CERRANDO EL CÍRCULO

«Trataré de llevarme
imágenes que me harán la espera soportable.

Fueron incalculables
diamantes al fondo en cada una de las tardes».

(«Rincón exquisito», Second)

Desde la azotea del Círculo de Bellas Artes se divisa todo Madrid. La Gran Vía se extiende a mis pies, con su edificio Metrópolis, mi favorito, como pétreo mascarón de proa de un barco urbano que navegase lento pero seguro sobre el cemento de la capital.

A pocos metros, la diosa Cibeles monta guardia frente al magnífico edificio del Ayuntamiento, desde el que también se disfruta una preciosa vista de la gran urbe.

Marcos ha querido sorprenderme y me ha regalado esta pequeña visita a las alturas del corazón de Madrid. En la azotea se dan cita una cafetería y una zona donde te puedes tumbar para contemplar el cielo madrileño un poquito más de cerca. Debido a la sempiterna boina de contaminación, no es el mejor lugar del mundo para observar las estrellas, pero el atardecer sobre los tejados madrileños es un espectáculo digno de ver.

Tras contarle mi entrevista con Susana, mi chico ha pensado que subir aquí arriba y combinar el cielo con un buen café puede ser la fórmula ideal para tomar la decisión adecuada en este momento.

Marcos se pide un expresso y yo un capuccino. Y, como es habitual en él, no puede evitar hacer alarde de conocimientos.

—¿Sabes por qué se llama capuccino?

—A ver, sorpréndeme, pedante.

—Vale, pues no te lo digo.

—Venga, dímelo. Que ya me ha entrado la curiosidad.

Hasta en días como hoy nos distraemos con nuestras tonterías. Me mira esbozando una media sonrisilla y me dice:

—Eso es lo que más me gusta de ti, tu curiosidad por las cosas. Para mí una persona que no tenga interés por lo que le rodea está muerta. No comprendo a esas personas que se pueden pasar la vida sin enterarse de lo que pasa en el mundo, o sin probar cosas nuevas. Son como los burros que van con esas orejeras que les tapan la visión lateral para que no se salgan del camino.

—Bueno, digamos que no soy una ameba. Y dime, ¿por qué lo llaman capuccino? ¿Por los frailes?

—¡Exacto! El capuccino se hace con café, leche caliente y encima espuma de leche, que conforma una capa que conserva el calor del café. Esa capa se asemeja a la capucha de los frailes, de ahí el nombre.

—Bravo. Y ahora, señor erudito, ¿alguna idea para que Javi y Susana me dejen en paz?

—Ninguna. Precisamente he decidido venir aquí arriba a ver si nos inspiramos. Recapitulemos y hagamos inventario de esta locura: tu ex, que posee una foto nuestra en el Ateneo, ha puesto unos micrófonos en el salón de tu casa para escuchar tus conversaciones, seguirte, seguramente hacerte más fotos y grabarte en situaciones comprometidas, para chantajearte y que así vuelvas a tener contacto con él.

»Tu vecina Susana está enamorada de tu ex y, para complacerle y porque te envidia y quiere ser tú, lo ha estado ayudando en sus propósitos pero ahora dice que está arrepentida y quiere tratar de arreglarlo.

»Y a ti Susana te da pena o lo que sea y no la quieres denunciar. Por otra parte, dos amigos míos informáticos estuvieron revisando tu ordenador, la tablet y el móvil y vimos que ahí no habían entrado. Al menos no desde otros dispositivos, aunque si estuvieron en tu casa bien pudieron entrar a curiosear desde tu mismo ordenador. Ahora ya no hay problema, te han puesto seguridad extra y tienes más contraseñas que la Casa Blanca. Mi ordenador y mi móvil también están limpios.

—Correcto. Pues nada. A mirar las nubes. Mira, esa tiene forma de mail amenazante.

