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El sexo en el cerebro

Dice, «Entonces insertar lengüeta A en ranura B».

Pasión, encaprichamiento, idilio, «calentones», amor obsesivo, embriaguez alcohólica… Todos estos términos se usan para describir sensaciones de éxtasis, euforia, felicidad y arrebato que casi todo el mundo experimentará de algún modo en algún momento de su vida. Con ellas vienen las sensaciones de angustia, aflicción, dolor, agonía, tormento y pesar. Durante miles de años, los expertos han intentado definir, sin demasiado éxito, el amor romántico, llegando a menudo a la conclusión de que puede estar de algún modo controlado por fuerzas externas a nosotros, de tipo místico, sobrenatural o espiritual. Sin embargo, hemos encasillado sin problema otras emociones humanas, como la depresión, la ansiedad, la obsesión y el miedo.

Desde la década de 1970, los humanos han experimentado un profundo anhelo espiritual de amor. Este anhelo responde al derrumbamiento de las estructuras sociales que nos proporcionaban lazos íntimos con los amigos, la familia y los amantes; estructuras que constituyeron la norma durante miles de años. Evolucionamos como especie para cuidar de nuestros jóvenes, protegernos, amarnos y depender los unos de los otros, y nos estructuramos en unidades sociales y familiares. Las generaciones más mayores cuidaban de los niños, mientras las de mediana edad trabajaban o recolectaban alimentos. Por la tarde, las generaciones de mayores contaban cuentos a los niños y les hablaban de su herencia y de la vida. Esta clase de estructura familiar ahora sólo existe en culturas primitivas y en algunas partes de Oriente Próximo, Asia, el Mediterráneo y el Tercer Mundo. Y, puesto que cada vez más personas se quedan solteras o viven solas, el abismo cultural con esos esquemas se hace cada vez mayor. Durante más de un millón de años, las sociedades se han estructurado para tener a un hombre y una mujer juntos; sin embargo, las sociedades actuales están alejando a ambos sexos. La erosión de la estructura familiar básica nos ha llevado a la pérdida de valores, a niños que crecen sin sus padres y al caos emocional.

Mismos objetivos, distintas agendas

Los hombres y las mujeres tienen unas agendas muy diferenciadas cuando se trata de sexo y amor, y estas diferencias tienen sus raíces en nuestro pasado ancestral. En términos básicos, lo que despierta el interés de los hombres de hoy son las imágenes visuales y los signos denotativos de la salud, fertilidad y juventud de una mujer, mientras que las mujeres se sienten atraídas por signos de poder, posición, compromiso y recursos económicos del hombre, tal como hacían sus ancestros. En realidad, nada ha cambiado demasiado en cientos de milenios por cuanto respecta a los impulsos y necesidades sexuales. Esta idea puede resultar impopular en un mundo políticamente correcto en el que se ha puesto de moda decir que los hombres y las mujeres persiguen las mismas cosas en la vida y tienen las mismas motivaciones, preferencias e impulsos, pero a medida que vaya leyendo, verá que esto simplemente no es cierto. De hecho, en sus adentros sabe que no lo es. Es tan sólo un mito perpetuado por los que buscan el poder, léase burócratas, líderes religiosos, grupos feministas y otros individuos con motivaciones políticas. Puede que sea políticamente correcto decir que hombres y mujeres piensan del mismo modo y que quieren las mismas cosas, pero, quien haya tenido la experiencia de vivir en ambientes mixtos, trabajando y tratando con unos y otros, sabrá que eso no es cierto.

El poder del amor

David Buss, profesor de psicología de la Universidad de Texas, en Austin, ha sido internacionalmente reconocido por su destacada investigación sobre las diferencias entre sexos a la hora de escoger pareja. Él y su equipo buscaron pruebas de amor romántico en 147 culturas. Hallaron pruebas empíricas de amor romántico en pinturas rupestres, manuscritos, poemas, canciones y libros. La mayoría de gente sólo ve las vertientes positivas del amor al pensar en él. Se imaginan mirando a los ojos del ser amado, cogidos de la mano, cantando canciones de amor, haciendo el amor, experimentando sensaciones cálidas y borrosas, y todo eso de «vivieron felices y comieron perdices». Pero el amor también tiene una vertiente oscura. Buss y otros investigadores hallaron pruebas en la historia de la Humanidad que se referían a pociones de amor, encantamientos, hechizos, suicidios y asesinatos motivados por la obtención o la pérdida del amor. De hecho, uno de cada cuatro asesinatos es el resultado de un amor fallido. Esposos, amantes, rivales, acosados y despechados mueren en todas partes a causa del amor. Casi todas las culturas tienen un equivalente a la historia de Romeo y Julieta. La necesidad dramática de amar nos llena de alegría, desesperación, miedo o venganza, y a veces de todo ello a la vez.

Las víctimas de un amor frustrado protagonizan casos de depresión y suicidio en todas partes.

Y, puesto que el amor romántico es universal y todas las culturas humanas de la Tierra lo incluyen, debe de haber en él alguna base biológica. En otras palabras, no puede tratarse simplemente de una tradición cultural, como la adoración de ídolos o la religión; el amor es algo muy poderoso que forma parte del circuito predeterminado de cada uno de nosotros.

La biología del amor

Los científicos que han investigado cómo funciona el cerebro humano cuando una persona se enamora han concluido que hay tres sistemas cerebrales distintos en el apareamiento y la reproducción: deseo carnal, amor romántico y relación duradera. Cada uno de estos sistemas se asocia con una actividad hormonal distinta que provoca sensaciones específicas y cambios de comportamiento en los enamorados. Si se concibe el amor en términos de estos tres sistemas, se hace más fácil distinguir en qué estadio se encuentra la persona y más fácil comprender sus acciones.

