Historias de masturbaciones

He recibido miles de cartas de gente de todo el mundo a lo largo de los años. Muchas personas me han contado sus experiencias sexuales, fueran buenas o malas. Otras escribían, pero eran más reacias a sincerarse. Sin embargo, la mayoría eran increíblemente francas y agradecidas. Cuando algún día estaba deprimida y me sentía como una tonta por luchar por la liberación de la masturbación, me sentaba a leer una de estas cartas. Una de una mujer que acababa de aprender a tener un orgasmo después de leer mi libro, por ejemplo. O la de un hombre que me contaba que el sexo había mejorado mucho para él y su mujer desde que se masturbaban sin problemas. Siempre me daban muchos ánimos, y me volvía a convencer de que el sexo en solitario siempre abría nuevas puertas en el conocimiento del universo y de uno mismo. Las considero cartas de amor. Son fascinantes.

Muchas de las cartas son muy ilustrativas de algunas de las ideas que he intentado transmitir en este libro. Algunas aportan una información adicional sobre la vida de quien la escribe. Otras muestran diferentes perspectivas. Todas las que aquí aparecen se han resumido, y los nombres y lugares se han cambiado. Me encantan estas historias íntimas donde el asombro, la protesta, el deseo y el descubrimiento de uno mismo son los protagonistas. Me encantan porque son reales.

Querida Betty:

Acabo de tener mi primer orgasmo sin complejos. Mi técnica desde que tenía cuatro años (ahora tengo diecinueve) consiste en poner el brazo entre las piernas y moverme y dar saltos. Ahora he empezado a aceptar del todo lo que siente mi cuerpo. ¡Es muy satisfactorio emocionalmente y me da fuerzas!

Blair

Westport, CN

Querida Betty:

No sé exactamente lo que te quiero decir, de modo que empezaré por contarte quién soy. Me llamo Debbie y voy a cumplir dieciséis años dentro de dos semanas. Hablo con mi madre sobre el sexo sin ningún problema, pero no sobre la masturbación. Es a mí a quien más vergüenza me da. Mi madre se compró tu libro, La masturbación como liberación, y me lo prestó anoche. He tenido relaciones sexuales varias veces, pero nunca he tenido un orgasmo. Creía que me pasaba algo, y siempre fingía que los tenía. Anoche, me masturbé conscientemente por primera vez, después de leer tu libro. Con la mano no funcionaba, así que probé con un vibrador. Lo pasé muy bien y creo que tuve un orgasmo. Digo que lo creo porque no estoy muy segura. Me imaginaba que me iba a estallar la cabeza y que pasaría unos segundos flotando en éxtasis, como les pasa a las chicas en las novelas folletinescas. Lo que sentí fue como si me vibraran las paredes de la vagina, o como si tuviera convulsiones. Estoy muy contenta de haberlo pasado tan bien. Solo quiero darte las gracias por abrirme una nueva puerta para conocerme a mí misma.

Debbie

Scarsdale, NY

Querida Betty:

Soy una mujer casada de treinta y dos años, y mantengo una relación homosexual de la que mi marido no sabe nada. No conseguía correrme en ninguna de mis dos relaciones, No hace falta que diga que tenía mucha ansiedad y necesitaba desesperadamente conocerme sexualmente. Después de leer tu libro y comprarme un Hitachi Magic Wand, me ha cambiado la vida.

Lloro de la emoción que me produce saber que tengo la capacidad de darme placer a mí misma cuando quiera. ¡Es como despertar de un sueño! Me encantan las olas o contracciones de placer. Me siento como un niño pequeño aprendiendo sobre las maravillas de mi cuerpo por primera vez.

El domingo pasado, mí marido consiguió que tuviera un orgasmo maravilloso sin ningún tipo de agobio. ¡Terminé con una enorme sonrisa!

Ahora me gustaría aprender a compartir el placer de un baile erótico con mí amante femenina, para que las dos podamos recoger el fruto de mi aprendizaje.

Zoe V.

Pomona, CA

Querida Betty Dodson:

Cuando leí tu artículo agradecí mucho que fueras tan franca. La semana pasada, precisamente, mi ginecóloga me sugirió muy apurada que jugueteara conmigo misma de forma involuntaria por las noches para relajarme. Dijo que era una especie de masturbación. Me dio demasiada vergüenza decirle que la masturbación es totalmente voluntaria. Quiero dos copias de tu libro para que mi ginecóloga y yo nos liberemos.

Violet E.

Baltimore, MD

Querida Betty:

Tu libro es una contribución muy importante para los psicólogos. El verano pasado atendí a una pareja de mediana edad. Él había tenido una enfermedad muy grave que le había afectado a la libido y le había dejado casi impotente. Su mujer todavía tenía muchas ganas de vivir y disfrutar, pero no quería buscar el placer fuera de su matrimonio. Eran religiosos y se querían. Pero no estaban dispuestos a terminar ya su vida sexual. Les sugerí que compartieran la masturbación y les enseñé cómo se usa un vibrador. Fue una experiencia fantástica para mí. Vi cómo dos personas salían de la más profunda depresión y empezaban a reírse y a jugar de nuevo. La actitud positiva de las mujeres hacia su coño es fundamental en las relaciones entre hombres y mujeres. Gracias por tu generosa aportación a la sociedad.

Joseph M.

Alexandria, VA

Querida Betty:

Hace tres meses era una profesora de Historia en un instituto, pero he dejado mi trabajo y he pasado los últimos meses intentando cambiar mi vida, que era más que aburrida. Oí hablar de tu libro en la revista Cosmopolitan. ¿Te puedes creer que tenía remordimientos hasta de comprarla?

