Capítulo 4: Pero ¿a cuántas personas les pasa esto?

1. El desconocido, pero habitual, caso del Sr. Pérez.

2. La gente no existe, existen las personas.

3. ¿Una vida con mucho sexo es una vida más satisfactoria?

4. Varones de siempre, mujeres que se suman al carro

5. Un pequeño estudio en Madrid.

6. No es hipersexualidad todo lo que reluce.

1. El desconocido, pero habitual, caso del Sr. Pérez

—¿Podría hablar con el Sr. Pérez? —dijo una voz femenina al otro lado del teléfono. La secretaria le respondió amablemente que estaba reunido, que por favor le dejara el recado y ella se encargaría de dárselo y devolverle la llamada.

—Lo que tengo que decirle es un asunto que le va a interesar mucho al Sr. Pérez. No creo que quiera dejar pasar la oportunidad de hablar conmigo. Dígale que le llama Katy, él sabrá quién soy y dejará la reunión, usted no se preocupe. Dígale también que sé quién es —le contestó la mujer al otro lado del auricular.

Llamaban muchas personas a lo largo del año. Parte de su trabajo era filtrar esas llamadas y procurar que personas desequilibradas o que se intentaban aprovechar del prestigio y éxito de su jefe no accedieran a él. Pero el modo en que habló, sedoso e impositivo, el tono de intriga y el acento extranjero hicieron dudar a la secretaria. Cambió el protocolo habitual y se armó de valor para entrar en la sala de reuniones, acercarse a su jefe con una sonrisa postiza y decirle en un tono sólo audible para él: le llama Katy, dice que sabe quién es.

La respuesta inicial, incongruente con los gestos faciales serenos y seguros que iban dirigidos a los empresarios que asistían a la reunión, desconcertó a la secretaria.

—¿Ha llamado al teléfono de la empresa? —preguntó el Sr. Pérez. En su tono de voz detectó sorpresa, incertidumbre, preocupación e interés.

—Sí —se limitó a responder la secretaria y esperó instrucciones.

El Sr. Pérez se levantó, pidió disculpas a los asistentes, fue al despacho de la secretaria y cogió el auricular.

—¿Sí? —preguntó. Una risilla se escuchó al otro lado.

—Conque Sr. Pérez, ¿eh? Lo sé todo. Sé quién eres de verdad. ¿Qué pasa? ¿No somos lo suficientemente dignas para que nos puedan ver contigo? Parecías un tipo bueno y seguramente lo seas, pero eso ahora a mí no me importa. Necesito dinero. Si no me lo das haré que todo se sepa y te hundirás. Piénsalo. Tienes mi teléfono. Ya me has llamado otras veces cuando me necesitabas. Ahora yo te necesito. Si no me ayudas ya sabes qué pasará —lo dijo todo seguido y colgó.

La secretaria miraba expectante a su jefe. Él colgó, le miró mientras hacía un gesto de negación con la cabeza.

—Nada, una loquilla más que intentaba aprovecharse, si vuelve a llamar, me la pasa, pero no hay que hacerle mucho caso —le dijo a ella. Pero el corazón golpeaba su pecho a muchos latidos por minuto y los pensamientos se le agolpaban:

—¿Cómo me habrá descubierto? ¿Y si de verdad sabe todo? A lo mejor con un poco de dinero me deja en paz. Sí, pero luego querrá más. ¿Y el escándalo? Como se entere todo el mundo estoy perdido. ¡Qué vergüenza!

Se acordaba de Katy, sí, a pesar de tantas y tantas mujeres con las que se había acostado se acordaba de muchas, porque con algunas repetía y tenía sus teléfonos particulares y sabía donde vivían. Una prostituta extranjera. Estaba en España desde hacía años. Ilegal, claro. En el rato que siguió en la reunión hasta que terminó no pudo pensar en otra cosa. Dijo a todo que sí. El miedo crecía en su interior, qué desastre de vida. Necesitaba cambiar de vida, o no, por qué iba a tener que cambiar. Lo que necesitaba era que Katy le dejara en paz. No sé, qué lío. Llevo 30 años con una doble vida. ¿Cómo voy a cambiar ahora? ¿Y si Katy tiraba de la manta?