—Opciones: una es ir a la poli y denunciarlo todo. Es lo que cualquier persona normal haría. Pero tú no quieres pringar a Susana, y al ser Javi poli no nos fiamos de que no vayan a intentar ayudarlo sus compañeros. Además de que no tenemos muchas ganas de verlos tras el asunto del Ateneo. Pero si Javi les enseña la foto, será mucho peor.

»Otra idea es mandarle unos matones del Este muy eficaces que conozco. Pero es algo drástico —dice bromeando—. Una tercera, quedar con Javi y hablar como adultos, a ver si entra en razones, que lo dudo.

»No sé, ¿no conoces ningún secreto de Javi con el que puedas chantajearlo tú también? O simplemente con amenazarlo con la denuncia…

—Es muy tenaz cuando se propone algo. No creo que recule. Y en cuanto a sus secretos, hasta ahora era una persona tan anodina… Pensándolo, me sorprendo de haber pasado tantos años con él.

El sonido del móvil reclama mi atención. Hablando del rey de Roma… Nuevo mensaje de Javi. Lo leo en voz alta:

Hola, Zoe.

Sigues sin dar señales de vida. El otro día me encontré con Paco, el director de tu oficina. Recordamos los viejos tiempos, cuando te acompañaba a las comidas de empresa. No le he querido contar nada de tu nueva vida, aunque seguro que él te daría buenos consejos.

Quedemos para tomar algo, por favor. Me muero sin verte, estoy perdiendo la cabeza. No le he enseñado a nadie la foto del Ateneo, no te preocupes. Nunca te haría daño.

Un beso.

—¡Este desquiciado sigue erre que erre, ya amenazando con contárselo a los de mi curro! ¡Y dice que no le va a enseñar a nadie la foto pero no para de nombrarla! ¿Cómo la conseguiría? ¿La tomaría él? ¡Si no vimos a nadie en la calle, estaba desierta!

—Siento mucho haberte metido en este lío. Yo solo quería darte una sorpresa, me pareció que iba a ser genial enseñarte el Ateneo a ti sola. Dio la maldita casualidad de que mi tío se dejó aquellas llaves y que habíamos bebido, que estábamos eufóricos por habernos encontrado…

—Marcos, no te arrepientas. Fue algo precioso. Pase lo que pase será uno de los recuerdos más bonitos de toda mi vida. Esa noche no la cambio por nada. ¿Han vuelto a interrogar a tu tío? ¿Se sabe algo nuevo?

—Hablé ayer con él y sigue todo como antes. No ha vuelto a tener noticias. Pero está preocupado.

—Lógico. Creo que lo mejor es ir ahora mismo a la policía y contárselo todo. No aguanto más esta situación.

—Tienes razón. Terminamos el café y, mira, aquí al lado hay una comisaría. Vamos a poner en su conocimiento todos los hechos. Es lo que teníamos que haber hecho hace mucho tiempo.

—Sí. Esto cada vez se va complicando más. Espero que no sea demasiado tarde.

Mi teléfono comienza a vibrar. Esta vez es una llamada. Es Tere.

—¡Zoe, he ido a verte a tu casa y estaban sacando en camilla a Susana, ahora mismo! ¡Creo que ha intentado suicidarse!

—¡No fastidies! ¿Y no sabes dónde la han llevado?

—Creo que al 12 de Octubre. ¿Dónde estás?

—Estoy con Marcos en la azotea del Círculo, tomando algo. Voy a llamarla ahora mismo, a ver si lo coge alguien, y si no voy directa para allá. En cuanto sepa algo te digo. ¡Madre mía! Un beso.

Marco inmediatamente el teléfono de Susana y lo coge su madre. Me cuenta que su hija ha ingerido una alta dosis de pastillas y que la habían encontrado viva de milagro. Su madre tiene llaves del piso. Me confirma que está ingresada en el 12 de Octubre y que le han hecho un lavado de estómago y está fuera de peligro. Marcos y yo corremos para allá.