De pequeña quería ser monja, de modo que nunca me preocupé por el sexo ni por disfrutar con mi cuerpo. Me parecía degradante. Cuando terminé el Bachillerato, entré en un convento y estuve allí seis años. Luego lo dejé porque era todo una hipocresía. No sentía que hubiera amor dentro de mí para compartirlo con los demás.

Ahora que sé que puedo tener un orgasmo (de una forma, al menos) me siento más a gusto conmigo misma, más segura y más viva. Cualquier pequeño descubrimiento sobre mi cuerpo me hace feliz. Este conocimiento de mi cuerpo me ha ayudado mucho más que todas las oraciones que he rezado en mi vida. Me he vuelto más extrovertida y más capaz de vivir con otras personas. Todavía tengo mucho que aprender, pero ahora tengo confianza. No tengo miedo y tengo ganas de vivir. También he empezado a hacer yoga y me encanta. Espero poder acudir a tus Terapias algún día.

Karen,

Cincinnati, OH

Querida Hermana Sensual:

Después de leer tu libro esta tarde he decidido tener una sesión de mi actividad preferida en momentos de ocio: la masturbación. Soy una experta en el tema, digamos que tengo mucha mano.

Me gustaría añadir aquí algunos de los métodos que yo utilizo:

1. Cambios de temperatura. Poner las manos frías o agua fría sobre los genitales es muy agradable.

2. Alguna tela suave sobre los genitales para masturbarse.

3. Masturbarse a la vez que se hace un lavado vaginal, da una fantástica sensación de limpieza.

4. Masturbarse con alguien en la bañera, ponerse jabón uno al otro en los genitales y hacerse peinados en el vello público puede ser muy divertido.

5. Masturbarse en sitios nuevos… en el cuarto de baño de unos grandes almacenes, en una cabina de teléfono, etc., da sensación de novedad (con un toque de travesura).

Estoy segura de que no soy la única que practica estas cosas. Hay tantas posibilidades. La masturbación es una de las actividades más placenteras del mundo, ¡y es gratis!

Dana G.

Spokane, WA

Querida Betty:

Llevo masturbándome toda la vida. Mi primer recuerdo es de cuando tenía tres años y me bañaba sola. Tenía un ratón de goma que llenaba de agua y luego hacia que saliera con fuerza sobre mis genitales… ERA COMO ESTAR EN LA GLORIA. Cuando tenía cuatro o cinco años jugaba a los hospitales con mis vecinas. Nos tocábamos los genitales unas a otras. Seguro que a mi madre le hubiera dado un ataque al corazón de haberlo sabido.

A los siete años, un verano, mi prima y yo nos quitamos toda la ropa y nos masturbamos mutuamente. Nos turnábamos para echarnos agua con teteras de juguete sobre los genitales. Lo hacíamos todo a escondidas. Mis padres eran muy religiosos y me imaginaba que era algo pecaminoso.

La primera vez que tuve un orgasmo al masturbarme tenía trece años. Estaba convencida de que había hecho un descubrimiento fantástico. Se lo conté a una amiga por teléfono y le dije que iba a escribir un libro cuando fuera mayor. Me haría rica seguro. Fue una decepción cuando encontré una descripción muy detallada de mi invento en un libro sobre sexo que leí en casa de unos amigos.

Durante mi adolescencia probé toda clase de juguetes sexuales —el mango del cepillo, los tiradores de los cajones (los quitaba a oscuras y los volvía a colocar a la mañana siguiente), parte de los juguetes de mi hermano, inhaladores Vick’s y todo lo que se me ocurriera. Lo usaba para metérmelo o para frotar, lo que más me gustara.

Cuando mi madre se compro un vibrador para sus músculos doloridos. …(¡seguro!)… conseguí quedarme sola en casa algunas tardes cuando se iban todos a misa, alegando que tenía demasiado que estudiar. Así podía tener una pequeña orgía privada con un vibrador, y relajarme yo también. Una, vez batí todos los récords con cuarenta orgasmos en media hora. Desde entonces he probado con diversos métodos, pero siempre en privado. Mi novio no está muy de acuerdo conmigo en este tema, pero estoy intentando convencerle. Y esta es mi historia.

Es la primera vez que intento escribir una autobiografía de mis masturbaciones, pero estaba inspirada y me parecía un final perfecto a una tarde maravillosa de amor en solitario, después de leer tu libro.

Ginny J.

Phoenix, AZ

Querida Sra. Dodson:

Necesitaba escribirle porque hay muchas cosas en común entre su historia y la mía. Yo también soy una artista y la masturbación ha jugado un papel muy importante en mi vida. Tengo treinta y seis años, estoy divorciada y tengo dos hijas. A los dieciséis tuve mi primer orgasmo con las caricias de mi futuro marido. Él se hizo ingeniero y nos fuimos a vivir a Texas. Nuestras relaciones sexuales eran perfectas, funcionábamos como un reloj, siempre teníamos un orgasmo a la vez cuando hacíamos el amor. Así durante trece años. Era aburridísimo. Dos semanas después de que marido se fuera a vivir a otro sitio, descubrí mi propia sexualidad. Era fantástico.

Con dos niñas pequeñas, no quería traer a alguien a escondidas o llevar a mis hijas a otro sitio para poder dormir con alguien. Además, lo más importante era encontrar un trabajo para tener dinero. No tenía ni para pagar a alguien que cuidara de las niñas si yo salía una noche. Así que me masturbaba. Fue entonces cuando descubrí lo insatisfecha que había estado hasta entonces. Podía tener orgasmos duraderos, y el segundo, que me venía unos cinco minutos después del primero, siempre era mucho más intenso. Era una experiencia poética, como una borrachera, como si me derritiera. Al principio incluso me asuste un poco —mi cuerpo y mi mente se abrieron y aumento mi creatividad.