Todo el mundo se enteraría que él, el tipo amable, ordenado, cercano y coherente que ayudaba a tantas personas tenía «otra vida». Una vida llena de sexo por doquier desde hacía muchos, muchos años. Siempre con una identidad falsa. ¿Cuál era su verdadera identidad? ¿Qué pasaría con su familia, con sus amigos, con sus contactos laborales, con su red social de buen tipo si se enteraban? ¿Le abandonarían, le lincharían directamente?

Llamó a un amigo y se lo contó todo. El amigo le dijo: tú tienes un problema y no eres el primero ¿quieres que te ayude?

2. La gente no existe, existen las personas

Se estima que la prevalencia de comportamientos hipersexuales —incluyendo parafilias— se encuentra entre un 3 y un 6%.48 Aun no hay estudios suficientemente amplios y se postula que con el desarrollo de internet probablemente sea una patología en aumento.

En casi todos los estudios la prevalencia es mucho mayor en varones que en mujeres y se considera que por cada mujer con este problema hay cinco varones que lo sufren, una relación más cercana que la estimada para las parafilias en las que por cada mujer hay veinte varones. También se ha observado que los varones presentaban más síntomas y más intensos que las mujeres y que en los grupos de 12 pasos de «Sexólicos Anónimos» la mayoría eran hombres.

La hipersexualidad cuyo origen no es debido a una patología neurológica, consumo de sustancias, fármacos o episodios maniacos, ha sido entendida desde diversas perspectivas psicopatológicas como un comportamiento impulsivo, compulsivo, adictivo, aprendido o de dependencia, como hemos visto en el capítulo 3.49

Hay autores que defienden que la conducta hipersexual tiene una expresión dimensional. Ésta iría desde el comportamiento sexual excesivo sin que sea un trastorno, sino sin más una realidad de la persona que no hay que calificar como patológica, hasta el trastorno hipersexual que se consideraría patológico,50 de acuerdo con el malestar del que lo padece o las consecuencias que genera. Aunque entendida así, la patología dependería de factores totalmente subjetivos o sociales o culturales.

Otros autores consideran que esta realidad existe, pero que es innecesario y dañino que se recoja como un trastorno, porque falta evidencia empírica suficiente51 y puede confundirse la hipersexualidad con otras patologías52 como enfermedades mentales o procesos adictivos.

La preocupación por las conductas sexuales excesivas no es solo propia del ámbito científico, es una realidad que está en la calle. La revista Newsweek dedicó un artículo en noviembre de 2011 titulado «La epidemia de la Adicción Sexual» en el que hacía una estimación de una presencia en la población general entre el 3-5%.53 Esto es mucha gente, pero la gente no existe, son muchas personas con nombre y apellidos, con vidas concretas, trabajan, los ves en el metro, tienen marido, mujer, hijos, salen en la tele, te cruzas con ellos en el supermercado, no viven en Saturno. Esto significaría que de los 150 de mi promoción del colegio lo padecerían entre 5 y 10 de ellos, y de los 250 de mi promoción de medicina entre 8 y 12. ¡Son muchos! Quizá sea un poco exagerado ¿o quizá no?

Según la revista Time 16 millones de americanos sufren comportamientos sexuales impulsivos y 1 de cada 3 sería mujer.54 En España el diario El País publicó un interesante artículo «Ser adicto al sexo no tiene gracia»55 en el que refiere diversos casos como el de un hombre que llegó a gastarse 2.400 euros en una noche. Algunos autores consideran que los casos están aumentando hasta el 8% de la población debido a la facilidad de acceso a pornografía en la red.56 Especialistas experimentados en la atención de personas con adicción sexual, como el Dr. Patrick Carnes, llegan a afirmar que hasta el 40% de los norteamericanos presenta algún comportamiento sexual compulsivo.57

Es cierto que no hay todavía suficientes estudios de campo que permitan afirmar con rotundidad que el trastorno hipersexual tiene identidad propia. No obstante ya comienzan a publicarse artículos con los criterios y cuestionario propuestos por la DSM-5, y los primeros resultados muestran que el cuestionario realmente está recogiendo lo que se quiere evaluar.58 Si hacemos una búsqueda bibliográfica en las bases de datos científicas encontramos centenares de artículos al respecto (Anexo 1. Capítulo 1) y existe una revista especializada, Sexual Addiction & Compulsivity. The Journal of Treatment and Prevention,59 que publica exclusivamente investigaciones relativas a conductas sexuales fuera de control.

