MASTURBACIÓN

Cuando se deja fluir con naturalidad la fantasía al calor de las manos recorriendo el cuerpo en busca de sensaciones que llevan a satisfacer el deseo, se comprende por qué ninguna mujer debería renunciar a masturbarse; no sólo por lo que supone de autoconocimiento sino también porque estimula y ahonda en gran medida el disfrute. En ese sentido, reconocidos profesionales del campo de la medicina y la psicología recomiendan el autoerotismo como una de las formas más auténticas y maduras de la sexualidad.

El autoerotismo despierta a edades muy tempranas y se manifiesta en la adolescencia como una intensa tendencia voluptuosa, llevando a experimentar con el propio cuerpo hasta conocer los ocultos resortes de sensualidad que éste encierra.

Si la autoestimulación se reduce a una simple descarga sexual a solas se empobrece la sexualidad, ya que masturbarse siempre es placentero y no sólo como sustituto del amante, sino que también es una experiencia íntima que relaja tensiones, evita el estrés y contribuye a la serenidad y el equilibrio personales; asimismo enseña y prepara sensualmente para guiar al amante por la ruta del placer a través del propio cuerpo, complementando los juegos eróticos entre dos.

CÓMO DISFRUTARLA AL MÁXIMO
Si la autoestimulación se reduce a una simple descarga sexual a solas se empobrece la sexualidad.

Un inquietante cosquilleo que recorre la piel en sensuales ondas concéntricas que no se localizan en ninguna zona del cuerpo en especial le indica a ella la presencia del deseo. Puede haberío provocado una presencia o un recuerdo, el roce casual de la suave ropa interior o una canción sentimental, pero sea cual sea el motivo, la fantasía comienza a volar y da paso al anhelo por hallar un espacio íntimo para autosatisfacerse.

A partir de ese momento, las manos vuelan enredándose en el vello púbico, demorándose en los pezones, recorriendo la tierna línea que divide en dos las nalgas para alcanzar el rosado anillo del ano, y cada roce es aún más excitante y va despertando mil sensaciones al mismo tiempo. Desde el centro del cuerpo asciende un calor que por momentos gana en intensidad, los poros de la piel se abren soltando una fina capa de humedad, y de la vulva comienza a fluir un líquido que la lubrica ayudando a deslizar las caricias.

Aumenta la tensión en todo el cuerpo, los muslos poco a poco crece la ansiedad y, como sucede en toda práctica sexual, no existe una técnica única para autoestimularse, sino muchas, que cada mujer descubre por sí misma y que va alternando o cambiando a medida que se conoce mejor.

Es muy placentero masturbarse sentada justo al borde de una superficie con las piernas abiertas, lo que permite acariciar el clítoris con una mano y con la otra tocar los senos, percepción que se intensifica contrayendo el músculo PC y dejando por unos instantes el clítoris palpitante para recorrer toda la vulva y notar las sensaciones que se producen en la vagina.

Ella también goza mucho si se recuesta boca arriba sobre la cama, coloca una almohada entre las piernas o las cierra estrechamente sobre la caricia de la mano como si apresara los muslos de un hombre; en esta posición todo su cuerpo se mueve sensualmente buscando el roce, contra las sábanas o gira hasta quedar tendida boca abajo y apoyando la vulva sobre el dorso de la mano o el antebrazo estimula con movimientos rítmicos el clítoris tenso por la excitación y con los dedos de la otra mano, humedecidos en saliva, unta sus pezones hasta que llega al orgasmo con la respiración anhelante pero plenamente satisfecha y relajada.

EN SOLEDAD
Nada le impide fantasear que quien está recorriendo su cuerpo y electrizándolo son las manos del hombre que la excita.
Ella manda y decide en la sexualidad a solas, es su propia guía, su objeto de deseo y su fuente de autosatisfacción.

Una de las tantas posturas placenteras para masturbarse es situarse frente a un espejo o a una fresca pared de azulejos y restregarcontra ella elcuerpo ardiente, mientras se estimula el clítoris con una mano y los senos con la otra.

