OTRAS FORMAS DE PLACER

Todo lo que resulte novedoso en el arte de la sexualidad es bien recibido por la mujer. Ella desea ser asombrada, y su emotividad se ve estimulada hacia la sensualidad cuando se añaden juegos y fantasías inéditos a las relaciones eróticas. Entonces es capaz de desplegar una amplia gama de recursos dictados por el placer de los sentidos, que incorporan ternura y ardor renovados a los encuentros amorosos.

La rutina y la monotonía son los grandes enemigos a combatir por los amantes, así como las actitudes rígidas y apegadas a viejos patrones; si se introduce humor, imaginación y sentido lúdico, la pasión permanece encendida y siempre brotan de ella nuevas, chispas que encienden los cuerpos y provocan más deseo.

A diferencia del hombre, ella no sólo se excita con la vista o el tacto, sino que sus cinco sentidos están alerta y dispuestos para entrar en acción y vibrar de gozo en los brazos de quien es capaz de incitada y acompañarla en esa ruta reveladora de nuevas sensaciones íntimas. Por este camino, profundizando en la sensibilidad femenina, él hallará a una compañera siempre dispuesta a ampliar las situaciones excitantes para llegar juntos hasta la frontera del placer.

POTENCIAR LA SENSUALIDAD

La idea femenina de la relación sexual es un todo completo y complejo que no aísla una etapa del placer de la siguiente ni considera una más Importante que otra.
El beso es uno de los estímulos que más erotizan la piel de todo el cuerpo y, sobre todo, la boca y otras zonas erógenas femeninas. Besar bien es un arte con el que se despierta la sensualidad; saber recorrer los labios de ella con los propios, lamiéndolos, sorbiéndolos con suavidad, mordisqueándolos hasta notar cómo se inflaman para introducirse luego en el interior de la boca y recorrerla apasionadamente tocando con la lengua el paladar, las encías y dibujando el contorno de los dientes.
Lamerle todo el cuerpo es un placer que a ella la estremece de gozo, sobre todo al cambiar los roces y la tensión de la lengua, alternando leves mordiscos y besos con los labios juntos; el anhelo crece si al mismo tiempo sus manos se mueven acariciando con las palmas y el dorso, cachetean con los nudillos y arañan tenues la piel de otros puntos excitabas. Estos contactos hacen brotar el deseo y la respuesta sexual no tarda en hacerse presente en la humedad de la vulva y la erección de los pezones y el clítoris.
La idea femenina de la relación sexual es un todo completo y complejo que no aísla una etapa del placer de la siguiente ni considera una más importante que otra; no hay para ella un objetivo esencial como puede ser para él la penetración, aunque ésta también le resulte placentera.
Se inflama de ansia al ser besada, lamida o arañada en toda la extensión de su piel, que es enteramente territorio erótico privilegiado y el centro de su goce -el clítoris y la vegina- se derrama en oleadas calientes hacia todos los puntos cardinales de su cuerpo.

LAS FANTASIAS SEXUALES Las fantasías son saludables e incrementan la sexualidad creando un espacio inagotable.

La fantasía erótica de gozar con desconocidos es una de las más incitantes y ambos pueden vivirla con ardor. Ella está de pie en la oscuridad, sólo viste una falda larga y amplia y él se introduce por debajo entre sus piernas y la estimula con las manos o la lengua hasta hacerla gritar de placer.

Muchas veces las fantasías sexuales, al ser llevadas a la práctica, resultan menos estimulantes que en la imaginación.

 

El amante sensible es aquel que es capaz de leer entre líneas la sugerencia sutil de ella para acompañar o incluso transformar la fantasía enriqueciendo la relación sexual.

Las mujeres que saben proyectar sin miedo ni vergüenza sus ensoñaciones eróticas crean un rico mundo que intensifica en gran medida el goce sexual. Sin embargo, hay quienes se reprimen porque piensan que no es adecuado o que se trata de algo censurable, mientras que si se permiten estimular las fantasías cuando aparecen, se adentran en ellas y las hacen realidad con él, no pondrán barreras al placer.

