Capítulo 11: No pares hasta ser experto en ti mismo

1. Veraz y sincero.

2. Un terapeuta boxeador que conozca tu juego de piernas.

3. ¿Qué traje me pongo?

4. Bajar a la arena.

5. Mano a mano por la recuperación.

6. Para triunfar es necesario sufrir.

7. En este bar no servimos café con leche.

8. Mi castillo, mis normas.

9. Pensamientos perturbadores, ansiedad y otra mala gente.

10. Construir con cimientos.

11. Límites, barreras, fronteras y pasos a nivel.

12. La realidad como motivo o la realidad como excusa.

13. ¿Y si entro en pánico?

1. Veraz y sincero

Un día en mi consulta al recoger la ficha de datos en la que el paciente firma la cesión de sus datos y el compromiso de veracidad observé que junto a veracidad el paciente había escrito y rodeado con un círculo: «Veracidad 100%». Este paciente fue totalmente veraz en la primera consulta, contó todo descarnadamente. Fue la primera y la última. Aunque nos pidió ayuda y le «perseguimos» por teléfono, como habíamos quedado, terminó gritándonos y con amenazas.

En el proceso del cambio es necesario ser absolutamente sincero con uno mismo y con el terapeuta: decir toda la verdad que se nos ocurra y responder a las preguntas que escuecen y que dan en el clavo. Cada momento tiene su «nivel de sinceridad» porque al principio no nos damos cuenta de aspectos, conductas, momentos, factores o circunstancias que influyen en el desarrollo de nuestra conducta y no las contamos por afán de engañar, sino porque ni siquiera las veíamos. Si no lo puedes contar en una sesión o no tienes fuerzas, cuéntalo en la siguiente o por escrito o cuando puedas.

En una ocasión una paciente me daba datos, motivos, síntomas, pensamientos y respondía a todo aquello que yo le preguntaba, pero a mí no me cuadraba bien lo que veía con lo que me contaba. En la tercera sesión me dice de repente: «¡Ah, no sé si le he contado que tengo esclerosis múltiple!». Cosas que pasan. Era verdad que se le había pasado.

Otras ocasiones son auténticas peleas dialécticas, como la tenida con el Sr. Pérez: ¿Sigue teniendo la agenda? «No, ya me he desecho de ella.» ¿Y qué ha hecho con ella? «La he metido en un cajón.» Si me llego a quedar con la respuesta, me creo que no la tiene. En la siguiente sesión le vuelvo a preguntar por la agenda con todos los teléfonos y direcciones de las chicas y prostitutas con las que quedaba: ¿Y la agenda?, «Ya está fuera de casa». Me podría haber quedado ahí, pero le insistí: ¿Y dónde está?, «En el trastero». Pues sí, era verdad que estaba fuera de casa, pero lo que queríamos era destruirla. En la siguiente sesión ya me contó cómo la había destruido.

Si te molestan las cosas que te dice y propone el terapeuta y te revelas porque te van a quitar tus «placeres», es que vas bien. Has de estar dispuesto a «pelear» con el terapeuta, por eso intenta en primer lugar establecer una muy buena alianza terapéutica.

A una paciente que tenía acceso a internet a través del teléfono y era ésta una puerta de entrada en el abismo sexual, le propuse que yo ponía una clave que ella no supiera, de forma que podía recibir el correo pero no entrar en el navegador de internet. Así lo hicimos y dio muy buen resultado. A los meses cambió de aparato y le propuse hacer lo mismo. Me dijo que pensaba que no hacía falta. Le insistí, porque consideré que aun no estaba fuerte. Me dijo que no y respeté su decisión. A los pocos días volvió a deslizarse por el tobogán. ¿Ella creía de verdad que no había riesgo? Bueno, mitad y mitad. Por eso si te aprietan, déjate apretar, porque aunque la hipersexualidad se vista de seda, mona se queda.

2. Un terapeuta boxeador que conozca tu juego de piernas

En las conductas que producen culpa y vergüenza, puede resultarnos más difícil decir lo que ocurre al terapeuta. Al igual que el que consume perjudicialmente alcohol suele decir que ha bebido menos de lo que ha bebido y no con afán de mentir, sino porque quizá no le parece tanto o no lo recuerda bien, o porque hubiera querido que no fuera tanto o por agradar al terapeuta o para que le dejen en paz. En la conducta sexual fuera de control, también nos puede pasar eso.

