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Hablando sin tapujos del sexo y el amor

Hay cosas que no han cambiado ni en un millón de años.

¿Por qué ponemos el sexo en primer lugar? Quizá piense que la respuesta es obvia o que es una pregunta de lo más estúpida. Piénselo: sexo, idilios y aventuras amorosas son actividades caras y que consumen mucho tiempo. Cenas, vacaciones, innumerables llamadas telefónicas y mensajes, regalos generosos, bodas, separaciones y divorcios… Todo ello consume tiempo y dinero. Y, ¿para qué? La razón es la perpetuación de nuestra línea genética. Todo se trata de eso: de perpetuar nuestro ADN. En los humanos, el sexo, que es parte del circuito predeterminado, también cumple varios objetivos secundarios: se utiliza para ganar poder y posición y para atar a los demás o jugar con ellos, como ocurre en el caso de otros primates como el bonobo. Pero no todos los seres vivos se reproducen con el sexo. Algunas plantas, bacterias e invertebrados simples, como los gusanos, no tienen sexo y, para reproducirse, se limitan a clonarse. A esto se le llama ser asexual. El problema es que la clonación produce retoños idénticos a sus padres pero ni más fuertes ni mejor adaptados que ellos. Por eso, es menos probable que esos retoños sobrevivan a entornos cambiantes. Un retoño hembra asexual sólo puede sobrevivir en el mismo habitat al que su madre estaba adaptada[1], pero los entornos están en perpetuo cambio. Al mezclar los genes de dos individuos, pueden conseguirse descendientes más fuertes y adaptados que los dos progenitores.

El sexo es hereditario. Si sus padres no tuvieron, usted tampoco tendrá.

Matthew Goddard demostró este fenómeno el año 2007 en la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda. Comparó dos tipos de trigo —uno que se reproducía sexualmente y otro que se clonaba. En condiciones estables del entorno, ambas variedades de trigo se reproducían más o menos al mismo ritmo, pero, cuando los científicos incrementaron la temperatura ambiente para producir un entorno más duro, la variedad de reproducción sexual se las arregló mucho mejor. Tras 300 generaciones, su índice de crecimiento aumentó un 94%, frente al 80% de la variedad que se clonaba.

El sexo puede ser placentero y divertido, pero también consume mucho tiempo y esfuerzo. A la larga, produce especies más fuertes y mejor adaptadas, y ésa es la principal razón por la que somos sexuados.

Lo que han cambiado los tiempos

Hasta la década de 1940, se consideraba que los 42 años marcaban la mediana edad. Los que tenían 50 años ya sólo podían esperar la jubilación y a los de 60 ya se les consideraba viejos. Estos estereotipos quedaron en tela de juicio ante personajes como Rod Stewart, Mick Jagger, Sean Connery, David Bowie, Cher, Hugo Hefner, Madonna, Joan Collins y Paul McCartney, por nombrar a algunos.

El siglo XXI será bueno para los de más de 40 años, ya que este grupo es el que nació o vivió en las décadas de 1960 y 1970, y tuvo un enorme impacto sobre la cultura y la vida modernas. Son la generación que está experimentando con la salud y la longevidad, aprendiendo a parar el reloj en cuanto al envejecimiento se refiere. Hasta finales del siglo XX, se solía ver a la mujer de cuarenta y tantos como una mujer asentada, hogareña y casada, que muy probablemente usaría una cortadora de pan antes que un vibrador. Su vida se consideraba algo aburrido y ordinario, sin romanticismo ni sexo ni emoción, igual que en la era victoriana. Ahora, los modelos de mujer mayor de 40 años revelan cuerpos y actitudes más similares a los de las mujeres de 30. Es la primera generación humana que se niega a aceptar el envejecimiento.

He aquí algunas estadísticas sobre los cambios producidos en algunas sociedades actuales. Los datos se recogieron en 2008 a partir de diversos centros de estadística y centros nacionales de salud de treinta países occidentales y europeos, entre ellos Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, EE. UU., Canadá, Alemania, Francia, Holanda y España:

  1. La edad media de los novios actuales es de 34 años; la edad media de las novias es de 32. (Añádanse tres años a ambas edades para segundas nupcias.)
  2. La edad media de las madres primerizas era de 30 años en 2008. Ahora, a causa de los bajos índices de fertilidad, una de cada seis parejas utilizan la FIV para concebir.
  3. La edad media de los hombres divorciados ha pasado de los 37,6 años en 1988 a los 44,2 en 2007, mientras que la de las mujeres ha pasado de los 34,8 a los 41,3 años.
  4. Actualmente, cerca del 40% de niños se conciben fuera del matrimonio.
  5. Sólo el 36% de parejas escogen casarse por la Iglesia.
  6. Duermen separadas cerca del 80% de las parejas en las que uno de los dos ronca.