La mano de él repta por debajo de la ropa buscando el pubis que abre la puerta al centro del placer.
La imaginación de ella es el máximo acicate para estimular su libido, lo que convierte la masturbación en solitario en una de las vivencias sensuales más apasionantes. Nada le impide fantasear que quien está recorriendo su cuerpo y electrizándolo son las manos del hombre que la excita. Visualiza sus más ardientes sueños mientras se acaricia, desata su excitación y habla, gime o grita de placer y hasta consigue hacer realidad en su mente ese deseo oculto o prohibido, como por ejemplo la experiencia sexual con más de un hombre o con un desconocido, ser tomada con violencia o imaginar lugares arriesgados donde disfrutar del sexo con el peligro de ser sorprendidos, y mil cosas más. Ella manda y decide en la sexualidad a solas, es su propia guía, su objeto de deseo y su fuente de autosatisfacción.
Llevada por la sensualidad, disfruta de los juguetes sexuales con forma de pene -los consoladores- los introduce en la vagina mientras imagina que él golpea su pelvis como a ella le gusta, mientras se frota el clítoris jadeando estremecida de anhelo. Imágenes llenas de hedonismo se suceden en su mente cuando un vibrador le estimula el ano o la vagina hasta que alcanza el clítoris tenso y su cuerpo se mueve sinuoso con intensa voluptuosidad.
Así estimulada pronto llega al umbral del placer con los ojos dilatadamente abiertos o los párpados cerrados con firmeza, la respiración rápida, el corazón latiendo apresurado y toda la piel al rojo vivo hasta que llega al placentero orgasmo.

EN PAREJA

La masturbación entre amantes no es sólo uno más de los juegos previos a la penetración, sino uno de los que más intenso placer provocan y probablemente el que mejor contribuye al autoconocimiento.

Cuando ella está muy excitada, comienza a desear que él se acerque a los puntos erógenos clave y lo insinúa de mil maneras o lo verbaliza directamente, incluso estando aún vestida. La mano de él repta por debajo de la ropa buscando el pubis que abre la puerta al centro del goce que ambos ansían; entre el vello húmedo por el deseo recorre con un dedo los pliegues de la vulva, traza un recorrido tenso y caliente por los labios mayores y por fin encuentra el clítoris que late ansioso esperando el contacto. Su cuerpo se mueve para indicarle lo que más la excita, deseando que la caricia rote, gire, suba y baje buscando otros centros álgidos, mientras la lengua lame los senos que ella ofrece anhelante.

Cuando él sigue masturbándola, ella contrae el músculo PC y siente un placer intenso que se extiende por la vagina hasta llevarla al clímax, y si en ese punto él la penetra, su orgasmo se multiplicará convirtiéndose en varios que, encadenados, se transportan en ondas sensuales por, todo el cuerpo, saciando el deseo.

MOVIMIENTOS Y RITMO

Él puede despertarle un intenso goce si al mismo tiempo que frota el clítoris con el pulgar, le acaricia con el resto de la mano el pubis. Utilizando dos dedos de la otra mano estimula la vagina y el orificio del ano, para que ella se excite más y él la penetre con los dedos.

La vulva comienza a encenderse y dilatarse al contacto con sus dedos y la respiración se vuelve más entrecortada.
Las diferencias entre la sexualidad femenina y masculina también son notables en la forma en que prefieren ser masturbados. Hasta que no está lo suficientemente excitada, la brusquedad o velocidad intensa que suele preferir el hombre, a ella llega a veces a causarle dolor o a insensibilizarla.
Él va reconociendo el grado de anhelo al notar cómo el cuerpo de ella se contorsiona y abandona a sus caricias, la vulva comienza a encenderse y dilatarse al contacto con sus dedos y un fuerte rubor se extiende por el rostro y el escote. Los toques suaves y superficiales al principio van revelando cómo aumenta el deseo al tiempo que brotan los fluidos vaginales que lo acompañan. Es el momento en que crece la cadencia del ritmo de sus roces, mueve los dedos más rápidamente hasta sentirlos empapados, mientras el pecho de ella sube y baja agitadamente. Excitado también, busca los senos con su boca o sus manos, sin dejar de masturbarla, apoyando el pene erecto entre los labios mayores para seguir acariciándola, lo que da un intenso placer a ambos, que llegan al orgasmo, incluso sin que se produzca penetración.