Puede ocurrir que nos engañemos a nosotros mismos, no con afán de mentirnos, pero lo hacemos. No pasa nada, forma parte del proceso, si no, no habríamos llegado hasta ahí y el terapeuta debe saberlo. Por eso puede ser muy conveniente e ilustrador para ambos comentar y discutir cuáles son las características del autoengaño en general y del mío en particular. Qué argumentos me doy, cómo me justifico, en qué trampas me dejo caer, qué pegas me pongo y en qué dilemas me encuentro que no me permiten acertar en ningún caso.

Es bueno que elija un terapeuta que sepa «bailar» conmigo y yo con él, que se adapte a mis ritmos, estilos y velocidad, que conozca mi juego de piernas y esquive mis golpes, que sepa tolerar mis invasiones y ruptura de los límites. Que no se desespere si «fallo» o si hay recaídas, que sepa cuándo le «engaño» porque me estoy engañando primero a mí mismo.

Para esto él también nos ayudará a identificar la presencia del auto-engaño en la vida cotidiana. Esto sirve tanto para estos patrones de conducta como para otras situaciones en las que también me engaño y pienso que lo que estoy haciendo es lo que debo y lo mejor, aunque haya personas a mi alrededor que me dicen que no: mujer, padres, amigos, jefes, compañeros de trabajo. Es que a veces no hay «mejor» ciego que el que no «puede» ver: déjate ayudar.

3. ¿Qué traje me pongo?

Cuentan que cuando el jugador de fútbol internacional argentino Pupi Zanetti empezó a jugar al fútbol le desecharon del Club Atlético Independiente porque no tenía el físico adecuado. Posteriormente lo más característico de este jugador pasó a ser su poderío físico que hizo que le llamaran «Tractor». Teresa me cuenta que tiene una amiga que se compadece de sí misma, se da pena, se cree una pobrecita y por tanto se trata como a una pobrecita. Emprende su vida cada día dándose pena e invierte en sí misma como una pusilánime. La rentabilidad que recoge es la de una estima baja, pobre y penosa, inseguridad, intranquilidad y pesimismo.

¿Qué diferencia a Zanetti de la amiga de Teresa? Que una se pone el traje de víctima y el otro el de protagonista. Para afrontar el reto de ordenar e integrar la conducta sexual fuera de control tú eres el protagonista.

A mí también me pasa a veces lo mismo que a la amiga de Teresa. Me pongo en plan víctima y me quejo a los demás, focalizo mi atención en lo malo, en lo que no sale y en lo que me fastidia. Veo amenazas por todos lados, me quedo quieto y espero que alguien venga a salvarme, me empobrezco, me voy apagando, transmito pesimismo y doy la paliza a los demás con mi estado de bajón.

Cuando las dificultades nos asedien podemos irnos un momento a nuestro «vestidor personal» y pararnos a pensar qué traje me quiero poner para vivir esa situación de mi vida. Qué necesito para poder afrontar con éxito esas circunstancias a las que me voy a enfrentar. Esa situación que es única, histórica y que en cualquier caso es de mi patrimonio personal, y vale la pena ser vivida con la máxima intensidad que me permita crecer. ¿Qué me pongo para una boda o para ir a jugar al tenis o para ir de viaje? Cada ocasión requiere un traje. Si voy a tener estrés, si voy a pasar por circunstancias que en ocasiones similares han facilitado que acabe con conductas que no deseo, si me voy a cansar, si voy a estar de viaje y solo o cualquier otra situación que yo sé que a mí me afecta. Un traje para cada situación.

¿De qué está hecho el traje de protagonista? Se compone de tres telas: Querer, Saber y Poder. Querer salir de esa situación, como hicieron aquellos supervivientes de un accidente de avión en los Andes, reflejado en la película ¡Viven! Querían salir de allí, pero tenían grandísimas dificultades. ¿Qué fue lo que les hizo emprender la hazaña de cruzar la cordillera andina? Algunos de ellos dicen que soñar. Soñar que querían salir de allí.

Soñar con magnanimidad cómo queremos que sea nuestra situación, cómo me gustaría vivir la sexualidad, hasta dónde queremos llegar, qué es lo que queremos que cambie. Soñar y desear el cambio nos llevará a estimular nuestro querer y veremos qué falta. Saber cómo cambiar y cómo conseguir aquello que nos falta. Puede que ya lo sepamos y confiemos en nuestros talentos. Y si no, a preguntar. Es distinto contar un problema a alguien para que nos lo resuelva, que preguntar en concreto cómo conseguir y resolver eso que falta en nuestro sueño. Supongo que Zanetti preguntó cómo hacer para conseguir ese físico que le faltaba y con el que soñaba para poder ser un grande del fútbol.