El recuerdo de un amante anterior, el rostro de un actor de cine en cuyos brazos se desearía estar o imaginar un paraje de la naturaleza donde desnudarse y gozar sexualmente son algunas de las fantasías más comunes. También es frecuente inventar, guiadas por la curiosidad o el ansia de novedad, posturas o caricias nunca experimentadas, deseos de dominar o ser sometida; sentirse vulgar o parte de un harén, cambiar de pareja o disfrutar del sexo con más de un hombre a la vez o con alguien del mismo sexo.

Las fantasías son saludables e incrementan la sexualidad creando un espacio inagotable. Comunicarlas verbalmente para realizarlas a dúo o conservarlas en secreto para disfrutarlas como complemento de la relación erótica, constituye una elección personal.

Ella está encima de él, literalmente cabalga sobre su cuerpo, cierra los ojos y se deja llevar por la película que pasa por su mente: es Lady Godiva montando con los senos al aire un potro blanco, su piel es acariciada por un sol ardiente. De pronto, unos fuertes brazos la ciñen por la cintura y la depositen sobre la hierba y un desconocido rudo y salvaje la penetra una y otra vez golpeando su pubis, mientras su boca le lame con fruición los pezones y desliza sus dedos por detrás buscando el recóndito anillo del ano.

Para ser por una noche la favorita del sultán, sólo es preciso perfumar el ambiente con incienso, iluminarlo con velas rojas que apenas permitan entrever en la oscuridad la piel brillante del sudor del amante que la toma de la mano, eligiéndola entre muchas para encenderla de placer. Luego, él retira una tras otra las prendas que cubren su intimidad como si fueran velos y ella inicia una danza que lo electriza con los sinuosos movimientos de su vientre, con el balanceo sensual de los pechos que Invitan hasta que se lancen uno en brazos del otro para vivir juntos el fin de esta apasionante fantasía oriental.

EL JUEGO DE LOS ROLES

Crear una relación sexual como si fuera un escenario e interpretar diversos papeles es una manera de reinventar el placer. Invitar con la mirada sin decir una palabra, incitar con el cuerpo adoptando una postura especial o sencillamente ignorar al otro, actuando como si se estuviera a solas, provoca reacciones apasionadas.

Ella se recuesta lánguidamente como si deseara dormir, sus ojos están cerrados y no lo mira ni lo busca, pero algo en su cuerpo parece desmentirlo, un muslo está encogido y deja ver el vello del pubis, la otra pierna está tensa como si esperara. Súbitamente él se acerca y percibe el perfume que surge desde el pubis, y no puede resistir la tentación de hundir su rostro entre la suavidad de sus muslos y lamerla hasta que ella abandone su lasitud y despierten todos sus instintos eróticos con la caricia.

EL BAÑO COMPARTIDO

Bajo el agua, todo se desliza naturalmente, la piel brilla y es fácil acariciar con la espuma, jugar a hacer burbujas, provocar con el roce, acariciar con la esponja como sin querer, y alejarse. El agua se desliza por su piel, él envuelve su cuerpo tibio y perfumado con los brazos, pero ella le da la espalda y todo indica que se resiste, no quiere más placer que la ducha compartida, no necesita nada más. Sin embargo, él va a Intentar seducirla con la fuerza de su excitación. Arrodillándose, besa el hueco de su ombligo y baja lentamente por el vientre de ella lamiéndola con pasión, hasta que la siente entregada y perdida en la ardiente marea del deseo que ha despertado.

SUEÑOS ERÓTICOS

Del mismo modo que en las horas de vigilia aparecen fantasías sexuales, durante el sueño, el mundo del inconsciente sigue activo y recrea escenas de erotismo. En ocasiones, éstas son una continuación enriquecida de una realidad que se ha vivido, pero pueden ser totalmente nuevas, porque proceden de deseos ocultos en lo más profundo de la mente.

Las imágenes sensuales de los sueños tienen protagonistas conocidos o desconocidos, son verosímiles o increíbles, lo que a veces sorprende a la mujer o incluso la turba por el cariz audaz que presentan, pero como contienen tantos símbolos complejos y de difícil lectura, rara vez se hace posible extraer conclusiones ciertas acerca de su significado.