Ahora tengo mi propia galería y soy una luchadora rebelde, decidida a ser creativa y autosuficiente, y no un estereotipo de esta sociedad. En lo que se refiere a los hombres, he tenido algunas experiencias estupendas desde que me divorcié. Experiencias que surgieron porque deseaba estar cerca de alguien, no porque necesitara aliviar la tensión. Porque a través de la masturbación he encontrado la libertad.

Corrine. M

Austin, TX

Querida Betty Dodson:

Después de leer tu libro estaba tan inspirada que he cerrado las cortinas de mi cuarto, de forma que solo entrara un poco de sol por las rendijas, y me he masturbado muy a gusto.

Me acuerdo perfectamente del día que descubrí mi clítoris a los nueve años, en el cuarto de baño, mientras me limpiaba. Me di cuenta de que si lo hacía demasiado fuerte notaba algo muy raro. Lo hice un par de veces, pero luego lo dejé. Era una sensación extraña, era algo que casi dolía y al mismo tiempo me gustaba.

No investigué más hasta que a los trece años me leí un libro de mi padre que se llamaba El Informe Kinsey sobre el comportamiento sexual femenino. Me maravillaba la idea de que pudiera dar gusto, y decidí probar algunos de los sistemas de estimulación que mencionaban. Sí, funcionaba, pero no fue tan estupendo la primera vez. Saqué la conclusión de que necesitaba practicar.

Algún tiempo después, hojeando el libro de los Boy Scouts de mi hermano, vi el capítulo que trataba sobre la masturbación. Ahí fue donde corroboré lo que ya me temía —no era bueno para el desarrollo de mi carácter. No hablaba de verrugas ni de locura, pero quedaba bastante claro que no era una buena costumbre y que había que evitarla.

Por aquel entonces, ya me había aficionado a ello lo único que no me gustaba era el olor de mis dedos. Encontré unos guantes blancos para mi pasatiempo nocturno. Los escondía en el fondo de un cajón, pero siempre temía que el olor me delatara.

Estaba convencida de que se me castigaría de alguna forma en un futuro. Sabía que sería imposible tener un orgasmo normal con un hombre. Y así fue. Mi larga lista de amantes había sido una continua búsqueda del orgasmo. Sentía que estaba recogiendo los frutos de mis errores pasados. Me sentía tan culpable que no podía confesarle a ningún hombre que solo podía correrme si me estimulaba directamente con la mano. Estaba segura que se imaginaría que me había masturbado a menudo. Pero sobre todo estaba frustrada y enfadada.

Después de muchos años he aceptado que necesito estimulación directa sobre el clítoris, y que la masturbación es lo mejor para mi.

Me alegro de que mi búsqueda obsesiva haya terminado.

Tu libro es fantástico, es el apoyo que necesitaba desde hace mucho tiempo. La verdad es que había pensado en escribir sobre la masturbación hace unos años, pero descubrí que las mujeres no se atreven a hablar de ello.

Ahora tú lo has dicho todo. Gracias por aparecer de pronto con tu vida y tu sinceridad.

Patsy C.

Washington D.C.

Querida Betty:

Hasta hace unos meses, me veía a mí misma como un fracaso sexual. Mis genitales me parecían feos y repugnantes, mí cuerpo estaba mal hecho y mi marido estaba muy preocupado por mi escaso interés en el sexo.

Nunca me había masturbado conscientemente. No porque me sintiera culpable, simplemente no sabía lo que era. Cuando era virgen tuve un orgasmo mientras me acariciaba un chico, y dos en sueños. Aparte de eso, nada. Nunca al hacer el amor. Al principio disfrutaba mucho del sexo con mi marido, pero fui perdiendo el interés a medida que se fue convirtiendo en una rutina y una frustración.

Entonces pasaron dos cosas maravillosas. Le enseñé a mi marido un anuncio de un vibrador y encargó uno. Cuando llegó, lo abrí y lo usé por primera vez, y ¡tuve un orgasmo! Fue la sensación física y emocional más fantástica del mundo. Me encantó. Un día tuve once orgasmos. La segunda cosa maravillosa que ocurrió fue leer tu libro. Me siento muy compenetrada contigo y con todas las demás mujeres que han tenido las mismas preocupaciones que yo. Antes de leer el libro pensaba que el primer paso era tener un orgasmo con el vibrador, luego con la mano y finalmente mediante la penetración. Ahora me doy cuenta de que es ridículo. Soy una mujer orgásmica y capaz de cuidar de mí misma en un aspecto muy importante.

Jennifer O.

Chicago, IL

Querida Betty:

Hay muchas cosas en tu libro que se pueden aplicar a los hombres. Me parece increíble que a estas alturas de la llamada Revolución Sexual, los únicos trabajos que hablan acerca de las posibilidades del amor en solitario están escritos por mujeres —para mujeres. ¿Cuándo va a ser capaz un hombre de escribir con inteligencia y con cariño sobre sus experiencias al masturbarse? Parece que sigue existiendo el mito de que la masturbación es sobre todo un sustituto de la penetración. Personalmente no puedo imaginarme vivir sin masturbarme aunque tengo una novia a la que quiero mucho. La masturbación es algo muy divertido. Tengo casi sesenta años y ahora estoy disfrutando de ella más que nunca. Hay un hecho que muchos parecen olvidar, y es que es difícil prolongar la penetración por una serie de motivos. La masturbación se puede prolongar hasta el infinito porque se tiene control total.

En tu libro hablas de la angustia que pasaste al descubrir que tus labios menores eran de diferentes tamaños. ¡Me siento totalmente identificado contigo! Cuando era pequeño, creía que se me veía el glande (me habían hecho la circuncisión a mí, no a mis hermanos) porque me había masturbado demasiado.