Queremos cambiar y ya sabemos cómo hacerlo ¿Podremos? No sé, vamos a actuar a ver qué ocurre. ¿Hay algo que te impide actuar? Pide ayuda para empujar a la vez. No para que el otro empuje y tú te quedes mirando o llorando o lamentándote. Sabemos de éxitos que hemos tenido anteriormente y eso también nos mueve a actuar. También nos puede ayudar no ir a por todo a la vez.

El protagonista sueña con cambiar la situación. Quiere cambiarla, se mueve, busca alternativas, cuenta sus problemas pero no los vuelca en los demás, pregunta cuando no sabe, lo intenta y pide ayuda si no puede. Se comporta como quien quiere llegar a ser y en cualquier caso, «vestido para la ocasión» se hace mejor a sí mismo, crece y enriquece a los demás. Ningún vencedor sigue al soldado que huye. Cuando inviertes de esta forma en tu vida, la rentabilidad que recoges es una estima personal llena de seguridad, serenidad y optimismo. Victimismo frente a protagonismo. Estima personal frente a autocompasión.

4. Bajar a la arena

Había un anuncio de televisión en el que un aficionado al fútbol gritaba todo tipo de cosas y exigía a un jugador que iba a tirar un penalti que no fallara. En ese momento aparecían dos tipos forzudos, le agarraban, le enfundaban una camiseta de su equipo y lo llevaban al estadio que se veía en la televisión, al punto de penalti para que chutara. Ante los gritos de todos los aficionados que, como él hacía un minuto, le decían lo que tenía que hacer, se sentía anonadado.

Algo así puede pasar cuando estás enganchado y «todo el mundo te dice lo que tienes que hacer, pero casi nadie te dice cómo se hace». Claro que quieres salir, pero qué herramientas puedes utilizar, qué medios aplicar para salir victorioso.

Es necesario que pidamos al terapeuta o mentor que se implique, que busque remedios, que se remangue, que no tire por la «calle de en medio», que no proyecte sus miedos, que se atreva, que sea valiente, que derive a otro profesional cuando no sepa, que entienda, que comprenda, que comparta, que empatice, que sintonice, que resuene con nosotros, para torear el toro entre los dos.

Las palabras del terapeuta o sus consejos no nos cambian. Lo que nos cambiará serán nuestras acciones. Por eso, queremos saber qué acciones serán las que más rápidamente nos van a ir llevando poquito a poco al éxito.

Mi manera de escaparme, mi manera de evadirme de la realidad, cuando he tenido un riña con mi mujer, ha sido mediante el juego y el sexo. Deseo superarlo, no quiero actuar de esa manera que me ha hundido mucho y necesito que me ayuden a salir de donde estoy y me den pautas para cuando me enfrente a una situación complicada no tener que recurrir a esas salidas y no encerrarme en mí mismo, como tantísimas veces he hecho.

Habrá que intentar conocer y entender cómo se activa tu patrón adictivo. Qué sientes, qué piensas, qué deseas, cómo te encuentras. Identificar patrones disfuncionales de excitación. Conocer historias y escenarios específicos. Identificar los patrones compulsivos de la sexualidad. Conocer los tipos de conducta y patrones personales. Entender los patrones sexuales compulsivos. Completar y dividir la historia sexual. Cuando no has recibido tu «dosis» de sexo ¿Qué te pasa? ¿Cómo se expresa en ti que estás en abstinencia? Entender por qué lo que me pasa no es normal.

Chutaremos y acertaremos. Chutaremos y fallaremos. Seguimos avanzando. Actuamos, reflexionamos sobre la acción y reestructuramos el plan de acción y los medios necesarios.

Te puede ayudar el siguiente esquema:

1. Diseña un plan de acción para esa situación concreta en el que incluyas:

a) Objetivo/meta.

b) Medios que necesitas para conseguirlo.

c) Saber si tengo los medios o no y cómo tenerlos.

d) Cómo medir lo conseguido.

2. Actúa y llévalo a la práctica.

3. Reflexiona sobre lo ocurrido. Mide lo conseguido. Valora lo positivo. Analiza lo que no has logrado y considera cómo se podría haber hecho de otra manera, en otro momento, con otros medios, con ayuda, para haberlo logrado.

