«El sol tiene el tamaño de un pie humano».

HERÁCLITO

De lo anterior se desprende, entre otras cosas, que un objeto, un pie femenino por ejemplo, sólo es real si fatalmente el deseo no lo toma por un pie.

El hombre atemorizado añade: «Vas al bosque, coges el cuchillo para cortar lo que parece una rama y de pronto descubres que lo que has cortado es tu propio brazo»[9]

El choque que se experimenta ante la duplicidad de las apariencias es demasiado violento para que el juego de la comparación poética corriente agote su alcance, para que no se proponga una revisión radical de nuestras concepciones de la identidad.

Si el epiléptico llega a exteriorizar su sufrimiento a través de un doble alucinatorio, ello permite señalar los casos análogos, aunque