El objetivo de este capítulo es ayudarle a comprender las funciones cerebrales básicas que gobiernan el deseo, el amor romántico y el compromiso duradero. Hemos intentado que las explicaciones sean lo más breves y simples posible. Al hablar de las zonas específicas del cerebro, es importante comprender que las regiones cerebrales referidas suelen formar parte de una red cerebral global y agradecemos al profesor Graeme Jackson del Brain Research Institute de Melbourne sus sugerencias en este campo. Hemos simplificado las cosas para hacerlas más accesibles a nuestros lectores, si bien hemos sido conscientes de no simplificar demasiado las ideas y los conceptos tratados. Es de vital importancia tener estos conocimientos de la investigación porque se hace referencia a ellos a lo largo de todo el libro. Empleamos terminología médica para aquéllos con un punto de vista técnico, pero sólo tendrá que comprender su significado en relación a su vida amorosa. En detrimento del comportamiento de minorías o excepciones, aquí trataremos principios que operan en la mayoría de casos.

Se ha constatado que el amor es el resultado de un grupo específico de elementos químicos y circuitos cerebrales que trabajan en zonas específicas del cerebro. En términos científicos simples, el amor resulta de una combinación de sustancias químicas cerebrales, entre las que se encuentran la dopamina, la oxitocina, la testosterona, los estrógenos y la norepinefrina. De un modo muy similar, estas sustancias químicas empujan a otros mamíferos a encontrar parejas adecuadas. Cuando nuestro cerebro ha identificado a una pareja adecuada, según ciertos criterios que discutiremos más adelante, se pone en marcha para producir las sustancias químicas necesarias para crear el entorno que nos permita atraer a esa persona.

El amor es una serie de reacciones químicas en el cerebro.

A lo largo de la Historia, los matrimonios han sido acontecimientos pactados por razón de riqueza, posición, rivalidades familiares, grupos tribales y política. Hoy en día, este enfoque prácticamente ha desaparecido en el mundo occidental y la mayoría de gente se casa por amor.

Cuando se trata de escoger pareja, los humanos centran su atención en una sola persona. Eso los distingue de la mayoría de animales. Una paloma macho en celo, por ejemplo, esponja las plumas y se acerca a tantas posibles parejas como su energía le permite. Los humanos, sin embargo, suelen tener una pequeña lista de candidatas pero se centran sólo en una.

El amor a primera vista

El fenómeno del «amor a primera vista» se ha probado científicamente y afecta a la mayoría de especies animales de un modo muy similar.

Ramón estaba comprando en el supermercado cuando, a través de los paquetes de cereales, vio el pasillo de confitería. Lo que vio le sobrecogió y experimentó una sensación de euforia, casi como si le hubiera entrado una borrachera. Allí, de pie, había una mujer que simplemente le cautivó el corazón. No era bonita en el sentido estricto de la palabra, pero tenía algo único, algo que acompañaba sus movimientos. Lo único que sabía era que se sentía magnéticamente atraído por ella. Con sólo mirarla se llenaba de emoción y sentía mariposas en el estómago.

Mientras experimentaba estas sensaciones de euforia por haberla descubierto, sentía a la vez un sentimiento de desesperación porque sabía que nunca la tendría.

Si ha experimentado alguna vez el amor a primera vista, su cerebro estaba produciendo enormes cantidades de dopamina y norepinefrina, que le hicieron sentir casi como si se hubiera drogado. Lo mismo ocurre a los demás animales. Veamos, por ejemplo, un perro de la pradera hembra, muy parecido a la rata del desierto. Si exponemos a un topillo de la pradera hembra al más mínimo rastro de esencia de orina de un topillo macho, la hembra experimenta exactamente la misma reacción química que experimentan los humanos: una subida de dopamina y norepinefrina. Un estudio demostró que cuando se muestra a una oveja hembra en celo imágenes de un macho, los niveles de norepinefrina de su cerebro aumentan. Si bien estos efectos pueden durar unos segundos o unos minutos en la mayoría de animales, en humanos pueden durar meses o años.

Los científicos coinciden ahora en que el amor a primera vista es un fenómeno real. Los científicos que trabajan en esta área también creen que en una sociedad estable donde la gente no está bajo amenaza de muerte o guerra, el deseo, el amor romántico y el compromiso duradero pueden ser la mejor manera, y la más eficiente, para asegurar la supervivencia de la especie.

Cosa de Darwin

El deseo carnal surge por el aumento de las hormonas sexuales, tales como la testosterona y los estrógenos. Estas hormonas causan un imperioso deseo de conseguir una gratificación física. Cuando se produce el deseo, se activan dos partes clave del cerebro: el hipotálamo, que controla nuestros impulsos primordiales, tales como la sed y el hambre, y las amígdalas, que constituyen el centro de la excitación. Durante el deseo se segrega gran cantidad de dopamina, lo que conlleva la producción de testosterona, causando la atracción sexual. Ocurre cuando vemos a alguien por primera vez y sentimos la imperiosa necesidad de «tener» a esa persona.

Un estudio llevado a cabo en 2006 por la Universidad de Chicago demostró que, incluso en una conversación ocasional con una desconocida, los niveles de testosterona aumentan un tercio en los hombres y que, cuanto más fuerte es esta reacción hormonal, más exagerados son los cambios en el comportamiento del hombre. El estudio también mostró que las lecturas de testosterona en hombres casados y padres de familia son significantemente inferiores a las de los hombres sin pareja que están «en el mercado», ya que los padres se han sumergido en el papel paternal y tienen niveles más elevados de oxitocina que los solteros que aún están buscando la manera de traspasar sus genes.