3. ¿Una vida con mucho sexo es una vida más satisfactoria?

No necesariamente, pues no parece que sea la cantidad lo que de la felicidad, y cualquiera que tenga una relación sabe que sólo con el sexo no se llega a una buena relación personal. En un estudio60 realizado en Suiza con 2450 personas de la población general, observaron que el 12,1% de los varones y el 6,8% de las mujeres presentaba una conducta sexual muy frecuente, con una variedad de modalidades sexuales y una media de orgasmos superior a la media, en comparación con el resto de población.

Tenían una vida con mucho sexo, sin embargo estaban menos satisfechos de su vida sexual y tenían más problemas en sus relaciones interpersonales. También habían padecido más enfermedades de transmisión sexual y habían consultado más a profesionales por problemas relativos a estas conductas. Eran personas más jóvenes, provenían con más frecuencia de familias desestructuradas, vivían en ambientes urbanos y habían sido más precoces en el inicio de su vida sexual. Las mujeres además presentaban con mayor frecuencia historia de abusos sexuales y habían acudido a los servicios de salud mental con mayor frecuencia en el último año.

El sexo es importante en una relación, pero reducir la sexualidad a el número, frecuencia o intensidad es empobrecerla. Su valor y el valor de la persona es mucho mayor. La sexualidad enriquece al amor y a la persona y la sexualidad se enriquece de los otros valores de la persona, de forma que potencia la verdadera comunicación y no se limita a una mecánica de fluidos.

4. Varones de siempre, mujeres que se suman al carro

En un trabajo de fin de máster 61 defendido en 2012 en Valencia se recogían resultados de diversas publicaciones que mostraban diferencias entre los varones y las mujeres con problemas de hipersexualidad. Los hombres serían más proclives a la masturbación compulsiva, a tener parafilias, pagar por practicar sexo, y a tener relaciones sexuales con desconocidos y de forma anónima. Serían siete veces más promiscuos que las mujeres, más dados a participar en «maratones sexuales», con mayor propensión a participar en sexo de alto riesgo, con más problemas para la autorregulación emocional y presentarían niveles más bajos tanto de intimidad en las relaciones como de satisfacción sexual.

Las mujeres tendrían más tendencia a experimentar y buscar lazos emocionales en las relaciones sexuales, más probabilidad de desarrollar fantasías sexuales, mayor riesgo de caer en sadomasoquismo, tendencia mayor a usar el sexo como negocio (prostitución), experimentarían una mayor búsqueda de la emoción y la excitación y serían más proclives a la coacción sexual.

Según refiere una investigadora, de los adictos al sexo en la red, el 40% son mujeres en las que la sensación de encontrarse segura en casa, el anonimato y el bajo coste favorece que arraigue su adicción. La imaginación y la emoción de estar viviendo una aventura crean sensaciones de excitación y poder que parecen ilimitados. Esta intriga promueve que se lleven a cabo encuentros reales con mayor o menor fortuna y, a veces, con finales trágicos porque la intensidad de la emoción aleja de la realidad y nubla el juicio.62

5. Un pequeño estudio en Madrid

En un estudio realizado en nuestra consulta63 en Madrid y presentado en un Congreso Internacional en febrero de 2013, nos propusimos evaluar la presencia del Trastorno Hipersexual mediante los criterios diagnósticos propuestos por la DSM-5, en el momento del inicio del estudio aún en el borrador de trabajo. También nos preguntamos si las personas que lo presentaban tenían además alguna enfermedad mental a la vez.