4. Rediseña el plan de acción y vuelve al punto 1 con novedades y nuevas posibilidades de éxito.

De esta forma, se elabora la solución para obtener un cambio. Comprometiéndote contigo mismo a perseguirlo, pasos a paso, poco a poco.

5. Mano a mano por la recuperación

Un paciente con Trastorno Bipolar me enviaba una guía de 400 páginas recién editada por expertos en la materia. Era una guía que yo no conocía y me dio alegría ver cómo el paciente llevaba la delantera en el cuidado de sí mismo y me facilitaba material para que pudiera atenderle mejor.

Tú eres el protagonista. Tú eres quién realmente conoce bien qué te pasa, qué necesitas, qué quieres. Sería muy bueno que te «licencies» en ti mismo y que obtengas el título de «Paciente Experto». Que sepas no tanto como el terapeuta, sino más. Que le puedas discutir, en el buen sentido de la palabra, las indicaciones que te dé, para afinar en cómo llevarlas a cabo. Que puedas cuestionar lo que te dice y lo que trabajáis, para llegar lo más hondo posible. Que entiendas los porqués, los paraqués, los para quién. Que conozcas los tiempos para avanzar con paciencia, constancia y no desesperar.

Ser paciente experto no significa ir de chulo y boicotear la terapia «porque yo ya sé de qué va esto». El paciente experto sabe que a veces es necesario fiarse del terapeuta y avanzar por donde nos indica, aunque no lo veamos claro.

Que tengas tareas para hacer durante el día es un trabajo que corresponde tanto al terapeuta como al paciente, es un proceso activo de ambos. El terapeuta sabrá de medicina, de psicología, de la adicción y el paciente es el que más sabe de su vida, lleva toda la vida viviendo consigo mismo. Aunque no sea consciente, tiene mucha o casi toda la información. Así, «dar trabajo» al paciente en un proceso activo por parte de ambos. Puede ser muy interesante y muy válido acudir a las sesiones con ideas, con propuestas y aprender a ser «paciente experto».

Es beneficioso por tanto informarse todo lo que se pueda sobre la hipersexualidad, leer buenos libros, que sean abiertos y respetuosos, pero que sean claros, que no digan tonterías en aras de un falso liberalismo o pretendan justificar conductas patológicas. Claro que se debe escuchar distintas opiniones y análisis de la situación. Sin irse a extremos no beneficiosos.

6. Para triunfar es necesario sufrir

Cuando pedimos ayuda a un profesional, este se encontrará interpelado a ayudarnos y quizá nos pida cosas que nos resultan dolorosas. Que le contemos secretos, que le pongamos al día de quiénes somos, que mostremos nuestras heridas, debilidades y sufrimientos. Para cambiar es necesario cambiar. El proceso de cambio, exigirá sufrimiento, dolor y compromiso. Habrá que pasarlo mal y va a haber malos momentos. Como cuando vas al fisioterapeuta con una contractura. Sabes que el fin es bueno y que el proceso tiene su dolor.

La persona a la que pedimos ayuda va a apretarnos las tuercas, con cariño y cercanía, sí, y el terapeuta va a confrontarte, te va a «meter caña», va a «perseguirte» para conseguir que salgas, si hace falta te agarrará de los pelos. Hasta donde tú le dejes.

También buscará tus fortalezas, tus capacidades, tus competencias, tus habilidades y se apoyará en ellas. Pero es el dolor el que nos hace gritar y el que suele reclamar la atención. Mi consejo es que le dejes hacer todo lo que vea conveniente: querer sin querer. Aunque parezca que es «como un poco falso».

Al término de una dura sesión con el Sr. Pérez le pedí perdón. Intentaba hacerle caer en el engaño que se hacía a sí mismo, le recordaba las lágrimas derramadas en otros momentos y le «picaba» para que sacara fuerzas de flaqueza y volviera a coger los remos para evitar ir a la deriva. Le pedí perdón porque fui muy duro, quizá algo agresivo, pero él me contestó: «Para eso vengo, si no lo hicieras no vendría, hacer lo mismo de siempre y volver al hoyo ya lo sé hacer yo solo».

7. En este bar no servimos café con leche

Uno de los lemas actuales en la medicina es la de la «medicina personalizada». Es curioso que los que más lo emplean y publicitan son aquellos laboratorios que ofrecen un análisis técnico de aspectos genéticos, sobre una muestra anónima registrada con un número para guardar la confidencialidad. Es individualizado sí, pero poco personalizado.