No te puedes ni imaginar lo mucho que tu libro ha ayudado a la gente en todas partes a superar sus complejos. Con mucho cariño de un canadiense agradecido.

Perry D,

Toronto, Canadá

Querida Betty:

A mediados de los años setenta, me separé de mi novio con el que había estado varios años. Descubrí tu libro La masturbación como liberación, y fue muy instructivo. Me ayudó mucho. Me gustó que te preocuparas de las lesbianas. Lo que más me llamó la atención fue que hablaras de sexualidad con tu madre. En ese momento, mi madre y yo teníamos algunos problemas en nuestra relación. Intenté hablarle de mi forma de vida, pero no ponía ningún interés. Ella también es muy especial. Se divorció de mi padre hace mucho tiempo, cuando tenía unos cuarenta años. Ha seguido teniendo relaciones sexuales hasta hoy. Ahora tiene algo más de sesenta.

Una noche, mientras cenábamos, me empezó a hablar de su reciente separación de un hombre con el que llevaba cinco años. Yo acababa de leer tu libro y decidí aplicar algunas de tus instrucciones. Le pregunté sobre la masturbación. Nunca habíamos hablado de ello cuando yo era joven —lo cual era asombroso. Se puso un poco nerviosa y dijo que le gustaba más compartir el sexo con otra persona. ¡Pero la conversación empezó a ponerse muy interesante! Dijo: «Bueno, ya que estamos hablando de todo esto…», y me preguntó cómo me había ido en diversas relaciones que había tenido con otras mujeres, cómo me sentía con mi forma de vida, etc. Le pregunté qué le parecería si se lo contaba a todo el mundo, a la familia, a sus amigos, etc. Fue una conversación de tres horas que cambió nuestra relación por completo. ¡Para mejor!

Ellen A.

Philadelphia, PA

Querida Betty:

Como eres feminista, a lo mejor no estás de acuerdo conmigo, pero no creo que a los hombres haya que enseñarles que son iguales que las mujeres. Todo el mundo sería mucho mejor si a los hombres se les enseñara desde la infancia que son y siempre serán niños pequeños, y que siempre deben obedecer a las chicas. Y, por supuesto, a las chicas se les debería enseñar que su función es la de vigilar constantemente a los niños, tengan la edad que tengan. No me parece nada mal que una mujer obligue a un hombre a desnudarse, a posar, a andar por ahí desnudo y a masturbarse.

Earl R.

San Mateo, CA

Betty, querida Betty:

¡Por fin puedo decirte lo positivo que ha sido para mí tomar parte en tus Terapias! Al principio me dejó perpleja, era demasiado para mis prejuicios. Daba mucho miedo, pero a la vez era emocionante, y sobreviví, maduré y todavía estoy madurando. Ha sido fantástico aprender a quererme a mí misma.

Nunca olvidaré la última sesión: dieciséis mujeres con el vibrador enchufado y con mucha marcha, y tú diciéndome: «¡No pares!» Me he acordado de eso muy a menudo y, desde luego, no he parado.

Durante mucho tiempo las palabras sexo y pecado permanecieron juntas en el fondo de mi mente. El sexo estaba bien para cumplir mi función procreadora. Pero la idea de que un hombre pudiera quererme por mi cuerpo y no por mi inteligencia era algo que no se me pasaba por la imaginación. Hasta que aprendí a quererme a mí misma por mi cuerpo y por el placer que me proporcionaba. Ahora, que lo he superado, la unión de mi cuerpo y mí mente es fantástica. Al principio parecía difícil. Pero tardé solo un mes en lograrlo, a los treinta y seis años. ¿Masturbarme? ¿Yo? ¡Sí, yo!

Elly

South Orange, NJ

Querida Betty:

Acabo de cumplir veintinueve años. Después de una década de relaciones sexuales (con veinte hombres diferentes), no he tenido un orgasmo, ni siquiera masturbándome yo sola. Lo más cerca que he estado del orgasmo fue hace cinco años con el chorro de un bidé. Me compré un vibrador el año pasado, pero no le he hecho mucho caso. Me parezco a Nancy, la que sale en el libro, que quería aprender pero no invertía el tiempo suficiente porque no tenía paciencia. Debo tener algún problema con la libido. Las fantasías y la literatura erótica me excitan, pero casi nunca me lo tomo muy en serio tampoco. Ahora he decidido que este año voy a aprender a masturbarme hasta tener un orgasmo. Casi todo el mérito es tuyo, por hacer que lleve a cabo esta ambición. Tu visión tan relajada y sin prejuicios del sexo es un ejemplo a seguir.

Estoy segura de que mis problemas sexuales y mi falta de interés están causados por la poca seguridad en mí misma. Eso es otra cosa que tengo que cambiar. Siempre me siento aletargada, inútil y con pocos recursos, y sé que eso puede ser muy perjudicial. Voy a intentar convencer a una amiga para organizar unas Terapias como las tuyas. Solo sé que el sexo hay que disfrutarlo, ¡y ya estoy harta de perderme todo lo divertido! Tengo que empezar por algún sitio, y no hay mejor momento que el presente. Si vienes a Gran Bretaña alguna vez, no dejes de hacerme una visita. ¡Quiero darte un abrazo muy fuerte!

Olivia A.

Manchester (Inglaterra)

Querida Betty:

Hace diez días que estoy como unas castañuelas. Nunca me había sentido tan guapa y atractiva. Por primera vez, desde mi histerectomía parcial, me encuentro atractiva —muy atractiva— desde la cabeza hasta los pies, pasando por el coño. Mis genitales son realmente bonitos, no feos, como me habían dicho.