Para ello revisamos la historia clínica de los últimos 401 pacientes nuevos que habíamos atendido ambulatoriamente. Eran personas normales, de la calle, no tipos raros sacados de un museo, de una consulta de psiquiatría sí, pero personas con las que usted se cruza en su lugar de trabajo, en una tienda o en el metro y no le llama la atención nada especial, no tienen cara de maniaco sexual ni de mujer fatal. Personas normales por las calles de Madrid en una sociedad «normal» a día de hoy.

De los 401 pacientes revisados, hubo 57 personas (49 varones y 8 mujeres) que demandaron atención por una excesiva conducta sexual, cada uno lo explicaba a su manera. Tras la aplicación de los criterios diagnósticos en una entrevista clínica y exploración psicopatológica llevada a cabo por un médico psiquiatra, 41 pacientes (10,2%) cumplirían los criterios necesarios para presentar hipersexualidad según la propuesta de la DSM 5. La mayoría eran varones, 36 varones (87,8%) frente a 5 mujeres (12,2%).

¿Es normal que tantas personas pidan ayuda por conductas sexuales? En principio no y a nosotros mismos nos extrañó. De hecho en la correspondencia con otros investigadores me preguntaron si me dedicaba exclusivamente a la sexología. Nuestro centro es ambulatorio, privado, atendemos una población de un nivel social y cultural medio. Sólo uno de los pacientes estaba obligado a acudir por motivos legales relacionados con la sexualidad y necesariamente había de comunicar los hechos. La explicación que encontramos es que en nuestra consulta se pregunta abiertamente por la sexualidad, con respeto y sin tabúes, con mente abierta y sin enjuiciar, con profesionalidad y con delicadeza. Parece ser que si preguntas, te responden.

En nuestro estudio encontramos una alta demanda por excesiva conducta sexual y una alta prevalencia de hipersexualidad (10,2%) en comparación con estudios previos. Fue más frecuente en los varones (73,4%) que en las mujeres (62,5%), tanto de forma global en la muestra como en el grupo de pacientes que consultaron específicamente.

Los pacientes con hipersexualidad tenían una edad media de 33,8 años y la mayoría (73,2%) estaban solteros. Las conductas que presentaban y que querían cambiar fueron: uso de pornografía y masturbación (51,2%), sólo masturbación (17,1%), relaciones heterosexuales consentidas con adultos (9,8%) o un conjunto de todas las conductas (22%).

Los problemas que les generaba la hipersexualidad y referidas por cada paciente fueron: malestar personal (92,7%), alteración de la dinámica de pareja (37,1% de la muestra y 100% de los casados), problemas sociales (22%), problemas laborales (17,1%) y dinámica familiar disfuncional (17,1%).

El 75,6% presentaba además alguna enfermedad mental a la vez que la hipersexualidad. Los trastornos más frecuentes fueron Trastornos Depresivos (26,6%), Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (24,4%), Trastornos de Ansiedad (12,2%) y Trastorno Obsesivo Compulsivo (9,8 %).

6. No es hipersexualidad todo lo que reluce

Con la alta frecuencia de patologías mentales podría considerarse que la hipersexualidad no es un trastorno independiente sino que es sintomatología presente en otros trastornos, al igual que se puede alterar el sueño o el apetito. También se podría considerar que es una muestra del caos en el modo de entender la psicopatología actualmente, que solo considera mediciones espurias con cuestionarios validados estadísticamente que degradan la psicología y la antropología a números que destiñen el colorido de la personalidad y sus expresiones conductuales.

No obstante se han encontrado subgrupos de pacientes con hipersexualidad sin patologías psiquiátricas y sin alteraciones neuropsicológicas64 que difieren de las clásicas propuestas psicopatológicas en la etiología del «comportamiento sexual excesivo». En nuestra muestra, un 14% de los que solicitaron ayuda por hipersexualidad no presentaban otros síntomas ni alteraciones, no estaba «enfermo» de otras cosas. Así, parece que son necesarios estudios más profundos, que consideren la psicopatología subyacente a la conducta para poder discriminar entre síntomas o síndrome de hipersexualidad que acompañen a otras patologías y trastorno hipersexual que, con entidad propia, puedan padecer algunas personas.

