Capítulo 2: ¿Qué es la hipersexualidad?

1. La mazmorra del Sr. Pérez.

2. Los pacientes no existían.

3. Ninfas del siglo XXI.

4. Están ahí y piden ayuda.

5. Nuevas posibilidades: el borrador de la DSM-5.

6. El calvario de Manolo.

1. La mazmorra del Sr. Pérez

Leamos el relato escrito por un paciente real:

¡Qué duro es estar en la mazmorra! En oscuridad total y sin que te dejen salir. Has ido entrando poco a poco, pero ahí estás: en el fondo de la mazmorra más profunda y oscura.

Empezaste por la zona de las afueras de la ciudad donde había mujeres. Primero sólo mirar, pasear en bici o en coche. Vueltas y más vueltas. Ver, curiosidad: qué agradable.

Luego ya te atreviste desde tu coche. Posteriormente ya subes a una. Después de estar con ella piensas: «¡Bah!, no vale la pena, tal vez la próxima vez».

Y ya viene la cadena y cada vez te va atando más y más, y más y más, en los nudos que tú mismo haces mirando para otro lado, como si no fuera contigo. Luego vas a una casa y es más agradable y luego a otra y más cadenas. ¿Y con dos a la vez? Más y más cadenas.

Te propones algo más fuerte: ir a un local de intercambios. Eso es una cadena terrible, y más fuerte. Pero sigues. Mucha más gente conocida. Tienes ya tu lista personal. Más cadenas. Y también más sensaciones de insatisfacción. Pero caes por un tobogán sin ver agarraderos que te permitan frenar. A todo que sí, y todo salía adelante y tú estás bien atado por varias cadenas.

Tienes una doble vida. Una «esquizofrenia vital» total: doble nombre, doble identidad, doble profesión. Todo, todo, todo es doble. Es una vida absurda. ¿Cómo no te has vuelto loco?

Estando en un pozo tan hondo y envuelto en centenares de cadenas ¿Cómo vas a poder salir de ahí? Hay muchas cadenas internas y externas. Te parece que ya no puedes hacer nada. No se puede romper con todo eso. Son muchos años. Miles de personas, miles de lazos, amistades buenas y malas. Muchos hábitos, ya es algo consustancial contigo.

No había modo de poder salir de esto. Era imposible externa pero sobre todo internamente. No podías vivir sin ello. Era parte de tu vida como el comer o el respirar. Muchas veces lo habías intentado. Habías puesto todos los medios o al menos eso creías.

Ayudas espirituales, pasar temporadas sin coche, visitas a varios psiquiatras, pastillas que te dejaban atontado, dos accidentes de coche por las pastillas, años y años intentándolo. Déjalo, no lo intentes, tendrás que vivir con ello y procurar que nadie te descubra. Una última vez, a ver si encuentro la salida. No puedes salir de la negra mazmorra. Tú quisieras. Buscas salidas. Haces esfuerzos y te vuelven a echar dentro: «¡ja, ja, ja, ja, pensabas que te ibas a escapar!».

El prisionero logra salir un ratito, pero un sedal invisible le ata a su querida-odiada mazmorra. En ese mismo momento en que parece que se ha liberado, ya está planeando qué va a hacer para volver a una prisión más «agradable» y profunda. No puede vivir sin ella. No sabe lo que es la droga, debe ser muy parecido.

Aquel día de la llamada telefónica que te chantajeaba viste tu absurda vida de nuevo con luces nuevas, por miedo sí, pero con luces nuevas. Por miedo fuiste cortando varios lazos externos. Gracias a esa doble vida, la inmensa mayoría de la gente, desconoce la verdadera identidad, lo cual te facilitaría romper con el mundo del «hampa».

2. Los pacientes no existían

Cuando empecé a trabajar como psiquiatra había personas que acudían al hospital y solicitaban ayuda para atender y mejorar su actividad sexual. Hasta aquí todo era normal. Lo que me llamaba la atención es que dentro de ese grupo de pacientes, algunos referían que su actividad sexual era excesiva o desordenada, que no la conseguían controlar y que les estaba causando sufrimiento, «no podían no hacerlo así».