En el fondo, es una falacia porque toda medicina o toda psicoterapia debería ser personalizada para poder llamarse medicina o psicoterapia. No hay formulas generales y con más sentido aún si el problema está en la esfera de la sexualidad.

Prohibido el «café con leche para todos». Tu historia es única y necesitas una atención individualizada y personalizada, con todos los matices técnicos y materiales necesarios y con todos los detalles vivenciales y experimentados por ti que dan un sentido u otro a los aspectos de tu vida.

No basta con aplicar los remedios en concreto «a la situación que padeces», sino que es necesario que sea para tu persona. Jorge durante más de un año había decidido no tener internet en su casa, así se ahorraba la lucha contra la pornografía en la red. Su domicilio era un lugar «libre de porno». Sus compañeros de piso insistían en contratar una tarifa plana de datos para estar con normalidad en casa, consultar el correo, leer el periódico o bajarse documentos de la universidad. Finalmente lo habían puesto. Jorge argumentaba que estaba claro, cómo no lo iban a poner, en el siglo XXI no puedes vivir sin internet.

Le conté distintos casos de personas con problemas con la pornografía a través de internet: unos que habían cortado «físicamente» con unas tijeras el cable de internet, otro regaló su ordenador personal, otra que tenía un i-phone de empresa tenía el navegador bloqueado con una contraseña que ella no sabía, otro era informático y tenía internet en todos los sitios posibles, otro tenía internet en casa pero el ordenador era fijo y estaba en medio del salón, otro tenía un aparatito que le marcaba un horario, otro tenía un filtro. Situaciones tan diversas como cuando vas a un bar con amigos y se piden los cafés: solo con hielos en vaso corto, descafeinado con leche fría, doble de café y cortado, un manchado.

Jorge entendió que su máxima «en el siglo XXI no puedes vivir sin internet» no era tan cierta. Depende de lo que tú quieras, de lo que necesites, de lo que quieras querer, de lo que te siente bien.

8. Mi castillo, mis normas

Cada castillo tiene sus entradas y sus salidas secretas, sus pasadizos, sus mazmorras, sus puntos fuertes adonde llevar al enemigo para que intente entrar por ahí porque no lo va a conseguir, sus puntos débiles que conviene vigilar y no dar opción a que las amenazas vengan por ese flanco.

Cuando la conducta sexual desordenada se asienta en una persona y monta un castillo y construye una fortaleza dentro de nosotros, intentará que no la asaltemos, nos distraerá con engaños y mentiras e intentará llevarnos a luchar en lugares donde no vamos a conseguir casi nada.

«Mi castillo, mis reglas», dice el logopeda al rey Jorge VI en la película El discurso del Rey. ¿Cuáles son las reglas del castillo que ha montado mi conducta sexual en mí? ¿Cómo es mi vida y mi patrón de negación?

Podemos buscar cómo entender los patrones típicos de la negación en los adictos al sexo en general y en mí en particular. ¿Qué cosas me digo que me convencen que lo que estoy haciendo no es tan negativo ni tan pernicioso como parece? Progresivamente llevaremos a nuestra conducta sexual a vivir de forma adaptada e integrada en el castillo de mi proyecto vital, de manera que sea ella la que acate esta máxima.

9. Pensamientos perturbadores, ansiedad y otra mala gente

No es el objetivo de este libro, pero en el camino de mejoría y recuperación, será necesario identificar los pensamientos perturbadores y los patrones de distorsión de mi pensamiento, que me engañan, confunden y hacen que entre en estados emocionales que no me ayudan y que me arrastran al desarrollo de las conductas que no deseo.

La ansiedad es una respuesta del pensamiento, de las emociones y del cuerpo. Se caracteriza por un componente de predominio cognitivo muy intenso, generalmente en forma de pensamientos anticipatorios ante una situación real externa a nosotros o imaginaria en nuestra cabeza, que objetivamente no es tan peligrosa como representamos en nuestra mente.

La «respuesta de ansiedad» se manifiesta a través de tres componentes o sistemas de respuesta.

1. Cognitivo: se refiere a todo aquello que pensamos en relación con el acontecimiento —interno o externo— que estamos viviendo y dando un significado particular, al que atribuimos unas características e interpretamos de una manera determinada según nuestras experiencias y vivencias previas.