No obstante al atender a este grupo de personas, en absoluto las calificaríamos a todas como «adictos sexuales». Evaluar su situación con el foco que propone la DSM 5 nos ha hecho caer en la cuenta de los muchos «agujeros» que presentan los criterios diagnósticos que proponían y que ya habían sido criticados desde una perspectiva especulativa.

Algunos investigadores críticos con esta propuesta de categoría diagnóstica refieren que manejar las situaciones de estrés con la actividad sexual es lo mismo que hacerlo con oraciones, el ejercicio o la meditación y mejor que hacerlo con fármacos o con comida. Es una opinión respetable como crítica académica del proceso diagnóstico, pero cuando la persona «no puede no hacerlo así» y le genera desazón y desagrado, no parece que sea lo mismo que salir a correr o que hacer un rato de meditación transcendental.

Cristóbal decía en la consulta:

Muchas noches pasaba lo que no quería que pasara, que me desahogaba a mí manera (…) porque no podía dormir (…) o porque no quería sufrir, aunque siempre tenía, tras ello, la misma sensación: de vacío, estaba asqueado y molesto conmigo mismo. Y me repetía una y otra vez que no iba a volver a pasar.

También se critica al grupo de trabajo de la DSM 5 que se apoye en la demanda de atención de estas personas, porque, según explican,65 en estos casos la patología estará en la actitud de la persona hacia la conducta sexual y no en que la conducta sexual en sí, sea patológica. Es verdad y también son reales y verdaderos los pacientes que piden ayuda. Tendremos que seguir estudiando e investigando para saber dónde radica lo que necesita esa persona para poder vivir con libertad.

Independientemente de las discusiones académicas sobre los conceptos y los criterios diagnósticos, de los porcentajes de prevalencias o de los intereses para los reembolsos de los seguros médicos en distintos países, lo interesante y esclarecedor será preguntarnos el porqué de estas conductas y de esta demanda, cuál es su raíz. ¿Por qué esa persona lo necesita para equilibrar su vida? ¿Por qué no puede desarrollar una sexualidad armónica con su proyecto vital? ¿Le sirve para adaptarse? ¿Qué necesidades le cubre? ¿Le protege o defiende de algo?

Parte del objetivo de este libro es que no se nos pasen por alto las necesidades de estas personas. Porque puede que Manolo no tuviera hipersexualidad, pero si no se le escucha en la consulta todo su relato sobre la vida sexual de los 17 años previos, no se le podría haber diagnosticado su Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Ni a Perico se le podría haber ayudado en sus relaciones de pareja, ni a Anuska atender sus problemas de personalidad y la dinámica familiar disfuncional. El motivo de consulta era la sexualidad y si le decimos: «No, hombre no, no pasa nada, disfruta, no te reprimas», nos perdemos la verdadera psicopatología. Porque la sexualidad puede ser la guía que nos marque el camino hacia donde está verdaderamente el núcleo de las necesidades de esa persona que nos pide ayuda.

Me gustaría ayudar a los profesionales a que no nos dejemos llevar por el mito de que «en el sexo todo vale», consideremos que esta sintomatología es frecuente y que, aunque el diagnóstico de hipersexualidad es muy cuestionable, sí podemos hacer caso del sufrimiento que nos trasmiten algunos pacientes. Por tanto realizaremos la historia clínica completa y preguntaremos por la sexualidad, sin considerarlo un tema tabú o sin relevancia clínica. Desde esta perspectiva evitaremos juzgar y estigmatizar al paciente con conductas sexuales fuera de control, que poco a poco se atreverá a relatar los síntomas a pesar de los sentimientos de culpa, vergüenza o frustración, porque sabrá que se le atiende con profesionalidad sin juzgarle ni condenarle, con respeto por su sufrimiento y sus necesidades.66

