabras críticas como «promiscuidad», «hedonismo», «decadencia» e «improductividad».

Incluso personas que se consideran a sí mismas con una postura positiva hacia el sexo y sexualmente liberadas caen a menudo en una trampa diferente: la trampa de racionalizar el sexo. Relajar la tensión física, aliviar dolores menstruales, mantener la salud mental, prevenir problemas de próstata, tener bebés, consolidar relaciones y demás, son todos objetivos admirables y maravillosos beneficios colaterales del sexo. Pero esa no es la razón de ser del sexo. La razón de ser del sexo es el placer, un completo y valioso objetivo en sí mismo y por sí solo. La gente tiene sexo porque se siente muy bien, y después se siente bien sobre sí misma. El valor del placer es uno de los valores centrales de la promiscuidad ética.

Amor y sexo son el fin, no el medio

Nuestra cultura monógamocéntrica tiende a asumir que el propósito y fin último de toda relación —y todo sexo— es una relación emocional de pareja a largo plazo, y que cualquier relación que no alcance ese objetivo ha sido un fracaso.

Por otro lado, pensamos que el placer sexual puede sin duda contribuir al amor, compromiso y estabilidad a largo plazo, si eso es lo que uno quiere. Pero esas no son en absoluto las únicas buenas razones para tener sexo. Nosotras creemos en el valor de las relaciones por lo que hay de valioso en ellas; una aparente tautología que es más sabia de lo que parece.

Una relación puede ser valiosa simplemente porque proporciona placer sexual a las personas involucradas; no hay nada malo en el sexo por el sexo. O puede incluir el sexo como una vía hacia otras cosas valiosas: intimidad, conexión, compañía, incluso amor, lo que en sí no cambia la bondad intrínseca del sexo placentero.

Una relación sexual puede durar una hora o dos. También es una relación: las personas participantes se han relacionado entre sí —como pareja sexual, colegas, amantes— el tiempo que ha durado su interacción. La duración no es un buen criterio para juzgar el éxito o fracaso de una relación.

Los encuentros de una sola noche pueden ser intensos, enriquecer nuestra vida y ser satisfactorios; también lo pueden ser los amores que duran toda la vida. Mientras que los putones con ética puede que elijan tener un tipo de relaciones y no otras, creemos que todas las relaciones tienen el potencial para enseñarnos, emocionarnos y, sobre todo, proporcionarnos placer.

Dossie recuerda una entrevista con una joven hippie en 1967 que hizo la afirmación más sucinta que hemos oído sobre la promiscuidad ética: «Creemos que está bien tener sexo con todo el mundo a quien amas y creemos en amar a todo el mundo».

Ya eres una persona completa

Jane Austen escribió: «Es una verdad reconocida universalmente que un hombre soltero con una buena fortuna debe desear tener una esposa». Aunque creemos que Jane probablemente lo dijo con mucha ironía, muchas personas creen firmemente que estar solteras es estar en cierto modo solas y que necesitan encontrar su «otra mitad». Muchos de los mitos que mencionamos en la sección anterior están basados en esa creencia.

Nosotras creemos, en cambio, que la unidad sexual fundamental es una sola persona; añadir más personas a esa unidad puede ser algo íntimo, divertido y dar compañía pero no completa a nadie. La única cosa en este mundo que puedes controlar es a ti mismo: tus propias reacciones, deseos y comportamientos. Por lo que un paso fundamental en la promiscuidad ética es situar tu locus de control en tu propio interior, para reconocer la diferencia entre tus «cosas» y las de otras personas. Cuando lo haces así, te vuelves capaz de completarte: esa es la razón por la que llamamos a esto «integridad». Cuando has construido una relación satisfactoria contigo mismo, entonces tienes algo de un gran valor para compartir con los demás.

La abundancia está totalmente disponible

Muchas personas creen, explícita o implícitamente, que nuestros recursos para el amor romántico, la intimidad y la conexión son finitos, que nunca hay suficiente para todo el mundo y que, si le das parte a una persona, debes estar quitándoselo a otra.

Nosotras llamamos a esto una «economía de la escasez»; abundaremos en ello más adelante. Muchas personas aprendimos a pensar así en la infancia, de unos padres/madres que tenían poco cariño o atención para darnos. Así que aprendimos que hay una cantidad limitada de amor en el mundo y que tenemos que luchar por lo que conseguimos, a menudo en una lucha a muerte con hermanas y hermanos.

Las personas que funcionan dentro de economías de la escasez pueden volverse muy posesivas respecto a la gente, cosas e ideas que les importan. Ven el mundo desde esa perspectiva limitada, de modo que todo lo que consiguen ha salido de un fondo común que nunca es suficiente y, por lo tanto, hay que quitárselo a otra persona. Y de la misma manera, todo lo que consiguen los demás se lo deben haber quitado a ellas.

Es importante distinguir entre economías de la escasez y los límites del mundo real. El tiempo, por ejemplo, es un límite del mundo real: incluso los putones más entregados tienen sólo veinticuatro horas cada día. El amor no es un límite del mundo real: la madre de nueve criaturas puede amarlas tanto como la madre de una sola.

Nuestra creencia es que la capacidad humana para el sexo y el amor y la intimidad es mucho más grande de lo que cree la mayoría de la gente —posiblemente infinita— y que tener muchas conexiones satisfactorias simplemente hace posible que tengas mucho más. Imagínate lo que sería vivir en la abundancia de sexo y amor, lo que sería sentir que has tenido de ambos todo lo que podías haber querido, libre de cualquier sensación de escasez o necesidad. ¡Imagínate lo fuerte que te sentirías si pudieras ejercitar tanto tus «músculos del amor» y cuánto amor serías capaz de dar!

Abrirse puede ser la solución, no el problema

¿Tener un espíritu aventurero en el sexo es simplemente una manera de evitar la intimidad? En nuestra experiencia, eso no es normalmente el caso. Lo que nos importa no es que estés de acuerdo con nosotras, sino que cuestiones el paradigma dominante y decidas en qué crees por ti mismo. Ejercita tu capacidad de criterio, ¿no se supone que el ejercicio nos hace más fuertes? Miles y miles de putones con ética están demostrando todos los días que los viejos mitos de «todo el mundo sabe que» no tienen por qué ser verdad.

Te animamos a que explores tu propia realidad y crees tu propia leyenda, una que te estimule hacia adelante en tu evolución, que te apoye según te desarrollas, y que refleje tu orgullo y felicidad en las nuevas relaciones que tengas.