Jamás se habían dado cifras de este tipo en generaciones humanas anteriores, cambio que pone de relieve el enorme giro que ha dado nuestra actitud frente a las relaciones.

El estudio actual de los humanos

Cada vez más se estudia a los humanos dentro del marco evolutivo utilizado por los investigadores del comportamiento animal. Las etiquetas de estos estudios incluyen la psicología evolutiva, la biología evolutiva, la ecología del comportamiento humano y la sociobiología humana. Denominamos colectivamente a todas estas áreas «psicología evolutiva humana» (en adelante, PEH), ya que su objetivo común es una comprensión evolutiva de por qué somos como somos, basándose en de dónde venimos. Muchos investigadores del campo de la PEH iniciaron sus carreras científicas con el estudio del comportamiento animal, por lo que la investigación en PEH es muy similar a la investigación del comportamiento animal y se basa en el principio de que el comportamiento humano ha evolucionado del mismo modo que el comportamiento de todos los animales evolucionados. En PEH, el animal investigado puede hablar, lo que comporta ventajas e inconvenientes para los investigadores. Llegar a entender la PEH significa poder predecir mejor las reacciones y respuestas de los humanos.

Por ejemplo, el pavo real evolucionó hasta tener un brillante plumaje porque las hembras siempre han preferido a los machos con colas brillantes y de gran colorido. Las pavas rechazaban a los pavos con el plumaje apagado porque los machos incapacitados no podían desplegar esas colas espectaculares. El efecto evolutivo hizo que se dejaran de engendrar machos sin brillo porque las hembras no se aparejarían con ellos.

Del mismo modo que las pavas y los pavos reales, las estrategias sexuales de los humanos para encontrar pareja se producen a nivel inconsciente. Como en otras especies animales, el aparejamiento entre humanos es siempre estratégico y, nos guste o no, jamás es algo indiscriminado. En pocas palabras, las mujeres siempre han querido hombres que pudieran aportarles recursos (alimento, refugio y protección) y los hombres que no consiguen reunir esos recursos tienen menos oportunidades de traspasar sus genes a una nueva generación.

Por qué es tan importante amar y ser amado

Desde los inicios de la medicina formal en el siglo XVIII, los médicos se han resistido a aceptar la idea de que no se pudiera medir ni cuantificar la longevidad humana. Investigaciones actuales revelan que amar y ser amados nos permite vivir bastante más y que ninguna otra cosa (ni los genes, las dietas, el estilo de vida o los medicamentos) puede igualar los efectos del amor. El doctor Dean Ornish, autor del revolucionario Stress, Diet and your Heart, es un pionero en el campo de la investigación de la longevidad humana y fue el primer investigador médico en concluir con pruebas que el estilo de vida y tener relaciones afectivas positivas podían provocar o hacer remitir enfermedades como las cardiopatías. Ornish se apoyó en el estudio «Mastery of Stress», que se llevó a cabo en la Universidad de Harvard a principios de la década de 1950 y durante el cual los investigadores repartieron cuestionarios a 156 hombres sanos, con el fin de evaluar lo que pensaban de cada uno de sus progenitores según la calificación de su relación con ellos siguiendo una graduación de «cercana y cariñosa» a «tensa y fría». Treinta y cinco años después se constató que al 91% de los participantes que habían considerado que no tenían una relación cariñosa con su madre se les había diagnosticado alguna enfermedad grave al llegar a la mediana edad. De los participantes que habían considerado cariñosa su relación con su madre, sólo el 45% padecía enfermedades graves. En lo que se refiere a la relación de los participantes con sus padres, el 82% de los que manifestaron relaciones poco cariñosas y estrechas con ellos habían desarrollado enfermedades graves, frente al 50% de los que habían declarado una gran cercanía. De los participantes que habían clasificado de poco estrecha y cariñosa la relación con ambos progenitores, se había diagnosticado una enfermedad grave al llegar a la mediana edad a un sorprendente 100%.