Cuando hemos tenido vivencias de conductas sexuales fuera de control, es lo que pensamos ante una situación potencialmente peligrosa, que genera estrés y puede derivar en ansiedad. Pueden ser valoraciones negativas acerca de nuestras capacidades para afrontarla, preocupación, falta de concentración, pérdida de control, o magnificación de lo que está ocurriendo. También personalización y atribución de responsabilidad con culpa, distorsiones en la percepción, dificultad para recordar algún aspecto, bloqueo del pensamiento (quedarse en blanco) o dificultad para nombrar.

2. Fisiológico: el cuerpo también expresa la ansiedad psicológica activando el sistema nervioso periférico. El organismo lo muestra a través de sudoración, principalmente en manos y axilas; aumento del ritmo cardíaco, notamos latir el corazón muy rápido o muy fuerte; aumento de la frecuencia respiratoria; dolores de cabeza, zumbidos en los oídos, sensación de nudo en el estómago y otros síntomas que en cada persona son particulares. Son las sensaciones físicas que notamos, los cambios que experimenta nuestro organismo ante el objeto o situación que nos produce ansiedad. Puede ocurrir que los genitales también expresen esta ansiedad y lo malinterpretemos como un mensaje de contenido sexual, cuando es un mensaje de contenido emocional.

3. Motor: engloba las actuaciones o conductas que podemos tener ante la situación demandante como actividad excesiva, movimientos repetitivos como mesarse el pelo, rascarse o frotarse las manos, tics como guiños de ojos o movimientos involuntarios del cuello, conductas de escape o evitación como huir de una situación o abandonar el lugar. También muestra cómo actuamos ante dicha situación o estímulo percibido como amenazante. La conducta sexual puede ser una evitación de situaciones amenazantes o un modo de afrontar circunstancias estresantes.

Cuando la respuesta ante los acontecimientos vitales o a las vivencias personales es desproporcionada por su frecuencia, intensidad o duración en el tiempo, se genera un malestar que merece ser atendido clínicamente.

Nos podemos preguntar si es anormal tener cierta angustia o miedo o estrés ante las circunstancias cotidianas que nos rodean y generan que estemos alerta para que no nos dañen o para conseguir lo que queremos. Sí, es normal cuando la respuesta es la adecuada a un estímulo. Si vemos por la calle a alguien que se acerca con un cuchillo hacia nosotros, es necesario que nos activemos para poder huir o atacar, esto es estrés. El condicionamiento que se produce entre la calle donde nos atacaron y la ansiedad que vivimos cuando la atravesamos, nos permite estar alerta a la hora de evitar un nuevo peligro. Esa ansiedad aparecida ante un estímulo real objetivamente no peligroso como es la calle, favorece nuestra adaptación resultando positiva para el individuo. Cuando esto se generaliza, no podemos salir de casa o ni siquiera podemos atravesar de forma adecuada esa calle, entonces es cuando la respuesta de ansiedad se convierte en dañina.

Esta respuesta no suele aumentar el rendimiento de nuestra acción como respuesta adaptativa y habitualmente provoca que se focalice la atención en nosotros mismos y no en la situación a la que quiero responder y adaptarme, por lo que se genera una respuesta no adaptativa, incoherente con la realidad o desproporcionada con el estímulo.

Nos puede ser útil conocer y aprender a identificar la presencia de estas manifestaciones para orientar y adaptar las técnicas que más nos benefician a cada uno de nosotros. De este modo, a uno le resulta más útil para abordar en un primer momento a través de la restructuración de pensamientos distorsionados, a otro le sería más eficaz y más rápido a la hora de manejar su ansiedad, el empezar con relajación a través del cuerpo o serían las emociones lo que le guían en la detección de los pensamientos distorsionados.

Suele ayudar aprender a detectar cómo se expresa la ansiedad en mí, conocer cuáles son mis pensamientos perturbadores o distorsionados y pedir al terapeuta que me facilite habilidades internas para la reducción de ansiedad.

10. Construir con cimientos

Cuando queremos construir algo tan grande y valioso como una sexualidad integrada en un proyecto vital, con orden y respeto por uno mismo y los demás, necesitamos competencias variadas que sostengan el desarrollo de la sexualidad.

