Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no es la herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte.

ELIE WIESEL[1]

Una hora después de dejar Cracovia nuestro convoy se detiene en una gran estación. El letrero anuncia el nombre de la localidad: «Auschwitz». No nos dice nada. Nunca hemos escuchado hablar de este sitio.

MIKLÓS NYISZLI[2]

Se necesitaba una energía moral extraordinaria para asomarse al borde de la infamia nazi y no caer en el fondo del pozo. Sin embargo, conocía a muchos internos que supieron ser fieles a su dignidad humana hasta el mismo fin. Los nazis lograron degradarlos físicamente, pero no fueron capaces de rebajarlos moralmente.

OLGA LENGYEL[3]