Las personas que se sienten amadas viven más y gozan de mejor salud.

Un grupo de investigadores de la Case Western Reserve University School of Medicine de Cleveland, Ohio, hicieron rellenar un cuestionario a 8500 hombres que no tenían ningún historial de úlcera duodenal y les hicieron un seguimiento durante los cinco años siguientes. El resultado fue que 254 de ellos desarrollaron una úlcera, pero lo sorprendente fue que los que en el cuestionario habían contestado «Mi esposa no me quiere» habían desarrollado tres veces más úlceras que los que habían respondido que sus esposas les amaban. En otro experimento de cinco años de duración, los investigadores hicieron un seguimiento a diez mil hombres casados sin ningún historial de dolores en el pecho (angina). Entre los hombres que respondieron «sí» a la pregunta «¿Su mujer le ama?», independientemente de sus posibles factores de riesgo, el número de anginas de pecho diagnosticadas fue significantemente inferior al resto. También constataron que cuanto más elevado era el riesgo a enfermar de un hombre, más importancia tenía el amor de su mujer para que éste siguiera gozando de buena salud. Las investigaciones en curso muestran que las emociones juegan un papel muy importante como amortiguadores contra todo eso que puede causarnos estrés y llevarnos a enfermar.

¿Significa entonces que si usted mantiene una mala relación con alguno de sus progenitores está condenado a morir, por ejemplo, de cáncer? Afortunadamente, no. Las investigaciones sólo han demostrado que una relación afectuosa y profunda en la edad adulta proporciona seguridad emocional y puede compensar los efectos de las carencias paternas. Sin embargo, si una persona repite los patrones relacionales que ha experimentado en la infancia, puede convertirse en un buen candidato a padecer una enfermedad importante.

En la actualidad, estudios de todas partes muestran que las personas casadas viven más años y presentan menor índice de mortalidad para casi todas las enfermedades que los solteros, separados, viudos o divorciados. Las posibilidades de sobrevivir más de cinco años tras un diagnóstico de cáncer son mayores entre los casados de todas las razas, sexo y cultura que entre los que están solos.

Los hombres casados viven más años que los solteros, pero son más los casados que querrían morirse.

Estudios recientes también han revelado que las personas casadas gozan de mejor salud que las que han escogido cohabitar sin casarse. Esto responde a que el matrimonio comporta una mayor seguridad emocional que la cohabitación, especialmente en el caso de las mujeres, puesto que el matrimonio señala a los demás que su pareja está oficialmente «fuera del mercado». El matrimonio es igual a menos estrés y más sensación de seguridad, combinación que fomenta un sistema inmunitario más saludable. Linda Waite, presidenta de la Population Research Association of America, llevó a cabo un estudio en el que halló que tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres, el matrimonio aumenta la esperanza de vida. Los hombres casados viven, de media, diez años más que los no casados, y las mujeres casadas viven cerca de cuatro años más que las no casadas. Resumiendo, las personas casadas viven más tiempo y padecen menos enfermedades que las no casadas.

En el año 2021, una de cada cinco parejas del Reino Unido no se casará y preferirá cohabitar.

Los siete tipos de amor

Para la mayoría, el amor es un gran misterio; especialmente para los hombres. Cuando una mujer emplea el término «amor», los hombres no saben muy bien a qué se está refiriendo en realidad. Ella le dice a él: «Te adoro», y en la frase siguiente le dice: «Adoro el sushi», y después: «Adoro a mi perro» y «Adoro ir de compras». El hombre se queda pensando qué lugar ocupa él entre el sushi, la compra de ropa y el perro labrador.

—Pues claro que te quiero —protestó él—. Soy tu marido, es mi obligación.

El problema es que la mayor parte de lenguas modernas sólo tienen una palabra para designar una amplia gama de emociones consideradas «amor». Las lenguas antiguas tenían muchas categorías dentro del amor y una palabra distinta para definir cada significado. Los antiguos persas tenían 78, los griegos 4 y el latín contaba con 5, pero, por ejemplo, en inglés, sólo hay 1.

Hoy en día, hay siete tipos básicos de amor:

  1. Amor romántico — atracción física, atracción sexual, romanticismo y actividad hormonal.
  2. Amor pragmático — el amor que se siente por un país, por un trabajo, por ir de compras o por la pizza.
  3. Amor altruista — el amor a una causa, un dios o una religión.
  4. Amor obsesivo — celos, obsesiones o emociones poderosamente inestables.
  5. Amor fraterno — por nuestros amigos y vecinos.
  6. Amor social — por nuestros congéneres y otros seres.
  7. Amor familiar — sentimientos de amor por los hijos, los padres y los hermanos.