Obviamente, el deseo evolucionó para llevar a la procreación y asegurar la supervivencia de la especie humana, cosa que debió de hacerse necesaria en condiciones de supervivencia extremadamente difíciles en las que no había tiempo para el romanticismo. Además, las hembras humanas sólo pueden dar a luz una vez al año, lo que significa que, sin el deseo, la especie humana se habría visto bajo amenaza de extinción. Puesto que nuestra reproducción es lenta, la Madre Naturaleza nos convirtió en procreadores natos. Por eso, en situaciones peligrosas y amenazantes, como en tiempos de guerra, es posible que, de repente, todos se sientan atraídos por todos, aun siendo perfectos desconocidos. Si sus vidas están en peligro, sienten la inmediata necesidad de traspasar sus genes.

En breve, el deseo carnal, el amor a primera vista y los aspectos obsesivos impulsados por el objetivo de encontrar un amor rápido son comportamientos que evolucionaron para agilizar el emparejamiento y mejorar las posibilidades de éxito de la reproducción humana.

Estemos juntos

La testosterona es la principal hormona responsable del impulso sexual y los hombres lo tienen en una cantidad entre diez y veinte veces más elevada que las mujeres. Ésa es la razón por la que el impulso sexual masculino es más fuerte y más intenso. La testosterona hace a los hombres más peludos, más grandes, más fuertes, más agresivos y más ardorosos que las mujeres. Pero los hombres tienen bastante menos oxitocina que las mujeres. La oxitocina, conocida como la «hormona del amor», se libera en grandes cantidades durante el orgasmo de hombres y mujeres. Cuando el hombre experimenta una erección, su oxitocina se disipa, razón por la que las carantoñas de después del sexo tienen gran importancia para la mujer y poco atractivo para el hombre.

Un estudio de 2006 realizado por la doctora Rebecca Turner, profesora de la División de Psicología Organizacional de la Alliant International University de San Francisco, demostró que esta hormona es el pegamento del vínculo emocional humano. Cuando la gente tiene un vínculo de pareja —o se «enamora», como suele decirse—, los niveles de oxitocina aumentan. Esta hormona es la que nos hace sentir esa sensación agradable y vertiginosa por la persona que deseamos. El hecho de tener niveles más altos de oxitocina que los hombres es la principal causa por la que las mujeres se enamoran más profundamente que los hombres en los inicios de una nueva relación. Cuanta más oxitocina producen, más maternales serán y más profundamente se comprometerán con alguien. Con sólo escuchar el nombre del amado, captar un olor asociado a él, fantasear con él o escuchar una canción relacionada con él, las mujeres elevarán sus niveles de oxitocina. Nada —ni carísimos conjuntos, maquillajes perfectos, toneladas de joyas o un coche deportivo recién estrenado— puede disimular el estado emocional de las mujeres. Si una mujer se siente amada y adorada, sus hormonas hacen que sus mejillas se sonrosen, la hacen «brillar» e irradiar calidez. Si, por el contrario, se siente desengañada e ignorada, también resulta muy obvio.

¿Cuál es la diferencia entre hombres y mujeres? La mujer quiere que un solo hombre satisfaga todas sus necesidades. El hombre quiere que todas las mujeres satisfagan su única necesidad.

Los estudios de David Buss mostraron que cuando las parejas se encuentran en la fase de enamoramiento, los niveles de testosterona de los hombres descienden, mientras que aumentan los de oxitocina para acelerar el proceso de creación de lazos afectivos. Esto consigue que los hombres se muestren más indulgentes, amables y calmados. Del mismo modo, aumentan en las mujeres los niveles de testosterona con la excitación y la seguridad que les hace sentir el inicio de una nueva relación. Este incremento de testosterona hace a las mujeres más ardorosas, creando la ilusión en la pareja de que los impulsos sexuales del hombre y la mujer deben de ser iguales. Cuando termina este período de «efervescencia», de tres a nueve meses después del inicio de una nueva relación, los impulsos sexuales de ambos vuelven a la «posición por defecto», creando en él la impresión de que ella ya no está interesada en el sexo y, en ella, la impresión de que él es un maníaco sexual. Muchas relaciones llegan a su fin en este punto.

Por qué los enamorados se vuelven tan locos

Josefina, madre soltera de 33 años, ha dedicado su vida a criar sola a sus hijos. Después de seis meses en su nuevo trabajo, asistió a la fiesta navideña que la empresa celebró en un barco del puerto de Sydney. Llegó al muelle con un aspecto muy atractivo y recibió muchos cumplidos y miradas de admiración de sus compañeros masculinos. Eso le dio mucha confianza en sí misma y la hizo sentirse bella. Mientras el barco surcaba las aguas bañadas por la luna, le presentaron a Ricardo, un nuevo ejecutivo de las oficinas de Melbourne. Al darse la mano, el corazón de la mujer dio un vuelco. Era un hombre alto, moreno y guapo que la hacía reír y parecía tan atraído por ella como ella se sentía por él. Después de una noche mágica cenando y bailando, estuvieron charlando hasta altas horas de la madrugada y pasaron juntos toda la mañana y la tarde siguientes. Para Josefina, fue como si le hubieran lanzado un hechizo mágico.