En ocasiones cuando hay dificultades en el orden y control de la conducta sexual y las personas se plantean tomar el control y dirigir, se produce un cierto desajuste entre la meta y los medios de los que se dispone. Cuando observas el paisaje urbano de las grandes ciudades, con edificios preciosos que cortan el cielo, no te paras a pensar en los cimientos, en las instalaciones de alcantarillado, electricidad, calefacción y servicios múltiples que hacen que la ciudad funcione, pero ahí están aunque no los veas.

Estos servicios y cimientos que sostienen la ciudad de tu sexualidad ordenada y al servicio de tu libertad son diversas competencias, como conocimiento personal, orden, pro-actividad, reciedumbre, vínculos familiares sólidos, sentido trascendente, laboriosidad, confianza en la propia acción, determinación, iniciativa, saber descansar, amistad, razonamiento racional y afectividad rica y abundante.

Cuando una persona con dificultades para ordenar su conducta sexual presenta junto a estos problemas déficit en estas competencias le podrá ayudar crecer primero en ellas. Para saber cuáles vendría bien fortalecer a la par que se promueve la salud sexual, se puede buscar en la siguiente tabla de qué frutos malos se acompañan las conductas sexuales: desconcierto, sorpresa, desorden, falta de horario, no hacer lo que se debe, ñoñería, egocentrismo, individualismo, miedo al ambiente, indecisión, aburrimiento, pérdida de tiempo, agotamiento, abatimiento, razonamientos sentimentalistas o miedo a uno mismo.

En una ocasión le pedí opinión a un psicólogo, con una concepción del ser humano radicalmente distinta a la mía, sobre esta tabla y me criticó que le parecía una concepción demasiado elevada de la sexualidad y que quizá era poner una expectativa demasiado elevadas a personas «normales y corrientes». Puede ser y si alguien lo vive así pido disculpas, pero el fundamento es que creo en ellos, sigo teniendo fe en el ser humano. Quizá son una serie de competencias en las que cada uno puede saber cuál es el grado de desarrollo que precisa para que él viva la sexualidad en orden a su proyecto vital y, lo que en el fondo de su conciencia quiere hacer, sin necesidad de tener un medidor que nos equipare ni uniformice a todos.

Tabla 1. Competencias que ayudan a sostener una sexualidad ordenada, integrada y dirigida (Chiclana 2009).

Circunstancias que

acompañan a la conducta

que se quiere evitar

Competencias

a desarrollar

Desconcierto. Sorpresa.

Conocimiento personal.

Desorden. Falta de horario.

Orden.

Pereza. No hacer lo que se debe.

Pro-actividad. Diligencia.

Ñoñería. Flojera.

Reciedumbre. Fortaleza.

Egocentrismo. Narcisismo. Individualismo.

Sentido de pertenencia a un grupo.

Miedo al ambiente.

Confianza en la propia acción.

Dejarse llevar por el ambiente. Indecisión.

Determinación. Seguridad.

Aburrimiento. Pérdida de tiempo.

Iniciativa.

Agotamiento. Abatimiento.

Saber descansar.

Razonamiento emocional.

Razonamiento racional.

Sentimentalismos niñoides.

Afectividad rica y abundante.

Pereza. Pérdida de tiempo.

Laboriosidad.

Colegas. Amigos que se aprovechan.

Amistades recias.

Miedo a uno mismo.

Conocimiento personal.

11. Límites, barreras, fronteras y pasos a nivel

Te puede ayudar acordar límites en la conducta sexual con tu terapeuta, para ir marcando el ritmo. A veces habrá que utilizar límites en el mínimo nivel, arrancar la mala hierba cuando está naciendo y no esperar a que sea un bosque de plantas carnívoras que me engullen. Según avancemos en la evolución, iremos viendo cómo los límites se van marcando de forma más precisa, nítida y distinta.

Parece lógico evitar los estímulos desencadenantes directos como el contacto con pornografía directa en internet, televisión, revistas, radio o lecturas. También con aquellos estímulos que para ti son desencadenantes directos de la conducta, aunque no sean estrictamente «dañinos» o sexuales por sí mismos, pero que a ti no te sientan bien: miradas, canciones, fotografías, lecturas sugerentes. O indirectos como el consumo de alcohol, comidas copiosas, excesos en el trabajo, páginas no directamente pornográficas pero que te afectan, situaciones de cansancio, soledad, dejadez, quedarse solo viendo la televisión o navegando por internet, locales de copas determinados o los estímulos que sepas que a ti te afectan.