Una amiga notó lo contenta que estaba y me preguntó a qué se debía. Cuando se lo conté dijo que le asombraba, pero que se alegraba de que hubiera descubierto una verdad tan simple como antigua. Ella siempre había practicado la masturbación, y había seguido queriéndose cuando su marido había dejado de hacerlo.

Yo tengo treinta y ocho años y ella treinta y tres. Cuando le enseñé las ilustraciones de los genitales, de tu libro, la artista que lleva dentro dijo que estábamos todas muy bien. Entonces empezamos a hablar de lo fría y poco amigable que puede ser la gente con mujeres que se acaban de divorciar o acaban de quedarse viudas. En su casa, los niños no tienen más que pedirlo y reciben un abrazo. Me preguntó si quería que me abrazara y le dije que sí. Nos pasamos dos horas abrazando y alimentando nuestros espíritus tan faltos de amor. Qué alegría. Todo gracias a las ideas que habíamos aprendido sobre el amor al hablar de tu libro. Gracias de parte de las dos.

Shirley G.

Oakland, CA

Querida Betty Dodson:

Tengo veintitrés años, he estado casada y divorciada una vez, y estoy a punto de casarme otra vez. Me he masturbado desde que tenía once años y pretendo seguir haciéndolo basta que sea tan vieja que no me encuentre el clítoris. Has compartido tantas cosas conmigo que yo quiero compartir algunas contigo.

Siempre he sido muy aficionada a los libros, y por eso no es muy raro que cogiera la idea de masturbarme de un libro que se llamaba Candy. Tuve suerte porque mi madre me pilló una vez y me dio una charla muy suavemente sobre eso, y me dijo que no pasaba nada si lo hacia para relajarme. Pero me previno para que no lo hiciera muy a menudo, porque no era bueno. En aquella época me masturbaba dos o tres veces al día, así que le pregunté algo asustada qué consideraba ella que era muy a menudo. Fue una desilusión cuando me contestó «No más de una vez a la semana». Aun así, y a pesar de mi tierna edad, decidí que algo tan fantástico y que no causaba daño aparente no podía ser tan terrible. Después de un intento de reducir un poco, me dejé llevar por el placer e incluso descubrí nuevos métodos. Uno era usar el chorro de agua en el baño, y me disculpaba a mí misma diciendo que «me estaba lavando a fondo».

Me quedé encantada cuando vi que muchas de las sugerencias que haces en el libro eran cosas que yo había pensado también. Descubrí los vibradores a los quince años, porque encontré uno en mi casa y me aficioné a él. Hace un par de años yo también empecé a mirarme al espejo cuando me masturbaba. Se me ocurrió porque sentía curiosidad por verme mientras llegaba al orgasmo, y no tenía inhibiciones al respecto.

Me masturbo muy a menudo para tomar contacto conmigo misma. A veces, cuando estoy en la oficina y no puedo más de trabajar, me voy al cuarto de baño y me masturbo rápidamente. Tengo un orgasmo muy intenso en un minuto o dos. A mi sistema nervioso le sienta fenomenal. Me encuentro mucho mejor y rindo más.

Masturbarme delante de otra persona me parece algo distinto. Pero el hombre con el que estoy viviendo ahora es cariñoso, sexy y dulce (aunque tiene poca experiencia), y está deseando aprender. Cuando él lea tu libro, se va a abrir una puerta en nuestra relación Sexual.

Pamela N.

Chicago, IL

Hola guapa:

Llevo seis años viviendo con Joe. Antes me decía que la masturbación estaba muy bien, que muchas mujeres lo hacían, etc. Pero supongo que mi educación pudo con todo. Me habían enseñado que era algo que no se debía hacer. No creo que me masturbara cuando era pequeña. Solo exploré un poco mi coño y descubrí que me gusta el olor. A medida que me hice mayor, los hombres solo querían follar, así que nunca juguetearon con mi clítoris. Entonces conocí a Joe, que es cariñoso y tiene mucha paciencia. Pero me pasaba algo con el clítoris. Me parecía que era demasiado sensible para tocarlo. Además, follábamos muy a gusto, ¿para qué queríamos un clítoris?

Después de cinco años y medio se fastidió el asunto y empezamos a destrozarnos el uno al otro. Hace varios meses hubo una reunión de feministas en la Universidad. Fueron tres mil mujeres (que es mucho para esta ciudad), incluida yo. Hubo conferencias sobre música, teatro, poesía, etc., y muchas terapias, pero la que más me gustó fue la de la masturbación, Había muchas mujeres hechas un lío, como yo, escuchando a unas señoras fantásticas que hablaban sobre sus experiencias con la masturbación, sus métodos y sus orgasmos. Me pareció fenomenal. Luego apareció la respuesta para todas las masturbadoras en potencia —un libro que se llamaba La masturbación como liberación, de Betty Dodson. Al principio me pregunté si merecía la pena gastarse los cinco dólares, y no le veía mucho sentido a estar en la cama jugando sola. Pero decidí intentarlo, por Joe y por nuestro precioso hijito. Me encerré en mi estudio, leí el libro, pelé un pepino, cogí un espejo, el aceite de oliva —todo. Pasé mucho tiempo dedicada a ello, pero no pasó nada. Sin embargo lo pasé bien, y lo tenía muy claro: «No esperes llegar al orgasmo la primera vez que te masturbas». A la semana siguiente me leí el libro de nuevo y esta vez lo intenté sin ningún artilugio. Diez minutos después, la cabeza me saltó en pedacitos al tener un ORGASMO. Sonreí y me dije a mí misma: «Betty Dodson, ¡has cambiado mi vida!» Me pasé una semana dándole al tema seis veces al día —no podía parar. La verdad es que llegó a un punto que era incomodo, porque estaba trabajando y de repente me tenía que ir a masturbar, aunque estuviera el trabajo a medias. No me podía creer que existiera algo tan fantástico. Supe que nunca había tenido un orgasmo hasta entonces. Lo primero que hice fue llamar a Joe y contarle que había pasado una cosa maravillosa. Nunca hemos estado tan bien juntos —¡nunca! Hay una parte de tu libro que se me puede aplicar a mí: «Cuando dejé de pensar que tenía que conseguir todos los orgasmos follando, empecé a disfrutar de verdad». No me lo puedo creer —imagínate descubrir lo que es un orgasmo a los treinta años.