Volver a casa con los niños fue genial, pero su cabeza no paraba de pensar en Ricardo y en el tiempo que habían compartido. Se preguntaba si él la echaría también tanto de menos. En pocos días, empezó a perder peso y no tenía apetito… Lo único que podía hacer era pensar en él y en aquellos preciosos recuerdos. Empezó a llamar a Ricardo cada hora sólo para decirle que estaba pensando en él y a mandarle mensajes a primera hora de la mañana. Empezó a comprarle regalos para demostrarle cuánto le importaba. Sus hijos empezaron a sentirse desplazados y su comportamiento empezó a degenerar, pero a ella parecía no importarle. Canceló la visita de su hijo al dentista y utilizó ese dinero para comprarse un billete de avión para ir a ver a Ricardo. ¿Acaso no era ya hora de que pensara en sí misma y en sus propias necesidades?, pensó.

En muchos sentidos, los cambios de comportamiento durante el amor romántico se parecen a la psicosis y, desde un punto de vista bioquímico, el amor apasionado es muy parecido al consumo de drogas. El doctor John Marsden, jefe del British National Addiction Centre, descubrió que el amor es adictivo y, en algunos aspectos, similar a la cocaína y el Speed. Concluyó que el amor romántico es una «bomba trampa» dirigida a mantener a la pareja unida el tiempo suficiente para que se establezcan vínculos afectivos. La doctora en antropología Helen Fisher, autora de The Anatomy of Love, describió el enamoramiento como «una serie concreta de reacciones químicas desencadenadas en el cerebro que guardan cierta similitud con las enfermedades mentales». Según la doctora Fisher, cuando uno se enamora, se activan exactamente los mismos circuitos cerebrales que se activan cuando se consume cocaína y se experimenta una euforia tan intensa como la que se experimenta con las drogas. Los investigadores han relacionado también el amor romántico con las vías de transducción que utiliza la hormona de la dopamina, mensajera química estrechamente ligada al estado de euforia, ansia y adicción.

Un escalofrío me ha recorrido la espalda

Las sustancias químicas liberadas por el cerebro ante un nuevo amor resultan en una variedad de sensaciones y reacciones físicas que alrededor del 90% de enamorados asegura haber experimentado. Entre ellas se incluyen el insomnio, la pérdida de apetito, el rubor, la alegría, la incomodidad, la euforia, las mariposas en el estómago, la respiración acelerada, el mareo, el temblor de piernas, las palpitaciones, las palmas de las manos sudadas y el tartamudeo. Muchas de estas reacciones se asocian al miedo a ser rechazado por el ser amado, transformándose en un arma de doble filo en la que se encuentran a la vez la emoción y el miedo. Los recién enamorados no sólo experimentan estas emociones, sino que, además, estudian constantemente el rostro de sus amados en busca de signos de reciprocidad.

Carole King resumió a la perfección las reacciones químicas que se producen cuando nos enamoramos en su canción de 1970: «I Feel the Earth Move Under My Feet». En su canción describía sus sensaciones de calor y frío, su pérdida del control emocional, las palpitaciones de su corazón y la sensación de que el cielo se venía abajo cuando su amado andaba cerca. Todas éstas también son reacciones comunes a las drogas.

El amor puede ser un magnífico viaje en una montaña rusa que suele tomar a la gente por sorpresa. Así, no están preparados y poco es el control que pueden tener sobre la situación. Los sentimientos provienen de la parte primitiva del cerebro que se conoce como corteza cerebral o materia gris y sofocan el poder de la parte pensante, haciendo que los enamorados se comporten de un modo irracional, como cuando la respuesta de lucha o huida empuja a una persona a correr en lugar de pensar fríamente en un plan de escape cuando se encuentra delante de un león.

La euforia del amor ha inspirado a muchos artistas a crear canciones y melodías amorosas inolvidables y poemas enternecedores e impactantes, pero la intensidad del amor también puede inducir a algunos a los celos y la paranoia. Pruebas científicas recientes han demostrado que puede mejorar espectacularmente la salud, llegando estudios especializados a mostrar que es capaz de curar el cáncer y otras enfermedades. El amor puede también motivarnos para que sigamos viviendo con personas cuyo comportamiento nos perjudica, como en el caso de parejas maltratadoras.

No puedo ni dormir ni comer

A los que se encuentran en fase de «enamoramiento» se les suele llamar «enfermos de amor». Dicen que no pueden comer ni dormir bien y muestran comportamientos reiterativos y compulsivos, como llamar a sus amados veinte o treinta veces al día. Estos comportamientos se han asociado a la combinación de bajos niveles de serotonina y altos niveles de oxitocina. La serotonina es un neurotransmisor que nos aporta un alto nivel de conciencia y percepción de nuestro entorno, así como una sensación general de bienestar.

Los trastornos depresivos y alimenticios también se asocian con bajos niveles de serotonina que tratan de elevarse con una medicación antidepresiva. Por su naturaleza, las mujeres tienen cerca de un 30% más de oxitocina que los hombres, lo que, combinado con niveles inferiores de serotonina, puede explicar que las mujeres tengan mayor tendencia a volverse «locas» por alguien e incluso a mostrarse más obsesivas.

El amor es sólo una broma pesada que se nos juega para asegurar la continuidad de la especie.

W. Somerset Maugh

En 2007, Serge Brand y sus colegas de la Psychiatric Universy Clinics de Basilea, Suiza, entrevistaron a 113 sujetos, todos ellos de 17 años de edad. De ellos, 65 dijeron que se habían enamorado recientemente. Brand constató que los adolescentes enamorados dormían menos, actuaban compulsivamente más a menudo y tenían «un montón de ideas alocadas y energías creativas». Los adolescentes enamorados estaban más predispuestos a conductas de riesgo, como la conducción temeraria o el puenting. Brand demostró que los adolescentes en los primeros estadios de un amor romántico intenso no se diferenciaban de los pacientes con episodios hipomaníacos. En otras palabras, en ocasiones resulta difícil diferenciar a un adolescente enamorado de alguien de quien se diría que está loco.