También ayuda potenciar estímulos inhibidores de la conducta como imágenes, sonidos, conductas, fotos de familiares, amuletos, objetos que traen recuerdos determinados. Todo lo que permita recordar en positivo lo que se quiere evitar, la pequeña gran meta que se pretende y las alternativas que se pueden elegir en vez de la conducta sexual. También pueden servir estímulos internos como imágenes que recuerden los momentos malos que ha traído como consecuencia la conducta: pérdidas, malestar personal, daño a otros o lo que haya ocurrido.

Hemos de contar con alternativas a la conducta que queremos evitar y cada quien sabrá cuáles son. Si disponemos de herramientas para romper la cadena conductual, si ésta se activa como llamar a alguien, irse a otro sitio, cambiar de ocupación, pedir ayuda a alguien que conozca la situación, hablar con otra persona, ponerse a ayudar a otros, escribir lo que se te ocurra o cualquier estrategia que nos sirva, para tener más posibilidades de éxito y de ir conquistando terreno para la libertad.

En algunas circunstancias, se puede acordar con la persona un «coste de respuesta»: qué pagará si vuelve a repetirlo. Puede ser algo económico, un donativo, ayudar a alguien o lo que permita a quien lo tiene como «multa» acordarse qué pasará si actúa.

¿Y sí va todo bien y conseguimos la meta prevista? ¡Pues a celebrarlo! Para seguir este refuerzo positivo, necesitamos ponernos metas asequibles y concretar cómo lo vamos a celebrar y qué medalla nos vamos a colgar.

12. La realidad como motivo o la realidad como excusa

Algunas acciones cotidianas que facilitan el orden e integración de la sexualidad pueden ser: tener un horario adecuado en el que quepa trabajo, oración si la practicas, atención de la familia, descanso diario con un horario para el sueño alrededor de 7 horas y media, ejercicio físico, comidas ordenadas, tiempo para aficiones, para las relaciones sociales y de amistad.

Además de un horario diario, resulta de ayuda una proyección del tiempo en semanas y meses, para contar con proyectos y ocupaciones de interés que centren la vida de cada uno. Cuando se da esto, se dificulta el desarrollo de las conductas que no se desean.

De acuerdo con las circunstancias de vida actuales que son trepidantes, las demandas del trabajo, los hijos, los gastos, las tareas domésticas y la cantidad de acciones que tenemos que llevar al cabo del día, podemos pensar que esto es inviable y que es proponerse un imposible. Esta es la excusa y la trampa que nos tiende la enfermedad.

Podemos responderle y no conformarnos. Tomar la realidad como motivo en vez de como excusa. Precisamente porque hay muchísimas exigencias y mucho que hacer, necesito cuidarme y no abandonarme al viento que sople en cada momento. Precisamente porque sopla y calibrando cómo sopla en cada momento, yo actuaré y pondré las velas de forma que pueda seguir navegando seguro hacia mi destino. El destino no existe, el destino te lo montas tú.

13. ¿Y si entro en pánico?

Cuando llegas tranquilamente a un hotel, ves que por la parte de dentro de la puerta de la habitación hay un plan en caso de incendio. Lo miras con indiferencia y las instrucciones que te indican por donde huir te parecen un poco tontas. No le haces mucho caso. Tienes muy claro que harás en caso de que haya fuego en el hotel.

Sin embargo cuando suena la alarma anti incendios, hueles a humo, y es por la noche, te bloqueas. ¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo era? ¿Dónde está la salida de emergencia más cercana?

Algo así nos puede pasar según en qué fase nos encontremos. Si estamos serenos y en paz puede que tengamos muy claro qué hacer para no entrar en el ciclo de conductas. En cambio, cuando llevamos unos días con sensación rara, me acabo de enfadar con mi mujer, estoy cansado, unas imágenes me llaman la atención, empiezo a entrar en bloqueo, parece que no tengo salida y estoy abocado a volver a las andadas.

Para esos momentos puede ayudar tener escrito un plan de urgencia, como el del hotel. Unas «autoinstrucciones» para poner en práctica en las situaciones en las que estés bloqueado. Ideas para romper la cadena, para cambiar el rumbo, para salir por la puerta de emergencia y no lanzarte a las llamas. Lo puedes tener escrito en la agenda, en el teléfono móvil, en el ordenador, en un papel en el bolsillo, donde a ti te sirva. Un plan que resulte sencillo poder acudir a él y recordar alternativas que en ese momento no eres capaz de actualizar: llamar a alguien, salir a la calle… las que sean. Trabájalas con tu terapeuta.