Así pues, ¿qué tiene que pensar un hombre cuando una mujer le dice «te quiero» por primera vez? Hasta ese momento, su relación con ella ha sido genial, llena de sexo, risas y buenos ratos. A partir de ese momento, él ya empieza a imaginarse un cuadro de compromiso, matrimonio, parientes políticos, niños, aburrimiento, abandono de entretenimientos, tortura mental, monogamia eterna, barriga y calvicie. Para la mujer, el amor indica monogamia, hogar, familia y niños, es decir, todas esas prioridades femeninas que tanto pueden llegar a asustar a los hombres.

Nuestros mapas del amor

Un «mapa del amor» es un anteproyecto que contiene las cosas que pensamos que son atractivas. Esta tarjeta interior de puntuación es lo que la gente usa para evaluar la idoneidad de las parejas. La decisión de quién nos atrae viene determinada tanto por nuestro circuito cerebral predeterminado como por una serie de criterios que nos formamos en la infancia. Estos criterios se basan en lo que hemos visto y experimentado, como por ejemplo cómo decían nuestros padres ciertas palabras o frases, qué consideraban ellos emocionante, frustrante o desagradable, qué pensaban nuestros amigos de la infancia sobre lo bueno y lo malo, cómo concebían nuestros maestros el castigo y la recompensa, y diversas cosas aparentemente insignificantes a las que estuvimos expuestos. Los científicos que estudian cómo escogemos a nuestras parejas creen que estos mapas del amor empiezan a formarse sobre los seis años de edad y ya están firmemente confeccionados al llegar a los catorce. Ahora bien, dos cosas son ciertas: las mujeres toman los recursos del hombre como base para sus mediciones mientras que los hombres se basan en la juventud, salud y belleza de la mujer.

A los cuatro años, todos queríamos casarnos con nuestra madre, nuestro padre, nuestra canguro, nuestro hermano o nuestra hermana. Ahora los investigadores han descubierto que perdemos cualquier tipo de interés «romántico» por esos seres cercanos alrededor de los siete años, edad en que la gente más distante, inaccesible o misteriosa nos empieza a parecer atractiva. Tal como demostró el famoso experimento de la «camiseta sudada», esta aversión por las personas más familiares opera a nivel químico en el cerebro. Se pidió a un grupo de mujeres que olieran las camisetas de una serie de hombres y valoraran cuán atraídas se habían sentido por cada camiseta. El resultado reveló que cuanto más cercano a ellas era el sistema inmunitario del hombre (por ejemplo, de su hermano, su tío o su padre), menos atraídas se sentían por la camiseta. Cuanto más distinto era el sistema inmunitario, más les estimulaba la camiseta del hombre. Este fenómeno se observa también en otros mamíferos y evolucionó para que dejáramos de procrear con individuos demasiado cercanos a nosotros en términos genéticos, ya que eso podría conducir a problemas biológicos en nuestra descendencia. Se trata de la aplicación de la ley de la supervivencia del más apto.

El momento también es un factor muy poderoso de la atracción. Si usted está experimentando altos y bajos emocionales como una depresión, soledad, un divorcio o una celebración de un éxito, su cerebro busca personas que puedan satisfacer las necesidades de amor en ese momento. Las circunstancias sobrevenidas alteran sus niveles hormonales y sus mapas del amor se activan. Un cambio en el entorno también provocaría el mismo efecto. Hay estudios que muestran que, cuando los individuos están de vacaciones o en una conferencia de trabajo, y cuando se emocionan, se relajan y se liberan de sus obligaciones domésticas habituales, sus niveles de dopamina se elevan, haciendo que sean más susceptibles a enamorarse o a iniciar un romance. En ambos casos, el factor subyacente es la puesta en marcha de las hormonas.