Cómo era un médico en formación acudí a la «biblia» de la psiquiatría, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, en su edición cuarta revisada (DSM-IV-TR).16 Miré por todos los apartados, pero no encontré ninguno que se refiriera a una conducta sexual excesiva. Había todo tipo de disfunciones sexuales, el deseo sexual hipoactivo, la aversión al sexo, trastorno de la excitación sexual en la mujer y de la erección en el varón, problemas del orgasmo, eyaculación precoz, trastornos sexuales por dolor (dispareunia y vaginismo), alteraciones de la sexualidad debidas a una enfermedad médica, problemas inducidos por sustancias y parafilias, pero no decía nada de personas con un alto deseo sexual o con conductas sexuales desproporcionadas con su vida, ocupación o proyecto vital: ¡estas personas no existían como pacientes! No existían para la Asociación Americana de Psiquiatría, porque estar, estaban ahí sentadas en la consulta y pedían que su sufrimiento fuera tomado en serio.

Acudí también a la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) que redacta la Organización Mundial de la Salud con profesionales de todos los países miembros. ¡Menos mal!, sí que me daban alguna idea y me permitían reconocer a mis pacientes bajo el epígrafe F52.7 «Impulso sexual excesivo». Algo es algo.

Refiere que «tanto los varones como las mujeres pueden quejarse ocasionalmente de un impulso sexual excesivo como un problema en sí mismo, generalmente durante el final de la adolescencia o en el comienzo de la edad adulta. Cuando el impulso sexual excesivo es secundario a un trastorno del humor o cuando aparece en los estadios iniciales de la demencia debe codificarse aquí. Incluye: Ninfomanía. Satiriasis».17 ¡Qué desilusión! Vaya definición más pobre.

Precisamente la hipersexualidad se consideraría una entidad aparte aunque puede acompañar a otros procesos cuyo foco principal de tratamiento es el proceso primario. Por ejemplo, en un episodio maniaco de un trastorno bipolar, el fin principal del tratamiento es lograr la estabilidad del estado de ánimo y, como consecuencia la sexualidad volverá a las manifestaciones habituales en esa persona.

Recuerdo un paciente, elegante, respetuoso en su trabajo y al que no se le conocía ni una mirada indecorosa que padeció un episodio maniaco. Empezó a regalar ropa interior a las compañeras de despacho, se compró para ir a trabajar unos pantalones de cuero, unas ajustadas camisetas rosas que nunca había llevado y hacía comentarios procaces a las compañeras. ¿Había hipersexualidad? Sí, pero como un síntoma de la manía propia del Trastorno Bipolar. Con un tratamiento farmacológico se estabilizó el ánimo y el deseo sexual descontrolado y sus manifestaciones volvieron a su cauce. La adaptación al trabajo fue un poco más costosa, se deshizo de sus pantalones de cuero y recuperó su talante sosegado.

3. Ninfas del siglo XXI

Pensé que quizá era una «nueva patología» del siglo XXI, secundaria a tantos años de liberación sexual, una hija natural del Mayo del 68, heredera de la crisis de valores, alimentada con los videoclips de MTV y las manipuladoras series de televisión. Comencé a recoger los casos de personas en esta situación. Para estos pacientes su problema no era algo ocasional ni asociado a la pubertad, ni tenían un trastorno del humor, ni una demencia. Eso de ninfas y sátiros me sonaba a mito. En ciencia no solemos trabajar con mitos, miré a ver quiénes eran estos personajes.

Las ninfas son «cada una de las fabulosas deidades de las aguas, bosques, selvas, etc., llamadas con varios nombres, como dríada, nereida». También se refiere el diccionario a «joven hermosa», «mujer de costumbres libres» y a los «labios pequeños de la vulva».18

Esto me sonaba a lo que decía la protagonista de aquella película:

Soy una mujer promiscua, sí, porque pretendo utilizar el sexo como medio para encontrar lo que todo el mundo busca: reconocimiento, placer, autoestima y, en definitiva, amor y cariño. ¿Qué hay de patológico en eso? Si queréis ponerme un nombre, adelante no me importa, pero sabed que lo que soy en realidad es una Nereida, una Ninfa sencillamente.

