istribuidos por distintas zonas del cuerpo hay ciertos centros que responden rápidamente a las sensaciones y que al ser estimulados elevan el nivel de la libido. En los hombres, las zonas erógenas llamadas primarias, por su extrema sensitividad, son los genitales: el pene, que registra diversos grados de sensibilidad según se excite su raíz, el tronco, el frenillo o el glande, aunque todo su tejido es muy sensible, así como el perineo y, especialmente, el escroto, donde se alojan los testículos.

En cuanto a las zonas erógenas secundarias, depende de cada uno descubrir durante el juego sensual cuáles son, ya que pueden situarse en diferentes partes del mapa corporal y ser distintas de un hombre a otro. Lo cierto es que a algunos los excita una determinada zona que a otros les es indiferente. La única manera de reconocer cuáles dan disfrute es una vez que este se ha experimentado. Pero cuando por fin se han localizado, el goce sexual no tiene límites y el horizonte erótico se extiende más y más, con su carga indescriptible que arrasa como un torrente de la naturaleza, inquietando, sensibilizando, elevando el umbral de las percepciones hasta que se llega a la total relajación que sucede a la explosión del clímax.

En cuanto a las zonas erógenas secundarias, depende de cada uno descubrir durante el juego sensual cuáles son, ya que pueden situarse en diferentes partes del mapa corporal y ser distintas de un hombre a otro.

PARA HACERLO DISFRUTAR

Aunque él sienta que su deseo se ha despertado, limitarse al acto de la pura y simple estimulación genital obtendrá una respuesta grata pero pobre, que solo sirve como descarga física y no como requiere la rica sensualidad, que es ser mimada en cada hueco y recodo de la piel.

Darse tiempo para disfrutar, jugar y experimentar compensa enormemente cuando la voluptuosidad se lanza a describir un sendero imparable, que no busca la meta final únicamente, sino la voluptuosidad que se oculta en cada punto del camino.

Por eso, si la amante realmente quiere sentir cómo se eleva al máximo el morbo masculino, lo más sensual no es estimular directa y llanamente las zonas álgidas, sino dedicarse a acariciar todo su cuerpo, sin prisa y sin pausa. Cuando ella se acerca y lo besa en la sensible zona de los labios y el interior de la boca, rozándolo con su cuerpo o frotándose contra él, pronto el pene despertará, respondiendo con una erección; sin embargo, tampoco entonces es el momento, aún queda mucho camino hasta llegar a la penetración y el coito.

Juguetear a mordisquearles las orejas, lamerlas y luego soplar suavemente encima hasta que la piel se eriza, les proporciona a muchos hombres sensaciones altamente eróticas. Pasar las uñas con suavidad por sus hombros y la línea que divide su espalda, hasta llegar al punto donde las nalgas se parten, es otro estímulo gozoso, que a ellos les inspira devolver las caricias, lo que a su vez suma excitación.

DE GRAN SENSIBILIDAD

La mayoría de los hombres, por razones culturales o de educación, limitan tanto en su pensamiento como en su conducta sexual el goce a su área genital y, sobre todo, al órgano masculino por excelencia, el pene. Pero son muchos los que, si optan por los juegos eróticos libres y desprejuiciados, descubren otros puntos que amplían su sensualidad. Uno de ellos es la extrema sensibilidad que se encuentra en las tetillas. Los pezones y las areolas no son exclusivamente erógenos para la mujer; también los hombres, si se acarician y masajean muy tenuemente al principio sus pezones, se los besa con un contacto ligero de los labios o se les pasa la lengua levemente, notarán cómo se erizan al compás en que crece su libido.

Otros puntos que en el torso masculino son también muy erógenos son los hombros, el cuello, el interior de los brazos y, por detrás, además de la espalda, también el coxis y las nalgas.

A medida que el placer se va registrando y crece la intensidad de la excitación en este punto, les deparará a ellos un goce cada vez mayor y anhelarán la caricia.

Los más reacios o los que disfrutan menos al principio son quienes tienen pezones muy pequeños, apenas asomados a la superficie, pero también en estos casos, finalmente, les resultará eróticamente gratificante sentirlos enervados y erectos.

Humedecerlos con la lengua y soplar luego encima de los pezones y las areolas genera un estremecimiento que recorre todo el cuerpo; además suele tener como consecuencia directa el aumento y firmeza de la erección.

Otros puntos que en el torso masculino son también muy erógenos son los hombros, el cuello, el interior de los brazos y, por detrás, además de la espalda, también las nalgas y la línea en que se dividen, cuando se roza pasando un dedo suavemente, o incluso situándose por detrás para recorrer con la lengua la espina dorsal y seguir hacia abajo lamiendo hasta donde conduzca la pasión.

REFINADO EROTISMO

En la antesala del máximo placer, en el momento del estímulo directo en los genitales, que él espera anhelante, porque desea ser masturbado y lamido en esa zona de alta potencia sexual, en lugar de ir directamente, lo más incitante son los rodeos y la aproximación lenta.

Es excitante para él que se tome el pene entre las manos, masajear el tronco, ir hacia la punta, juguetear con el frenillo, y dejar de hacerlo, una y otra vez. Luego, lamer la punta del miembro e ir hacia el centro de la bolsa escrotal también sorbiendo, acariciar y mimar con la boca el perineo y rodear los testículos con los labios abiertos ofrece a los hombres un placer extremo en sí mismo y eleva el deseo aún más.

Todo el pene es ultrasensible, pero ciertos pequeños puntos disparan el ansia hasta el infinito y la erección surge impetuosa o se intensifica. El glande es uno de ellos: su suave textura le causa un estremecimiento al ser tocado o lamido, tam bién el frenillo, y recorrer la uretra a lo largo del miembro, que envía sensaciones de gran potencia al cerebro y a cada centímetro de la piel.

Igualmente sensible es la bolsa del escroto, que hay que mimar con extremo cuidado, ya que el roce demasiado enérgico puede causar dolor y rechazo en contactos sexuales posteriores.

Al final del perineo comienza el territorio del anillo anal, muy poblado de terminales nerviosas. Otros puntos también muy sensitivos son el interior de los muslos, las ingles, el pubis y las nalgas.

SIN REGLAS

No hay fórmulas mágicas para erotizar; lo mejor es comportarse con naturalidad, libres de complejos e inhibiciones. Si el placer que se siente impulsa a gritar o a decir frases inconexas, o el deseo se eleva mirando imágenes sensuales, hay que dejarse llevar y experimentarlo todo.

Tampoco hay reglas fijas que indiquen que cierto punto es más erógeno que otro, cualquiera puede serlo: desde la fina piel que recubre las articulaciones de las muñecas o los codos hasta la frágil y escondida oquedad que está detrás de las rodillas; se trata de jugar a «todo es posible» en el universo de la sexualidad y hay que probar lo que más erotiza en cada momento.

Una buena costumbre es comunicarse: pedir, explicar, relatar a la pareja sexual qué es lo que más complace. Y si no se puede o se quiere expresarlo en palabras, hacerlo con la garganta que estalla en gemidos o gritos, con el quiebro del cuerpo, la ondulación de las caderas y la cintura, ofrecer esa parte que anhela la caricia, acercándola a las manos o la boca de la amante para que le preste atención y la mime.

Se trata de jugar a «todo es posible» en el universo de la sexualidad y hay que probar lo que más erotiza en cada momento.

Es que a veces, en el sexo, las palabras no alcanzan a expresar el alto grado de pasión que se siente o lo que tanto se ansía y debe «decirse» en el expresivo lenguaje de la piel y los sentidos.

 
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