MASAJES ERÓTICOS

Para que una relación sexual sea realmente satisfactoria, uno de los sentidos a cultivar es el tacto. El masaje tiene un efecto general reparador, libera de tensiones y relaja, disponiendo el cuerpo para disfrutar del erotismo a la vez que despierta los focos de sensualidad que provocan la excitación.

Sentir su cuerpo masajeado le genera sensaciones tan estimulantes como los besos, las caricias y otros juegos preliminares despertando las hormonas sexuales que la preparan para disfrutar del coito.

A través de esta aproximación, ambos amantes aprenden a internarse en un universo de intensa sensualidad: ella, descubriendo puntos erógenos desconocidos que la transportan hacia el placer y él, conociendo en profundidad cómo desea ella que se provoque la respuesta sexual de sus sentidos.

LAS ZONAS MÁS SENSUALES
En el rostro se localizan algunos puntos álgidos, como el nacimiento del cabello o las sienes.
El amante que se concentre atentamente en la respuesta que ella emite, también irá acrecentando su propia excitación.

En el cuerpo femenino, cada centímetro de piel es sensible y su reacción el masaje erótico es intensa, aunque hay determinados centros que tienen una mayor carga excitante y no sólo corresponden a las zonas erógenas.

En el rostro se localizan algunos puntos álgidos, como el nacimiento del cabello o las sienes que, si se recorren con las yemas de los dedos realizando movimientos rotatorios, así como tocando con éstas levemente el contorno de los labios, cuello, orejas y nuca, también despiertan intensas sensaciones.

Tumbada sobre la espalda en una superficie blanda, su cuerpo desnudo está en contacto con el amante que se sienta a su lado y recorre masajeándola toda la superficie de su cuerpo evitando las zonas erógenas, con un lento y sensual toque de las palmas de las manos, el dorso o los nudillos, fraccionando suavemente el vientre, los muslos y las pantorrillas para, al final, recorrer con dulzura cada uno de sus dedos y las plantas de los pies.

Luego la incorpora hasta colocarla de rodillas, situándose él por detrás de su cuerpo para explorar la nuca y continuar masajeando entre los omóplatos, la columna vertebral, la cintura, y regodearse en las nalgas y en los muslos. El amante que se concentre atentamente en la respuesta que ella emite, también irá acrecentando su propia excitación, que lo llevará a masajear cada vez con mayor carga erótica.

La mayoría de las mujeres, al recibir masajes, descubren zonas que envían cargas estimulantes a los centros de placer y que nunca habían siquiera sospechado que existían en su cuerpo. Una vez que se han disfrutado estos contactos intensamente estremecedores, ninguno de los amantes querrá renunciar a ellos.

CÓMO REALIZARLOS

Para gozar plenamente del masaje erótico conviene crear un escenario íntimo de ambiente sereno, con una iluminación tenue y, si ella lo desea, perfumado con una esencia que le agrade.

Las manos que masajean deben estar calientes y, si es posible, untadas con un aceite o crema lubricante para que se deslicen mejor.
Para obtener y proporcionar el máximo placer es mejor alternar las técnicas de masaje adecuados para cada punto del cuerpo.

Las manos que masajean deben estar calientes y, si es posible, untadas con un aceite o crema lubricante para que se deslicen mejor.
Para obtener y proporcionar el máximo placer es mejor alternar las técnicas de masaje adecuados para cada punto del cuerpo. En la espalda, de la cintura hacia arriba, las manos se colocan a ambos lados y fraccionan suavemente arriba y abajo, Incidiendo los pulgares con más fuerza cuando se acercan a la columna vertebral; en las zonas de músculos hay que masajear como si se amasara, alternando con las manos hacia abajo y levemente levantadas por el centro, dando suaves golpecitos con acción de ventosa; luego, girarlas para presionar con los nudillos, lo que estimula mucho los hombros.
En la parte delantera se fricciona rápidamente la zona del esternón, lo que es sumamente excitante; después se pasa al vientre haciendo movimientos ondulatorios con las palmas de las manos, y desde ese punto se desciende hasta los muslos para masajearlos por su cara exterior con firmeza y suavidad, con el dorso por la cara interior; por último, se toman entre las manos abiertas ambas pantorrillas como si se quisiera dibujar su contorno hasta los tobillos, subiendo luego con el mismo tipo de masaje hacia las rodillas.
En este punto, ella deseará que el contacto se traslade a las zonas erógenas -senos, pubis y vulva-. Puede que lo verbalice o que él lo note por su agitada respiración y el aumento de la temperatura corporal, entonces él calmará el deseo con caricias más sensuales hasta que ella alcance un orgasmo y busque prolongar el placer.