Pero las personas que me pedían ayuda no querían llevar esa vida, ni dedicarse a seducir a varones desprevenidos. Refiriéndose al mundo animal dice el diccionario: «en los insectos con metamorfosis sencilla» la ninfa es el «estado juvenil de menor tamaño que el adulto, con incompleto desarrollo de las alas». ¿Y si los problemas de hipersexualidad fueran debidos a una falta de maduración de la persona que todavía no ha llegado a ser adulto y tiene un desarrollo incompleto de la sexualidad?

Algo así explica el doctor, psicólogo y sexólogo, Mark Schwartz quien considera que las personas con comportamientos sexuales compulsivos los padecerían como consecuencia de una inmadurez personal que les lleva a experimentar conductas sexuales sin estar afectivamente preparados. Serían personas que han tenido un aprendizaje sexual temprano cuando eran niños inmaduros afectivamente. O bien han recibido educación sexual sin educación en el amor con una exposición precoz a la sexualidad en la familia, los medios de comunicación y en los patrones o roles que se espera de ellos y se les exigen. Niños erotizados genital y socialmente pero sin armas para vivir el erotismo como relaciones humanas de afecto, con cercanía emocional y calor humano personal.19

Los varones, según la CIE-10, lo tendrían peor aún si los clasificáramos como sátiros pues según el diccionario eran «en la mitología grecorromana, divinidad campestre y lasciva, con figura de hombre barbado, patas y orejas cabrunas y cola de caballo o de chivo». También «hombre lascivo, seductor de menores, hombre que tiene amoríos con alguien mucho más joven y delincuente violador de mujeres».20

En mi experiencia profesional los hombres que querían ordenar su conducta sexual y pedían ayuda podían tener mucho gusto por el sexo, pero no eran delincuentes, ni seducían a menores, ni violaban a mujeres, por lo menos los que me habían pedido ayuda. Sí es verdad que alguno había cruzado alguno de estos límites, pero no eran personas en medios penitenciarios.

Sí se aproximaban más a las circunstancias que refleja el Dr. Schwartz, que se queja de la creciente indulgencia educativa en las familias con tendencia a las compensaciones económicas y a la sobreprotección. Estos tipos de educación harían que tengamos a jóvenes «alimentados pero no nutridos», armados por fuera pero vacíos por dentro. Las personas con problemas de conducta sexual fuera de control vendrían de familias caóticas con apego desorganizado que les llevaría a la búsqueda de la cercanía por miedo al rechazo a través de la sexualidad. Individuos con relaciones de apego interpersonal inseguro, que establecen posteriormente la capacidad de excitarse sexualmente sin mucho atractivo por su pareja o la capacidad de buscar la excitación más de forma reflexiva consigo mismos que interactuando de forma segura.21

En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE) la ninfomanía se describe como furor uterino que es el «deseo violento e insaciable en la mujer de entregarse a la cópula». No necesariamente se da la hipersexualidad sólo volcada en la cópula, sino en una más amplia gama de conductas sexuales. La satiriasis es definida en el DRAE como un «estado de exaltación morbosa de las funciones genitales, propio del sexo masculino» que quizá si pudiera acercarse más a lo que hoy entendemos por hipersexualidad, aunque no se exaltan sólo las funciones genitales porque también participan el pensamiento y sus cogniciones, la relación con los afectos y las emociones.

4. Están ahí y piden ayuda

Ni la Asociación Americana de Psiquiatría ni la Organización Mundial de la Salud me daban buenas ideas para ayudar a estos pacientes. Según ellos me encontraba en el dilema de decirle que no le ocurría nada o que era una ninfa, una nereida o un sátiro, que no se quejara o que aprendiera a vivir y disfrutar con lo que le ocurría.

Un desesperado internauta preguntaba:

He estado buscando información sobre la hipersexualidad ya que, hace tiempo me siento identificado con este problema. Necesito consejos sobre lo que tengo que hacer, porque sinceramente ya no sé qué hacer. Al principio ardo de deseo cuando estoy con mi pareja (mantengo una relación estable) pero si no llegamos a tener sexo me da rabia, que acaba en peleas. Cuando esto se me pasa, me doy cuenta y me da más rabia aun por no poder controlar esto y cuando tenemos sexo al terminar me siento como si hubiese hecho algo malo. Y muchas veces lloro por no poder controlar esto. Necesito ayuda.»