Si alguna vez ha dicho que estaba «loco» por alguien, ha dado en el clavo.

Lo que revelan los escáneres cerebrales

Las técnicas de exploración cerebral a través de la imagen como la resonancia magnética funcional (RMF) y el magnetoencefalograma (MEG) han abierto un nuevo mundo de posibilidades para la comprensión del ser humano, ya que permiten a los investigadores estudiar el funcionamiento del cerebro humano sin dañar al paciente.

El estudio del amor y el sexo en el cerebro cobró gran importancia en el año 2002, cuando los neurobiólogos ingleses Andreas Bartels y Semir Zeki, de la University College de Londres, llevaron a cabo un estudio con chicos y chicas que decían que habían iniciado una nueva relación y se describían como «locamente enamorados». Cuando les enseñaban una foto de sus enamorados, su patrón de actividad cerebral era notablemente diferente al de cuando observaban la foto de un buen amigo. Los escáneres cerebrales mostraron que la atracción romántica activaba las áreas del cerebro con grandes concentraciones de receptores de dopamina. La dopamina, como bien recordará, es el neurotransmisor que afecta al placer y la motivación, y a menudo se la denomina «hormona de la felicidad». Los altos niveles de dopamina y norepinefrina se asocian a elevados grados de atención, memoria a corto plazo, hiperactividad, insomnio y conductas orientadas a un objetivo. Cuando la pareja se conquista, en ambos suelen detectarse signos de un aumento repentino de dopamina: incremento de energía, menor necesidad de sueño o comida, atención centrada en la pareja y un exquisito deleite en el más mínimo detalle de su nueva relación. Bartels y Zeki compararon las imágenes obtenidas de las resonancias magnéticas cerebrales de personas en diferentes estados emocionales de excitación sexual, felicidad y euforia inducida por el consumo de cocaína, y descubrieron que eran prácticamente idénticos.

Hay que aceptarlo, somos adictos al amor

Los siguientes escáneres cerebrales muestran cómo el estar «locamente enamorado» activa las mismas zonas del cerebro que la adicción a la cocaína.

El escáner cerebral de la izquierda muestra la región del cerebro que se activa en las personas «locamente enamoradas». El escáner de la derecha muestra las regiones activadas por el consumo de cocaína.

De modo que, tanto si está usted enamorado como si ha consumido drogas, la sensación será la misma. Los escáneres también revelaron que las madres que cuidan de sus bebés experimentan la misma actividad cerebral que las personas que están observando a sus amados. Bartels y Zeki concluyeron que tanto el amor romántico como el materno están ligados a la perpetuación de la especie humana, puesto que tanto en los amantes como en los bebés reside la promesa de continuidad de nuestro ADN.

La geografía del sexo y el amor en el cerebro

En 2005, la doctora Lucy Brown, catedrática de neurociencia del Albert Einstein College of Medicine de Nueva York, se asoció con una de las doctoras en antropología biológica más reputadas del mundo, Helen Fisher, de la Rutgers University de EE. UU., para llevar a cabo un estudio sobre las resonancias magnéticas (RM) cerebrales de 17 jóvenes. Eran todos chicos y chicas que acababan de iniciar una relación y se describían como «recién y locamente enamorados»; es decir, que se encontraban en los estadios pasionales o incipientes del amor. Su estudio de las RM explicó las razones psicológicas por las que sentimos lo que sentimos cuando nos enamoramos: por qué el amor es tan poderoso y por qué ser rechazado resulta tan doloroso y deprimente.

Estudiaron una región del cerebro llamada núcleo caudado y asociada al ansia, la memoria, las emociones y la atención, así como el tegmento ventral, que es la parte del cerebro que proyecta las células de dopamina al resto de regiones del cerebro. Todas estas zonas se iluminaron en las RM cuando los sujetos vieron imágenes de sus amados. Las investigadoras también compararon los datos de las RM con otros estudios sobre la respuesta eréctil masculina ante imágenes de mujeres y analizaron datos sobre parejas tanto humanas como animales que ya llevaban mucho tiempo juntas. Descubrieron que cuando nos enamoramos, el tegmento ventral inunda el núcleo caudado de dopamina. El núcleo caudado envía entonces señales solicitando más dopamina, y cuanta más dopamina obtenemos, más felices y animados nos encontramos. Fisher y Brown también confirmaron que estar «locamente enamorado» provoca una sensación similar al subidón de las drogas a causa de la actividad hormonal.

Según sus hallazgos, el núcleo caudato es la zona del cerebro vinculada al amor romántico. Averiguaron que el cariño prolongado tenía su centro en la parte frontal y en la base del cerebro, en el putamen ventral y el pallidum. Los sentimientos relacionados con el deseo y la excitación sexual ocupan diferentes áreas, principalmente situadas en la parte izquierda del cerebro. Lo importante de este estudio es que acaba con el misterio del amor en el cerebro y nos permite ser más objetivos en cuanto a lo que es realmente el amor.

El amor es un cóctel químico de drogas de la felicidad, y a los adictos a este cóctel se les conoce como «adictos al sexo».

Sección transversal del cerebro humano.