Cómo influyen Hollywood y los medios de comunicación en nuestro punto de vista

Un actor es un mentiroso profesional, y el que mejor hace que nos creamos su personaje es el que gana el Oscar. Aunque Hollywood es un conjunto de imágenes falsas, romances fingidos y glamour artificial, se espera que hombres y mujeres emulen estas imágenes en la vida real. Los actores crean ilusiones creíbles y utilizan efectos especiales en la pantalla que no pueden reproducirse en la realidad. Desde hace dos generaciones, nos han bombardeado el cerebro con todas estas imágenes artificiales y eso ha hecho que las mujeres tomen medidas drásticas para imitar a la diosa perfecta que aparece en las pantallas y que de los hombres se espere que sean más interesantes, estimulantes y románticos de lo que han sido jamás. ¿Cuándo fue la última vez que usted fue a cenar a un restaurante caro en una lujosa limusina alardeando de su perfume de Chanel, ropa de Versace y un reloj Rolex, luciendo un peinado perfecto y un cuerpo divino, y con una orquesta de treinta instrumentos tocando de fondo? Pues bien, ésa es la imagen contra la que usted compite y que se espera que trate de conseguir.

Ésos son los estándares de irrealidad que constantemente nos están inculcando los medios de comunicación modernos, y son también la clase de presión a la que están sometidos hoy hombres y mujeres, de quienes se espera que vivan en consecuencia. Muchas mujeres se engañan pensando que pueden tener un Brad Pitt con toda su riqueza, cuando, en realidad, lo que tienen en casa es un hombre que se dedica a la mecánica y gana un sueldo medio. La línea entre realidad y fantasía se ha difuminado. En los inicios de una nueva relación, muchos hombres, envalentonados por las expectativas poco realistas de las mujeres, crean la ilusión de que podrán alcanzar algunos de estos estándares. Las mujeres quieren al tipo de Days of Our Lives [Días de nuestras vidas], porque ese hombre sabe exactamente qué quieren las mujeres y siempre se lo da. Sin embargo, las mujeres no tardan demasiado en darse cuenta de que su hombre, en realidad, es simplemente un hombre normal, y entonces es cuando puede hacer acto de presencia la desilusión. Las expectativas poco realistas son parte importante en la rotura de una relación.

Las mujeres están expuestas diariamente a las imágenes del «nuevo hombre» en falsas situaciones románticas en las que participa un supuesto «macho men» que piensa, habla y reacciona como las mujeres. Estos hombres lucen cuerpos esculpidos, ropa cara, pechos peludos y barbas perfectamente recortadas, y se muestran dispuestos a escuchar a las mujeres que les hablan de relaciones y de sus vidas. Las revistas femeninas refuerzan estas imágenes que hacen pensar a la lectora que debe de ser la única que no está casada con uno de estos tipos maravillosos como los de la serie The Young and the Restless. Estudios realizados revelan que las mujeres que se pasan la vida leyendo novelas románticas basadas en la fantasía nunca se sienten satisfechas con sus vidas, a pesar de que, como también revelan los estudios, suelen experimentar más orgasmos que las que no leen novelas de este tipo.

¿Por qué las mujeres casadas suelen estar más entradas en carnes que las solteras?

Porque las solteras llegan a casa, ven lo que hay en la nevera y se van a la cama.

Las casadas llegan a casa, ven lo que hay en la cama y se van a la nevera.

Por qué el siglo XXI resulta más difícil para los hombres

Los hombres nacidos antes de la década de 1960 fueron los últimos de una generación de hombres que se criaron con la idea de que, para ser atractivos, necesitaban un trabajo, un hobby y un cobertizo en el jardín. Su deber era aguantar la puerta para que pasara una dama, no soltar nunca groserías delante de una mujer, beber mucha cerveza y reverenciar a John Wayne y Cary Grant. A grandes rasgos, eso es todo lo que se pedía a un hombre «de verdad». John Wayne era el gran modelo para los hombres porque era fuerte y duro, pero respetuoso con las mujeres y muy justo.

Un hombre de verdad nunca lloraría en público a menos que estuviera viendo una película en la que muere un perro heroico para salvar a su dueño.

O si Heidi Klum se desabrocha la blusa.

O si se le cae una caja entera de cervezas.