48. Reid, R.C., Carpenter, B.N., Hook, J.N., Garos, S., Manning, J.C., Gilliland, R., et al. «Report of Findings in a DSM-5 Field Trial for Hypersexual Disorder.» J Sex Med 4 (Oct 2012). Kaplan, M.S., Krueger, R.B. «Diagnosis, assessment, and treatment of hypersexuality.» Op. cit. Marshall, L.E., Marshal, W.L., Moulden, H.M., Serran, G.A. «The prevalence of sexual addiction in incarcerated sexual offenders and matched community nonoffenders.» Sexual Addiction & Compulsivity, The Journal of Treatment & Prevention 15 (2008): 271-283. Halpern, A.L. «The proposed diagnosis of hypersexual disorder for inclusion in DSM-5: unnecessary and harmful.» Arch Sex Behav 40,3 (Jun 2011): 48748-8. Kuzma, J.M., Black, D.W. «Epidemiology, prevalence, and Natural History of Compulsive Sexual Behavior.» Psychiatr Clin North Am 1,31 (Jan 2008): 603-611.

49. Bancroft, J. «Sexual behavior that is out of control„» Op. cit. Marshall, L.E., Briken, P. «Assessment, diagnosis, and management of hypersexual disorders.» Curr Opin Psychiatry 23,6 (Nov 2010): 570-573. Reid, R.C., Harper, M., Andreatini, R. «Coping strategies used by hypersexual patients to defend against the painful effects of shame.» Clin Psychol Psychot 1,16 (Jan 2009):125-138. García, F.D., Thibaut, F. «Sexual addictions». Am J Drug Alcohol Abuse 36,5 (Sep 2010): 254-260. Stein, D.J. «Classifying hypersexual disorders: compulsive, impulsive and addictive models.» Psychiatr Clin North Am 1,31 (Jan 2008): 587-591. Kingston, D.A., Firestone, P. «Problematic hypersexuality: A review of conceptualization and diagnosis.» Sexual Addiction & Compulsitivty. The Journal of Treatment 15 (2008): 284-310.

50. Walters, G.D., Knight, R.A., Langstrom, N. «Is hypersexuality dimensional? Evidence for the DSM-5 from general population and clinical samples.» Arch Sex Behav 40,6 (Dec 2011)): 1309-1321.

51. Moser, C. «Hypersexual disorder…» Op. cit.

52. Halpern AL. «The proposed diagnosis of hypersexual disorder for inclusion in DSM-5…» Op. cit.

53. «The Sex Addiction Epidemia.» Newsweek, 25-XI-2011.

54. «How we get addicted.» Time, 5-VI.2007.

55. http://elpais.com/diario/2008/10/12/sociedad/1223762401 _850215.html (1 de febrero de 2012).

56. http://www.dexeus.es/web/instituto-universitario-usp-dexeus/detalle-articulos-salud/-/asset_publisher/BaB6/content/aumentan-los-casos-de-adictos-al-sexo-debido-al-cibersexo;jsessionid=40FDC27FAA4A3BA95609B09C05CB1A2C (extraído en enero 2012)

57. Carnes, P. Don’t call it love: recovery from sexual addiction. New York: Bantam Books, 1991.

58. Reid, R.C., Carpenter, B.N., Hook, J.N., Garos, S., Manning, J.C., Gilliland, R., et al. «Report of Findings…» Op. cit.

59. http://www.tandfonline.com/loi/usac20.

60. Langström, N. and Hanson, R.K. «High rates of sexual behavior in the general population: Correlates and predictors.» Arch Sex Behav 35 (2006): 37-52.

61. Eguía Recuero, R. Adicción Sexual: origen, desarrollo, efectos y terapia de un fruto de la Revolución Sexual. Valencia, 2012.

62. Turner, M. «Female Sexual Compulsivity: a new syndrome.» Psychiatr Clin North Am 1,31 (Jan 2008): 713-727.

63. Chiclana, C. «Hipersexualidad, Trastorno Hipersexual y comorbilidad en el Eje I.» 14º Congreso Virtual de Psiquiatría. Febrero 2013.

64. Reid, R.C., Garos, S., Carpenter, B.N., Coleman, E. «A surprising finding related…» Op. cit.

65. Wakefield, J.C. «The DSM-5’s Proposed New Categories of Sexual Disorder: The Problem of False Positives in Sexual Diagnosis.» Clin Soc Work J 40 (2012): 213-223.

66. Hall. P. «A biopsychosocial view of sex addiction.» Sexual and Relationship Therapy 26,3 (2011): 217-228.