Por qué hombres y mujeres ven el amor de diferente manera

Fisher y Brown, por separado y juntas, analizaron los escáneres cerebrales realizados a más de 3000 universitarios «locamente enamorados» que observaban la fotografía de sus amados. Constataron que las mujeres del estudio mostraban una mayor actividad en el núcleo caudato (que, como hemos mencionado, es una zona del cerebro asociada a la memoria, las emociones y la atención), el septo, también llamado «centro del placer», y la corteza parietal posterior, que participa en la producción de imágenes mentales y la evocación de la memoria. Los hombres del estudio mostraron mayor actividad en el córtex visual y las zonas de procesamiento visual, entre ellas la región responsable de la excitación sexual. En su estudio, Bartels y Zeki llegaron a las mismas conclusiones.

Los siguientes escáneres cerebrales ilustran la investigación de la doctora Brown y revelan en qué parte del cerebro se ubica el amor y por qué hombres y mujeres lo ven de un modo tan distinto. Son escáneres de hombres y mujeres al observar imágenes de la persona de quien están locamente enamorados.

Imágenes del amor. Hombres y mujeres mirando fotografías de sus enamorados. Las manchas blancas son zonas activas.

Como se observa, los hombres muestran menos zonas iluminadas que las mujeres, pero cuando esas zonas se ven en color, se produce una mayor actividad en las zonas iluminadas de los hombres que en las más extensas pero menos activas de las mujeres. Las mujeres tienen más zonas activas y además su ubicación es completamente distinta a las de los hombres. Estas pruebas demuestran por qué hombres y mujeres tienen puntos de vista tan diferenciados de las relaciones amorosas.

En otro estudio, mostraron fotografías eróticas a las personas a las que estaban escaneando el cerebro, pero Brown y Fisher no detectaron la activación de ninguna de las zonas de «enamoramiento» de los escáneres anteriores. Como hemos mencionado con anterioridad, detectaron actividad en el hipotálamo, que controla instintos como el hambre o la sed, y en la región amígdala, que controla la excitación. La conclusión es que los cerebros enamorados y los cerebros lujuriosos no se parecen demasiado porque se rigen por diferentes sistemas.

En resumen, la ciencia constata que se emplean unos procesos completamente diferentes a la hora de evaluar al sexo opuesto en los primeros estadios del amor. Los hombres utilizan los ojos como herramienta principal para evaluar a las mujeres por su potencial sexual, mientras que las mujeres utilizan la memoria para valorar las características del hombre en cuanto a su potencial como pareja duradera. Deseo y amor tienen diferentes ubicaciones en el cerebro y no son la misma cosa.

¿Cómo valora el cerebro masculino el atractivo de una mujer?

Al mostrar imágenes de mujeres atractivas a los hombres, Bartels y Zeki constataron que los hombres mostraban una mayor actividad en dos regiones concretas del cerebro: una asociada al estímulo visual y otra a la erección del pene. (¿¡Quién lo hubiera dicho!?). La mayoría de hombres suelen guiarse por el estímulo visual, miran a las mujeres, fantasean con ellas y les gusta el porno, cosa que a la mayoría no nos toma por sorpresa. Los investigadores también descubrieron que, cuando se activan estas zonas del cerebro masculino, las zonas relacionadas con los juicios morales pierden relevancia.

Un niño de tres años se estaba examinando los testículos en la bañera.

—Mamá —preguntó—, ¿esto es mi cerebro?

—Aún no —contestó ella.

La red visual del cerebro masculino ha evolucionado en el último millón de años a causa de la necesidad de observar a las mujeres con miras a evaluar su capacidad para producir bebés sanos y perpetuar la especie. Ante una mujer joven y sana, el hombre se excitaría e iniciaría el proceso de apareamiento. He aquí la razón por la que el hombre se enamora antes que la mujer: su motivación visual es mayor, los datos visuales penetran de forma inmediata y envían una señal al cerebro que activa un repentino incremento hormonal. Esto también ayuda a explicar por qué los hombres son más propensos que las mujeres a enamorarse a primera vista.

En esencia, los hombres utilizan principalmente los ojos para evaluar el potencial de una mujer. Cuando se excitan, los hombres sufren una invasión de hormonas y tienen erecciones. Estas hormonas pueden anular el pensamiento racional y, por ello, los hombres pueden tomar decisiones que no les benefician en absoluto. La situación llega al punto en que sus erecciones anulan su cerebro. Estos escáneres corroboran la investigación de David Buss demostrando que estas conductas son un fenómeno universal e intercultural.

Dios dio al hombre un pene y un cerebro pero la sangre justa para que le funcionara sólo uno a la vez.

Robin Williams

¿Cómo valora el cerebro femenino el atractivo de un hombre?

Los estudios sobre el cerebro femenino revelan resultados muy diferentes a los de los hombres. Cuando las mujeres evalúan el atractivo masculino, se les activan diversas regiones cerebrales asociadas a la memoria. En términos evolutivos, se trata de una estrategia adaptativa para recordar todos los detalles del comportamiento del hombre.