Lo más habitual es que, en sueños, se expresen ideas o deseos reprimidos, ya sea por convenciones sociales o prejuicios, miedos o tabúes. En este aspecto suele soñarse con relaciones múltiples, infidelidades, homosexualidad y temas similares, que pueden ser fantasmas de la mujer que, en realidad, no se permite confesarse a sí misma. Sin embargo, no hay que dejarse llevar por la culpa o la contradicción que introducen las imágenes oníricas, sino tratar de incorporarías a la conciencia de manera natural. Si algo de lo que se recuerda al despertar puede llevarse a la realidad y contribuye al placer, es positivo aprovecharlo para enriquecer el erotismo, al igual que se hace con las fantasías, pero si genera ansiedad o dudas, basta con no darle importancia puesto que su significado no siempre responde a deseos inconfesables.

ESTIMULACIÓN Y COITO ANAL
La penetración anal es uno de los placeres más intensos de la sexualidad.

El ano es el último punto íntimo en el que los amantes suelen aventurarse, en muchos casos porque la mujer se resiste a ser acariciada y penetrada analmente, producto de los prejuicios que nuestra cultura ha arrojado durante siglos sobre esta práctica, tildándola de antinatural. No obstante, por la sensibilidad de la zona y sus múltiples terminaciones nerviosas, es uno de los placeres más intensos de la sexualidad.

Él anhela penetrarla de este modo en una ceremonia que representa intimidad y entrega de la mujer y sabe cuánto puede gozar, pero debe hacerlo con la debida delicadeza y cuando ella se encuentre realmente preparada para recibirlo. Por ello, y como parte de las caricias y besos para estimularla, las nalgas y los glúteos deben tener protagonismo, así ella irá descubriendo lo excitante de esta zona erógena.

Lamer o acariciar con la lengua el ano como incitante caricia preliminar a su penetración o como parte del sexo oral, se conoce popularmente como el beso negro. Es uno de los placeres sensuales más profundos que ella puede sentir y, una vez experimentado, no querrá renunciar al mismo.

Una vez que se ha penetrado manualmente o con el pene el conducto anal, no se debe hacerlo por la vagina, ya que existe peligro de infección, mientras que, a la inversa, esto no sucede.

 

Él estimula el clítoris con sus manos y su lengua notando cómo aumenta su deseo, moja un dedo en los jugos vaginales y realiza un trayecto de ida y vuelta recorriendo el perineo hasta el ano, que se va lubricando; la vuelve de espaldas y, mientras sigue estimulando con sus dedos el clítoris, comienza a lamer en círculos de arriba abajo, primero las nalgas y luego las paredes interiores hasta sentirlas relajadas; ése es el momento de apoyar la punta de la lengua en el ano y comenzar a moverla rotando, impulsándola hacia adentro y tanteando también delicadamente con un dedo el comienzo del estrecho canal.

Sin dejar de excitar el clítoris y la vagina, una mano sube hasta los senos para pellizcar los pezones y añadir fuego al ya intenso placer de ella y la otra mano dirige con suavidad el glande para introducirlo, aunque sólo en una pequeña parte, en el orificio del ano. Si halla resistencia en este punto, él puede aumentar la lubricación con saliva o vaselina que, junto a la fuerte excitación que ella siente, relaja y facilita la penetración.

El pene se mantiene quieto y expectante, familiarizándose con esa caliente cavidad que late y lo oprime estrechamente reflejando cuánto goza; luego, poco a poco, se interna despacio pero pronto comienza a embestir, primero con delicadeza, y a medida que el canal se adapta al tamaño de su miembro erecto y los espasmos de ella indican el disfrute que la hace vibrar entera, la fricción se va haciendo más rítmica y profunda.

Ella está perdida en su placer, una fina capa de humedad se extiende por todo su cuerpo, nunca había imaginado que podía ser tan estimulada y en tantos puntos a la vez: sus senos palpitantes desbordan las manos de él, su clítoris erecto electriza los dedos que lo acarician, el ano y la vagina tiemblan al unísono en contracciones que la transportan a un sinfín de sensaciones inéditas hasta que, trémula de pasión, se libera en un clímax trepidante.

Si la mujer es especialmente estrecha o el tronco del pene muy ancho, la caricia con los dedos en el ano, al mismo tiempo que es muy estimulante, la prepara para la penetración. También es eficaz si ella tarda en relajarse, ya que con uno de sus dedos él consigue poco a poco dar elasticidad a los músculos para recibir el pene, al mismo tiempo que contribuye a que ella aprenda a disfrutar de este coito tan placentero.