A partir de la década de los setenta, y con la emergencia de sociedades occidentales más feminizadas, cambiaron las expectativas femeninas sobre los hombres y las relaciones. Ahora las mujeres esperan de los hombres más de lo que sus antepasadas se hubieran atrevido a imaginar. Hasta la década de los setenta, la mujer tenía que «encontrar un hombre» para ser considerada socialmente respetable, dar a luz un hijo «legítimo» o hasta pedirle dinero prestado. Ahora que estos condicionantes ya no existen, las mujeres son libres de ser más exigentes por lo que respecta a lo que quieren de los hombres. Muchos hombres han tratado de cumplir con este nuevo reto, pero, puesto que los criterios que aplican las mujeres suelen significar que quieren que ellos piensen como ellas (por ejemplo, darse cuenta de que alguien está desanimado, hablar sin parar de sentimientos y discutir problemas sin llegar nunca a una solución; cosas que no forman parte de la naturaleza del circuito predeterminado del cerebro masculino), los hombres se han encontrado desconcertados y confusos, y han regresado a lo que antes se conocía como comportamiento de «macho». Estas actitudes incluyen una obsesión por temas como coches, motores, ordenadores o estadísticas deportivas, todo ello combinado con poca, o ninguna, habilidad comunicativa. A las sociedades feminizadas de hoy en día no les gusta este tipo de comportamiento masculino y, en ocasiones, tratan de definirlo como una disfunción. A algunos hombres se les tacha de enfermos mentales cuando, en realidad, sólo están mostrando de forma aguda algunos comportamientos masculinos o han tenido pobres referencias paternas.

Actualmente, son maestras las que educan casi exclusivamente a los niños pequeños. Estas mujeres animan a los niños a «hablar» de sus diferencias y a «jugar con cuidado», en lugar de formar jerarquías, pelearse y escoger líderes, que es lo predeterminado en el cerebro masculino. Hay pocos profesores hombres, si es que los hay, que actúen como modelos masculinos. Esto se suma a la confusión que sienten las nuevas generaciones de chicos jóvenes a la hora de plantearse qué significa ser hombre.

Por desgracia, el listón de lo que esperan las mujeres de los hombres sube casi anualmente por efecto de Hollywood y de los medios de comunicación, hasta el punto de que muchos hombres simplemente han abandonado y ya no intentan alcanzarlo. De las mujeres se espera que se aferren a las imágenes de los famosos perfectos que aparecen en las portadas de las revistas femeninas, pero es mucho peor para los hombres, porque, al menos, las revistas femeninas muestran el aspecto que se supone que uno ha de tener, pero las masculinas no lo hacen. El nuevo hombre perfecto del siglo XXI tendría que ser un luchador en el trabajo, una maravilla metrosexual en lo que se refiere a la ropa, la cocina y la decoración, un semental en la cama, un dios escultórico en el gimnasio, un padre perfecto, un amigo al que le encanta escuchar cuando las mujeres les cuentan sus problemas y un tipo sensible que llora con una representación de Romeo y Julieta. Por desgracia, este tipo de hombres suelen tener novio.

A medida que va creciendo la lista de requisitos del hombre perfecto del siglo XXI, muchos hombres se refugian en los partidos de fútbol, las carreras de coches y los bares, donde pueden actuar como hombres ante los demás. Las mujeres simplemente se van de compras y comen chocolate.

Resumen

Vivimos en una época en la que es más difícil iniciar una relación y mantenerla que en épocas anteriores. Las expectativas de hombres y mujeres respecto al sexo contrario están a unos niveles sin precedentes y los padres están perdiendo la capacidad de aconsejar a sus hijos. Sin embargo, como en todos los tiempos, amar y ser amado sigue siendo vital para la buena salud y supervivencia de los humanos. Se espera de los hombres que se muestren blandos y femeninos en algunas situaciones, y fuertes y masculinos en otras, mientras que de las mujeres se espera que sean independientes y sepan programar un GPS. Todas estas cosas no formaban parte de los roles de nuestros antepasados. Si usted logra comprender quiénes somos y de dónde venimos, podrá desarrollar las estrategias necesarias para arreglárselas y atraer al sexo contrario. Pero primero tendrá que saber qué quiere realmente el sexo opuesto del sexo y el amor, y eso es lo que trataremos en los siguientes capítulos.

  • La sociedad puede haber cambiado drásticamente en el último siglo, pero nuestras necesidades y motivaciones no han cambiado en centenares de siglos.
  • Los medios de comunicación han provocado en hombres y mujeres expectativas poco realistas de las relaciones. Nadie es perfecto, y tratar de encontrar a alguien perfecto o intentar cambiar a alguien es la receta perfecta para un fracaso seguro.
  • Entender nuestras motivaciones primitivas es la clave para una relación feliz.