Vicki T.

Auckland, New Zeland

Querida Betty:

Hace unos cuatro años mi matrimonio era como un témpano de hielo. Mi marido se pasaba el día diciéndome que era frígida y que debería hacer algo para evitarlo —o sea masturbarme. No recuerdo haberlo hecho cuando era pequeña. Lo había intentado una vez, ya de mayor, pero me dio tanto miedo tocarme que lo dejé mucho antes de llegar al orgasmo. Estaba tan desesperada que fui al Forum Nacional Del Sexo. Me dieron unos cuantos libros sobre sexo y un vibrador a pilas. Usé el vibrador unas cuantas veces, pero era agotador y no conseguía nada. Entonces una amiga me presté uno eléctrico y enorme, y después de varias semanas de dolor aprendí a tener un orgasmo. Me odiaba a mí misma y me avergonzaba de tener que usar un aparato. Estaba segura de que era la única mujer en el mundo que tenía que recurrir a semejante perversidad para pasarlo bien. Muchas veces me echaba a llorar cuando por fin tenía un orgasmo. Creí que nunca podría disfrutar del sexo con un hombre. Era mi destino.

Entonces fui al Museo de Arte Erótico y vi uno de tus dibujos de una mujer con un vibrador. Era inmenso y eléctrico, ¡como el mío! No me lo podía creer. Quería tocar el dibujo y observar cada detalle con cuidado, para asegurarme de que no era un espejismo. Se me quitó un enorme peso de encima, y nunca me he olvidado de ti desde entonces.

Después de ver tu dibujo no me sentía tan culpable, y empecé a tener orgasmos con más facilidad. Pero todavía tenía la sensación de que el aparato había acabado conmigo. Al poco tiempo me enamoré de un hombre y enseguida reuní el valor suficiente para hablar con él. Le conté todo sobre mi clítoris, encendí la luz, se lo enseñé, me masturbé delante suyo y le dije que me acompañara. Sin comerlo ni beberlo, empecé a tener orgasmos. Había veces que, después de que él se fuera, sacaba mi preciado aparato eléctrico y tenía otro orgasmo. Todavía no me atrevo a sacar el vibrador delante de mis novios, pero por fin siento algo que nunca creí que fuera para mí. Te doy las gracias, Betty, por hacer aquel dibujo y por escribirlo todo en un libro. Eres muy valiente, y te lo agradezco.

Anna L.

San Francisco, CA

Querida Betty:

Tengo treinta y siete años y me encanta la masturbación, siempre me ha encantado. He salido con un hombre catorce años más joven que yo durante dos años. Aunque es fantástico, solo he tenido un orgasmo una vez, con él dentro de mí. Ocurrió cuando menos me lo esperaba. No estaba nada contenta conmigo misma, me sentía gorda, fea, etc. Se mostró muy comprensivo, hicimos el amor y tuve un orgasmo.

¿Por qué ocurrió solo una vez? Normalmente, cuando tengo un hombre dentro de mí no siento casi nada. Además, ¿cómo puede su pene estimularme el clítoris, si está dentro?

Le he dado vueltas a esto durante varios meses, y a veces acepto que soy así y ya está, y otras me entra el síndrome de que «no lo hago bien». Me gustaría solucionar este problema para tranquilizarme un poco y tranquilizar mi ego.

Penelope K.

Montreal, Canadá

Querida Hermana:

En la Facultad de Medicina nos dieron una conferencia sobre sexualidad, con películas de mujeres masturbándose en un laboratorio donde los investigadores estaban estudiando las reacciones femeninas ante el sexo. Era la primera vez que oía que muchas mujeres tardan cuarenta minutos en llegar al orgasmo.

Eso fue hace unos cinco meses. Tengo veintidós años y he tenido muchas relaciones sexuales, pero nunca he tenido un orgasmo. Sabía que era frígida, hasta que vi esas películas y empecé a experimentar con mi cuerpo. Descubrí que podía llegar a tener unos orgasmos maravillosos aunque tardara mucho tiempo (a veces una hora). La primera noche que me masturbé no fue con ninguna fantasía —¿quién lo necesita? Solo podía pensar en que SENTÍA MUCHAS COSAS. Con eso me bastaba. Al ir adquiriendo práctica, añadí también fantasía y me di cuenta de que no solo mejoraba la sensación, sino que aceleraba un poco el proceso. Es fantástico no tener que fingir nunca más. Es una pena que sea tan fácil fingir. Los hombres no son capaces de distinguir, y por eso las mujeres siguen haciéndolo.

Tengo ganas de regalar tu libro a todas mis amigas por Navidad.

Ruth L.

Pasadena, CA

Querida Betty:

Me he masturbado de forma irregular desde los seis años, pero siempre me ha parecido algo pecaminoso, hasta que hace dos meses compré tu libro La masturbación como liberación y Nosotros y nuestro Cuerpo. Ahora sé que la masturbación es algo normal y que no está prohibido.

Tengo cuarenta y dos años y soy virgen. Nunca he estado casada. Estoy completamente de acuerdo contigo en que la masturbación hace que uno tenga más confianza en sí mismo. Lo he empezado a notar en estos dos últimos meses, en los que he dejado de confesarle a Dios mis masturbaciones como un pecado.

