Presentación

Manuel Álvarez Romero. Presidente de la Sociedad Andaluza de Medicina Psicosomática. Director del Centro Médico Psicosomático de Sevilla. Director de la Biblioteca de Desarrollo Personal en Editorial Almuzara.

Sea bienvenido a nuestra Biblioteca de Desarrollo Personal este peculiar e interesante libro. Peculiar por su audacia, claridad y profundidad. Interesante por su contenido temático, tratado aquí desde un enfoque de suma actualidad.

Andan, ahora, los médicos, psiquiatras y científicos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y de la APA (Asociación Americana de Psiquiatría) enzarzados en la revisión y redacción de las nuevas Clasificaciones Internacionales de Enfermedades: las CIE-11 y DSM-5 respectivamente. Y junto a los trastornos de personalidad, los de la conducta o el famoso Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), aparecen nuevos cuadros tales como este de la Hipersexualidad.

Es la sexualidad un ámbito tan viejo conocido como la misma naturaleza humana, tan presente en la dinámica del vivir y tan influyente en los cursos de la historia, que exige conocimiento, enfoque y autocontrol como el que más lo requiera.

La sexualidad es una facultad del ser humano —muy diferente a la del animal, tal como se constata en mil señales, entre las que resulta muy plástica la del abrazo amoroso propio de la relación sexual humana, en exclusiva—, ordenada primariamente a la reproducción que, como todo lo bueno del hombre, conlleva placer y gratificación vivencial.

Su carácter pasible nos habla de donación, de ser, para el protagonista, más recibida que recreada. Y esta función conlleva tal importancia que sus órganos básicos radican, por una parte en el cerebro, y por otra se apoyan o sustentan en ese hueso que ya los antiguos llamaron sacro.

Cuando en el año 2005 iniciamos esta colección, pensábamos ilusionados en ayudar al desarrollo y maduración de muchas personas. Así ha sido y, afortunadamente, hemos vivido la satisfacción de abundantes frutos, constatados mediante cartas y correos de los lectores, consultas recibidas, comentarios periodísticos o editoriales, reediciones de los textos, etc. Por ello, no hemos dudado en la integración de este proyecto del Dr. Carlos Chiclana, en cuanto nos planteó su intención.

En el Congreso Nacional de Psiquiatría 2011, el Dr. Chiclana presentó su primer trabajo sobre este tema, con un buen grupo de pacientes bien estudiados y tratados. Luego han seguido foros, conferencias, ponencias y una abundante casuística que han ido consolidando el conocimiento de unos cuadros clínicos ahora mucho más frecuentes que hace unas décadas, en razón de los profundos cambios culturales y tecnológicos vividos. No resultó baladí la potente fuerza e influencia inmersora que conllevaba el cambio en el campo de la enfermedad, el dolor y el sufrimiento físico, psicológico o moral. Es éste uno de los fundamentos que avalan el gran interés actual por el tema de los Trastornos de la Sexualidad.

La vivencia sexual, normal o patológica, afecta notablemente al intramundo y a la relación de las personas —varones o mujeres—, llegando a troquelar, en buena parte, su desarrollo biográfico longitudinal, junto a la dimensión social del transversal momento concreto en que se viven y se analizan las relaciones familiares, profesionales, culturales y sociales. Es pues, la vida sexual de la persona, una dimensión bastante presente en la salud o la enfermedad de los humanos, estando francamente más relacionada con los ámbitos psíquicos de la persona que con los orgánicos, dada la extensa y profunda conflictividad que la sexualidad o la afectividad pueden y suelen originar desde el pensamiento, la emoción o los sentimientos.

En algunas reuniones con profesionales de la salud mental, celebradas en los últimos años, nos hemos preguntado, si el médico o el psicólogo suele hablar con el paciente acerca de cómo vive su sexualidad, si cree que le genera conflicto o le afecta en su vida integral. O bien ¿se abre el espacio dialógico oportuno para que afluyan los conflictos y preocupaciones del paciente como aportación para la historia clínica?

Cuántas demandas expresas se dan al solicitar una consulta médica —en cualquier especialidad y más en la Medicina de Familia— no son más que la traducción o la embajada de una demanda oculta —a veces para el propio paciente—, que tantas veces está relacionada con la vida y la vivencia sexual de quien busca ayuda para restituir su salud integral.

Recuerdo ahora las clases de Patología Médica del Profesor José León Castro, allá por los años 1962-65, en las que resaltaba la oportuna razón de Freud al considerar la gran influencia del inconsciente en el enfermar humano. Y añadía, a la par, como su sinrazón radicaba en la magnitud del espectro causal, exagerado, sin duda, en los planteamientos del fundador del Psicoanálisis. Por mi parte, los ya muchos años de ejercicio desde la práctica médica psicosomática, avalan esa perspectiva.

En nuestro libro se aborda con decisión la vivencia sexual normal y patológica, fruto de la vida instintiva y de la afectividad, dos elementos que han de ser dirigidos, canalizados y controlados —que no reprimidos— por la voluntad humana, tal como sucede con el hambre, la sed, el afán de poseer o notoriedad, etc.

Es comprensible que en una sociedad global y de tan rica comunicación tecnológica —más aún si se relativizan los valores que habrían de ser referenciales en la vida—, la distorsión del mundo interior de todos, especialmente los jóvenes, resulte tan prolija en patologías del control de los impulsos: anorexia, bulimia, obesidad por atracones, ludopatías, adicción a internet o al móvil, compra compulsiva, etc. Y, por supuesto, la adicción sexual. En todos ellos el estrés —símbolo de nuestra era— incide fuertemente como factor indudable desencadenante o coadyuvante.

Pienso que es momento de citar, aún siéndolo de pasada, la influencia de la literatura, del cine y sobre todo —desde una mayor cercanía— de la televisión en la frecuencia e intensidad de los trastornos hipersexuales.

Todos estamos de acuerdo en que llamar a esa puerta, a los campos citados, resulta atractivo y necesario. Pero es, a la vez, arriesgado y confuso por quien pudiera abrirte y por el contenido que te ofrezcan. Aquí me apoyo para resaltar el valor de nuestro autor, el Dr. Carlos Chiclana, como clínico experimentado, versado en psicopatología general y específica, con vocación académica e investigadora y con una conciencia moral bien construida. Sólo así se alcanza un texto capaz de propiciar el equilibrio, desarrollo de un ámbito tan delicado como la sexualidad en el hombre. Por afectar a estratos de importancia crucial para la persona y para su íntima relación con la capacidad reproductiva, la sexualidad entraña una dimensión espiritual y moral incuestionable. También aquí he de reseñar la valiosa función personal del Dr. Carlos Chiclana.

Conocer los trastornos y las enfermedades psíquicas u orgánicas capaces de generar o sustentar una conducta hipersexual será, sin duda, un valioso soporte para la formación de médicos, psicólogos, pedagogos, educadores, padres y, muchas veces, para los propios protagonistas del problema. Será, por tanto, este libro un valioso y novedoso elemento en el mundo editorial de nuestro tiempo.

Sevilla, febrero de 2013.