ACCIÓN, REACCIÓN

«Cualquier día de estos me voy a alzar… y voy a reventar…

La herida existencial, muy a pesar, la conciencia animal, mi propia destrucción, la contradicción…, vieja colisión.

Prosigo mi campaña sin olvidar que es eventual».

(«Lo Bello y lo Bestia», The New Raemon)

Este tío es un psicópata! ¡Y encima tiene una pistola! ¡Me da igual, yo le parto la cara! Denúnciale por acoso y ya verás cómo se le quitan las ganas de molestarte.

Acabo de contárselo por teléfono a Marcos y ha estallado de ira. Nunca había visto esa faceta suya y me da incluso un poco de miedo. Intento calmarlo:

—Tenemos que ser más listos que él y no caer en la provocación. Lo que debemos hacer es reunir más pruebas del acoso y cuando las tengamos actuar. De momento no tengo más que una carta inocente y un mail. En el fondo me da pena. ¿Y si le escribo por las buenas y le digo que no me moleste más y que si vuelve a las andadas se va a enterar?

—¿Te parece poco ese mail? Todavía le tienes un poco de cariño, es normal. Pero ten cuidado y no pierdas la perspectiva. El Javi que conociste y quisiste escondía a este otro psicópata que te persigue y escribe correos como este. Mejor que no me lo encuentre porque lo va a lamentar.

—Marcos, tratemos de pensar con la cabeza, por favor. Para empezar, ¿cómo pudo haberse enterado de que íbamos a la fiesta?

—Pues ya te lo dice en el mail: es policía. Seguro que para él no es muy difícil, tienen sus métodos. Y puede que se esté sirviendo de alguien de tu entorno que le pase información.

—Lo que me faltaba, empezar ahora a dudar de la gente de mi alrededor. No, en esta mierda solo puede andar metido él, no creo que ninguno de mis amigos le haya ayudado a hacer algo así.

—De momento te voy a formatear el ordenador y vamos a examinar tu móvil. Y bueno, si le dice alguna tontería a tus padres, con negarlo y decir que está loco, pues ya está.

—No sé mentir, mis padres lo notarían enseguida. Y tampoco tengo ganas de que se enteren en el trabajo. ¿Y si tiene imágenes, fotos mías haciendo algo?

—Tranquila, eso sería un delito contra la intimidad, y por más policía que sea le costaría caro.

—Voy un rato al gimnasio, necesito despejarme. ¿Cuándo vuelves? Te necesito.

—Tengo una reunión mañana a primera hora y cojo el primer AVE que haya. Pero si quieres pretexto algo y voy ya.

—No, no seas tonto. Cumple con tu trabajo. Mañana te veo. Este quiere fastidiarnos, pero no lo va a conseguir. Un beso, tontito. Te quiero.

—Te quiero. Llámame cuando vuelvas del gimnasio. Estate tranquila. Un beso.

Quedo con Tere a la salida del gimnasio y, sentadas en la terraza de al lado, le cuento toda la historia. No la veo muy preocupada. ¿Y si fuera ella la que le pasa mis coordenadas a Marcos? Me avergüenzo de dudar así de mi amiga y lo descarto enseguida. ¿Me estaré volviendo paranoica?

Cuando llego a casa, la pantalla del ordenador me espera. Debería contestarle a Javi. Pero ¿qué?

Me cuesta bastante, pero al final me siento y escribo:

Hola, Javi.

Te agradezco que te preocupes por mí, pero ya soy mayorcita para llevar el tipo de vida que quiera y relacionarme con quien yo quiera.

No entiendo tu mail y no esperaba algo así. Ahora me voy dos semanas a Londres, pero a la vuelta tomaremos ese café para que me expliques cara a cara todo esto que estás haciendo.

Hasta entonces, por favor, no hagas nada de lo que luego puedas arrepentirte.

Termino así mi mail. Intento ganar tiempo y no se me ha ocurrido otra cosa. Seguramente pronto tenga un correo suyo en el que me recrimine que le haya mentido y donde asegure que no estoy en Londres, lo que supondrá otra prueba más de que me está persiguiendo.

Voy a guardar todos sus mails y grabaré cada conversación que tenga con él, ya sea en vivo o por teléfono.