Un miembro del foro le contestó una burrada fuera de lugar, pero habitual en los consultorios de internet o periódicos. ¿Debería yo contestar lo mismo a mis pacientes? Un dilema que no me ayudaba a ayudarles y me mantenía entrampado.

5. Nuevas posibilidades: borrador de la DSM-5

Un día me llegó un correo electrónico anunciando que el borrador de trabajo para la quinta y nueva edición del Manual Diagnóstico de Enfermedades Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-5) estaba publicado en internet y se podía acceder a él.22

Mi sorpresa y alegría fue grande cuando descubrí que le dedicaban un apartado específico y que proponían un nuevo diagnóstico: el Trastorno Hipersexual (Hypersexual Disorder). Por fin podría compartir con alguien mi curiosidad científica y personal en este asunto, había otros profesionales que se encontraban en su práctica diaria con la existencia de estas personas. Alguien había tenido la misma experiencia profesional que yo y buscaba los caminos científicos para dotarles de una visibilidad que permitiera que les hiciéramos caso en los centros de salud.

Mi alegría duró poco al ver que el sustrato académico y científico era pobre, pero por lo menos era un primer paso que animaba a recorrer el camino de la investigación científica, de la cercanía clínica con los pacientes, del reconocimiento de su padecimiento, del desarrollo de estrategias para poder dar ayuda profesional a las personas que lo desearan.

La DSM-5 proponía en su borrador el Trastorno Hipersexual23 como un trastorno del deseo sexual no parafílico, caracterizado por un aumento en la frecuencia e intensidad de fantasías, excitación, impulsos y conductas sexuales, asociadas a un componente de impulsividad, que provocan un malestar clínico significativo o un deterioro social u ocupacional. Posteriormente este borrador de trabajo fue modificándose y proponían los siguientes criterios diagnósticos:

A. Durante un período de al menos seis meses, presenta fantasías sexuales recurrentes e intensas, impulsos sexuales y conducta sexual en asociación con cuatro o más de los siguientes cinco criterios:

1. Consume excesivo tiempo en fantasías e impulsos sexuales, planificando y participando en conductas sexuales.

2. Repetidamente desarrolla esas fantasías, impulsos y conductas sexuales como respuesta a estados de ánimo disfóricos (por ejemplo: ansiedad, depresión, aburrimiento, irritabilidad).

3. Repetidamente desarrolla fantasías, impulsos y conductas sexuales como respuesta a eventos estresantes de la vida.

4. Repetitivos pero infructuosos esfuerzos por controlar o reducir significativamente esas fantasías, impulsos y conductas sexuales.

5. Repite el comportamiento sexual sin tener en cuenta el riesgo de daño físico o emocional a sí mismo o a otros.

B. Hay un malestar clínicamente significativo o deterioro personal en las áreas social, profesional o de otro tipo de funcionamiento, asociado con la frecuencia e intensidad de estas fantasías, impulsos y conductas sexuales.

C. Estas fantasías sexuales, impulsos y conductas no se deben a los efectos fisiológicos directos de sustancias exógenas, por ejemplo, drogas de abuso o medicación, o a episodios maníacos.

D. La persona tiene al menos 18 años.

Aconseja especificar si las conductas son masturbación, consumo de pornografía, conductas sexuales con el consentimiento de adultos, prácticas de cibersexo, llamadas a teléfonos de contenido sexual o asistencia a clubes de striptease o similares.

Como se puede observar los profesionales que proponen estos criterios se fijan en si se ha invertido una gran cantidad de tiempo en la conducta sexual; se ha empleado para afrontar sentimientos desagradables o para afrontar responsabilidades o problemas estresantes; se ha querido disminuir y no ha sido posible; se ha mantenido la conducta pudiendo causar enfermedad, daño emocional al paciente, a la pareja sexual o a otros; ha producido malestar a sí mismo o ha provocado problemas personales, sociales, laborales o en otras áreas.