Soy hija única. Mis padres me educaron de una forma muy rígida y puritana. Todavía me dicen lo que debo y no debo hacer, aunque vivimos a setecientos kilómetros de distancia. Soy muy religiosa y por eso me ha costado tanto aceptar cualquier iniciativa sexual por mi parte.

Dolores S.

Richmond, VA

Querida Betty:

Soy una mujer de treinta y tres años, casada y con cuatro hijos pequeños. Soy licenciada en Químicas y he estudiado tres años de Medicina. Me he masturbado desde que era muy joven. Recuerdo vagamente que mi madre me vio un día y me dio una charla muy larga. Como era una niña muy católica confesé mi pecado una y otra vez.

Tuve media docena de affaires antes de casarme, pero nunca he tenido un orgasmo durante la penetración —es más, solo lo he conseguido una vez en doce años. Hace cuatro años, mi marido me compró un vibrador. Lo paso bien a pesar de que a veces me distraigo con el ruido. No tenemos electricidad, de modo que tengo que usar uno a pilas. Mi marido se estaba empezando a desesperar porque yo era incapaz de tener un orgasmo, a pesar de las acrobacias y las infinitas posturas. Por fin, llegamos a la conclusión de que la estimulación del pene no era suficiente. Después de investigar un poco, descubrimos varias posturas en las que me podía masturbar con la mano o con el vibrador mientras hacíamos el amor. Hemos logrado tener una relación sexual muy satisfactoria.

¿Has probado la masturbación como analgésico? Ha habido más de una vez en que me dolían las muelas y he descubierto, por casualidad, que la masturbación aliviaba el dolor temporalmente. Como puedo tener muchos orgasmos —no es raro que tenga entre cinco y diez seguidos me sigo masturbando hasta que la aspirina me haga efecto. No he logrado saber a qué se debe, pero a lo mejor es interesante profundizar más en el tema.

No, no he tenido el valor de contárselo a mi dentista.

Gracias por desempolvar un tema tan Importante.

Lorna K.

New Brunswick, Canada

Querida Betty:

Me recomendaron tu libro en una clase sobre el comportamiento sexual del ser humano. Estoy en el último curso de Sociología. Nunca me he sentido tan contenta después de leer un libro. Ahora siento que mi cuerpo es precioso y no algo maloliente que a los hombres les gusta usar. En cuanto note que tengo una actitud negativa hacia el coño, volveré a leerlo.

Por favor, mándame otra copia para mi madre que tiene sesenta y tres años y sigue considerando su cuerpo como algo que huele mal. Tiene como una docena de desodorantes íntimos. Yo tengo veinte años y todavía vivo con ella. Seguro que se queda pasmada al principio, pero me voy a arriesgar porque quiero que se sienta tan bien como yo.

Marie A.

Boca Raton, FL

Querida Betty:

Ayer por la noche volví a leer tu libro y me gustó tanto como la primera vez. Después me miré en el espejo y me dije a mí mismo que me quería. Al principio me costó un poco. Luego me metí en el baño y me empecé a hacer caricias mientras decía: «Te quiero, Donald», una y otra vez. Me daba besos por todas partes, a la vez que me tocaba los pezones con una mano y los genitales con la otra. En poco tiempo, tuve un orgasmo como en mi vida. Terminé dándome un abrazo delante del espejo y sintiendo tanto cariño amor y comprensión hacia mi persona como nunca antes había sentido. Fue difícil admitir que me quería y que soy muy sensible.

Donald G.

Valley Stream, NY

Querida Betty:

De todas las personas que conozco, sé que tú eres la que mejor va a comprender mi pequeña historia. Yo tenía una compañera de fantasías, en Denver, a la que nunca llegué a conocer. Tiene treinta y cinco años y vive con un hombre. Mi sobrino la conoció en una discoteca de Denver y le debió hablar de mí y de que me sentía solo. Enseguida recibí una carta, la primera de cincuenta y nueve, junto con una foto suya masturbándose. Nos escribimos durante cinco años haciendo unas descripciones apasionadas de nuestras fantasías sexuales. El año pasado su novio se puso celoso, y dejó de escribir.

Tengo que confesar que fue una buena época. Tengo noventa y un años y mi cuerpo ya no tiene fuerzas, pero mi imaginación sí. La echo mucho de menos.

Charles P.

New York, NY

Querida Betty:

Después de leer tu libro me entraron ganas de contarte mi método para masturbarme. Lo llevo haciendo desde que era un adolescente y ahora tengo treinta y ocho años. Me masturbo con revistas de mujeres. Me pongo polvos de talco en la polla, abro la revista por la sección de moda o de belleza, meto la polla en la revista y la cierro. Luego, con las dos manos, me masturbo hasta tener un orgasmo. Espero que no pienses que soy raro o pervertido.

Utilizo toda clase de revistas para mujeres: Vogue, Cosmo, Glamour, Mademoiselle, Bazaar, Ladies’, Home Journal, McCalls, y Seventeen. Todos los meses tengo una nueva remesa de amantes.

Lo hago con mujeres de todas las edades —adolescentes de Seventeen, jóvenes de Glamour y Mademoiselle, y de mediana edad de Redbook. Escribí a la directora de una de las revistas para contarle lo que hacía y me contestó: «¡Me alegro por ti! Tú disfrutas más que las chicas que compran la revista». No lo había pensado antes, pero en los tiempos que corren es una buena manera de evitar enfermedades venéreas.

Larry S.