Durante cientos de milenios, ha sido tarea de las mujeres criar a sus hijos hasta que pudieran ser independientes. La maternidad es una tarea compleja y mucho más dura para las hembras humanas que para cualquier otro mamífero. Las madres humanas necesitan apoyo y protección durante el cuidado y amamantamiento de sus crías. En tiempos prehistóricos, cuando a una mujer se le moría la pareja, tenía que invertir gran parte de su energía en encontrar un sustituto. A diferencia de lo que ocurre en la aproximación visual inmediata que utiliza el hombre para evaluar al sexo opuesto, una mujer, simplemente mirando a un hombre, no podía saber si éste era honrado y honesto, si podía alcanzar con una piedra a una cebra en movimiento desde una distancia de cincuenta metros o si compartiría la comida con ella. Hoy en día, la mujer recurre al mismo proceso evaluativo para poder recordar cosas como qué dijo un hombre el día anterior o tres semanas antes o hace meses, cómo reacciona con los niños, si es bueno y generoso, cómo trata a su madre, cuál es su historial profesional o cuáles son sus ingresos, y utilizarlas para evaluar su potencial como pareja. Cuando una mujer examina imágenes de un hombre, recuerda a otros hombres con características similares que ya conoce y recupera sus rasgos de personalidad. Entonces, su cerebro decodifica los rasgos que corresponden al rostro del hombre al que está mirando. Es como si la mujer montara un rompecabezas mental de la personalidad de un hombre usando una base de datos de piezas de muchos otros hombres. Eso no significa que lo monte bien; significa simplemente que fabrica una composición mental basada en los hombres que conoce. Mientras el cerebro de las mujeres recopila datos sobre muchos hombres para evaluar el potencial de una pareja, los hombres se limitan a mirar descaradamente a las mujeres. Ahora ya sabe por qué las mujeres nunca olvidan y a los hombres siempre se les pilla comiéndose con los ojos a las mujeres.

Cerca del 79% de parejas que pretenden casarse viven juntas, pero sólo el 18% de ellas dura más de diez años.

Por qué el deseo no perdura

Donatella Marazziti, psiquiatra de la Universidad de Pisa, Italia, investigó los cambios hormonales relacionados con el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) con especial énfasis en la serotonina, la sustancia química que surte un efecto relajante en el cerebro. Se relaciona la existencia de demasiado poca serotonina con la agresión, la obsesión, la depresión y la ansiedad. Los medicamentos de la familia del Prozac combaten estos estados aumentando la presencia de esta sustancia en el cerebro. Marazziti estaba interesada en el hecho de que tanto pacientes con TOC como personas enamoradas pudieran pasarse horas concentradas en un objeto o persona en particular, y de que ambos grupos a menudo fueran concientes de que su obsesión era irracional pero no pudieran hacer nada por controlarla. Midió los niveles de serotonina de 20 personas aquejadas de TOC y de 20 personas «locamente enamoradas». Después comparó los resultados con los de 20 personas más que no padecían ningún trastorno obsesivo compulsivo y tampoco estaban enamoradas. Mientras que los sujetos «normales» mostraban niveles normales de serotonina, los participantes con TOC y los enamorados presentaban cerca de un 40% menos de esta sustancia. Los científicos pueden llegar a estas estimaciones a partir del volumen de actividad de una proteína transportadora de serotonina que se encuentra en las plaquetas de la sangre. Este experimento puede explicar por qué el amor romántico incipiente puede transformarse en obsesión.

Al analizar de nuevo a los mismos sujetos después de 12-24 meses, Marazziti constató que las diferencias hormonales producidas por el deseo habían desaparecido por completo y sus niveles de serotonina habían vuelto a la normalidad, incluso en parejas que seguían juntas. Los enamorados se juran que siempre se «sentirán» igual, pero sus hormonas cuentan algo muy distinto. La Madre Naturaleza es muy sabia y ajusta nuestros niveles de hormonas el tiempo justo para empujarnos a conseguir su objetivo evolutivo: tener hijos.

Utilizando el mismo método de selección voluntaria, en 2005 Enzo Emanuele y sus colegas de la Universidad de Pavía, Italia, investigaron si las neurotrofinas, transportadoras de sustancias químicas, estaban o no implicadas en el amor romántico. Constataron que la concentración de factor de crecimiento nervioso en la sangre de los voluntarios encaprichados excedía los niveles normales y aumentaba con la intensidad de los sentimientos románticos. Como Marazziti, Emanuele y sus colegas también descubrieron que tras uno o dos años, las sustancias del amor habían desaparecido, incluso en las parejas que aún seguían juntas. Ni la intensidad inicial del sentimiento romántico ni la concentración de factor de crecimiento nervioso parecían ser buenos indicadores de si la relación iba o no a perdurar.

Curiosamente, un estudio publicado en 2008 por un equipo de la Stony Brook University de Nueva York, capitaneado por el doctor Arthur Aron, escaneó los cerebros de parejas que llevaban veinte años juntas y los comparó con los de recién enamorados. Constataron que cerca de un 10% de las parejas maduras mostraban la misma activación cerebral y las mismas reacciones químicas que los «recién» enamorados cuando se les mostraban fotografías de sus seres amados. O sea que para algunos aún queda esperanza.

El 90% de las personas necesitan algo más que un torrente de hormonas para mantener una relación a largo plazo.

Mientras, en el hospital Whitchurch de Cardiff, Gales, el bioquímico Abdulla Badawy demostraba que el alcohol también merma la cantidad de serotonina en el cerebro. Niveles bajos de serotonina deshacen la inhibición y crean una ilusión de que cualquier persona ordinaria de la otra punta del bar es increíblemente atractiva.

Toda esta investigación lanza un claro mensaje a los que buscan un amor duradero: espere unos dos años antes de comprometerse emocional o económicamente con alguien… Y escoja bien los bares.

Pero, si todos los mensajeros químicos de los sentimientos románticos intensos desaparecen en dos años, ¿cuál es el aglutinante químico que mantiene unidas a las parejas a largo plazo? No todo está perdido; hablaremos de ello en futuros capítulos.

¿Qué ocurre cuando nos dejan?

Una de las razones por las que un nuevo amor te encoge el corazón es el miedo y la posibilidad de que el sentimiento pueda no ser completamente recíproco y nuestro sueño pueda acabar de repente.