Según los defensores de esta nueva categoría24 la evidencia empírica apoya esta propuesta desde una perspectiva basada en los tres principales modelos fisiopatológicos propuestos en la literatura sobre la hipersexualidad: la desregulación de la excitación, la adicción sexual y la compulsión sexual. Dicha categoría no está bien estudiada y se queda en una descripción superficial de las conductas sin analizar ni reflexionar sobre la verdadera psicopatología que subyace en el supuesto trastorno.25

Proponen un cuestionario que, aunque no está validado en castellano, puede ser útil para conocer en qué medida se considera que una conducta se está saliendo de «lo normal» y también sugieren una medida dimensional: ausente cuando no está presente, ligera (dedicación de menos de 15 minutos al día, con preocupación pero sin conductas), leve (15-30 minutos/día o conducta 1 día/semana), moderado (30 min-2 horas/día o conductas 2-5 días/semana), grave (más de 2 horas día o conducta 5-7 días/semana).

¿Cómo no estar de acuerdo cuando explica la DSM-5 que existe una necesidad clínica significativa, incluso una «demanda» de los ciudadanos que acuden a los centros de salud mental? Con unos criterios específicos para el trastorno hipersexual se evitaría el «cajón de sastre»26 del «trastorno sexual no especificado» y se diferenciaría de los comportamientos compulsivos propios del trastorno obsesivo compulsivo y de los comportamientos adictivos no parafílicos,27 aunque como veremos más adelante, estas diferencias no están tan claras.

Las consecuencias de estas conductas no son indiferentes para la sociedad. Tienen un componente social y de salud pública muy importante tanto por las consecuencias adversas personales y relacionales como por de las rupturas de familias, de parejas afectivas y la disfunción conyugal, el divorcio, la asunción de riesgos sexuales para adquirir y diseminar enfermedades de transmisión sexual, incluida la infección por el VIH, y los embarazos no deseados.

Los miembros del grupo de trabajo que investigaba el trastorno hipersexual en la DSM-5 reconocen que hay deficiencias significativas tanto en los conocimientos básicos científicos, como en los factores de riesgo, en el desarrollo, la historia familiar, los marcadores cognitivos y los sustratos neurobiológicos.

Proponían que era necesario un conocimiento más empírico del trastorno hipersexual en las mujeres y, como es el caso de tantos trastornos psiquiátricos, el comentario de que «se necesita más investigación» es ciertamente aplicable a estas condiciones. De hecho, parece que finalmente no se incluirá el trastorno hipersexual en la DSM-5 como una nueva patología, sino que quedará en un apéndice que propone disfunciones que han de seguir investigándose y que precisan de más trabajos que lo respalden, lo veremos en mayo de 2013.

6. El calvario de Manolo

Manolo tiene 33 años, una mujer estupenda, varios hijos magníficos y un buen trabajo. La cosas le van bien ¿qué más puede pedir? De vez en cuando queda con un amigo de toda la vida con el que guarda confidencias desde hace muchos años. Han hablado de todo lo que se puede hablar, no hay secretos entre ellos.

Hoy le ha traído a Manolo un artículo sobre la masturbación. Un psiquiatra se enfadó ante la idea de una institución pública de organizar unos talleres sobre la masturbación para adolescentes y escribe un artículo titulado «Masturbación: menos moral y más ciencia». Se lo da a Manolo: «Oye, aquí hay alguien que quizá te pueda ayudar con eso que te pasa que me has contado a veces».

Manolo se lo lee, me localiza por internet: «He visto su artículo publicado en el día de ayer en el periódico. Estoy muy interesado en el tema que usted aborda y querría tener la posibilidad de visitarle».

Viene a verme: «Mira, así como tú lo cuentas es como yo me veo». Se masturba una media de siete veces al día desde hace 17 años. ¿Por qué quiere dejar de hacerlo?: «Por lo que me afecta a mi vida normal, a las relaciones con mi mujer, al trabajo y a mi vida espiritual».

De pequeño era un niño «vaguete», movido y espabilado, mal estudiante que repitió dos cursos. En la primera entrevista está volcado sobre la mesa, no deja de moverse y de morderse las uñas, coge las cosas que tengo sobre la mesa, bolígrafos, sello médico, papeles, y juega con ellas.