Poughkeepsie, NY

Querida Betty:

Has sido tan sincera al compartir tu vida sexual con todos nosotros que he decidido sincerarme yo también. Hace diez años tuve un romance en mí trabajo. Tenía una plaza de garaje alquilada cerca de la oficina. Nuestros respectivos matrimonios eran de lo más gris, y terminamos masturbándonos juntos en el garaje durante cinco años. Ha sido la experiencia sexual más emocionante y satisfactoria que he tenido en sesenta años de vida. C. nunca llevaba bragas, solo una faja sin parte de abajo. Yo me ponía un condón todas las mañanas que sabía que iba a estar con ella. Casi siempre teníamos un orgasmo a la vez, y tardábamos siete u ocho minutos.

En las pocas ocasiones que tuvimos para follar, yo tardaba mucho y creo que C. no se corrió nunca. Ella siempre decía que prefería lo que hacíamos en el coche. Entonces si que se corría con facilidad y deprisa. Nos contábamos nuestras fantasías sexuales, lo que hacia que la cosa se pusiera mucho más caliente. C. me contó que nunca se corría con su marido, y que siempre terminaba masturbándose mientras él se iba al cuarto de baño a lavarse. Era triste —pero por lo menos nos teníamos el uno al otro. Cuando se fue a vivir a Atlanta, lo pasé bastante mal. Pero no hay nada que dure para siempre. Tuve alguna aventura más, pero ninguna como esta.

Paul D.

Peekskill, NY

Querida Betty Dodson:

Todos hemos leído tu libro en el centro donde trabajo. Consideramos que va a contribuir de una forma muy importante a que se reduzcan los casos de malos tratos a niños pequeños. Es muy importante que los hombres y las mujeres aprendan a quererse a sí mismos y, en consecuencia, a sus parejas y sus hijos. Durante los últimos cuatro años, la característica más común de padres o madres que abusaban de sus hijos era una mala imagen de su propia persona.

W. T. E.

Del Mar, CA

Querida Betty:

Después de tus Terapias, quería intentar hacer algunas de las cosas que nos habías sugerido. El problema que tenía era que no tenía intimidad. Cerraba la puerta de mi habitación y les decía a mis cuatro hijos que no entraran sin llamar, pero siempre se olvidaban. Tenía que encontrar una solución, porque sí aprendía a masturbarme iba a ser mucho más feliz. Al final puse un cerrojo en mi puerta y un cartel que decía NO MOLESTAR - ESTOY MEDITANDO. Les expliqué a los niños que quería un poco de tranquilidad, y que no llamaran a la puerta a no ser que se hubieran hecho una herida. ¡Funcionó!

Ruth V.

Scarsdale, NY

Querida Betty:

¡Llevo masturbándome muchos años y he disfrutado de cada uno de los orgasmos! Me parece que la masturbación probablemente es la forma más perfecta de tener sexo. No hay peligro de SIDA ni de ninguna enfermedad venérea. Es imposible quedarse embarazada o dejar embarazada a una mujer. Y no hay que preocuparse del humor del otro. Una mujer me contó que podía masturbarse en cualquier sitio y tener un orgasmo sin que se enterara nadie —en un autobús o en un avión, por ejemplo. Solo necesitaba mover los músculos apropiados, los músculos del amor. (No me acuerdo del nombre científico.)

A mí también me gusta usar un vibrador. Tengo uno con un vaso de goma al final. Cuando estoy solo y tengo ganas, pongo una cinta erótica en el video y enchufo el vibrador. Es una sensación maravillosa mientras veo como se quieren unas personas de lo más atractivas (y a veces se quieren a sí mismos, cosa que me da mucha más marcha). Puedo estar así durante una hora o más. Entonces, cuando hay una escena caliente de verdad, ya no puedo dar marcha atrás y tengo un orgasmo profundo. No siempre lo hago solo. De vez en cuando encuentro a una amiga que disfruta viendo como me masturbo a la vez que lo hace ella.

Allan L.

Jacksonville, PL

Querida Betty:

Te quiero contar lo que me pasó en un concurso que hice con una amiga. Fue hace quince años, pero lo recuerdo muy bien. Decidimos competir a ver quién conseguía tener más orgasmos en tres horas, con un vibrador. Ella tuvo diecisiete, y cada uno de ellos fue un espectáculo maravilloso. Cuando más guapas están las mujeres es cuando están teniendo un orgasmo. ¿Y yo? Solo tuve dos. Intenté llegar hasta tres, pero no pude. ¿Qué quieres que te diga? Solo que me enteré de cuál era el sexo débil. Me inclino con modestia ante las mujeres —y a lo mejor, mientras lo hago, pueda dar una chupadita o dos, y practicar mi hobby favorito.

Stewart M.

Santa Fe, NM

Betty:

Te mando un giro postal en vez de un cheque porque todavía vivo de mis padres y controlan mí chequera. No quiero que sepan que leo cosas sobre el pecado prohibido.

Ya sé que has debido oír historias de todo tipo, pero ahí va una: Una tía mía tuvo que ser ingresada porque tenía una hemorragia uterina. Antes de que supiéramos que era un fibroma, mi madre dijo: «¿Ves lo que pasa cuando uno juega demasiado con su cuerpo?» Yo pregunté: «¿Cómo sabes si jugaba o no?» Contestó: «No lo sé, ¡pero esto es lo que pasa!»

P.D. Solo tiene cuarenta años y estamos en los ochenta, asombroso, ¿no?

Se supone que nos tenemos que castrar (no hay que tener relaciones prematrimoniales, no hay que masturbarse, ni tocar a un tío con el que llevas un año). ¿Pero qué pretenden que hagamos?

Sin embargo, he avanzado mucho. Mi novio y yo nos masturbamos juntos, y muchos de mis amigos también. Cada vez tengo menos remordimientos. Como vivo con mis padres te agradecería que mandaras el libro en un envoltorio normal, ya me entiendes.

Monica P.

Austin, TX