En otro experimento, las doctoras Fisher y Brown y el doctor Aron realizaron escáneres cerebrales a 40 chicos y chicas a quienes sus parejas acababan de abandonar. Como en el estudio de los «recién enamorados» llevado a cabo por Brown y Fisher en 2007, los investigadores compararon dos juegos de imágenes: uno obtenido mientras los participantes observaban la foto de un amigo y otro tomado mientras miraban una foto de sus ex. Los resultados mostraron que cuando se mira una fotografía de alguien que te acaba de abandonar, se activan todas las zonas del cerebro asociadas al dolor físico, al comportamiento obsesivo-compulsivo, al riesgo y al control de la ira. También constataron que, cuando la pareja nos abandona, esas zonas cerebrales suelen iluminarse todavía más haciendo que nos sintamos aún más atraídos por la pareja que nos rechaza. Como un mecanismo de afrontamiento (similar a la respuesta de lucha o huida), nuestro cerebro lleva a cabo al menos un nuevo intento para volver a atraer la atención del ser amado y evitar el dolor del rechazo. Sin embargo, cuando aceptamos que hemos sido abandonados y dejamos atrás la negación, se iluminan las zonas cerebrales asociadas a la desesperación.

Cuando nos abandonan, nuestro cerebro hace que deseemos aún más a nuestro ex.

Cuando los participantes en los estudios veían las fotografías de sus antiguas parejas, también se activaba el sistema de la dopamina en el cerebro, es decir, el mismo sistema asociado al placer y la adicción. Esto no ocurría cuando veían fotografías de sus amigos. Las imágenes cerebrales de los que habían sido abandonados también explican por qué el fracaso de una relación puede acarrear serios problemas de salud. Cuando una persona pasa el período de negación y desaparecen las hormonas de la felicidad como la dopamina, aparecen unas sustancias químicas que pueden llevar a la depresión y debilitar el sistema inmunológico del cuerpo, provocando enfermedades. La regla de cajón es que tiene que pasar un mes por cada año de relación para poder «desterrarla emocionalmente de nuestro sistema» y para que nuestras hormonas vuelvan a niveles normales y saludables. Así, si una relación le duró, pongamos, dos años, usted tardaría dos meses en expulsarla de su sistema y sentir que la ha superado. Eso explica por qué la gente mayor que pierde a su pareja después de cincuenta años de matrimonio nunca llega a recuperarse de lo que comúnmente se conoce como un «corazón roto».

Resumen

En términos básicos, el impulso sexual es el resultado de un cóctel de sustancias químicas liberadas en sangre por el cerebro, que estimula la producción de hormonas, principalmente testosterona y estrógenos. Las circunstancias bajo las que cada cual se encuentre en ese momento también pueden hacer que el cerebro libere esas sustancias. Por ejemplo, una canción en concreto, un olor especial o una persona con ciertos rasgos físicos pueden provocar la liberación de esas sustancias químicas. A medida que envejecemos, los niveles de hormonas, en especial de testosterona, disminuyen. La inyección de testosterona en hombres y mujeres mayores con impulsos sexuales en declive se ha convertido en una práctica extendida. Hablaremos de ello más tarde, pero es importante comprender que todos los ideales románticos, sentimientos amorosos y subidas y bajadas que usted puede experimentar ante un nuevo amor tienen una relación química y no son el reencuentro misterioso y místico de almas que a mucha gente le gusta creer que son.

Por fin, la ciencia está desvelando datos sobre el amor romántico, el deseo, el sexo y el cariño que durante milenios han permanecido envueltos en un halo de misterio y fantasía. Esta ciencia es como un GPS del amor en el cerebro. Algunos se muestran alarmados ante estos progresos y dicen que este tipo de investigación elimina la duda y la emoción que acarrea el inicio de un nuevo amor o un romance. En realidad, se trata de todo lo contrario. Comprendiendo qué nos motiva a hacer las elecciones que hacemos y comprendiendo que el amor tiene una base científica y biológica en lugar de una fuerza mística, podemos controlar mejor nuestras elecciones y mejorar nuestras posibilidades en el juego del apareamiento a pesar de que nuestro cerebro cuente con los circuitos predeterminados que cuenta. En lugar de decir: «Ha sido por culpa de las hormonas», podemos tomar las riendas y decidir hacia dónde queremos ir. Además de nuestra biología, también entran en juego otras fuerzas sobre las que tenemos un notable control, y eso es precisamente lo que usted descubrirá en este libro.

No comprender que el amor es una serie de reacciones químicas puede dejarle expuesto a cualquier vicioso enmascarado que se le presente.

Cuando BMW introdujo el primer GPS, algunos protestaron porque privaba del placer de conducir y descubrir sitios nuevos. En realidad, lo que hizo realmente el GPS fue evitar que la gente se frustrara y enfureciera por perder el tiempo inútilmente en caminos sin salida y carreteras equivocadas. A veces puede resultar divertido perderse, pero con las nuevas tecnologías, siempre llevamos un plan B en el bolsillo o en el bolso, y a eso es a lo que dedicaremos los próximos capítulos.

  • En esencia, nuestros impulsos y necesidades sexuales no han variado en cientos de milenios.
  • El amor, la lascivia, el romanticismo y el deseo sexual son respuestas químicas que se desencadenan en el cerebro.
  • La ciencia ha probado que hombres y mujeres ven las relaciones amorosas de un modo diferente y que el amor se ubica en lugares completamente diferentes del cerebro según el sexo.
  • Si usted comprende que sus impulsos y sentimientos están controlados por respuestas químicas producidas en el cerebro, podrá aprender a aprovecharlas en lugar de luchar contra ellas.