Este exceso de movimiento me hace sospechar y comienzo a hacerle preguntas que me confirman que le cuesta mucho concentrarse, que no logra fijarse en los detalles en el trabajo y que comete errores por no tener cuidado, su mesa de trabajo está sepultada por montañas de papel de múltiples expedientes, no sólo se mueve en la consulta sino que de forma habitual en su vida diaria se remueve en el asiento, se levanta en las situaciones en las que se espera que permanezca sentado, se encuentra inquieto, no sigue instrucciones de principio a fin y no termina el trabajo asignado, es «un hombre de principios, pero no de finales». Tiene muchas dificultades para llevar a cabo actividades de forma tranquila y serena, ya sea en el tiempo libre o para hacer cosas divertidas; presenta dificultades para organizar tareas y actividades y es reticente a llevar a cabo actividades que requieran un esfuerzo mental sostenido.

Si revisamos con él lo que proponía el borrador de trabajo de la DSM-5 nos encontramos con que consume excesivo tiempo en impulsos sexuales y participando en conductas sexuales, «me lleva mucho tiempo en el trabajo, en casa». Repetidamente desarrolla esas conductas como respuesta a estados de ánimo como irritabilidad, tensión, angustia, «lo relaciono con estados de tensión y de aburrimiento». Estas conductas sexuales se desarrollan como respuesta a eventos estresantes de la vida, «estoy en una reunión de trabajo y tengo que salir al baño para poder seguir. Si voy a tener relaciones con mi mujer, la emoción y tensión que me genera, me lleva a masturbarme. Cuando tengo más tensión en viajes laborales, reuniones difíciles o cuando no puedo hacer lo que quiero, también termino por ahí».

Manolo ha llevado a cabo repetidos e infructuosos esfuerzos por controlar o reducir significativamente todo esto, «he intentado hacer ejercicio, no perder el tiempo en casa, estar pendiente de los demás, ordenar mi vida religiosa, exigirme en otros campos donde también me dejo llevar como la comida y hacer régimen, he acudido a otro médico que me ha dicho que es algo obsesivo, he acudido a tener dirección espiritual con un sacerdote católico pero, aunque he mejorado mi vida cristiana, el problema con la sexualidad continua».

Repite el comportamiento sexual desde hace 17 años consciente del daño que le puede generar, pero sin poder pararlo. Hay un malestar clínicamente significativo asociado con la frecuencia e intensidad de estas fantasías, impulsos y conductas sexuales, «después de estas conductas me siento fatal, me enfado y además me desordeno espiritualmente, trato peor a mi mujer y a mis hijos, voy a mi bola. Me afecta a las relaciones sexuales con mi mujer» y todo esto no se debe a los efectos fisiológicos directos de sustancias exógenas, drogas de abuso o medicación, o a episodios maníacos. «Siete veces al día es demasiado, ¿no?»

16. American Psychiatric Association. Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (fourth ed. Text Revision). American Psychiatric Association. Washington, D.C., 2004.

17. Organización Mundial de la Salud. International Personality Disorder Examination (IPDE) - DSM-IV module, 1995.

18. Diccionario de la Lengua Española. XXII Edición, 2001.

19. Schwartz, M.F. «Developmental psychopathological perspectives on sexually compulsive behavior.» Psychiatr Clin North Am 31,4 (Dec 2008): 567-586.

20. Diccionario de la Lengua Española. Op. cit.

21. Schwartz, MF. Developmental psychopathological… Op. cit.

22. http://www.dsm5.org

23. http://www.dsm5.org/proposedrevision/Pages/proposedrevision.aspx?rid=415# (10 de octubre de 2012).

24. Kafka, MP. «Hypersexual disorder: a proposed diagnosis for DSM-V.» Arch Sex Behav 39,2 (Apr 2010): 377-400.

25. Moser, C. «Hypersexual disorder: just more muddled thinking.» Arch Sex Behav 40,2 (Apr 2011): 227-229.

26. Kafka, MP. «Hypersexual Disorder…» Op. cit.

27. Walters GD, Knight RA, Langstrom N. «Is hypersexuality dimensional? Evidence for the DSM-5 from general population and clinical samples.» Arch Sex Behav 40,6 (Dec 2011): 1309-1321.